“Mujeres
al borde de un ataque de nervios” fue, en cierto sentido, la puesta de largo de
Pedro Almodóvar. Incluyendo elementos de la comedia romántica, clásica y
sofisticada, una imagen de un panorama español cambiante, un humor ácido y un
caustico sentido de la ironía. Además de hermosos decorados, cuidada fotografía
y una elegante banda sonora el filme dio a conocer al realizador dentro y fuera
de nuestras fronteras. Con esos títulos de colores que imitan al cine de Blake
Edwards, con pequeños y grandes papeles en actrices consagradas y/o
pertenecientes a su universo, con una entregada Carmen Maura como la
inolvidable Pepa y demostrando que el cine español podía realizar comedias con
vitriolo y con fuste. Pero su entrada en la gran taquilla, en los guiños a
Hitchcock, la sátira social amable y sus gestos de comediante adaptado a nuevas
realidades, su caleidoscópica visión de la condición humana y las relaciones
sentimentales, centrándose en un universo principalmente “femenino” no ocultan
que su entrada en los grandes cines estuvo también llena de concesiones.
Gracias a “Mujeres…” Almodóvar se hizo popular y su cine empezó a ser “tomado
en serio”, pero para hacerlo, sin perder las formas e incluso ganando en
estilización fílmica, tuvo que abandonar la homosexualidad tormentosa de “La
ley del deseo”, el feminismo cañero y social de “¿Qué he hecho yo para merecer
esto?”, el anti-clericalismo esperpéntico de “Entre tinieblas” e incluso sus
coqueteos más irreverentes con la movida madrileña y sus chicos y chicas del
montón. Almodóvar abandonaba su lado más negro (que luego recuperaría en
títulos como “La mala educación”) para otorgarnos un filme coral con una protagonista
atormentada pero vitalista que demostraba la capacidad de algunas mujeres de
rehacerse a sí mismas a pesar de sus fracasos sentimentales con varones de
distinta índole. Pero ni Maura es el ama de casa deshecha de “Que he hecho yo
para merecer esto…”, ni Banderas el gay desbocado de “La ley del deseo” ni
Verónica Forqué o Julieta Serrano coquetean con lo kitsch, lo enloquecido o lo camp más allá de lo justo, con guiños
al cine de suspense sentimental y la comedia de toda la vida, llevada a un
terreno algo renovado y revitalizado por la imparable fuerza narrativa de un
realizador en alza. “Mujeres al borde de un ataque de nervios” es, pues, un
título clave en la historia del cine español y de la comedia europea, pero
también un paso atrás en el afán provocador de Almodóvar que, en esta ocasión,
se dirige a un público amplio y dispuesto a gozar con algunos chistes incisivos
y algunas situaciones desbocadas, pero donde la marginalidad y la dureza
interior de sus anteriores filmes quedaban algo prisioneros de la elegante tela
de araña narrativa de este filme de historias cruzadas. Pero Almodóvar fiel a
sí mismo sigue desconcertando a incondicionales y detractores; maltratado incluso por la crítica feminista su
cine ha roto un molde de machismo y homofobia abriendo las mimbres del cine
español a la unión del humor irreverente y los sentimientos hondos, y, en este
sentido. “Mujeres…” resultó ser todo un paso adelante, dando a conocer la cara
más amable y lúdica de una de las grandes fieras del cine español de los
ochenta.
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