La Teoría Crip y la política de lo remoto
Por Endika Erice con José García
Si hay algo que nos ha entusiasmado
de todo cuanto se ha dicho hasta ahora sobre nuestro colectivo en nuestra todavía
corta historia ha sido su catalogación como ‘contubernio periférico’.
‘Contubernio’, como la mayoría de la gente sabrá, significa ‘convivencia o
alianza ilícita’, por lo que nos imaginamos que aquel que la utilizó con el
ánimo de zaherirnos debía referirse implícitamente a las relaciones afectivas y
de convivencia un tanto heterodoxas que mantenemos algunos miembros de nuestra
asociación, una consideración moral que no deja de tener gracia viniendo de donde
viene, pero que a mí me encanta como apelativo porque refiere cuestiones
políticas que para mí y el resto de mi colectivo son centrales, como es la
organización normativa de la convivencia y los afectos, la representación de
los cuerpos no normativos y su resignificación simbólica a través de distintas
prácticas sociales y discursivas. Algo que, desde luego, carece del más mínimo
interés para quienes se han instalado en estrictas prácticas políticas de Ley y
Mercado, pero que ha sido un debate que particularmente he intentado introducir
en la plataforma Cádiz con Orgullo desde que hace aproximadamente un año
publicara en nuestro blog un desnudo integral de mi cuerpo tullido e nterpelara a todxs nuestrxs lectorxs que “quién les había dicho que yo no era sexy”.
Crip es un término derivado en inglés de la palabra cripple, que significa ‘tullido’. Como
el término queer, ha tenido una
historia tortuosa: por un lado, tiene unas connotaciones peyorativas; por el
otro, ha sido objeto de reapropiación y reivindicación por parte de las
personas que somos estigmatizadas por esa palabra. La Teoría Crip, formulada
por Robert McRuer en 2006 en su obra de idéntico nombre, supone ya un
posicionamiento político que se opone tanto al modelo médico de la ‘discapacidad’,
que la reduciría a la univocidad de la patología, el diagnóstico o el
tratamiento/eliminación; como al modelo social, que sugiere que la
‘discapacidad’ debe ser entendida como situada, no en los cuerpos (y mentes) de
personas, sino en un entorno inaccesible, el cual tiene que adaptarse a ellos.
Sin embargo, las políticas de la Teoría Crip están más centradas en el exceso,
el desafío y la transgresión extravagante: ‘crip’ ofrece un modelo de
‘discapacidad’ culturalmente más generativa (y políticamente más radical) que
un modelo social que es solamente, más o menos, reformista, como apuntaría el
propio McRuer.
En este sentido, nuestro colectivo
tenía un especial interés en poder iniciar un debate que indagara las prácticas
culturales en las que la capacidad y la heterosexualidad son pretexto para el
sostenimiento de ciertos privilegios sociales; teorizar y describir las formas
en que estos campos funcionan de manera colaborativa, para generar una crítica
a los sistemas del capacitismo y la homofobia, con especial atención a las
formas sutiles en que estos sistemas funcionan bajo el capitalismo neoliberal
contemporáneo. Y poder hacerlo, o iniciarlo, en el aquí y ahora.
Por eso la composición del balcón
consistorial en el clímax de la manifestación de Cádiz con Orgullo 2017 no era
una cuestión caprichosa ni la polémica que la ha rodeado puede reducirse a una
simple confrontación de talantes personales. Era ideológica. Y así se planteó
en los debates de las asambleas de Cádiz con Orgullo 2017, que finalmente quiso
apostar por dar voz y visibilidad a nuevas formas de corporalidad representadas
por nuevos rostros, rostros y voces que nunca antes habían hablado desde esa ni
ninguna otra tribuna y que no querían verse amortizados políticamente por otros
rostros y voces que ya han podido ser oídos de manera reiterada, por figuras
públicas que tienen como estrategia básica su institucionalización.
Pero no pudo ser. Los apologetas de
la pluralidad ningunearon aquel debate producido en unas asambleas a las que
nunca acudieron y que percibían como poco “eficaces” (un criterio de valoración
de los medios de organización ciudadana que pertenece al mundo de la empresa y
no al de los movimientos sociales) y optaron por el telefonazo y la entrevista
con el alcalde para que este sometiera ‘manu militari’ a aquella plataforma que
planteaba aquel debate y que se resistía a su ‘gobernabilidad’.
Pero todo esto es ya historia
pasada. Y ahora lo que queda por delante es el futuro. Ojalá que en el próximo
Orgullo los maricas tullidos no quedemos invisibilizados ni condenados a
observar el acontecimiento desde la barrera por estas políticas de lo remoto,
este reivindicar desde Cádiz al Gobierno de Madrid, desde Madrid al Gobierno de
Chechenia…. Una estrategia perfecta de distracción para no hablar de las
grandes carencias que en materia de derechos lgtbqi presentan todavía los
administradores del poder local, para no hablar de lo que esperábamos y
seguimos esperando en el aquí y ahora del Orgullo gaditano.
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