La doble vida de los superhéroes
Por Eduardo Nabal
El actor Andrew Garfield ha declarado que su Spiderman bien pudiera ser gay
o bisexual, los X-Men celebran pronto la primera boda gay del género y se acaba
de estrenar lo último de Lana Wachowsky, ante un público desconcertado por la
apuesta entre kitch y filosófica de los creadores de Matrix, que no obstante bate records de alquiler en los
video-clubs. Aun así, la industria del cine sigue reticente a que los
protagonistas de sus comics-films para todos los públicos puedan ser gays,
lesbianas o transexuales. El amor entre Batman y Robin ya no es ningún secreto,
al igual que la homosexualidad de Sherlock Holmes (por mucho que la quieran
maquillar en efectos especiales, el director de Dioses y monstruos ha vuelto para poner las cosas en su sitio) o
que los X-Men de Bryan Singer (autor de la homoerótica y morbosa Verano de corrupción, tal vez inspirada
en Tras el cristal de Villaronga) van
a celebrar la primera boda homo de la ciencia ficción aprovechando el
oportunismo mandato de Obama. La salida del armario de los superhéroes es un
tema complejo y todavía en el candelero. A la polémica se ha sumado el joven
actor Andrew Garfield al declarar que el último Spiderman bien podría ser gay,
bisexual o estar explorando su sexualidad. Pero a los productores de la
película no les ha hecho ninguna gracia la idea. El hombre araña no solo es
capaz dar grandes saltos sino también de despejar las telarañas de su armario
sociosexual, ante el disgusto de la productora, que nunca sabe cómo va a reaccionar
la taquilla habitual de estos filmes. Esto nos lleva al mundo de
“Hollywoodland” aquella película policiaca sobre George Reeves (ídolo de niños
y adolescentes) -el Superman de los años cincuenta- donde Ben Afleck interpreta
a un marido y actor de televisión nada convencional en los tiempos del
macartysmo, cuyo trágico “suicidio” en un universo despiadado sigue siendo un
misterio. Como lo es si la presión de la opinión pública conseguirá evitar que
sea el próximo Batman. No sé a qué viene tanta hostilidad. Afleck ha mejorado
mucho como actor y director. En “Hollywoodland” era un Superman de segunda para
series en blanco y negro en un entorno sacudido por la guerra fría y el
espionaje de posiciones políticas y secretos de alcoba. Un mundo de delación y
sospecha no solo sobre el comunismo sino también sobre la homosexualidad.
El mundo del comic y los superhéroes se revitaliza en esa época en la que
el varón estadounidense, recién vuelto de la Segunda Guerra Mundial, anda algo
perdido en una sociedad hipócrita, en el que las mujeres se han incorporado a
la industria de las armas y han conseguido algún derecho en la esfera pública,
como refleja Patricia Highsmith en Carol.
Pero los nuevos héroes de la guerra fría intentan reforzar y a la vez se hacen
eco de estas corrientes ocultas que van a hacer nacer los anti-héroes con
nombres como James Dean, Marlon Brando y Monty Clift. Los roles de género/sexo
se remueven pero también se refuerzan o se parodian. Superman, Flash-Gordon, El
hombre invisible, Baraberella, El guerrero del antifaz esos dioses y monstruos
muchas veces salidas de plumas y pinceles no heterosexuales pero prudentes, al
menos al principio, en el calado de sus representaciones. Es curiosa la
reacción de una industria oportunista hasta la médula que rechazó al joven Matt
Gommer para el papel de Superman por ser gay pero se forra a través del
personaje de Ian McKellen en películas como Harry Potter o en los propios X-men,
Avatar, reaccionaria y ampulosa, no evita la estética kitch y el mal gusto, quedando
muy por debajo de otras superproducciones fallidas y coloristas pero
resultonas.
La heroína lésbica o protolésbica que encarna Signorney Weber en Alien o la reaccionaria Lucy de Scarlett
Johanson. El héore masculino llora su primitivismo perdido en aras de la
sociedad del consumo en la falsamente anarquista y con ribetes fascistoides El club de la lucha mientras algunos
actores como Jude Law, Ethan Hawke o, a su manera, Johnny Depp o Joaquin
Phoenix ponen su masculinidad en disputa. Pero las cosas van cambiando y el
público LGTBQ también reclama sus personajes en todos los géneros. No solo en
la comedia o el melodrama. Y es posible que el otrora rechazado Gommer sea el
próximo protagonista de La sombra de Grey. Hollywood es una industria de la cabeza
a los pies. Un ejemplo de ello es la impoluta masculinidad de los personajes
encarnados por Rock Hudson o James Dean. Que la industria del celuloide como la
deportiva (donde pocos jugadores de futbol se atreven a salir del armario) ande
todavía, en gran medida, anclada en códigos decimonónicos o pre-stonewall es
otro asunto. Hoy día las películas del director fuera del armario Bryan Singer
o de “nuestro” sobrevalorado Amenábar son recibidas con los brazos abiertos
porque son un sustancioso reclamo para la taquilla y, especialmente, para la
taquilla adolescente o amante del cine de género. A pesar de que algunos críticos,
con motivo del estreno de Valkiria,
acusaron a Brian Synger de “erotización del fascismo,”. Algo que no ocurrió
cuando se estrenó Top Gun de Tonny
Scott o Rambo. La masculinidad no es
exclusiva de los heterosexuales ni la capacidad de rodar películas para
adolescentes o de trepar por las paredes o engañar a buenos y malos. No debe
confundirse el chismorreo con la necesidad de que los modelos culturales (en
este caso de la cultura popular) para niños y adolescentes que pueden ser gays,
bisexuales, trans o lesbianas. Si la directora de Matrix han hecho público su cambio de sexo en un osado discurso
¿Por qué no puede un superhéroe ser gay y valiente? Porque la sociedad
estadounidense sigue siendo profundamente cobarde. Y necesita héroes o villanos
de una pieza. A los que teme, idolatra o envidia en secreto. Precisamente los
superhéroes son casi siempre “gente en el armario” dispuesta a llevar una doble
vida, en la que combinan el romance heterosexual (al menos hasta hace poco) con
una rivalidad llena de homoerotismo hacia su oponente (el malo). El disfraz de
colores ya lo acerca a un personaje harto de una rutina gris y oficinesca
abriéndose a nuevas posibilidades en la libertad de la noche, la gran urbe o el
anonimato. Como Clark Kent quitándose las gafas y poniéndose un calzoncillo
precursor de la moderna lencería masculina. Como el aspecto de Marylin Manson
del malogrado Brandon Lee en El cuervo.
Por no hablar de nuestro Barón Asler de Mazinger-Z, de Epi y Blas o de “el
estudiante” secretamente enamorado de Curro Jiménez.
Ya cansa tanto fariseísmo, tanto aguantar que las lesbianas solo puedan ser
vampiras o profesoras o los gays diseñadores o, como mucho, vaqueros
crepusculares o protagonistas de comedia. Si los y las adolescentes no tienen
modelos, cuando son los más necesitados de ellos, es que hay una rutina
perversa en el mundo del espectáculo. La carrera del modelo James Franco o la
valentía de Anne Heche, Jodie Foster
o Elena Anaya (como las heroínas de Mujer contra mujer, El silencio de los
corderos o La piel que habito, respectivamente) vienen a echar por tierra que
los actores y actrices tienen que cumplir con patrones de una heterosexualidad
compulsiva y adormecedora. No lo digas, no preguntes. Dilo si quieres, y así se
acaban las preguntas. La salida del armario del macizo protagonista de la serie
de TV Prision Break abre un nuevo
hueco a romper con los tópicos sobre la masculinidad o heterosexualidad de los
hombres heroicos “fuera de lo común”. tatuados como un mapa, aunque lo más
valiente de todo ha sido plantarle cara a una sociedad conservadora y a uno de
los dictadores más crueles y sanguinarios de nuestros días.
Películas como Gattaca o, de otra
forma, la mas reciente Predestination
pusieron ya en primer término las complejas relaciones entre la ciencia ficción
y la diversidad sexual. Igual que las novelas de Úrsula K. Leguin o Samuel R.
Delaney. La relación entre Ethan Hawke y Jude Law (que apenas ha participado en
algún filme sin algún componente homoerótico) iba más allá de la simple amistad
igual que los personajes encarnados por Sigourney Weaver, Angelina Jolie o
Nathalie Portman (V de vendetta) en el terreno de lo fantástico se llenan de
una masculinidad osada y nada convencional. Su aspecto dista de ser el
atribuido a la heroína hollywoodiense y su profesionalidad o su rebeldía están
llenas de aplomo y sin el habitual descerebre de algunos superhéroes
masculinos. Sus interpretaciones pueden ser subversivas (como en el caso de
Weaver en Alien o Portman en V de Vendetta acompañada de los Anonymus, antihéroes de nuestro tiempo)
o meras copias de los superhéroes masculinos (como la imposible Lara Croft que
encarna con histrionismo Angelina Jolie). A mi modo de ver los personajes
encarnados por Angelina Jolie o Michelle Pfeifer en adaptaciones de comics o
series de televisión se limitan a ser meras réplicas de los superhéroes
tradicionales mientras que Sigourney Weaver contra Alien, el octavo pasajero
o Nathalie Portman contra el emporio empresarial saben jugar con la ambigüedad
sexual- con la cabeza rapada- y por la lucha por una identidad no prefabricada
ni cortada por ningún patrón a lo Afrodita A.
Los superhéroes parecen hechos para el público infantil o, especialmente,
adolescente, y eso nos lleva al terreno y el periodo vital en que los roles
sexuales son asignados o reafirmados y en los que la fantasía y la realidad se
confunden. De esto saben muchos los niños con pluma acosados en los colegios
(gays o heteros). Algunos de ellos/as homenajeados en filmes como Gosth World o, indirectamente, en
películas como Bienvenidos a la casa de
las muñecas de Todd Solonz o algunos trabajos de Gus Van Sant. Por eso
Marvel o la productora de turno se anda con precaución en un mundo donde la
Iglesia, las sectas, la escuela privada, los recortes ideológicos, el machismo
ambiental y la familia tradicional siguen haciendo de las suyas. Basta con
citar a la escritora Alice Walker cuando afirmó que la única razón por la que
accedió a ceder los derechos de El color
púrpura al todopoderoso y blandengue amito Spielberg era porque lo más
parecido que había visto a una joven lesbiana negra en el cine de masas era E.T. el extraterrestre.
De todos
ellos se ríe con no poca mala uva David Cronenberg especialista en desdichados
anti-héroes que crea su Sunset Boulevard
particular en la despiadada y pesimista Map
to the Stars, uno de los retratos menos amables del Hollywood actual
realizados recientemente y donde el joven Roger Pattinson (Crepúsculo) ejerce de extra en una serie de ciencia ficción y de
conductor de limosina para celebridades desquiciadas.