domingo, 31 de diciembre de 2017
QUEERCULTURAS PARA RECIBIR EL AÑO
No estas solo ante la heterronavidad. Tienes queerculturas o las puedes crear tu misma.
-Navegando por la web (sitios queer, anarcos, estudios queer en PDF etc)
-Buscando apoyo Transmaricabollo en sitios próximos
-Si eres migrante y refugiado tampoco debes quedarte solo ante la oleada consumista
-Algo de cultura accesible e inaccesible
1) 120 battements par minutte (de Robin Campillo)
2) Infieles (de Abdela Taia)
3) Caramel (de Nadine Labaki)
4) Carol (de Todd Haynes)
5) La frontera (de Gloria Anzaldúa)
6) El pueblo sin atributos (de Wendy Brown)
7) Cuerpos en alianza, lucha política (de Judith Butler)
9) Cuando tienes 17 años (de Andre Techine)
10) Call me by your name (de Luca Guadanino)
11) Ensamblajes terroristas. El homonacionalismo en tiempos queer (de Jasmin K. Puar)
12. Tennessee Williams en Tanger (de Mohamed Chukri)
13-Julieta (de Pedro Almodóvar)
14-Incierta gloria (de Agustí Villaronga)
15-Verano 1993 (de Clara Simon)
16-Franz (de Francois Ozon)
17-La libertad es una batalla constante (de Angela Davis)
18-El amante doble (de Francois Ozon)
19-Violette (de Martin Provost)
18-Amor eterno (Marcal Fores)
19-Notas sobre economía libidinal (de Clarie Fontaine)
20-Lo nuestro si que es mundial (de Ramón Martínez)
21-Lejos de aquí (de Eduardo Fuembuena)
sábado, 30 de diciembre de 2017
INTERNACIONALISMOS LEJANOS Y RACISMOS CERCANOS
No
es tiempo, cuando el flujo migratorio y los mandatos de gente como Trump, Putin
o Merkel han puesto en juego –aún más- la situación internacional, de criticar
las siempre loables causas internacionalistas. Pero si es tal vez tiempo de
hacer una reflexión sobre las batallas contra los microfascismos que se libran
a diario de forma invisible contra lo que Pierre Bordieu llamó “violencia
simbólica”. En su artículo “El marxismo y lo meramente cultural” Butler habla
como ciertos teóricos de izquierdas han relegado las cuestiones feministas, de
género y diversidad sexual a una esfera “meramente cultural” obviando que estas
pueden llegar a afectar, en entornos muy próximos a cuestiones de justicia
redistributiva (exilio rural, falta de lugares seguros, violencia callejera,
derechos sexuales y reproductivos, falta de protección sanitaria, inseguridad
laboral, acoso escolar, vigilancia policial, violencia conyugal, desigualdad
estructural dentro de los propios grupos de socialización…). Todos estos
debates no son nuevos ni muy originales pero cuestiones como el concepto de
“interseccionalidad” traído por gente como “Puar” (Homonacionalismo…) o más
cerca Lucas Platero (Interseccionalidades: Cuerpos y sexualidades en la
encrucijada) nos enfrentan a complejos dilemas sobre el neoliberalismo y sus
paradojas. La tendencia a presentar, por ejemplo, el Islam como un todo
unitario machista y homófobo está calando peligrosamente y no solo en la
derecha racista sino a través de la propaganda mediática en muchas sociedades
europeas.
Pero no hemos de olvidar que el internacionalismo nunca o casi nunca
ha dado la palabra a las personas LGTB en sus entornos cercanos por no hablar
de las mil historias de exclusión y silencios sin contar en muchos grupos de
izquierda tradicionales hasta hace bien poco. Esto nos enfrenta a dilemas y
debates abiertos. La llegada de los refugiados, las armas de doble filo,
debates de doble filo, la cerrazón de posturas de algunas izquierdas casi
fosilizadas en torno a temas como la prostitución y el fetichismo por ciertas
causas en detrimento de otras. Así por ejemplo no se aborda con valentía el
tema del racismo hacía el pueblo gitano, el de la serofobia, o el de la
situación de la gente en las prisiones, los manicomios, los CIES, las nuevas
fronteras de oriente y occidente. Películas como “120 pulsaciones por minuto”
nos recuerdan que, en un principio, la lucha contra el SIDA fue una lucha
política contra el racismo, la pobreza y la homofobia que llegaba desde varias
instituciones, una lucha contra el silencio. Libros como “El pueblo sin
atributos” de Wendy Brown nos advierten de las formas en las que el
neoliberalismo se ha interiorizado no solo en nuestras conciencias o formas de
ver el mundo sino también en determinadas políticas sociales consideradas
“progresistas”. “Cuerpos en alianza…” de Butler nos avisa de la urgencia de
salir a las calles y empieza a hablar de cuestiones como el “precariado” como
un nuevo tipo de grupo social sin reconocimiento alguno al tiempo que aborda la
interseccionalidad de género, sexo, raza, lugar de origen y de nuevo aborda el
carácter peformativo de lo político siempre en relación con poderes que se transforman
creando nuevos tipos de sujetos y grupos dominantes o subordinados.
jueves, 28 de diciembre de 2017
120 PULSACIONES POR MINUTOS: DE AMOR Y DE CÓLERA
Ganadora
del Premio del Jurado en el Pasado Festival de Cannes aún es un misterio cual
va a ser verdadera la distribución en el
estado español de la película de Robin Campillo “120 pulsaciones por minuto”
una obra maestra del cine moderno, del cine político, del cine LGTB y del cine
europeo en general. Una de las películas más valientes rodadas en los últimos
años y el testimonio más certero sobre el nacimiento y la lucha de Act-Up, "Aids
Coalition to Uleash Power", un tipo de
activismo anti-sida, hoy casi olvidado o relegado a un segundo plano, que se
enfrentó a la inacción de los poderes públicos, la avaricia farmacéutica, el
poder médico, el conservadurismo y la homofobia de ciertos sectores sociales y
dio la voz a una serie de grupos a los que no llegaba la información haciendo
de la lucha contra la pandemia una cuestión social y política con la que
llenaron las calles. Un filme sobre la memoria, el amor, la pasión y la rabia
rodado con extraordinaria solidez dosificando la dureza y la ternura aunque con
pocas concesiones a la galería y sin pelos en la lengua. Una película que
tocará de distinta manera al público dependiendo de su edad o sus recuerdos
personales respecto a lo que en ella se cuenta pero que es difícil, dada su
altura cinematográfica, desde la ágil puesta en escena al inmenso trabajo de
protagonistas y secundarios, deje indiferente a nadie. Unas imágenes firmemente
hilvanadas que no cesan de interpelarnos
desde el drama, el cine sociopolítico, la denuncia, la ironía y la
ternura.
Una historia que pocas veces se ha contado tan de cerca y desde
dentro, incluyendo escenas casi documentales o documentales de manifestaciones,
acciones de protesta, sexo seguro, relaciones humanas y funerales políticos. Un
filme con alguna tentación por el melodrama y el didactismo, que tal vez abusa
del montaje alternado y cierto efectismo pero que logra evitarlos gracias a la
sabiduría del realizador y los guionistas (entre los que se incluye Philipe Mangeot) que depositan la confianza en los
jóvenes intérpretes y en la fidelidad a lo sucedido, a todas las
contradicciones y desgarros que también surgieron dentro del grupo de
activistas enfrentados a instituciones impermeables a sus demandas de vida y
esperanza. Un filme de combate y de recuerdos, compuesto como una vigorosa sinfonía
de verdades y silencios, con una respiración entrecortada, un testimonio
sincero y desgarrado que sigue golpeándonos con fuerza y del que, aún hoy,
cuando tanto se habla de “normalización” y se trata de domesticar los
discursos, sigue golpeándonos con idéntica fuerza. Cine en estado puro y un
pedazo de historia de historias narrado desde
las trincheras del amor y la cólera.
El Banco Espirito Santo lanza una OPA hostil contra Surrobaby
cuerposperifericosenred
El Espíritu
Santo está que trina. Las mujeres que gestan niñxs para terceras personas le
han echado abajo en solo unos años su negocio milenario de reproducción in macula. Ni la imagen publicitaria de
Cristiano Ronaldo ni las rasgaduras de vestido de todos los cristianos del orbe
parece que puedan devolver a este espíritu trinitario el monopolio que venía
ejerciendo sobre la participación de terceros en la gestación de nuevos bebés.
“Pues de eso nada, que el único con derecho a ser tercero soy yo, que para eso
soy Padre, Hijo y Espíritu Santo”, ha espetado estallando en cólera. Fíjense,
que la Santísima Trinidad ni siquiera tenía en cuenta a la madre, como para
tener que rendirle cuentas ahora a simples mujeres gestantes.
Tan fea se
está poniendo la cosa, que el Espíritu Santo ha echado mano de todo el consejo
de administración de su banco y se ha decidido a lanzar una OPA hostil contra
Surrobaby, la principal empresa internacional en la gestión de la maternidad
subrogada. En pocas horas se dirimirá la operación. Dicen que la Virgen también
está que asciende por los cielos.
lunes, 25 de diciembre de 2017
CALL ME BY YOUR NAME: UN FILME DE LUCA GUADANINO
En
su último filme el realizador italiano Luca Guadanino logra su madurez como
creador al tiempo que pone sus virtudes como refinado esteta al servicio de una
historia más sólida e intensa narrada
con mayor pulso y contención que en sus anteriores trabajos: la desmesurada “Yo
soy el amor” y la algo estridente “Cegados por el sol”, sus dos grandes
películas tras el fracaso de crítica de la relamida y sobradamente afectada
“Melisa P.”. De nuevo lo sensual vuelve a ser uno de los grandes motores
narrativos de su cine y también la descomposición de núcleos afectivos
preponderantemente marcados por el seno de lo familiar bajo diversas formas. De
nuevo un paisaje italiano, y un ambiente marcado por la tentación del lujo, el
refinamiento y la decadencia todo ello inspirado en una notable novela de André Aciman, algo suavizada para el gran público, aligerando los aspectos espinosos y, en cambio, alentando los guiños al gran público occidental.
Guadanino
nos presenta dos personajes de diferentes edades, Elio, un chico de 17 años y Oliver un joven restaurador de arte embarcado en una
historia de amor más grande que la vida, al menos que la vida que ambos
llevaban hasta el presente, particularmente el adolescente protagonista que
parece despertar al amor bisexual pero descubre su verdadero amor en un visitante que se incorpora ese verano a la gran familia judía en vacaciones. Ambientada
en los años ochenta del siglo XX estamos ante una historia de amor y pasión que se toma
su tiempo para mostrar todas sus cartas pero avanza con pulso seguro y sin
medias tintas, sacando las máximas posibilidades de sus dos intérpretes, de los
paisajes, los decorados y los objetos y del inteligente guión del veterano James Ivory, que no obstante se
muestra algo literario y acartonado en algunos pasajes frente a otros que dejan en manos del
realizador y los personajes toda la fuerza del filme.
Algunos
elementos se apuntan pero no de desarrollan en el filme como el carácter judío
de los personajes, la tensión entre el pasado y el presente, el arte y la vida,
centrándose finalmente en una historia de amor entre dos hombres que ya ha sido
contada pero pocas veces con tanta elegancia y atención a los detalles para
logar un efecto a la vez armonioso y devastador, transmitiendo todo el peso que
ese “affaire de verano” va a tener sobre la nueva vida del joven Elliot que ahora es para
nosotros un enigma abierto.
domingo, 24 de diciembre de 2017
BOLLOTECA: RAJA AMARI EN EL VIENTRE DE TÚNEZ
La
realizadora tunecina Raja Amari ha realizado dos grandes películas junto con la
actriz hebrea más importante o al menos significada y comprometida con el
conflicto de Oriente Medio del cine
contemporáneo: Hiam Abbass (“Los limoneros”, “La novia siria” “Free Zone”).
“Rojo oriental”, un musical costumbrista y agridulce, y “Foreing body” un drama
social y un triángulo amoroso sobre la inmigración, la feminidad y el
desarraigo.
Bailar
en Túnez. Olvidar al difunto Adaptarse a los tiempos y sobrellevar la
tradición. Una película sobre mujeres
hecha por una mujer. “Satín rouge”, el
primer largo de Raja Amari, parte de un
argumento algo tímido y simplista pero sabe mantener el ritmo (a pesar
de algún exceso de sesión de danza del vientre)
y está narrada a base de largas
panorámicas, en pequeños episodios
unidos por inesperados fundidos en negro. Comprender a una nueva generación.
Bailar frente al espejo versus bailar frente al público, contra el público, con
el público. Espacio privado versus espacio público, espacio doméstico frente a
espacio sensual, libre y sexualizado. En
su último filme, “Foreing body” se adentra en los conflictos sociopolíticos de
la zona, en las sombras imprecisas y sofocadas del yihadismo, en la opresión de
la mujer, en las dificultades de las inmigrantes tunecinas para sobrevivir en
países como Francia y de nuevo en la soledad de una mujer viuda que esta vez
entabla una cada vez más estrecha relación con una joven en situación ilegal.
Personajes que nunca son lo que parecen, prejuicios que se dan la vuelta.
Hiam
Abbass en “Rojo Oriental” se enfrenta al papel de una viuda tunecina de costumbres tradicionales que mantiene una
relación clásica y algo distante con su
única hija. Pero el amor por el baile, la ropa y la necesidad de salir de su
soledad la llevan a las puertas de un Cabaret cercano donde descubre uno de sus
talentos ocultos: la danza del vientre. La pasión por el mismo hombre, que
podría haber sido el detonante de una tragedia en toda regla, va a ser el
detonante de la fusión entre los mundos encontrados de mujeres que han
interiorizado los valores patriarcales y de sus hijas que ya no viven de la
misma forma o con idéntica resignación esos condicionantes culturales. Este
mismo esquema se vuelve más grave en “Foreing Body” donde la mujer mayor acoge
en su casa a una joven sin papeles que busca trabajo y obtener la
nacionalidad francesa a la vez que
desprenderse del pasado marcado por su hermano y por un hombre joven que viene
del pasado que va a entrar de forma brusca en la vida de ambas mujeres.
La
soledad de la protagonista se reproduce en distintos escenarios y bajo
diferentes parámetros, adoptando formas más suaves, insidiosas, aparentes y
ligeras según se encuentre en la soledad de su hogar de viuda, en compañía de
gente que parece juzgarla o en contacto con un mundo que teme y le fascina casi
a partes iguales, descubriéndose a sí misma en la transición lenta pero
implacable de unos escenarios a otros al tiempo que su posición en el mundo se
vuelve más vital(ista) y abierta.
En
“Rojo Oriental” con pocos planos la directora
nos describe la situación de la mujer frente a la resignación y la viudedad para pasar pronto al espacio del
Cabaret, el mercado y los pisos donde la protagonista trata de mantener una
doble vida entre la libertad y el rol impuesto de viuda sufriente y madre
entregada. En la más reciente “Foreing Body”, premiada en el festival de
Seattle, el tono es más seco, duro, furtivo, tenso, el ritmo más crispado y la protagonista parece esconderse y a la vez
trata de reafirmar su nuevo rostro y su nueva situación en un mundo que no la
acoge exento de recelo y prejuicios. Su
relación con esa mujer madura que trata de olvidar a su marido va más allá de
la amistad aunque acaba formando un triángulo amoroso con ese joven tunecino
encarnado por Salim Kechioche, que formó parte del mismo grupo islámico al que
perteneció su hermano. La joven desgarrada entre su situación ilegal y su búsqueda de una personalidad propia se
presenta como la protagonista de “Rojo oriental” como una mujer escindida y a
la vez valiente, enfrentada a prejuicios de varias culturas y sociedades,
aunque si allí el tono era casi de “comedia musical” aquí nos acercamos más al
drama familiar, al intimismo desgarrado y casi al thriller psicológico.
El
significado de la ropa, la música, las
diferentes músicas la feminidad, las feminidades distintas, la objetualización de la mujer y la
necesidad de guardar las apariencias en pequeñas comunidades vecinales son algunos
de los temas que aborda este musical que oscila entre la comedia de costumbres,
el musical y el drama familiar.
sábado, 23 de diciembre de 2017
NAVIDADES Y QUEERCULTURAS. NOVEDADES
NOVEDADES LITERARIAS:
-LO NUESTRO SI QUE ES MUNDIAL (de Ramón Martínez) (Editorial Egales)
-ENSAMBLAJES TERRORISTAS. HOMONACIONALISMO EN TIEMPOS QUEER (de Jasmin Puar) (Ediciones Bellaterra)
-THE SMITHS. MÚSICA POLÍTICA Y DESEO (Ediciones Errata Naturae)
-INFIELES (de Abdela Taia) (Cabaret Voltaire)
-DIOS NO VIVE EN LA HABANA (de Yashmina Khadra)
-MAÑAN HABLARAN DE NOSTROS (Cuentos cubanos) (Editorial Dos Bigotes)
-BARBARISMOS QUEER (Raquel Platero com.) (Bellaterra)
-TENNESSE WILLIAMS EN TANGER (de Mohamed Chukri) (Editorial Cabaret Voltaire)
-LA LIBERTAD ES UNA BATALLA CONSTANTE (de Angela Davis) (Capital Swing)
-LEJOS DE AQUI (de Eduardo Fuembuena)
-MARICONCITOS (de Emma Teummer) (disponible en Internet)
CINE
-HANDIA
-INCIERTA GLORIA
-CALL ME BY YOUR NAME
-UNCLE HOWARD
-I´M NOT YOUR NEGRO
-HEDI
-LOVELESS
-UNA MUJER FANTÁSTICA
-120 BATTEMENTS PAR MINUTTE
-MARAVILLOSO BOCCACCIO
-ANIMALES NOCTURNOS
-BAR BAAR
-CUANDO TIENES 17 AÑOS
-UNA HISTORIA DE LOCOS
viernes, 22 de diciembre de 2017
YA DISPONIBLE ONLINE "MARICONCITOS: FEMINIDADES DE NIÑOS" compilado por Emma Theumer y Juanma Burgos
Dos
niños jugando a las visitas, tomando el té con (m) Alicia, el señor conejo y el
sombrerero viejo-loco. Dos niños maricas moviendo exageradamente las manos
mientras conversan de temas menores. Dos niños afeminados con toallones o
fundas de almohada en la cabeza se cuentan sus desventuras. Cien mariconcitos
de este tamaño, todos de fiesta. Bailando, desfilando, actuando. Felices porque nadie los ve, radiantes porque han imaginado un
público a la altura de lo que necesitan para llegar a adultas. Un niño rodeado
por un puñado de niñas que lo aceptan y rechazan alternadamente. Un niño marica
solo en el medio del patio, del barrio, del pueblo, del mundo. Un niño marica
cercado por hombrecitos con remera de fútbol.
Dos
niños jugando a un mismo juego de niñas, a trescientos cincuenta y siete
kilómetros de distancia, advirtiéndose sin conocerse, imaginándose sin
garantías. Volviéndose conscientes para volverse más tarde destino, contra todo
pronóstico psicoanalítico, porque después de la ilusión no siempre sigue la
caída. Así nos gusta pensar que surgió “Mariconcitos”, allá en la infancia: si “infans”
significa “el que (todavía) no habla”, queremos que este encuentro forjado por
el deseo y por el escarnio nos reúna –niños mariconcitos que fuimos y que
también somos– para ponerle palabras a esos placeres y a esas censuras que nos
habitaron.
Nunca
ha sido una tarea sencilla recuperar nuestras infancias maricas, narrarlas,
volverlas palabra, texto e imagen, volverlas decibles. En breve, volverlas
cuerpo. La apuesta involucra –como receta Manuelita Trasobares para que una
vida sea vivible– color y dolor: traer a la presencia nuestras feminidades de
niños, nuestras mariconeadas de infancia, nuestra infancia maricona. A todas
las que le pusieron el cuerpo a este proyecto
escritural, nuestro agradecimiento y la
potencia alegre de la que está hecha toda celebración.
En
el afecto, Emma y Juanma.
"LO NUESTRO SI QUE ES MUNDIAL": ENTREVISTA A RAMÓN MARTÍNEZ
Por Eduardo Nabal
Ramón Martínez (Madrid, 1982) es doctor
en filología por la Universidad Complutense de Madrid, activista para la
erradicación de la homofobia y escritor. Fue finalista del Premio Odisea de
Narrativa con su primera novela Esta
noche tú decides (2007), y autor de La
cultura de la homofobia y cómo acabar con ella (2016), un manual que
analiza pormenorizadamente cómo funciona el odio y la discriminación hacia la
diversidad sexual y de género.
“Tenemos la responsabilidad de asegurar el crecimiento de una nueva generación activista que por primera vez tenga un acceso fácil a su propia genealogía: por eso me pareció importante escribir "Lo nuestro sí que es mundial"
“Lo nuestro sí que es mundial” es uno de
los libros más exhaustivos, al menos hasta la fecha, sobre el activismo LGTB+
en el estado español. Pero empecemos por el principio tú mismo no te sientes
cómodo con la utilización indiscriminada de estas siglas.
Ramón
Martínez: No suele gustarme tratar de resumir todo un movimiento
social que persigue la erradicación de la discriminación hacia la diversidad
sexual y de género bajo cuatro simples siglas por varios motivos: por un lado
utilizarlas como forma de aglutinar a todo un conjunto polimorfo de personas,
con sus particulares sensibilidades y vivencias de la sexualidad el género, es
excesivamente reduccionista; creo que mucha gente a cuyas necesidades hemos de
dar respuesta como movimiento se queda fuera de esas cuatro letras. Por otra
parte hay un conflicto ideológico y un conflicto histórico: cuando hablamos de
«políticas LGTB» afrontamos un discurso fundamentado en la identidad, en cuatro
identidades concretas, y no todas las ideologías de este movimiento coinciden
en esa estrategia identitaria, ni ahora mismo ni a lo largo de la historia de
lo que hoy llamamos «movimiento LGTB», que en su día recibió otros nombres,
quizá más interesantes, cuando reivindicaba la «liberación sexual».
-Nos explicas la dificultad de un
proyecto tan amplio y donde pusiste tu frontera.
Ramón Martínez: El proyecto del
libro, cuando empecé a investigar, consistía fundamentalmente en ofrecer una
visión general sobre la historia de este movimiento social que recuperase una
genealogía reivindicativa que me temo va quedando olvidada con cada nueva
generación que se incorpora a sus filas. La dificultad era evidente: yo mismo
tenía que informarme de muchos sucesos de los que mi generación jamás ha
escuchado hablar, y que resultan claves para entender cómo se articulan hoy los
diferentes puntos de vista sobre cómo llevar a cabo la reivindicación. Luego me
encontré una dificultad esperable: resumir todo de tal modo que pudiera
explicarse bien en un libro que intentaba ser breve. Esa fue la frontera,
tratar de hacer una introducción sencilla, de 350 páginas, presentando la
historia de un movimiento social que debería ser desarrollada -y recuperada- en
varios tomos. Queda aún muchísimo por contar, y habrá que seguir contándolo.
-El autor es muy respetuoso, apasionado
y a la vez imparcial. Eso da puntos al libro pero también uno piensa que a
veces “hay que escribir con rabia”. ¿Has intentado ser “neutral” o simplemente
te ha salido así?
Ramón Martínez: He sido muy
cuidadoso con la redacción. Tengo unos puntos de vista personales muy
particulares sobre este movimiento social que llamamos nuestro y que creo que es patrimonio común de la humanidad, pero
entendí que lo que debía primar en este libro no eran mis lecturas subjetivas,
sino tratar de ofrecer a quien quiera acercarse a mis páginas una visión lo más
objetiva posible del devenir histórico de una reivindicación ya centenaria. La
«neutralidad» es deliberada, y he intentado ser tan objetivo como he sido capaz
de conseguir. Considero que para poder ofrecer mis propias consideraciones hará
falta otro volumen, porque la intención de este era, fundamentalmente, ofrecer
los hechos tal como sucedieron. Puede que ahora sea el momento de que, con Lo nuestro sí que es mundial en la mano,
podamos reestablecer interesantes debates donde defender, o seguir defendiendo,
nuestras visiones particulares de la reivindicación sobre sexualidad y género.
-Marcas un punto de inflexión en el
matrimonio gay. Eso ha ocurrido en muchos países del mundo pero en todos hay
voces críticas con respecto no solo al ensueño de “una revolución sexual más
allá de lo heteronorma” sino también hacia el peligro de una desmovilización de
cara a otras demandas también importantes que precisamente han aumentado como
consecuencia de la actual desestructuración económica (la precarización, la
plumofobia, la violencia, el auge de la extrema derecha, el racismo dentro de
nuestra propia comunidad, la despatologización trans…)
Ramón
Martínez: La consecución del derecho al matrimonio para las parejas del
mismo sexo ha resultado, y sigue resultando según se reconoce en diferentes
países, un punto de inflexión evidente. La igualdad legal no deja de ser un
avance impresionante, y siempre he pensado que resulta muy útil
estratégicamente para disponer de una relativa posición de poder desde la que
reivindicar otras cuestiones. El problema es que desde hace más de una década
en España, y vamos viendo que también en otros lugares donde se aprueba, el
Matrimonio Igualitario conlleva una considerable desmovilización: parece que se
hubiera interpretado como un fin en sí mismo, cuando realmente hemos de
plantearlo como una estrategia más en el camino hacia la consecución de otros
objetivos mucho más importantes. Personalmente considero que el objetivo último
ha de ser la erradicación de todas las violencias que se dirigen contra todas
las personas cuya sexualidad y expresión de género se apartan de lo normativo
y, para alcanzar ese punto el matrimonio resulta útil, claro está, pero no creo
que sea un objetivo en sí mismo. Considerarlo así, y darnos por venidos, no
solo reduce el discurso reivindicativo a una expresión mínima: denota una
preocupante falta de imaginación sobre el mundo que pretendemos construir,
porque entre las consecuencias del Matrimonio Igualitario no solo está la
igualdad legal: también se esconde el peligro de la incorporación a la
heteronorma y una des-movilización preocupante.
-Hay una idea interesante y es la
necesidad de construir memoria para encarar el futuro. ¿Cómo crees que es
posible dejar paso a las nuevas generaciones de pensadores y activistas sin
abandonar del todo la lucha? Te lo pregunto desde una posición personal. Yo he
aprendido mucho de otras personas pero hay experiencias que personales que
“determinan la conciencia”. ¿Crees que es necesario construir o reconstruir una
identidad “marica” para este milenio que viene?
Ramón Martínez: Nuestra cualidad
como personas heterodoxas en cuanto a la sexualidad y el género conlleva una
peligrosa maldición: como personas no heterosexuales estamos condenadas a la
carencia de genealogía, de referentes entre la generación que nos precede. Por
eso la visibilidad sigue siendo tan relevante. Construir, o reconstruir, una
memoria colectiva me parece una obligación ética no solo para reconocer los
trabajos y padecimientos de quienes estuvieron antes, sino, y es aún más
importante, para intentar asegurar a quienes vendrán después un bagaje cultural
que puedan tomar como punto de partida para construir su forma de plantear el
mundo; una tradición de la que no se hayan eliminado interesadamente
planteamientos y puntos de vista que pueden resultarles útiles. En cuanto a lo
puramente político, creo que nuestras experiencias han determinado nuestra
forma de plantear la reivindicación, pero considero que es una obligación de
nuestra generación garantizar que la siguiente podrá contar no solo con sus
propias experiencias sino con el recuerdo de las nuestras y de las anteriores.
Tenemos
la responsabilidad de asegurar el crecimiento de una nueva generación activista
que por primera vez tenga un acceso fácil a su propia genealogía: por eso me
pareció importante escribir Lo nuestro sí
que es mundial. Lo que hagamos ahora, y lo que se haga en el futuro con el
eterno debate identitario creo que será muy diferente dependiendo de cómo
articulemos el cambio generacional, que en el «movimiento LGTB» se ha
caracterizado por la ruptura. Y, en todo caso, hay algo que me preocupa mucho
más que cómo construir, deconstruir o reconstruir nuestras identidades, si
estas son útiles o no: estamos viviendo hoy una gran eclosión de nuevas
identidades, y quizá nos estemos deteniendo en su valor aislado sin recordar
que no son más que estrategias para conseguir una transformación social. Me
preocupa sinceramente que este movimiento social que aspiraba a construir un
mundo libre de violencias haya perdido la imaginación para delimitar sus
objetivos a largo plazo y camine entretenido, despistado dentro de una curiosa
des-movilización reivindicativa, planteando cuestiones que quizá nos alejen de
la victoria final, que creo que debe ser una absoluta revolución en nuestra
forma de vivir la sexualidad y el género.
jueves, 21 de diciembre de 2017
CLASICOS QUEER: UN CUENTO DE NAVIDAD por Javier Sáez
“José era carpintero, judío y gay. Haciendo
uso de sus conocimientos, se había fabricado un gran armario en Belén, en el
que vivía con su amiga María, al abrigo de la persecución homófoba que había
desatado el imperio romano contra los homosexuales y los judíos de Jerusalén.
María no había conocido varón, era lesbiana, y había decidido tener un hijo por
inseminación artificial con el esperma de su mejor amigo, José. Ahora se encontraba
a punto de dar a luz en el armario de Belén. La noticia corrió por el ambiente
y llegó hasta los rincones más alejados de Oriente.
En
el Kurdistán vivía el antiguo rey Melchor, que había sido destronado por los
turcos cuando invadieron el país. Melchor tenía 50 años, llevaba una larga
barba blanca que cubría un torso ancho lleno de vello que hacía las delicias de
los pastorcillos kurdos. Había conocido a José en el cuarto oscuro de un bar de
Ereván, la capital de Armenia, y sabía que él y su amiga María esperaban un
niño, así que decidió ir a verles para celebrar con ellos el alumbramiento. Se
montó en su camello con algunos regalos -una chupa de cuero para María, una
botella de popper de Kazajstán para José y la última edición en pergamino del Planeta
Marica- y se encaminó hacia Belén. Al llegar a un oasis en el desierto de
Palestina Melchor hizo una parada para ir a mear junto a una palmera, y en ese
momento se encontró con un hombre de hermosos bigotes, ya entrado en años, que
estaba meando a su lado y que le miraba insistentemente. Melchor le invitó a
pasar la noche con él en su tienda. Durante la cena el hombre le explicó que se
llamaba Gaspar, era palestino y había sido rey. Casualmente también conocía a
José y la noticia del parto, y en ese momento se encaminaba a Belén para
conocer al niño y darles algunos presentes: opio iraní de la mejor calidad para
ella y telas de Palestina para él. Melchor y Gaspar pasaron una apasionada
noche de amor en el oasis, y decidieron ir juntos a Belén.
A los
pocos días Melchor y Gaspar llegaron a Jerusalén, y decidieron ir a una sauna a
descansar. En esos días de invierno la sauna era muy visitada, pues era un
lugar cálido y tranquilo donde charlar y disfrutar. Melchor y Gaspar repararon
inmediatamente en un hombre grande, de piel muy oscura y barriga peluda, que
les fascinó de inmediato. Se acercaron a él con ánimo de conocerle, y
les dijo que
se llamaba Baltasar, era
uzbeko, rey de
una tribu del
norte de Afganistán, y había
huido de la represión que habían desatado allí la secta de los tulipanes contra
las mujeres y los gays. Decidió dirigirse a Belén a ver a su amiga María, de la
que sabía que estaba encinta, y le llevaba como regalo tres caballos árabes y
un improvisado disfraz de drag-king. Entre los tres cundió un gran regocijo al
descubrir la casualidad de conocer a José y María, y lo celebraron pasando la
noche juntos.
Eran
aquellos los días del rey Heterodes, quien gobernaba toda Judea con una gran
homofobia. Un espía del rey había oído la conversación sobre María en la sauna,
y se lo comunicó a Heterodes. Éste no podía soportar la idea de que una mujer
lesbiana tuviera un hijo, así que decidió urdir un plan para matarle. Hizo
llamar en secreto a Melchor, Gaspar y Baltasar y les interrogó sobre el
nacimiento del niño, con la excusa de que quería ir él también a adorarle. Así
que les pidió que una vez que le hubieran visto, volvieran para decirle el
lugar de su nacimiento. Los Reyes Magos conocían la fama de Heterodes y,
desconfiando de sus intenciones, partieron hacia Belén sobre sus camellos sin
decirle su destino.
La
noche siguiente hicieron un alto para dormir en la montaña y vieron en el cielo
una luz muy brillante que se acercaba hacia ellos. Era un gran trineo tirado
por renos alados, y guiado por un hombre
grueso, con hermosos cabellos y barbas del color de los osos polares, vestido
de terciopelo de color rojo. El hombre descendió desde el cielo hasta donde
estaban los tres reyes y les miró, admirando la belleza de sus cuerpos y de sus
rostros. Se llamaba Santa Claus, o Papá Noel, y pertenecía a una ONG finlandesa
de gays y lesbianas. Los reyes se fijaron de inmediato en el paquete de Papá
Noel, y le preguntaron sobre su contenido. Él les contestó que había oído la
buena nueva del nacimiento del hijo de María, a la que conocía, y que en el
paquete llevaba las obras completas de Tom de Finlandia y de Monique Wittig
como regalo. Los Reyes Magos encendieron una hoguera e invitaron a Santa Claus a quedarse con
ellos a cenar. Éste aceptó, y, tras la
cena, les invitó a degustar distintos licores lapones que llevaba en su trineo.
Los vapores etílicos calentaron sus cuerpos y les animaron al baile y al canto,
y finalmente al amor.
Al
día siguiente Papá Noel y los tres reyes se encaminaron a Belén. En el camino
vieron a un grupo de cuatro pastorcillas que iban en su misma dirección, y que
resultaron ser amigas de María. Iban también a verla por el nacimiento de su
hijo, y le llevaban un carro como presente, dado que, según comentaron las
pastoras, a María le gustaba mucho conducir todo tipo de vehículos. Ya al
anochecer divisaron en el fondo de un valle la silueta de un gran armario, en
el que estaban José, María y el niño, al que llamaron Emmanuelle, en homenaje a
una famosa actriz de teatro asiria. María estaba apostada en la puerta del
armario, de pie, con su cayado en la mano derecha, vestida con pantalones de
piel y una pelliza de borrego; José, que cubría su cuerpo con una túnica de
color verde oliva, estaba sentado dentro y llevaba en sus brazos a Emmanuelle,
al que cantaba canciones de cuna con su voz grave y dulce, mientras el niño
jugaba enredando sus pequeños dedos en las barbas negras del carpintero.
Cuando
María vio llegar a tantos amigos juntos, tiró el bastón al aire y fue a su
encuentro riendo. Los reyes magos fueron a buscar a José y le animaron a salir
del armario. Éste, sorprendido por la visita, dio un grito de alegría y salió
al aire libre con el niño para abrazar a sus viejos amigos. María propuso hacer una fiesta y disfrutar de
los regalos. Pasaron la noche comiendo y bebiendo, Papá Noel recitó las viejas
sagas islandesas con la voz adormecida por el opio, Baltasar bailó en honor de
todos danzas de su tierra, rodeando al grupo con un círculo hecho con las telas
de Gaspar, María cantaba poemas de Safo subida en uno de los caballos, mientras
las pastoras, desde el carro, tocaban instrumentos de cuerda y percusión al
ritmo de sus versos. Melchor y José mezclaban todo tipo de bebidas con abrazos,
besos y recuerdos
BOLLOTECA: "CARAMEL" DE NADINE LABAKI. UN CORAZÓN EN BEIRUT
Dedicada “A mon Beirut”, “Caramel” de Nadine Labaki tal vez no es un gran filme pero es
indiscutiblemente un hermoso filme, de esos que se ven con agrado y dejan una
impresión de ternura, lirismo y humor. Cinco mujeres, una peluquería, un lugar
empobrecido, un mundo donde ellas son
capaces de compaginar los momentos de diversión, crispación y tristeza. Rodada en tonos cálidos,
interpretada con desenvoltura y con una hipnótica banda sonora, “Caramel” no es
solo una reflexión intimista y desenfada sobre la condición de las mujeres en
el Líbano sino también una mirada límpida sobre la feminidad, la solidaridad y la amistad. No se nos presenta un mundo en
guerra sino un microcosmos sencillo y
cotidiano, con diálogos llenos de frescura, conversaciones
desenfadadas y con un indiscutible
talento para envolver al espectador y para hacerle sentirse en un mundo a la
vez lejano y terriblemente cercano.
”Caramel”
es la opera prima de una directora
que narra un mundo que conoce bien, el de las mujeres de su país, pero que no quiere mostrar el lado dramático
de su condición –marcada por distintos tipos de violencia estructural- sino los momentos de felicidad, dolor
pasajero, enamoramiento y ternura, y
muestra cómo la feminidad es
vivida de diferentes formas por personas de diferentes edades y en mundos en
los que el varón ocupa un lugar a la vez presente y distante.
“Caramel”
es una historia de mujeres narrada por una mujer que expone cuestiones que
afectan a las mujeres del mundo entero como la sexualidad reprimida o expresada, la
maternidad, la necesidad de aparentar, el miedo a envejecer… Lo mejor del filme
es que sin grandes aspavientos nos da una visión optimista de un mundo que
suele adquirir -al menos en las noticias- un tono trágico. Es en ese salón de belleza donde Layal
(interpretada por la propia Labaki) busca el amor en un hombre casado, donde
Nisrin vive las presiones de la religión musulmana y donde Rima descubre que le
atraen otras mujeres y que puede romper los prejuicios heredados. Pequeños
detalles, motivos visuales, que se repiten como en una sinfonía plástica, hacen de “Caramel” una pequeña delicia y un
filme que se agradece en unas pantallas bombardeadas por las nominaciones a
los Oscars. Un canto a la capacidad de
las mujeres para compartir y salir adelante a pesar de los muchos obstáculos y
de las enormes diferencias de personalidad y talante entre ellas. Un vistazo
agradable a otra cultura que se nos revela, pese a todo, increíblemente
próxima. Temas como la virginidad antes del matrimonio, el tabú de la
infidelidad, el descubrimiento del lesbianismo, el peso impreciso de la
religión, la nueva visión a mundos no fáciles de catalogar, la dignidad dentro
de la pobreza, la vejez y la búsqueda de la autenticidad quedan plasmadas en un
fresco lleno de poesía y lirismo.
Premiada por el Público en el Festival de San
Sebastián, puede decirse que estamos
ante un filme pequeño en sus dimensiones pero grande en su alcance íntimo.
miércoles, 20 de diciembre de 2017
CINE QUEER: THE BUBBLE: ROMEO Y JULIETA EN LOS TERRITORIOS OCUPADOS
“THE BUBBLE” de Eytan Fox
por Eduardo Nabal
El mar está aquí detrás, pero no lo
puedes ver. Los idiotas europeos que construyeron la ciudad no sabían mucho
sobre el mar Mediterráneo. La construyeron de espaldas al mar. Las calles son
paralelas al mar y bloquean la brisa. Los altos hoteles lo bloquean todo y, por
eso no hay aire”
Noam
(Ohad Kholler)
“The
Bubble”, el último trabajo de Eytan Fox, es la historia de un encuentro entre
dos hombres en un mundo que los separa a
través de una frontera implacable y sangrienta: el conflicto de Oriente Medio.
Noam (Ohad Kholler) y Ashraf (Yousef 'Joe' Sweid) se ven por primera vez en un
puesto de control, en un momento trágico de sus vidas, marcado por la crispación. La violencia del
colonizador, la mirada inquisitiva del colonizado, las imágenes de tono
semidocumental, los torsos y los cuerpos. Pero ese encuentro, como nos dice el
director a través de sus miradas, va a prolongarse a lo largo de la historia.
Una historia de amor que se ve truncada por el encuentro entre el oprimido y el
opresor.
Ashraf
llega al piso situado en el área de
Sheikin donde viven Noam, Yeli y Lulú tres jóvenes israelíes que tratan
de dar la espalda a un conflicto que sacude sus vidas. El joven palestino
comienza un romance con Noam, una historia de amor con ecos shakesperianos que tiene como marco los bares, las calles,
las tiendas, los teatros, los recuerdos de Tel Aviv. Este amor no puede tener un final feliz y
cada gesto nos dice que ese encuentro casual, ese romance que crece va a
estallar como una burbuja. Todo el filme, simpático, dinámico y colorista, está
plagado de oscuros presagios que se materializan de forma sutil. Ashraf y Noam
ven juntos “Bent”, el clásico de Martin Sherman, una obra de teatro sobre el
holocausto y los prisioneros judíos y gays que simboliza el pasado del que vienen, el presente que va a
desgarrarlos y el futuro negro que se avecina, particularmente para el
joven palestino, expulsado desde niño de Jerusalén. El hombre bomba, el hombre
ante las noticias, la mujer reportera, el camaleón, las heridas del pasado y la
desesperanza ante un futuro paradisiaco que nunca se materializa. La sombra del
holocausto vuelve a aparecer en este filme aunque esta vez Fox se adentra, de un
modo algo tímido y esquemático pero ya innegable, en el holocausto del pueblo
palestino a través de una historia de amor que acaba adquiriendo abismales ecos
sociales y humanos.
El cine de Eytan Fox es un cine delicado y
sensual (desde sus primeros cortos hasta el éxito de “Yossi & Jagger” y
“Caminar sobre las aguas”, dos títulos que traspasaron fronteras internacionales), donde se
reivindica la homosexualidad y se cuestiona la masculinidad dominante, reforzada
por el ejército y los roles de género, pero
donde también se abordan otros temas que atraviesan su personalidad dentro y
fuera de las pantallas: un lugar y un ápice de dignidad para los palestinos, un
futuro para una juventud israelí militarizada o alineada, una salida para una
sociedad esquizofrénica, el recuerdo del holocausto, el nuevo holocausto contra
el pueblo colonizado…No obstante, su última película vista con atención está
llena de trampas argumentales, tintes nacionalistas y propagandísticos- a pesar de su crítica, su
pacifismo y su posicionamiento por “dos
estados”- y su belleza está basada en un
montón de imposturas, sin negarle a Fox su talento como mezclador de formatos y
texturas.
La
historia de amor nos muestra como el amor y la sexualidad son vividas de manera
distinta en las dos culturas,
enfrentando el hedonista Tel-Aviv con sus bares de ambiente, sus tiendas
de discos, sus restaurantes, sus teatros… con
el mundo empobrecido y amenazado
donde ha crecido el joven palestino con sus rituales y su orgullo
herido.
Tal
vez Noam y Ashraf se conocieron de pequeños en ese parque donde las madres judías llevaban a los
niños, y donde las mujeres árabes
dejaron de llevar a los suyos. Todo el filme está construido como una tragedia
en toda regla, como un poema angustioso donde no faltan las situaciones de
comedia y los ribetes del melodrama clásico. Tampoco faltan los guiños a sus filmes anteriores (con la
presencia del cantante Ivri Lider y el
actor Lior Askenazi en pequeños pero significativos cameos) y un tono cálido
y humanista que caracteriza a todos los filmes de Fox y Uchovsky.
La
historia con mayúsculas va a convertir ese encuentro fortuito, esa historia de
amor y humor en una tragedia en toda
regla. El filme estalla ante nuestros ojos y al final no sabemos si estamos
ante una tragedia realista o ante un ensueño delicado y tierno, ante un
encuentro imaginado o ante un ápice de vida. Las noticias, el encuentro, los
negocios. “The Bubble” es un paseo por el amor y la muerte donde se demuestra
que Fox y Uchovsky son capaces de convertir en lirismo el material más duro e
inflamable. El final está construido para que el espectador se emocione, un
registro que Fox domina con sabiduría, bordeando lo cursi con ciertos rasgos
homonacionalistas y poco creíbles pero logrando superarlo a través de la fuerza
de la combinación de palabra, música e imágenes.
martes, 19 de diciembre de 2017
DISCURSOS TENDENCIOSOS SOBRE LA INMIGRACIÓN EN CATALUÑA: MIGRACIONES Y RACISMOS
Por Brigitte Vasallo
Veo que esta foto ha circulado mucho y me sorprende cómo este discurso puede articularse tanto por parte de independentistas como por parte, sobre todo, del Partido Popular y que nadie se moleste. Me explico: los y las migrantes no tenemos nada que agradecer a los lugares de llegada. Somos fuente de riqueza y de enriquecimiento, y uso el plural no por mí, que no he migrado, sino por mis padres, que sí lo hicieron, y varias veces. Es un plural charnego.
A Catalunya en los 50-60 llegaron migraciones internas que venían como mano de obra barata para levantar la industria catalana. Fuimos obreros, vivimos en barracas y barriadas y trabajamos a destajo para salir adelante.
Considerar que tenemos que estar agradecidas por lo que "se nos ha dado" enlaza con el discurso de que los y las migrantes vienen a robar el trabajo, a aprovecharse de los recursos y a usar la riqueza en su provecho.
Y no, ni antes ni ahora, las personas que llegamos a Catalunya vinimos a recibir, sino a dar. Vinimos a generar riqueza, no a recibirla. Y esto mismo va por España, que ya os veo capturando el discurso. Lxs migrantes y sus hijxs enriquecen a todo quisqui, al lugar de partida, al lugar de llegada, y solo recibimos palos de todo el mundo menos en época electoral, que se hacen hasta memes exigiéndonos amor a alguna de las patrias en disputa.
Así que tened cuidado de qué monstruos estamos alimentando, porque pasado el 21D tenemos que vivir con esos monstruos.
domingo, 17 de diciembre de 2017
LA NAVIDAD NO ES PARA QUEERS por Lauren Gutterman
Lauren Gutterman
Para la mayoría de nosotros, el recuerdo
Navidad en la posguerra en EEUU nos trae a la mente árboles cubiertos de
guirnaldas, niñas y niños con pijamas a juego, papás con barba de Papá Noel,
imágenes extraídas de viejas fotografías familiares o cosas como “¡Qué bello es vivir!” de Frank Capra. Ausentes de estos recuerdos culturales
familiares y familiares, están representados el aislamiento, la angustia y el
alcoholismo que formaban parte de las representaciones “queer” de la Navidad a
mediados del siglo. Leer las historias y
ensayos con temas navideños que aparecieron en las publicaciones de los
primeros grupos de derechos LGTB estadounidenses ofrece una perspectiva
diferente, una perspectiva, muchas veces, llena de sufrimiento. Las ediciones navideñas de “The Mattachine
Review”, The Ladder y ONE revelan la experiencia navideña de aquellos que están
atrapados fuera de la familia nuclear blanca, de clase media y por
excelencia. Con pocas excepciones, estos
boletines y revistas mostraron que la Navidad era un tiempo de lucha para los
gays y las lesbianas que habían sido expulsados de sus familias biológicas,
abandonados por sus amantes y estigmatizados por sus iglesias.
Estas publicaciones han sido un recurso
importante para los historiadores interesados en la política del movimiento
homófilo, pero también tienen valor para los estudiosos interesados en la
historia de las emociones. Las revistas
homófilas ayudaron no solo a fomentar una lucha política, sino también “la moda”
-en los términos de Raymond Williams-: una extraña estructura de sentimientos,
es decir, una perspectiva compartida y una experiencia del mundo que desafiaba
las opiniones tomadas como sentido común.
Con respecto a la temporada de vacaciones, estas publicaciones sugieren
hasta qué punto la depresión se convirtió en una extraña tradición navideña
generalizada. No pretendo sugerir que
estas revistas mostraran un espejo de la vida de gays y lesbianas en Navidad,
que seguramente eran demasiado diversas para ser resumidas o agrupadas en un
puñado de historias cortas y ensayos.
Más bien, tomadas en su conjunto, reflejan un intento de transmitir las
formas particulares en que la Navidad se sintió diferente para el colectivo
LGTB, vinculando así, aunque tenuemente, a gays y lesbianas como un grupo
minoritario distinto y oprimido.
La "Temporada solitaria" de Frank
Golovitz, que apareció en ONE en 1957, sirve como un buen ejemplo aquí. "Supongo que para al menos la mitad de
los homosexuales en nuestra sociedad", escribió Golovitz, "la Navidad
es la época más solitaria del año". En su ensayo, Golovitz pintó un retrato
grupal de varios personajes gay y lesbianas estereotipados unidos en su lucha
común. Para pasar las vacaciones Está la bollera de 17 años que, rechazada por la mujer que ama y que no puede regresar a
la familia que dejó atrás, pasa la Navidad atrapada en una desvencijada
habitación de un hotel de Miami. Está la
vieja reina que disfraza su infelicidad festiva con el alcohol, el humor del
campamento y las vacías afirmaciones de que la Navidad "es solo otro
día". Está la lesbiana de mediana edad, larga y unida que lamenta:
"¿Por qué no puedo tener un bebé como ¡ Otra cualquiera! “silencia su
acogedora fiesta de Greenwich Village.
"¿Por qué estamos tratando de actuar tan feliz y normal? ¡La Navidad no es para los homosexuales!
", explota. Es para personas “normales”, casadas, respetables y "sanas"”.
En su patetismo absoluto, muchas de estas
piezas intentaron replantear el blues festivo de gays y lesbianas, para sugerir
que había algo de nobleza, alguna virtud similar a “Cristo” en su tristeza y
sufrimiento. "Con cada fiesta que
va y viene, muero un poco", comenta un personaje lesbiano en “The Ladder”
cuyo amante se ha vuelto catatónico después de matar accidentalmente a un
anciano en un accidente automovilístico.
Su ritual anual de decorar el árbol de Navidad que ella y su amante
ahora institucionalizado una vez compartieron, en las vacaciones que los
unieron, sirve como un potente símbolo de su compromiso continuo con su
amor. Otra pieza de “Escalera”
representa un encuentro de Nochebuena entre una lesbiana soltera y su ex/amante,
ahora infelizmente casadas, con un esposo y tres hijos. "Sin
luces de Navidad, sin los sonidos de los niños me sentiría perdido y sola en el
vacío", confiesa la mujer casada.
Su ex/amante, por otro lado, se enfrenta con más valentía y honestidad a
la Navidad sola sin la seguridad que conlleva la conformidad. "Lo
único que quiero es la libertad de ser yo misma", declara.
Como muchos estudiosos han señalado, con el
surgimiento de la liberación gay, tales expresiones de tristeza y pérdida
desaparecen de la vista, reemplazadas, al menos públicamente, con sentimientos
más políticamente "útiles" de justa ira, afirmación, empoderamiento y orgullo. Pero el extraño color azul, la imprecisa languidez de
las fiestas ha persistido, e incluso han sido una fuente de teorización sobre
la sexualidad. Eve Kosoksy Sedgwick
escribió en “Tendencies”, "Lo
deprimente de la temporada de Navidad, ¿no es así? - es que
es el momento en que todas las instituciones están hablando con una sola voz;
todos ellos -religión, estado, capital,
ideología, domesticidad, los discursos del poder y la legitimidad- se
alinean unos con otros de forma tan clara una vez al año”. Durante las
vacaciones, "Navidad" y "la familia" se vuelven uno y lo
mismo: están constituidos en y entre ellos.
Escribiendo desde los márgenes como homosexual identificado y como judía,
Sedgwick sostuvo que lo fascinante y excitante de la sexualidad es la medida en
que los cuerpos, las apariencias, las identidades, las experiencias y las
fantasías de los individuos no se alinean tan fácilmente. Es precisamente este desorden, esta
inconsistencia, argumenta Sedgwick, que el concepto "queer" pretende
enfocar. En otras palabras, Navidad,
entendida como institución, es lo contrario de queerness.
sábado, 16 de diciembre de 2017
POLÍTICAS TRANS, ANSIEDAD Y LOS SUJETOS DEL FEMINISMO. ENTREVISTA A PABLO PÉREZ NAVARRO.
Por
Juan Pablo Cuevas.
Juan Pablo Cuevas:La
obra de Butler ha sido objeto de debate y crítica por diferentes autores y
autoras queer. En Del texto al sexo, aborda algunos conceptos clave como la
performatividad y la subversión. El tratamiento de la transexualidad por parte
de Butler es uno de los elementos que más debate ha generado, pese a que en El
género en disputa apenas le dedica un párrafo. No será hasta Cuerpos que
importan, donde Butler asuma más a fondo esta cuestión. Algunos autores como
Jay Prosser, creen que el impacto que tiene el documental Paris is Burning
sobre la obra de Butler le lleva a dejar de considerar la transexualidad como
una forma de subversión y más como una forma más de adaptación a la
normalización de los cuerpos. Con esta afirmación critican la postura de Butler
frente a la transexualidad, sosteniendo que la sitúa en un plano conservador.
Me gustaría conocer su posición respecto a si existe desde algunos teóricos
queer un rechazo a la transexualidad o por lo menos, si algunos consideran la
transexualidad un vuelco esencialista.
Pablo Pérez Navarro: Matizaría
que El género en disputa no suscitó tanto debate por su alusión a la
transexualidad, en el contexto de la discusión de la construcción melancólica
de la heterosexualidad, como por la referencia, también muy condensada, a la
performance drag, muy vinculada a la contracultura gay de bar. La podemos
asociar a la representación drag queen o al espectro de lo que en contexto
hispánico solemos denominar travestismo. Cierto es que, en ocasiones, lo drag
puede estar asociado a la transexualidad, como cuando una drag queen resulta
ser, además, transexual, pero no tiene por qué ser necesariamente así.
Es
la representación drag la que quedaba asociada en "El género en disputa" con una
posibilidad de crítica epistemológica, a saber, la que se deriva de representar
no tanto al género en sí como a su naturaleza imitativa. Ello sería posible
debido a que la carga dramática de lo drag descansa, con frecuencia, sobre una
cierta tensión establecida entre el género representado y género asignado,
poniendo así en juego una espectacularización de la desnaturalización del
género. De ahí el lugar estratégico que ocupa en El género en disputa en
relación con la teoría de la performatividad.
Pablo Pérez Navarro: Para
algunas, tanto las prácticas como las múltiples identidades que se construyen
en la órbita de lo drag como la transexualidad en cuanto tal podrían englobarse
bajo la referencia paraguas a la categoría, mucho más amplia, de lo
transgénero. Al menos, esa una forma bastante común en que funciona el término
transgénero en el mundo anglosajón. Autores como Jay Prosser, sin embargo,
tienden a entender transexualidad y transgénero como términos en oposición.
Desde ese punto de vista, lo transgénero implicaría una dimensión de
inestabilidad, una componente lúdica, teatral, que permitiría diferenciarlo de
la experiencia transexual. La narrativa característica de la transexualidad
implicaría, más bien, un tránsito hacia un lugar estable dentro del binarismo
de género, un punto de llegada, de pertenencia, el lugar de lo propio en
términos de identidad de género.
En
mi opinión, no sería tanto el tratamiento dado a lo drag en la obra de Butler
como el intento por definir una oposición clara entre lo serio y lo no serio,
entre lo propio y lo “meramente” lúdico, entre las narrativas unificadas y
coherentes de la vivencia transexual del género frente a otras más
proliferantes e inestables de lo transgénero como se establecería, a la postre,
una cierta jerarquía normativa entre formas diversas de experiencia trans. Las
variaciones queer de la fórmula de Beauvoir “no se nace mujer, se llega a
serlo” posibles e implícitas en la teoría de la performatividad incluyen sin
duda al espectro transexual entre otras perspectivas posibles de variación y
tránsito. Quizá por eso me resulta el uso de lo transgénero o, en nuestra
lengua, de lo trans como término paraguas (o trans*, como escribe Lucas
Platero) políticamente más productiva que pretender establecer algo así como
una tensión originaria entre formas antagónicas de experiencia trans.
Dicho
esto, creo que el hecho de que lo drag, en particular, ocupara una determinada
función retórica o epistemológica en "El género en disputa" no implica ninguna
valoración normativa sobre ninguna forma de experiencia del género. De la misma
forma, tampoco creo que la lectura de Butler de las ambivalencias narrativas
desplegadas por los protagonistas de ese denso artefacto cultural que es "Paris
is Burning" resulte suficiente para deducir un supuesto ranking de identidades
más o menos subversivas. Las ambivalencias que señala Butler remiten, antes que
a la experiencia transexual en general, al discurso concreto que despliega Venus
Xtravaganza en el documental y a la elocuencia con que expresa sus aspiraciones
a un proyecto de vida al abrigo de la norma de cierta feminidad tradicional de
clase media. Por lo demás, Butler ha sido bastante elocuente en multitud de
ocasiones al respecto de la imposibilidad de establecer algo así como un marco
normativo que permita deducir, a priori, los efectos bien subversivos, bien
renaturalizadores, de cualquier resignificación de la norma.
Sin
embargo, creo que al menos en ciertos contextos, dentro y fuera de la academia,
podemos encontrar discursos que participan del tipo de jerarquía normativa
entre identidades y tránsitos contra el que escribe Jay Prosser. Del hecho de
que los espacios políticos queer y/o transfeministas sean minoritarios y
contra-hegemónicos no se deduce que no puedan producir sus propias
cristalizaciones normativas ni que estas no lleguen, en ocasiones al menos, a
operar de formas excluyentes. No resulta extraño encontrar, por ejemplo,
valoraciones sobre la inconveniencia de recurrir a bloqueadores hormonales para
los/as menores transexuales basadas en la idea de que estos representan bien
una claudicación, bien un refuerzo de los mandatos del binarismo de género.
Aunque exista una innegable voluntad crítica en este tipo de inversiones de la
cisnormatividad, creo que el respeto a la diversidad de tránsitos y a la
capacidad para decidir autónomamente deben extenderse, sin paliativos, tanto a
quienes deseen recurrir a los bloqueadores para ganar tiempo frente a determinados
cambios corporales como, por supuesto, a los y las menores que no lo hagan.
Juan Pablo Cuevas: El
tema de la performatividad y la subversión son dos aspectos clave en la obra de
Butler. En su libro reflexiona sobre la capacidad de los cuerpos de subvertir
el proceso normalizador al que los somete el poder, teniendo en cuenta la
contribución de la filósofa estadounidense. En el caso de la transexualidad,
¿cree que se trata de una forma de performatividad, y por tanto una vía de
subversión, de escape de la normalización o es un camino más largo hacia la
restauración de la norma?
Pablo P. Navarro: Como
cuestión previa, diría que la teoría de la performatividad se encuentra
igualmente vinculada con la posibilidad de la subversión como con la de la
reconsolidación de la norma. La performatividad representa, justamente, una
forma de abordar la relación constitutiva entre ambas posibilidades o, incluso,
el momento de indecibilidad en el que no es posible determinar si cualquier
curso de acción nos aproxima o más bien nos aleja de un objetivo emancipatorio.
Si existen algo así como unas políticas de la performatividad, por así decirlo,
pertenecen al ámbito de lo que Butler denomina, a partir de Foucault, como unas
políticas de la ansiedad.
Del
riesgo inherente a cualquier hoja de ruta que podamos concebir para las
políticas queer no se debe derivar, creo, ningún pesimismo, y sí una necesidad
de atender a cada contexto de forma mucho más localizada. La pregunta por si la
transexualidad es o no un proyecto transformador, o si lo es el lesbianismo, o la
homosexualidad, en cuanto tales, es por completo imposible de responder. “La”
transexualidad, en cuanto tal, no existe. En su lugar podríamos preguntar,
ejemplo, ¿Cómo resiste determinada comunidad transexual frente al control
estatal de la identidad de género? ¿Qué tensiones políticas dividen
internamente a esa comunidad y qué efectos tienen a la hora de aumentar o
disminuir la autonomía de las personas trans? ¿Qué alianzas se establecen entre
ellas y la lucha contra otras formas de opresión, como las políticas
migratorias, la agenda austeritaria o el control estatal de las prácticas
reproductivas?
Juan P. Cuevas: En
cuanto a la transexualidad, somos testigos de un predominio de los análisis
clínicos y jurídicos sobre su diagnóstico, tratamiento y gestión del problema a
nivel político. En su libro hace toda una reflexión sobre las políticas de
resistencia. ¿Considera usted que las políticas actuales hacia la
transexualidad son políticas de patologización? ¿A cree que puede ser debido?
P. P. Navarro: Sin
duda. La patologización de la transexualidad y las innumerables restricciones,
arbitrarias y autoritarias, a los procesos de transición de género ponen de
manifiesto el grado extremo de institucionalización alcanzado por el binarismo
de género, eslabón central de lo que Butler llama “matriz heterosexual”. Sus
efectos se extienden sobre multitud de formas de vivir el género, la sexualidad
o el parentesco, entre otras dimensiones fundamentales de experiencia y
subjetivación que incluyen y exceden las experiencias trans en múltiples direcciones.
Juan Pablo Cuevas: Siguiendo
con la pregunta anterior, existen aún colectivos de transexuales y mucha
bibliografía que sostienen posturas esencialistas en cuanto a la
transexualidad. ¿Cuál cree que es la motivación para hacerlo? ¿Cree que es
menor respecto a otros colectivos como el gay/lésbico?
Pablo Pérez Navarro: No
creo que el esencialismo ni su traducción política, el asimilacionismo, sea
mayor en relación con las políticas trans que en otras áreas del activismo
elegetebé. Tampoco en el plano teórico. Eso sí, estos se articulan en cada caso
en torno a variables muy concretas. En el caso de la transnormatividad, la
necesidad de negociar formas en que el estado y los sistemas de salud se hagan
cargo de los procesos de transición, a nivel legal pero sobre todo endocrino o
quirúrgico ha sido, sin duda, un peso a favor de que el discurso patologizador
fuese históricamente asumido por determinados sectores del activismo
transexual. Afortunadamente, cada vez resulta más claro que todas esas y otras
muchas formas de garantizar el bienestar de las personas que transitan no
requiere de ninguna cesión de la capacidad de autodeterminación frente a las
instancias médicas o judiciales. Así lo ponen en evidencia leyes de identidad
de género como la argentina, la que se gesta estos días en Portugal y diversas
leyes autonómicas del Estado español, entre otras.
Igual
que defienden que el sistema heteropatriarcal ha ido generando una visión de la
mujer que es culturalmente definida en cuanto a su sexo y su género, ¿cree que
existe una forma institucionalizada de la transexualidad dispuesta a que esta
no socave las normas binarias de género?
Diría
que en diferentes países y contextos hemos contemplado, en el último par de
décadas, una rápida evolución entre un activismo transexual institucional,
hegemónico, que apostaba por el paradigma del diagnóstico de disforia de género
en relación antagónica con el minoritario activismo por la despatologización,
hacia un panorama activista mucho más rico y diverso en lo que a sus agendas
políticas se refiere. La campaña internacional Stop Trans Pathologization 2012,
en especial, marcó un antes y un después en las agendas políticas de multitud
de colectivos y federaciones.
Juan Pablo Cuevas: En
su libro explora el debate sobre el determinismo construccionista en cuanto a
las identidades. Usted sostiene como Butler que es posible la subversión y que
existen mecanismos para en cierta forma desobedecer y salir del esquema
normalizador social. ¿Cree que sería posible subvertir esta identidad
institucionalizada de la figura trans?
Pablo Pérez Navarro: No
sé muy bien cuál sería, hoy en día, esa imagen institucionalizada. Creo en
cualquier caso que, como bien se desarrolla en múltiples aspectos de la obra de
Butler, existe una relación inestable y dinámica entre las identidades que
ocupan ya ciertas formas de legitimidad social, y los exteriores constitutivos
de cualquier forma de reconocimiento dada. Las políticas queer con potencial
crítico y transformador constituyen un fenómeno de frontera, un cuestionamiento
de las formas de inclusión/exclusión que operan en las fronteras de la
legitimidad y la inteligibilidad en cualquier momento dado. El problema no será
nunca, desde ese punto de vista, sustituir o superar esas formas de experiencia
del género, trans o cualquier otra, que encuentran un cierto acomodo en un
entorno que sigue siendo, no lo olvidemos, mayoritariamente hostil. El problema
radica en detectar y combatir, eso sí, cualquier forma de legitimación que se
construya sobre la exclusión de otras vivencias del género igualmente válidas.
Juan Pablo Cuevas: Cuando
habla de la revisión que hace Butler de la lectura del Timeo, hay una crítica
importante a las feministas radicales que sostienen la diferencia del cuerpo
femenino y su especificidad. Usted que está acostumbrado a las críticas de
radicales feministas por su postura frente a temas como la prostitución o la
gestación subrogada, sabrá que muchos colectivos de feministas radicales,
(radfem, TERF…) dirigen sus críticas a los transexuales por considerar que, al
no nacer con un cuerpo femenino, habría que hacer ciertas diferenciaciones y
excluirlas del sujeto mujer. ¿Cree que esta postura tiene algo que ver con lo
que analiza Butler? ¿Merecen ser tenidas en cuenta estas consideraciones a lo
hora de construir el sujeto mujer? Y, por último, ¿cree que sería necesario incluir
a las mujeres trans dentro del sujeto mujeres en la política feminista?
Pablo Pérez Navarro: La
necesidad de incluir experiencias del género diversas como parte del sujeto de
la lucha feminista constituye uno de los puntos de partida de la teoría de la
performatividad de género. La exclusión transfóbica en el seno del feminismo
radical, sin ir más lejos, forma parte de la memoria histórica que impulsa el
nacimiento de las teorías queer. Pero no es, sin duda, la única. La
proliferación de voces feministas negras, chicanas, y el cuestionamiento
profundo de las diferencias de clase dentro del movimiento feminista forma
parte, también, del cuestionamiento y apertura crítica del sujeto de las
políticas feministas que impulsan autoras como Butler desde "El género en
disputa".
En cualquier
caso, más que de plantearse si incluir o no a cualquier sujeto dentro del
sujeto mujeres del feminismo, creo que se hace necesario más bien, o a la par,
reconocer que se hacen políticas feministas desde una diversidad irreductible
de experiencias del género y de la sexualidad. No se trataría tan sólo, por
tanto, de cuestionar los límites y exclusiones constitutivas del sujeto mujeres
de las políticas feministas, sino de cuestionar además los límites y
exclusiones constitutivas que se derivan de considerar que las mujeres agotan
al sujeto de las políticas feministas.
Juan. P. Cuevas: Usted
sostiene que se puede interferir en los procesos de formación de las
identidades a partir de diferentes políticas. Actualmente somos testigos de
cambios en las legislaciones de muchos países para dejar de considerar la
transexualidad como una enfermedad o permitir el cambio de nombre sin necesidad
de cambios quirúrgicos. ¿Cómo cree que afectarían estos cambios a las personas
transexuales, a colectivos discriminados como gays y lesbianas y a la sociedad
en su conjunto?
Pablo P. Navarro: Efectivamente,
cada vez son más los países que adoptan un marco de regulación estatal basado
en un principio de libre autodeterminación del género. Es interesante señalar
que el control estatal del nombre constituye una parte fundamental del
entramado regulatorio que Dean Spade denomina “violencia administrativa”, esto
eso, la multitud de formas en que el estado y sus instituciones limitan y
condicionan las posibilidades vitales de las personas trans. El nombre legal y
la marca legal del sexo son dos formas a veces redundantes en que el estado
asume como propia la tarea de reproducir el binarismo de género a escala
macro-social. Sin duda, cualquier proyecto político radical en torno al género
y la sexualidad debe pasar por cuestionar esta potestad estatal.vidanormal.jpg
En
ese sentido, considero que tanto el horizonte de la autodeterminación del
género legal como masculino o femenino, por la vía de la despatologización,
como otras formas de flexibilización del marco binario a través del
reconocimiento de una tercera opción, como sucede en Alemania y en otros
países, comparten pese a todo el presupuesto de que el estado debe establecer y
organizar los límites de la inteligibilidad social del género. La demanda por
la desaparición de las marcas de género de los documentos oficiales representa
en mi opinión, entre otras medidas encaminadas a abolir la vida jurídica de la
normatividad de género, un elemento irrenunciable para una política trans y
queer comprometida con proyectos de autodeterminación radical en el campo del
género y la sexualidad. Tanto las políticas trans como las feministas y las
transmaribibolleras en general podrían encontrarían múltiples estímulos a su
imaginación política a partir de ese proyecto en particular.
Juan Pablo Cuevas: Usted
fue miembro de la Asamblea Transmaricabollo del 15M, escribe frecuentemente en
blogs de acción política LGBTQI y ha trabajado durante muchos años cerca del
activismo, por lo que conoce el colectivo desde dentro. Me gustaría preguntarle
si considera usted que existe cierta discriminación dentro del movimiento
LGBTQI hacia las personas transexuales y si podría decirme algunas causas de
este si considera que lo hay.
Pablo Pérez Navarro: Como
marica generalmente leída como CIS, muchas formas cotidianas y normalizadas de
transfobia me pasan probablemente desapercibidas. Dicho esto, considero que los
espacios en los que he participado han sido, por lo general, puntos de
encuentro entre activismos de muy diferente signo, identitariamente promiscuos,
ricos en lo que al intercambio entre formas de posicionarse frente al género y
la sexualidad, entre otras variables, se refiere. Sin ser utopías bucólicas, ni
mucho menos, me resulta obvio que en ellos predominan los procesos de
aprendizaje mutuo sobre el crisol de violencias transfóbicas, racistas,
serofóbicas, putofóbicas, clasistas, asexfóbicas, bollofóbicas and co. contra
el que nos organizamos.
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