sábado, 21 de julio de 2018

ENTREVISTA AL BAILAOR Y ACTIVISTA FERNANDO LÓPEZ RODRIGUEZ



 


Los protagonistas del documental son parte de una generación de artistas jóvenes del flamenco preocupados por las cuestiones de género y sexualidad y comprometidos con la defensa de los derechos LGTBIQ”




-Hola Fernando ¿Cuéntanos algo sobre el nuevo proyecto que tienes entre manos?

Fernando López Rodríguez: Se trata de un documental que agrupa a una serie de artistas del flamenco, tanto de baile como de cante, guitarra y percusión, que responden a la doble condición de artistas y activistas LGTBIQ, dentro y fuera del escenario. 



-¿Quién dirige el documental, quienes son sus protagonistas y a quien va dirigido?

Fernando L. Rodríguez: El documental es una co-dirección entre los miembros de la productora audiovisual Rumbo Films, que se encargan más específicamente de la parte técnica, y yo mismo, que hago de "puente" entre ellos y el medio artístico del "flamenco queer". 

Los protagonistas del documental son parte de una generación de artistas jóvenes del flamenco preocupados por las cuestiones de género y sexualidad y comprometidos con la defensa de los derechos LGTBIQ: Noelia Heredia (cantaora y percusionista), Carlos Sánchez (bailarín), Jero Férec (guitarrista), Álvaro Romero (cantaor) y yo mismo, en mi doble condición de bailaor e investigador. 


El documental está dirigido a un público general, no sólo al público LGTBIQ ni específicamente a aquéllxs interesadxs por el flamenco: se trata, para nosotrxs, de desdibujar fronteras y generar debate. 



-Yo te conozco por tu libro “De puertas para adentro”. Puedes contarnos con cierta distancia cual ha sido la acogida del mismo y si piensas seguir en la experimentación del flamenco unido a nuevas formas de concebir el género en el baile?

Fernando L. R: La recepción ha sido, en términos generales, muy buena, porque se trata de un tema que nos incube a todxs y que necesitaba ser articulado en forma de discurso científico. Es cierto, sin embargo, que siempre hay microsectores más reaccionarios que se ponen a la defensiva, bien por desconocimiento, bien por miedo, bien por pereza a dilatar los márgenes de su universo mental, dentro del cual se sentían cómodxs. Sigo trabajando, dentro de mis propuestas artísticas, con cuestiones de género porque es algo que me atraviesa, no un tema entre otros que pueda tratarse de manera satisfactoria y definitiva de una vez por todas, ni una cuestión de moda pasajera.
 

¿En que fase del proyecto os encontráis?¿El guión se escribe solo o necesitáis una planificación cuidadosa?

F.L.R: Nos encontramos en una fase de producción intermedia: el guion estaba en principio articulado en torno al esqueleto conceptual de mi pieza "Bailar en hombre" (2015) pero quería romper con la noción de "biopic" y la idea del artista genial que realiza su trabajo ex nihilo: quería integrar en este documental, por ecología epistemológica, a otras personas que también tienen un discurso de reivindicación LGTBIQ y que lo defienden día a día con su trabajo. No sé aún si se puede hablar en términos de "generación" o de grupo de artistas, pero creo que juntxs tenemos más voz y somos más fuertes: es algo que he aprendido del activismo (la humildad de ser unx más en favor de una causa común) que  falta muy a menudo en el arte, donde prima una fantasía romántica de libertad individual que se traduce, más veces de lo deseado, en un profundo apoliticismo.

viernes, 20 de julio de 2018

CENTENARIO DE EMILY BRONTË


 
 
 
 
 
Se cumplen cien años de una de las escritoras más atípicas de la historia de la literatura inglesa. Sin desdeñar la inmensa obra de sus hermanas Charlotte y Agnes, también adelantadas a su tiempo, Emily Brontë, rompió con un solo libro muchos de los cánones de la novela victoriana situando su historia de amor en un conflicto interclasista, en una situación cercana al “amour fou”, reivindicado por los surrealistas y en un estilo de una belleza, pasión y desesperación sin parangón en las novelas de su tiempo. Considerada según los biógrafos (como el cineasta André Téchiné que realizó una hermosa película sobre la difícil vida familiar) como la “menos convencional” de las tres hermanas criadas bajo techo parroquial y la más aliada a los elementos de la naturaleza y alejada de la religión y los usos de la época la obra de Emily (su única obra en prosa, al margen de su producción poética) sigue siendo un libro perturbador, aunque se han hecho versiones cinematográficas que casi lo han encasillado en el melodrama romántico lejos de la ira, la ironía y la poderosa individualidad que desprenden las páginas de la novela. En el hermoso filme de Téchiné “Las hermanas Brontë” Emily es presentada como la más “masculina”, “arrojada” e “intrépida” de las tres hermanas, mientras Charlotte y Anne parecen mas ligadas a los rezos, la abnegación y el retiro de una naturaleza agreste como el que la escritora describe en “Cumbres borrascosas”, llevada al cine entre otros por Luis Buñuel en su película mexicana “Abismos de pasión”.

No obstante, no podemos quitar valor literario a algunas de las grandes novelas de sus hermanas a pesar de sus esquemas de “amor cortés”, intrigas femeninas e historias de iniciación de corte dickensiano. Tanto “Jane Eyre” de Charlotte como “Agnes Grey” de Anne son historias de chicas huérfanas y sin posición que pasan de ser institutrices a labrarse un futuro más prometedor en un mundo patriarcal. Ambas contienen (como otras de sus novelas) apuntes pre-feministas y descripciones nada complacientes de la condición de la mujer sin recursos en la época y el lugar en el que vivieron. Todas hacen apuntes sobre las costumbres y las normas “no escritas” sobre la Inglaterra de la época. Las novelas de ambas contienen mucha más conciencia social y alegato feminista que, por ejemplo, el conjunto de la obra de Jane Austen -con sus matrimonios de conveniencia- y no deja de ser un reflejo de su vida en los páramos y en pequeñas estancias marcadas por privaciones y un reconocimiento tardío. Elizabeth Gaskell (otra pionera en la novela femenina poco convencional) en su “Biografía de Charlotte Brontë” describe la crudeza y podredumbre del paisaje en el que crecieron las tres hermanas, marcada por la enfermedad, la muerte, la beatería y la exposición a un clima indómito. Todas ellas fueron prolíficas y escritoras de calidad. No obstante la renovación formal debe esperar al gran libro de Emily que se aparta de todos los cánones con diferentes voces narrativas del momento con una construcción dramática y estilística nada convencional así como una lejanía por la búsqueda de sucesos agridulces o finales más o menos felices.
 
Emily Brontë atrapa sin miedo la voz de un narrador masculino que se adentra en los meandros de una historia de amor y oscuridad que ocurrió en el pasado, incluyendo cartas escritas por una heroína muerta y los recuerdos de un mozo de cuadra convertido ahora en dueño de una grande pero desgastada mansión a merced del viento y los intrusos. Luego pasa a una voz femenina adulta que narra de forma detallada el discurrir de la historia desde la niñez de los protagonistas a su posterior separación cuando Catherine es acogida en “La Granja de los Tordos” y convertida en una señorita al uso, que guarda un secreto fulgurante. Emily Brontë desafía los esquemas de la buena sociedad de su tiempo a través de una historia de amor y pasión “mas grande que la vida”, que sobrevive a instituciones sacrosantas e impedimentos sociales considerados incontestables. Poco antes de casarse con su elegante marido Catherine afirma a su confidente y también narradora “Yo soy Heatchliff” situando el amor por prohibido un gitano y mozo de cuadra odiado por su entorno por encima de su amor más convencional que la lleva al altar y anunciando así la sucesión de tormentas interiores y exteriores con las que seguirá la narración en su encuentro y desencuentro entre dos seres que son almas gemelas, separados por aparatosas convenciones sociales pero incorporados en un espacio irreal y potente que lleva la novela hasta el terreno de lo gótico y la incorporación melancólica de una masculinidad negada. Catherine ha incorporado a su ser el del alma gemela con la que creció y conoció una adolescencia marcada por el infortunio y no ha perdido la rebeldía que habita en su ser, una rebeldía que en ocasiones dormita y en otras despierta con furia poco común en un personaje femenino de la época.

La novela, firmada al principio con seudónimo, fue recibida por la crítica como una historia “sucia, blasfema y brutal” pero no tardaron en revalorizarse sus potentes elementos literarios, convirtiéndola hoy en el clásico por excelencia salido de unas hermanas capaces de soñar otras vidas desde los páramos que rodeaban a una parroquia familiar y buscando su reconocimiento como escritoras en un tiempo en que no se consideraba la literatura una profesión propia de mujeres. Emily Brontë fue la que llegó mas lejos al no escatimar los detalles sórdidos, la mezcla del realismo y la poesía surreal en una historia intemporal que sigue inspirando nuevas creaciones a partir de sus páginas henchidas de amor, desamor, muerte, pasiones y locura...

viernes, 29 de junio de 2018

ENTREVISTA AL ESCRITOR Y REALIZADOR RAUL PORTERO: "GRíMSEY", UNA GRAN OPERA PRIMA







 
Podría decirse que a simple vista Raúl Portero es un pasota. Desde que publicó su primera novela, ha mantenido un perfil bajo porque, admite, le aburren las redes sociales e incluso le ponen de muy mal humor. Grímsey, su debut en el largometraje, es la primera película española rodada en Islandia. Acaba de llegar del Atlántida Film Festival donde ha sido uno de los seis guionistas seleccionados para el Mallorca Talent Lab con su guión “La canción pop”, que también pasará por el BAM y cuyo rodaje está previsto para verano del año que viene.

-Una pregunta inevitable es si tu primera película “Grímsey” tiene o no rasgos autobiográficos. Ya que cuenta la historia de la ruptura entre una pareja de dos chicos aunque el escenario escogido sean los rincones de Islandia con toda su belleza.
La película es mi primera historia con tintes o rasgos marcadamente no autobiográficos. En literatura, cuando escribo una novela, sí me vuelvo más reflexivo y autobiográfico; en este caso “La canción pop” (Editorial Dos bigotes, 2017) era una novela de marcado carácter autobiográfico, fue un ejercicio literario a veces muy difícil porque era mirar por una ventana un tanto inquietante para mí. En las películas, no.

-¿Cómo llevaste lo de dirigir a dúo?
Dirigir entre dos es como hacer un viaje, siempre te conoces un poco más cada vez que vuelves. También pasa cuando diriges. Yo hice ambas cosa a la vez. Creo que dos personas sí pueden escribir una película juntos; de hecho, un guión funciona mejor cuando se escribe con dos cabezas pensantes. Pero no estoy tan seguro de que eso funcione en una película. De momento no tengo pensado repetir la experiencia, pero “Grímsey” surgió como idea para ser dirigida entre dos personas así que si en un futuro se me pasa por la cabeza una historia que requiera una co-dirección, pues lo haré.

En este sentido tú personaje es más agradecido que el del protagonista.
Bueno, los personajes se encuentran en dos momentos distintos, no creo que uno sea más agradecido que el otro. Bruno acaba de llegar a Islandia y no comprende la situación en la que está metido, está bloqueado, desbordado por una situación y un paisaje; para Arnau la llegada de Bruno y el viaje para buscar a Norberto es un soplo de aire fresco, él está en Reykjavík la mar de a gusto pero es una ciudad pequeña y aburrida. El personaje de Richard es una persona en otro momento vital, en otra situación completamente diferentes y mucho más complejo.

¿Fue un rodaje fácil?
Sobre todo fue atípico y emocionante porque se filmó en 11 días, casi sin tiempo para repetir tomas, con un equipo de cinco personas -que además también actuaba; vamos, la película está rodada por la misma gente que aparece en la pantalla- y no parábamos de movernos por Islandia. Grímsey en parte nace de una ingenuidad muy grande por nuestra parte y aunque no me importa filmar una película de presupuesto cero, eran demasiado localizaciones, muchas horas en la carretera y muy pocos días. Era como un Gran Hermano. Hubo muy buenos momentos pero las batallitas en el rodaje no creo que le importen a nadie.

-El paisaje es crucial para dar sentido a los sentimientos y emociones escondidas o no de los personajes. Es una película muy visual pero también tiene esa voz en off de los mensajes en los móviles. ¿Cómo fue rodar en tantos escenarios y como influyó en ello los senderos que va tomando esta historia de una separación y un encuentro, una búsqueda y una aceptación de la soledad?
No teníamos un guión cerrado, en tanto que es imposible ir a rodar una película de bajo presupuesto a Islandia; el principal problema eran las condiciones climatológicas. Literalmente no sabíamos qué tiempo iba a hacer al rodar la escena, y el paisaje islandés es muy afectivo, lo queríamos casi como un personaje más de la película. Muchas de las reacciones de Richard y esa tristeza suya en la película se debían a que el paisaje le afectaba en el momento, a veces es fácil sentirse muy pequeño en mitad de la nada. Era un buen soporte emocional y Richard tenía que ser muy rápido: no sólo estaba dirigiendo una película, sino que al mismo tiempo que actuaba también la estaba reescribiendo a tenor de lo que se encontraba delante por primera vez en su vida y ese es un trabajo muy difícil. La verdad es que yo no habría podido. Yo tenía algo de ventaja porque ya había estado antes en Islandia y sabía lo que había, pero él no. Y creo que eso ayuda mucho a entender la película.





 

jueves, 28 de junio de 2018

JEANNETTE WINTERSON, ESCRITORA RABIOSAMENTE CONTEMPORÁNEA


 
 
 
Recientemente Lumen ha reeditado toda la obra traducida al castellano de una de las escritoras inglesas más importantes, universales y peculiares de los últimos tiempos: Jeannette Winterson. Considerada como novelista “queer” por poner el cuerpo en el centro de sus historias de amor y desencuentros (“Escrito en el cuerpo”)  ha sido capaz también de reescribir el pasado de su país y adentrarse en un futuro hipotético hecho de prosa poética y paradójicas profecías. Desde “Fruta prohibida” a su autobiografía “¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal”? conocemos a Winterson como una aventurera de la prosa, como una intrépida buscadora de tesoros, marcada por una infancia en una Inglaterra pobre y puritana con la presencia de una madre fundamentalista religiosa y un entorno humilde que trata de desterritorializar. También sus prontas salidas a la aventura íntima y su contacto con diferentes clases sociales, sin abandonar nunca el trasfondo inquieto en sus historias protagonizadas por mujeres o adolescentes que se buscan a sí mismas, y también su verdadero sexo y el significado de los signos que componen universos bien sea cercanos a Virginia Woolf, Lewis Carroll o Úrsula K. Leguin.
 
 
En “The Powerbook” desafía con el amor  y el erotismo los códigos de la informática y el espacio virtual y en “Espejismos” crea personajes tomados de la sátira social inglesa de otros tiempos para contarnos el periplo de mujeres “raras” que aman a mujeres, y también de otros seres que se buscan a sí mismos o a sus contrarios en universos hechos de una prosa a la vez cruda y exquisita, cuidada y sin ambajes a la hora de experimentar. Un erotismo que bebe de fuentes dispersas desde los clásicos hasta Monique Wittig (con su reinvención de una corporalidad lesbiana) y se pelea con los clásicos de la literatura en lengua inglesa, con ecos de Dickens o de las refinadas novelistas del XIX. Libros como “Planeta azul” o “El hueco del tiempo” han desconcertado con sus hechuras a sus admiradores tomando el sendero no solo de la fantasía sino también de la metaliteratura, igual que se atrevió a deconstruir la historia de los clásicos en su novela “La pasión” ambientada en un pasado  remoto desde una mirada joven e intrépida. Una de sus novelas más impresionantes ha sido “La mujer púrpura” donde reescribe un episodio de brujería desde un punto de vista feminista y lesbiano, con gran cantidad de matices, apuntes y sugerencias. Pero la escritura de Winterson nunca se queda en la narrativa al uso y su adscripción al vocablo “queer” se encuentra en su intrépida búsqueda de nuevos senderos lingüísticos mostrando no solo mundos prohibidos en los que supo habitar sino también transitando entre los géneros binarios y literarios.

martes, 26 de junio de 2018

BILLY ELLIOT EXPULSADO DE HUNGRÍA.


 
 
 
 
Cuando uno oye que determinado producto (en este caso cultural) incita a los niños a ser gays le viene una amarga sonrisa por la cantidad de poderosos e invisibilizados dispositivos que siguen incitando a los niños y las niñas a abrazar la heterosexualidad obligatoria en todos los ámbitos. Hungría se ha sumado al horror y el patetismo de Rusia al prohibir el musical “Billy Elliot” porque incita a los pequeños “a ser gays”. La historia de Billy Elliot es la historia de un adolescente heterosexual que por su afición al ballet debe enfrentarse a los prejuicios cavernícolas de algunas de las gentes que les rodean. Su empuje y el apoyo de otros lograrán que Billy Elliot a pesar del provincianismo mental que flota en su entorno se convierta en un gran bailarín. La historia toca de refilón la vivencia de la homofobia y el machismo cuando determinadas actividades o profesiones son consideradas propias de un sexo  u otro. Todo acompañado de números de baile en que vemos el espectacular progreso del joven protagonista. Las autoridades o quién sea en Hungría que ha llegado a la feroz posición censora nos hace temer el avance de la extrema derecha y sus manifestaciones sociopatológicas por parte de gobiernos de  algunos países del norte de Europa, en este caso Hungría.
 
 
Una sombra de racismo, sexismo y homofobia que recorre la Europa de los poderosos y que se extiende hasta la homófoba Rusia de Putin con sus ridículas leyes contra la propaganda homosexual y su policía del odio que ha convertido la zona en un lugar nada seguro para el colectivo LGTB llamado al silencio, el miedo  y la invisibilidad. No debe quedar rastro de nostalgia a la hora de condenar la homofobia en Rusia, los asesinatos selectivos, la dictadura silenciada, porque eso es servir en bandeja el poder coercitivo a países de extrema derecha. Durante mucho tiempo el movimiento LGTB ha hecho suya la frase de Emma Goldman “Si no puedo bailar, esta no es mi revolución” para llamar la atención de un sector de la izquierda algo cegata a los males del fetichismo revolucionario construido como impermeable y masculinista. Todo esto va cambiando y las luchas van de la mano de forma interseccional como han mostrado filmes como “Pride” de Andrew Marcus sobre la unión de los mineros y los activistas LGTB contra el thatcherismo y sus miserias.

viernes, 22 de junio de 2018

SEDUCCIÓN. Un poema de Zelda Johns.


 
 

 

Ya lo sé

No te conquistaría si me pareciese a Louis Garrel

Lo sé,

Sé, que te sentirías incómodo y estarías dudando de mi apariencia de francés

Te caen mal los franceses pero no las francesas

Lo se

Tengo el pelo liso y bastante largo

También sé, que nunca quisiste parecerte a alguien como Louis Garrel

Pero déjame comentarte

yo sí.

Yo siempre quise ser como Louis Garrel

Incluso antes de saber quién es Louis Garrel

Antes, cuando era adolescente,

Pensaba que mojaba las bragas por hombres como Louis Garrel

Pero hace poco,

desde que te conozco sé,

que no me gustan los hombres como Louis Garrel.

Ahora, sé, que siempre fui

un poco Louis Garrel,

un poco como James dean,

Pero confieso que no me parezco en nada a james Franco.

Y tampoco he querido ser nunca Sonny Crokett

Lo sé,

tú si,

tú querías ser un poco Sonny,

un poco Marty Mcfly

eras el héroe, yo el anti-heroe

tú simpático y amable,

yo antipático y perdido

Era Magneto y tu Xavier

Y míranos

Enamoradas buscando casas.

 

Observa a Louis y James

Como hacen la comida mientras te esperan

Como vuelven del trabajo con un pañuelo rojo al cuello

 y un blazer de cuatro botones -soy alta para poder llevarlo-

mira como sacan a nuestro perro a primera hora de la mañana

como se despiden desde la cama.

Lo sé

La yo que es Louis y James

No te gusta

La miras de soslayo y desconfías

Esa no es, te lo puedo asegurar

La que no baja la tapa del wáter.

jueves, 21 de junio de 2018

PASOLINI. TODOS ESTAMOS EN PELIGRO







La editorial  Trotta ha realizado con “Todos estamos en peligro” una completa compilación de ensayos, artículos y entrevistas con Pasolini como autor y protagonista. Ya en su tiempo tanto el escritor como el director de cine o el intelectual politizado nadaban en un mar de contradicciones. Si vaticino la Europa que domestica a los jóvenes nunca fue claro con sus postulados en torno a la religión, el marxismo o los derechos de la mujer llegando a posiciones radicalmente o aparentemente opuestas, desde visiones críticas. Admirador de Gramsci heredero de la cultura popular italiana Pasolini defendió un cine de poesía aunque sus orígenes se remontan a una visión particular del neorrealismo, la desestructuración social y los chicos de la calle. Vilipendiado por la cultura oficial y la derecha cristiana o la Iglesia Oficial sus declaraciones siguen siendo, aún hoy, objeto de encontradas polémicas y variopintas interpretaciones, aún abiertas a múltiples lecturas. 


Todos estamos en peligro” incluye sus polémicas con los jóvenes de izquierda, su dialéctica sobre el cine y la literatura, su amistad con Moravia, sus homenajes a Gramsci, la Italia desolada de su bello y desgarrado filme “Accatone”, las polémicas que suscitaron sus películas más iconoclastas  así como otros muchos testimonios de su vida y su obra, desde sus orígenes hasta su trágico asesinato en la playa de Ostia. Poeta de las palabras y las imágenes, novelista  arremetió sin tapujos contra las formas de fascismo insertas en la cultura oficial y de consumo y canto a la libertad creativa y el retrato personal de la Italia de los desheredados, así como viajo a otros lugares del mundo en busca de otros modos de organización social. Pasolini admiraba el espíritu de resistencia de la izquierda que conoció en EEUU en los setenta aunque tampoco vaticinaba un futuro prometedor El pesimismo humanista y el canto a la libertad están presentes en toda su obra y aparecen en estos textos y declaraciones varias. Lingüista y semiólogo del verbo y la imagen, no obstante, se rebeló contra la etiqueta del tradicional intelectual del momento con su continuado compromiso político y su mezcla de provocación y apasionada subjetividad. Pasolini nos anunció la Europa de los mercaderes y domadores, tenía una peculiar visión del cristianismo y el marxismo y su libertad sexual e ideológica lo alejaron progresivamente de los grandes partidos políticos del momento. Su muerte en extrañas circunstancias (posiblemente vinculada a la extrema derecha o facciones en el poder) revelan que, a pesar de no ser plato de gusto de nadie, era un pensador incómodo, un poeta, un trovador sin pelos en la lengua al que hoy debemos releer con distancia pero también con pasión.

miércoles, 20 de junio de 2018

NADIE NOS MIRA. CINE VALIENTE.


 
 
 
La tercera película de la realizadora argentina  Julia Solomonoff es un desgarrado e intimista poema sobre la dificultad de un inmigrante latino por integrarse en los círculos artísticos de Nueva York. Con su habitual gusto por el ritmo pausado y los planos muy cuidados la realizadora de “El último verano de la Boyita” sigue de cerca el agridulce periplo de Nico (Guillermo Pfennig) un joven actor en series argentinas que desea integrarse en una producción estadounidense pero apenas puede sobrevivir cuidando niños, con la ayuda de sus amigos, esperando un rodaje que no llega y vagando por las calles de la gran ciudad, convertida ya en una mezcolanza de razas pero despiadada en sus oportunidades para la gente que llega de fuera. La extraordinaria sensibilidad audiovisual de la realizadora y el impresionante trabajo de Pfennig, lleno de matices,  intentado ocultar su fracaso en la gran urbe y ante las grandes productoras da como resultado un filme hecho de bloques de secuencias pero también de esos planos largos y estéticamente sugerentes que tanto gustan a la realizadora de “Hermanas”. Sin cargar demasiado las tintas Solomonoff muestra la difícil supervivencia en la ciudad del joven protagonista agarrado a un sueño que no se cumple y tratando de prolongar su estancia entre rascacielos, parques infantiles y pisos compartidos con amigos.
 
Nico el protagonista es un joven gay y aspirante a gran actor aunque la película no aborda tanto la homofobia como la dificultad de cualquier tipo de inmigrante por integrarse en la jungla del mundo del celuloide y su industria. Compuesta a través de la ternura y desarmante humanidad “Nadie nos mira” cuenta sin aspavientos pero con pulso firme y caligrafía fina una batalla desigual de un actor argentino contra un mundo de intereses en el que busca un lugar en el sol, ejerciendo de cuidador a tiempo parcial en un mundo donde las barreras por la raza, la clase y el género están muy delimitadas. La realizadora no escatima situaciones de tensión y melancolía aunque también ofrece momentos de comedia irónica y una hermosa relación del personaje con el paisaje, los diferentes escenarios y el paisanaje más inmediatos llegando a construir un poema a la vez triste, lírico, tenso y antiheroico sobre una derrota que no deja de ser una inteligente requisitoria contra los modos de establecimiento del sistema capitalista y su ambivalente trato dado a los extranjeros. Aunque Solomonoff, uno de los grandes nombres del cine argentino, no ha alcanzado la reputación crítica de su compatriota Lucrecia Martel comparte una forma de hacer más personal, tal vez más accesible y siempre comprometida con la libertad , la autenticidad y la diversidad.

domingo, 17 de junio de 2018

VIOLENCIA HOMÓFOBA EN BURGOS. MIEDO A DENUNCIAR


 
 
 
 
Dos jóvenes burgaleses son increpados y asaltados durante las fiestas del Curpillos. La violencia homófoba hace su aparición en las calles de Burgos y se disparan unas alarmas que debieron existir hace mucho tiempo. Pero lo que más llama la atención es el miedo a denunciar de los dos muchachos que reconocen el ocultamiento sintomático todavía en el seno de la ciudad del colectivo LGTB. Esto es sintomático de una enfermedad social que sigue, aún hoy, instalada en suelo burgalés en los que se impone la vergüenza ante la diversidad sexual. Adrián y Pablo, de 16 y 18 años de edad, insultados y humillados por mostrar su afecto en público no quieren darle más repercusión al hecho y el periódico Local sigue utilizando palabros como “tolerancia” sin aludir a la homofobia social y a un tipo de invisibilidad que favorece la impunidad de la violencia contra las personas no heterosexuales, real o simbólica. No es nuevo que en parques y zonas de ocio de Burgos se instale el miedo a mostrarse tal y como se es y que como ha ocurrido en el caso de Adrián y Pablo el odio por homofobia campe a sus anchas e incluso haya quien haga la vista gorda ante sucesos aún más graves. Aún hoy la sociedad burgalesa, a pesar de los avances en todo el estado, sigue muy en mantillas en cuanto al reconocimiento pleno de la diversidad y las palabras de los ediles suenan un poco vacuas y tardías cuando sigue sin reconocerse el 28 de Junio como Dia de Reivindicación y sin ponerse a disposición de la gente más vulnerable a este tipo de violencia los dispositivos necesarios para superar y afrontar no solo a los violentos sino también ese miedo social a denunciar o ser señalados. El consistorio que ahora se lleva las manos a la cabeza no ha hecho nada por habilitar espacios lúdicos para gente LGTB ni información o campañas específicas sobre sus derechos y libertades.  Asignatura pendiente.

domingo, 1 de abril de 2018

ÚRSULA K. LEGUIN: CONSTRUCTORA DE MUNDOS por Juan Argelina.



"Cuando el último árbol sea cortado, cuando el último río sea contaminado, se darán cuenta que el dinero no se come." (atribuido a Ishi -1860?/1916-, último superviviente de los indios yahi de California)



¿Cómo se describe un mundo cuando se es el único que lo ha vivido, cuando su lengua ofrece imágenes distópicas a a la cultura que lo ha destruido, y, sobre todo, cuando su identidad se disuelve ante las miradas de quienes le ven como un alienígena? La mera existencia del extraño perturba. La inseguridad ante lo desconocido obliga a detenerle, encerrarle, desposeerle de su arma más letal, su memoria, maltratada y ridiculizada por la manipulación de la supuesta superioridad de sus verdugos, seres aparentemente "normales", cuyas vidas transcurren apaciblemente sin mostrar la terrible insatisfacción que les causa la impotencia de no saber por qué se sienten mal ante su presencia. El zoo es el lugar adecuado para él. Al menos eso era lo que se hacía a finales del siglo XIX e inicios del XX con los indígenas "primitivos", demasiado "inútiles" para ser esclavizados o integrados en las civilizadas costumbres de las potencias que habían colonizado sus tierras. Ni siquiera un reconocido intelectual como el antropólogo 
Alfred Kroeber pudo ser ajeno a esta fatalidad: Ishi era mostrado en sociedad como un ser infrahumano salido de otro tiempo, ofreciendo espectáculo a una multitud que hacía cola para verle realizando herramientas, construyendo una choza o simplemente hablando esa lengua incomprensible con la que trataba de explicar inútilmente el sentido mismo de la vida y la muerte. Lo realmente inquietante de esta situación es que, pese a su destrucción física, su presencia permanece en nuestro recuerdo colectivo como presagio de un destino común. Es como si conectáramos con la idea trazada por los griegos en sus grandes tragedias, y el germen nocivo que nos incita a hacer desaparecer al otro, se volviese contra nosotros implacablemente. Ursula K. Le Guin, hija de Alfred Kroeber, lo comprendió muy bien. Huyendo de los moldes machistas y de la fuerza incostestable de los héroes, que no hace sino intentar ocultar la fragilidad de quien los imaginó, creó mundos alternativos, en los que la antropología juega un papel analítico capaz de educar al lector en la observación de comportamientos y relaciones que juegan a relacionar la ficción con proyecciones sobre nuestra realidad socio-sexual y sobre nuestras emociones reprimidas. La angustia de Ishi ante la soledad y la incapacidad de transmitir su comprensión de del mundo se materializa en los protagonistas de sus novelas y cuentos, aislados fuera de su cultura materna, que tratan de encajar inútilmente en un entorno ajeno. Lejos de idealizarlos como seres potentes y super masculinos, les vuelve frágiles y extraños. Lejos de promover magníficas acciones de fuerza, se convierten en seres dependientes del destino, al vaivén de acontecimientos más grandes que ellos mismos. No deben descubrir nada, porque todo ha sido descubierto ya. Ellos son Ishi. 


"El verdadero viaje es el retorno". Estas palabras, pronunciadas al final de "Los Desposeídos" por su protagonista, expresan el sentido de catártico e iniciático de las obras de Le Guin. La mitología no se aprecia como una serie de aventuras desenfadadas, sino que toman la forma de los fenómenos arquetípicos propios de la tradición griega. A las descripciones minuciosas de las sociedades, su pensamiento, sus costumbres y su política, siguen las reflexiones y contradicciones internas de sus protagonistas a cerca de su relación con el choque cultural que experimentan, de tal modo que nos incita a hacerlas nuestras. La ciencia-ficción, un género considerado menor injustamente, ha sido tradicionalmente campo abonado para el conservadurismo político, que vio en él un instrumento para reproducir los patrones clásicos del sistema patriarcal masculino y capitalista, como las historias norteamericanas de superhéroes demuestran. Unas historias repletas de violencia en las que siempre el orden se salvaba gracias a su fortaleza sobrehumana, o bien se justificaba la destrucción de otros mundos, cuando no se les colonizaba, siguiendo el modelo existente en una sociedad marcada por la premisa de la desigualdad y el miedo al "otro". Es verdad que esto ha cambiado últimamente, y, sobre todo en el cine, se observan cambios significativos vinculados a la crisis de ese modelo y a la necesidad de mostrar un cierto sentido "ecologista" ("Avatar"), pero nos seguimos encontrando con un verdadero océano de odio, que no hace sino confirmar la enorme resistencia existente a la hora de reflexionar mínimamente sobre nosotros mismos en relación a la realidad en la que vivimos. 


Ya en 1961 Stanislaw Lem nos ofreció una magnífica ocasión para la introspección en "Solaris", llevada magistralmente al cine por Tarkovski en 1972. Aquí los protagonistas luchan contra sus propias fobias y deseos reprimidos, encarnados físicamente por la acción de un planeta, que en sí mismo es un organismo vivo que actúa sobre su mente. No obstante, la acción continúa con la lógica del enfrentamiento ante la hostilidad de otro mundo incomprensible. En Le Guin, esos mundos son accesibles y profundamente "humanos", con toda la gama de problemas y diversidad que representan las preocupaciones esenciales de nuestra vida: la organización social, la identidad de género, el feminismo, el racismo,.... Fue la primera escritora en explorar la sexualidad, la etnología o la ecología en la literatura fantástica. Su obra está en las antípodas de Tolkien, a quien por otra parte admiraba por la minuciosidad de su creación de un mundo basado en las tradiciones célticas, pero que no dejaba de ser eurocentrista y hasta racista cuando se trataba de señalar a los enemigos del mundo que describía (ese "Oriente", aliado del mal, que Peter Jackson nos mostró caracterizado por ejércitos formados por elefantes y soldados ataviados con turbantes y por armadas de piratas berberiscos). No, Le Guin no busca la épica. Sus "Crónicas de Terramar" (Las tumbas de Atuan -1972-, La costa más lejana -1974-, Tehanu -1990- y En el otro viento -2001-) transcurren en un mundo formado por pequeñas islas, un entorno marino alejado del tradicional marco europeo, que podría situarnos en Oceanía, mezclando tradiciones vikingas, incas y japonesas. La búsqueda o el replanteamiento de la identidad es una constante, que toma la forma de un viaje en el que la experiencia del autoconocimiento se produce por medio del encuentro con la diferencia. Siempre hay un escape de la "zona de confort" para escudriñar en el análisis del otro. 


Como mujer, Le Guin encuentra en el feminismo un campo de acción: "Si una feminista es alguien que piensa que el género es en gran medida una construcción social, y que nada justifica el dominio social de un género sobre otro, entonces soy feminista", dijo. Y con esta idea publicó "La Mano izquierda de la Oscuridad" (1969), en la que un hombre llega a un planeta donde sus habitantes son capaces de cambiar de sexo a voluntad. La reflexión sobre cómo sería un mundo sin conflictos de género hace pensar a la autora en la irrelevancia de la guerra: al faltar las divisiones sexuales, no existiría el nacionalismo. Al no haber un sentido de la confrontación interpersonal, se intuiría que cualquier tipo de distinción sería arbitraria. Esta distopía creó una polémica bastante grande en su día, aunque hoy su carácter "subversivo" no es tan significativo, ya que, aunque se producía una empatía intergénero, no se cuestionaba la identidad sexual durante las etapas en las que esa identidad se manifestaba en cada individuo. Aún así, el reto estaba echado, y fue la base de ficciones feministas posteriores, como "Memorias de una superviviente" (1974), de Doris Lessing, o "La Mujer al borde del tiempo" (1976), de Marge Piercy


Sin embargo, el pesimismo de las proyecciones distópicas hacia el futuro no suele ser compartido por Le Guin, que prefiere describir situaciones en las que la autocrítica se manifiesta ante conflictos interculturales, como se demuestra en la que considero su obra maestra: "Los Desposeídos" (1974), donde analiza lo que podría ser una sociedad anarquista, y su enfrentamiento con el capitalismo y el comunismo de Estado. En contraposición con la famosa novela de William Golding, "El Señor de las moscas" (1954), que explora el efecto que tiene sobre los niños una vida de anarquía, desprovista del orden y la disciplina de los adultos, que acaba en una visión de pesadilla, donde la inocencia se desintegra ante una desmedida propensión al mal, Le Guin nos propone una sociedad equilibrada, donde la pobreza de recursos se compensa con una cultura basada en compartir dentro de un sistema igualitario. La autora nos lleva en un viaje con su protagonista, Shavek, a través de tres mundos opuestos y recelosos entre si, encontrando situaciones chocantes, a veces cómicas y otras dramáticas, que nos vuelven a sugerir el argumento que ya indicaba antes: los individuos se forman a sí mismos en contacto con sus opuestos y aprenden de la diferencia. Aquí Le Guin apuesta claramente por el anarquismo, a cuyo mundo retorna Shavek, sin importarle la reacción de sus compañeros. ¿Utopía? ¿Distopía? Ella misma la subtituló "una utopía ambigua". Y reconoció que nada es perfecto. Ahora que la distopía está en nuestra cotidianidad, y que reconocemos como actuales los terribles contenidos futuristas de los capítulos de "Black Mirror", la lectura de los libros de Le Guin, especialmente de "Los Desposeídos", me resulta reconfortante. Especialmente en su uso del lenguaje. Su mirada de antropóloga es minuciosa. Cuida los detalles y nos recuerda constantemente que la forma en la que describimos el mundo crea nuestro comportamiento y construye las relaciones que mantenemos con él. ¿Como nombrar el género de quien no lo tiene? ¿Cómo modificar gramaticalmente las relaciones de posesión? El aprendizaje cultural nos ha impuesto tanto el primero como las segundas, y no nos liberaremos hasta que no aprendamos otro método de referirnos a ellos. La cultura anarquista de la novela lo había entendido así, y todos compartían la misma experiencia vital en este sentido. Solo por esto, es enormemente sugestiva su lectura. Supongo que imaginaba a Ishi realizando un retorno imposible a su mundo natal y compartiendo sus experiencias de un mundo incomprensible.

lunes, 26 de marzo de 2018

30 ANIVERSARIO DE "MUJERES AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS": GLORIA Y LIMITACIONES



“Mujeres al borde de un ataque de nervios” fue, en cierto sentido, la puesta de largo de Pedro Almodóvar. Incluyendo elementos de la comedia romántica, clásica y sofisticada, una imagen de un panorama español cambiante, un humor ácido y un caustico sentido de la ironía. Además de hermosos decorados, cuidada fotografía y una elegante banda sonora el filme dio a conocer al realizador dentro y fuera de nuestras fronteras. Con esos títulos de colores que imitan al cine de Blake Edwards, con pequeños y grandes papeles en actrices consagradas y/o pertenecientes a su universo, con una entregada Carmen Maura como la inolvidable Pepa y demostrando que el cine español podía realizar comedias con vitriolo y con fuste. Pero su entrada en la gran taquilla, en los guiños a Hitchcock, la sátira social amable y sus gestos de comediante adaptado a nuevas realidades, su caleidoscópica visión de la condición humana y las relaciones sentimentales, centrándose en un universo principalmente “femenino” no ocultan que su entrada en los grandes cines estuvo también llena de concesiones. Gracias a “Mujeres…” Almodóvar se hizo popular y su cine empezó a ser “tomado en serio”, pero para hacerlo, sin perder las formas e incluso ganando en estilización fílmica, tuvo que abandonar la homosexualidad tormentosa de “La ley del deseo”, el feminismo cañero y social de “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”, el anti-clericalismo esperpéntico de “Entre tinieblas” e incluso sus coqueteos más irreverentes con la movida madrileña y sus chicos y chicas del montón. Almodóvar abandonaba su lado más negro (que luego recuperaría en títulos como “La mala educación”) para otorgarnos un filme coral con una protagonista atormentada pero vitalista que demostraba la capacidad de algunas mujeres de rehacerse a sí mismas a pesar de sus fracasos sentimentales con varones de distinta índole. Pero ni Maura es el ama de casa deshecha de “Que he hecho yo para merecer esto…”, ni Banderas el gay desbocado de “La ley del deseo” ni Verónica Forqué o Julieta Serrano coquetean con lo kitsch, lo enloquecido   o lo camp más allá de lo justo, con guiños al cine de suspense sentimental y la comedia de toda la vida, llevada a un terreno algo renovado y revitalizado por la imparable fuerza narrativa de un realizador en alza. “Mujeres al borde de un ataque de nervios” es, pues, un título clave en la historia del cine español y de la comedia europea, pero también un paso atrás en el afán provocador de Almodóvar que, en esta ocasión, se dirige a un público amplio y dispuesto a gozar con algunos chistes incisivos y algunas situaciones desbocadas, pero donde la marginalidad y la dureza interior de sus anteriores filmes quedaban algo prisioneros de la elegante tela de araña narrativa de este filme de historias cruzadas. Pero Almodóvar fiel a sí mismo sigue desconcertando a incondicionales y detractores;  maltratado incluso por la crítica feminista su cine ha roto un molde de machismo y homofobia abriendo las mimbres del cine español a la unión del humor irreverente y los sentimientos hondos, y, en este sentido. “Mujeres…” resultó ser todo un paso adelante, dando a conocer la cara más amable y lúdica de una de las grandes fieras del cine español de los ochenta.

PUBLICACIÓN FOUCAULT INÉDITO. LES AVEUX DE LA CHAIR



Con “La voluntad de saber” y sus dos tomos siguientes de la ya mítica “Historia de la sexualidad” Foucault causó una revolución en el pensamiento sobre el poder, la confesión, la corporalidad, el uso y desuso de los placeres y los saberes llegando a sentar parte de las bases de la moderna “teoría queer”. Para Foucault la sexualidad no solo se reprime sino que se construye e incita en torno a instituciones, poderes y discursos que reaparecen en el cuarto tomo de su imprescindible “Historia de la sexualidad”: “Las confesiones de la carne” donde se centra en los llamados “padres de la Iglesia” y su voluntad de clasificación y regulación del concepto del ser humano como ser sexuado y bajo múltiples regulaciones que el filósofo analiza con pluma afilada y alma de historiador y arqueólogo de los saberes. Gracias a la continuada labor del activista  y última pareja del polémico filósofo Daniel Defert  ya está en francés (y esperemos que pronto traducido en castellano) el último texto inédito de este batallador del pensamiento moderno que sentó las bases de nuevas lecturas sobre el poder y la resistencia.
Gracias a Foucault y los feminismos transfronterizos hoy conocemos los saberes y contrasaberes queer que cuestionan las fronteras del cuerpo, los cuerpos y los binarismos de género así como señalan los nombres y las instituciones que contribuyeron a consolidar los modernos conceptos sobre sexualidad occidental. En “Las confesiones de la carne” el virulento autor de “Vigilar y castigar” el autor pone en solfa las múltiples normas cristianas sobre castidad, reproducción, regulación del placer dictadas por nombres como, por ejemplo, San Agustín. Estamos ante un acontecimiento cultural que es también un avance sociopolítico ya que la obra de Foucault no solo dio fuera a la lucha anti-sida de los noventa sino que ayudó a generaciones enteras a repensarse como sujetos más allá de “la norma” o “las normas”.

sábado, 24 de marzo de 2018

MARY SHELLEY según su biógrafa Muriel Spark



Mary Shelley nació el 30 de agosto de 1797 del fruto de la unión de la pareja de pensadores más radicales de la Ilustración inglesa. Su padre, William Godwin era autor de novelas de tradición gótica como St. Leon y Caleb Williams y escritor de ensayos como el titulado Political Justice, donde exponía una visión utópica de la sociedad basada en principios revolucionarios; partidario de la Ilustración y precursor del movimiento romanticista inglés, que proponía en sus escritos el ateísmo, el anarquismo y la libertad personal. Su madre, Mary Wollstonecraft Godwin, buscaba la igualdad entre hombres y mujeres en la educación, el trabajo y la política. Con ese fin había escrito dos libros clave en el posterior movimiento feminista: Thoughts on the Education of Daughters (1787) y Vindicación de los derechos de la mujer (1792)

Mary Wollstonecraft murió a los diez días de dar a luz a Mary a causa de fiebres puerperales. Mary y su medio hermana Fanny, la hija que Mary Wollstonecraft había tenido de una anterior relación en París, quedaron a cargo de William Godwin. Pasado un año, su padre se volvió a casar, esta vez con una vecina suya viuda y con dos hijos llamada Jane Clairmont. Mary y ella nunca se llevaron bien y la relación entre ambas fue cada vez más difícil con lo que Mary mitigó la soledad de su infancia consagrándose a idolatrar la figura de su madre muerta.

   

A pesar de los principios radicales de su padres, Mary nunca estuvo escolarizada y aprendió a leer y a escribir en su propia casa, mediante el método compuesto por su madre llamado Ten Lessons e impartido por Louisa Jones. Desde niña su prodigiosa imaginación fue estimulada por las ideas y las aspiraciones de Godwin y de los intelectuales que frecuentaban su casa. Además de estos estudios Mary tenía acceso a la magnífica biblioteca de su padre y a las conversaciones que éste mantenía con visitantes ilustres como Wordsworth, Coleridge, Lamb, etc. En una de aquellas veladas y cuando sólo contaba con ocho años escuchó en boca del propio Samuel Taylor Coleridge recitar La balada del viejo marinero. Aquel poema que nunca olvido contribuyó a estimular su imaginación y a reforzar su inclinación por la ensoñación.


            En 1812, de regreso de un viaje a Escocia, conoce a Percy Bysshe Shelley durante una cena celebrada en casa de Godwin, a la que el poeta había acudido acompañado de su esposa, Harriet Westbrook. Poco tiempo antes había escrito una carta de presentación al padre de Mary en el que se reconocía como discípulo del filósofo.

A la edad de diecisiete años, en primavera, regresó de una estancia de dos años en Escocia para descubrir al apuesto y joven poeta Percy Shelley como huésped en su casa. Le pareció gentil y lleno de talento, y deseó desesperadamente llamar su atención. Shelley frecuentaba a diario la casa de los Godwin y acompañaba a Mary en sus paseos a la tumba de Mary Wollstonecraft, donde se declararon amor mutuo. El padre de la escritora al conocer la noticia de sus amoríos se opone a ellos.

En el año 1824 huyen los dos de la casa paterna llevándose con ellos a Jane (Claire) Clairmont, hermanastra de Mary. Viajaron por Francia, Suiza, Alemania y Holanda, hasta que problemas económicos les obligaron a regresar a Inglaterra al mes siguiente. Durante el viaje, con la presencia estimulante de Shelley, Mary se afirmó en su decisión de emprender la carrera literaria. El diario que escribió durante aquellos días sirvió de base para su History of A Six Weeks Tour Through a part of France, Switzerland, Germany and Holland, with Letters descriptive of a Sail round the Lake of Geneva, and of the Glacier of Chamouni. Las descripciones del paisaje contenidas en el libro son la percepción de un espectador de la naturaleza construida con las categorías estéticas de lo sublime, lo bello y lo pintoresco.

            Mary está de vuelta en Londres en septiembre, y durante el invierno queda embarazada; en ese tiempo Jane/Claire y Percy se hacen amantes. A cambio Percy animó a su amigo Thomas Hogg a hacer el amor con Mary y a ésta a que aceptase los cuidados de su amigo durante el embarazo, ya que él estaba ocupado en la otra relación, cosa que desagradaba a Mary profundamente. La primera hija de Shelley nació prematuramente y sólo consiguió sobrevivir hasta el mes siguiente, hecho que afectó mucho a la madre, conduciéndola a una depresión anímica. Jane, que adoptó el nombre más poético de Claire, se vio finalmente obligada a dejar la relación amorosa con Percy y a emprender la búsqueda de un nuevo poeta; lo encontró en el más famoso de aquellos días: Lord Byron, quien en 1816 viaja a Suiza. Claire convence a la pareja para que la acompañen en su viaje a Ginebra, donde se reunirían con Byron. En junio los Shelley se instalan en una casa situada en las orillas del lago de Ginebra, cerca de la casa donde viven Byron, su médico Polidory y sus criados. Los dos poetas se hacen amigos inmediatamente.   

Durante la noche del 16 de junio de 1817 Mary cuenta, en su introducción a la novela, que el origen Frankestein, fue una pesadilla que tuvo durante su estancia en la villa junto al lago de Ginebra.

"En el verano de 1816 visitamos Suiza y nos convertimos en vecinos de Lord Byron. (...) Pero resultó ser un verano húmedo y desagradable, la lluvia incesante nos impedía con frecuencia salir de casa. Unos volúmenes de historias de fantasmas, traducidos del alemán al francés, cayeron en nuestras manos. (...) No he vuelto a leer aquellas historias desde entonces, pero permanecen frescas en mi mente, como si las hubiese leído ayer.

"Cada uno de nosotros escribirá una historia de fantasmas", dijo Lord Byron, y su propuesta fue aceptada. Éramos cuatro. (...) Yo me urgí a mí misma a pensar una historia, una historia que pudiese rivalizar con las que nos habían arrastrado a aquella empresa. Una historia que hablase de los misteriosos temores de la naturaleza y que despertase el más intenso de los terrores, una historia que creara en el lector miedo a mirar a su alrededor, que helase la sangre y acelerase los latidos del corazón. Si no conseguía todas esas cosas mi historia de fantasmas demostraría ser indigna de ese nombre. Pensé y reflexioné, en vano. (...) ¿Has pensado ya una historia?, me preguntaban cada mañana, y cada mañana me veía forzada a replicar con una mortificante negativa. La invención, debe admitirse humildemente, no consiste en crear desde el vació, sino desde el caos (...). La invención consiste en la capacidad de atrapar las posibilidades de un tema y en el poder de moldear y dar forma a las ideas que sugiere.

Muchas y largas fueron las conversaciones entre Lord Byron y Shelley, a las que yo asistía como una devota pero, casi siempre, silenciosa oyente. Durante una de esas conversaciones, se discutieron varias doctrinas filosóficas y, entre ellas, las referidas a la naturaleza del principio de la vida, y también la posibilidad de que dicho principio llegara a ser algún día descubierto y divulgado. Hablaron de los experimentos del doctor Darwin (...).

Cuando apoyé la cabeza sobre la almohada no pude dormir, tampoco podría asegurar que estuviese pensando. Mi imaginación, sin yo requerirlo, me poseyó y me guió, dotando a las imágenes que surgían en mi mente de una intensidad que estaba más allá de las fronteras del sueño. Vi - con los ojos cerrados, pero a través de una aguda visión mental -, vi al pálido estudiante de artes diabólicas arrodillado al lado de aquella cosa que había conseguido juntar. Vi el horrendo fantasma de un hombre yacente, y entonces, bajo el poder de una enorme fuerza, aquello dio señales de vida y se agitó con un torpe, casi vital, movimiento. Era espantoso (...).

La idea había tomado posesión de mi mente de tal manera que el miedo recorría todo mi cuerpo como un escalofrío y traté de cambiar las fantasmales imágenes de mi fantasía por la realidad que me circundaba. (...) Al día siguiente anuncié que había pensado una historia."

(Fragmentos tomados del libro de Spark, Muriel (1997): Mary Shelley. Barcelona, Lumen)


Frankestein se publicó en 1818, aunque en un principio anónimamente, constituyendo todo un éxito, que se vio ampliado, cuanto que en 1823 ya se habían realizado seis ediciones de la novela.

Mary vivió una existencia trashumante con su marido, Francia, Suiza, Inglaterra, Alemania, Holanda, Italia, quedando embarazada varias veces pero de cuantos hijos tuvo, sólo uno sobrevivió, Percy-Florence. Todos estos decesos -su nacimiento lo presidió el óbito materno-, y luego una temprana viudez, le crearon el trauma de que era incapaz de retener la vida de las personas queridas, de que ella misma era un símbolo de esterilidad y muerte, esto, unido a que con anterioridad su librepensador padre actuó como el más conservador de los hombres en cuanto su hija se fugó con un casado, le amargaron bastante la existencia abismándola en reflexiones de índole metafísica que dejaron honda huella en su literatura.

Con diecinueve años soportó el suicidio de su media hermana Fanny. En 1819 murió de paludismo su hijo William, a la edad de tres años, y en ese mismo año nació el único hijo de sus hijos que sobrevivió: Percy Florence. Tres años más tarde, en 1922, murió su marido, ahogado en el Livorno, Italia, en medio de una tormenta. Al año siguiente de la muerte del poeta, Mary regresó junto a su hijo a Inglaterra. Viuda, sin dinero y con la responsabilidad de criar al único hijo que le quedaba, se vio en la necesidad de luchar contra los castigos de la sociedad victoriana, que no le perdonó su forma de ser ni su relación "indecente" con Shelley. Su hijo Florence fue quien constituyó su apoyo emocional durante el resto de su vida. Para mantener a su hijo escribió artículos por encargo, entre los que se cuentan biografías y ensayos sobre escritores de Italia, España, Francia y Portugal, como Petrarca, Boccaccio, Maquiavelo, Cervantes, Lope de Vega, Calderón, Montaigne, Rabelais, Corneille, Rochefoucauld, Molière, Pascal, Racine, Voltaire, Rousseau, Condorcet. A pesar de las penurias económicas y la mala salud se dedicó, además, a editar las obras de Percy Shelley.

Después de Frankenstein escribió y publicó con desigual suerte otras dos novelas góticas: Valperga (1823) y El último hombre (1826), historia que narra la decadencia de la humanidad, situada a fines del siglo XXI. The Fortunes of Pekin Warbeck (1830) y Falkner (1837) son novelas históricas. Mathilda (1819), historia del amor incestuoso de un padre por su hija, no apareció hasta 1959.También escribió dos relatos cortos, uno de fantasía, Transformación, y el otro El mortal inmortal, en el que habla de los inconvenientes de una vida humana eterna, y que luego ha dado origen a muchas secuelas. Se adentró en la novela histórica con The fortunes of Perkin Warbeck y Falkner.

Mary Shelley no se volvió a casar nunca más, ni se le conocen amoríos pese a que no faltaron ilustres aspirantes a su mano entre los que destaca el famoso novelista Washington Irving; vivió consagrada a su trabajo, y a su escasa familia falleciendo  en 1851.Esta enterrada en el cementerio de San Pedro, en Bournemouth, entre los restos de su padre y de su madre.