Eisenstein en Guantajo: una fantasía inspirada en hechos reales
Por Eduardo Nabal
La película Eisenstein en Guanajuato, del británico
y controvertido Peter Greenaway, a pesar
de las chirriantes piruetas y algunos molestos excesos característicos de su
realizador, supone un atrevido acercamiento a la personalidad y, en particular,
a la bisexualidad del gran cronista cinematográfico de los albores de
Revolución Rusa desde sus héroes y sus grandes episodios (El acorazado Potenkin), hasta su progresiva decadencia, marcada por
la llegada al poder de Stalin, con la consabida represión o exilio de
intelectuales críticos o disidentes. Ese joven tímido y, posteriormente,
director de personalidad arrolladora que inventó el montaje dialéctico o “de
atracciones” convirtió en imágenes para el recuerdo algunos de los sueños de
Lenin y en estatua brillante al héroe revolucionario, firme, inmaculado,
impenetrable, dotándolo de un aplomo y una
belleza particulares, una entidad visual sin precedentes, cronista
incansable de sublevaciones y revueltas.
El realizador de Conspiración
de mujeres o The pillow book,
barroco, desbocado, escatológico, irreverente, en ocasiones cosmético,
esteticista y algo exuberante, se centra en su estancia en México en los años
treinta, donde, huyendo de la codicia de Hollywood y temiendo también la
inminente implantación del estalinismo en su país de origen, rueda sin lograr
acabarla ¡Que viva México!, una obra maestra inconclusa y mutilada sobre la insurrección del pueblo mexicano
frente a la violencia del gobierno del momento, el caciquismo de los
terratenientes, las oligarquías financieras y el ejército al servicio del poder
y contra los campesinos.
Una historia que retomara al estilo de Hollywood Elia Kazan en su Viva Zapata, mejor por sus intenciones
que por sus logros finales. Pero el realizador de El vientre del arquitecto se aproxima sin pudor y con cierta
lubricidad a los amores entonces “prohibidos” del realizador de Iván el terrible, mostrándonos un
Einsestein enloquecido, equívoco, debatiéndose entre sus ideas sobre el hombre,
el cambio social y sus inagotables fantasías homoeróticas, así como entre desbordadas
disquisiciones filosóficas que le conducen a un ‘Eros y Tanatos’, dadas en
clave de cine británico de qualité y que cristalizan en un México a la vez
irreal y caleidoscópico, histórico e histérico, no exento de ecos buñuelianos.
En lo sanguinolento y lo artificial, en lo anal y lo
funeral, entre la historia y la metaficción, entre la parodia, la fábula
especulativa y el homenaje, Eisenstein en
Guanajuato no es un filme histórico, sino una fantasía sobre una vida en un
país en un momento de la historia. Tal
vez el realizador se haya pasado de la raya, como afirmarán algunos, pero es precisamente en ese delirante
coqueteo con el surrealismo de corte jarmaniano donde reside el irreverente encanto de esta deliciosa,
subyugante y sexualmente frugal aproximación a un Einsestein parcialmente
“falso”, que vive su despertar sensual sin límites en un México rodeado de
gente como Diego Rivera, Malcom Lowry, Frida Kahlo, su fiel cameraman Eduard
Tissé o aquellos que lo quieren hacer volver a una Rusia cada vez menos
acogedora para los talentos desbocados y las personalidades excéntricas y de
ambición creativa desmedida. Einsestein, tímido y atormentado, nunca fue así,
pero estamos ante una fantasía a partir de los resquicios ocultos de la
historia, de sus claroscuros y medias verdades, convertidos por el realizador
británico en momentos de cine puro, no exento de ráfagas literarias desbocadas
sobre la vida, la revolución, el sexo, el amor y la muerte.
Como desbocado es el cuerpo imperfecto pero, en
muchas secuencias, desnudo y sediento de sexo, carne y sudor de este cineasta
atormentado y genial que hoy es conocido por poner imágenes al mejor momento de
la Revolución Rusa desde La huelga, El acorazado Potenkin o la colosal Octubre, y cuyo paso por México fue
cinematográficamente incompleto, pero, según Grenaway, deslumbrante para los
sentidos, relevador para su extraña personalidad desdoblada y lleno de imágenes
perturbadoras. Imágenes que mezclan la pesadilla de la muerte, el fin de la
juventud, el temor íntimo al cambio y el fin de un trayecto, el despertar de
las sexualidades reprimidas y el deseo inútil del anonimato, la huida o la
fama.
Eisenstein nunca negó la influencia de Freud y el
cine surrealista en su obra pero Greenaway ha superado cualquier expectativa
sobre la puesta en imágenes de sus fantasmas y sus fantasías. Fantasmas
privados y sociales que están en el eje de este tan suculento como atípico,
desbocado y osado biopic, fuera de la norma, las normas y la época.
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