Podría decirse
que a simple vista Raúl Portero es un pasota. Desde que publicó su primera
novela, ha mantenido un perfil bajo porque, admite, le aburren las redes
sociales e incluso le ponen de muy mal humor. Grímsey, su debut en el
largometraje, es la primera película española rodada en Islandia. Acaba de
llegar del Atlántida Film Festival donde ha sido uno de los seis guionistas
seleccionados para el Mallorca Talent Lab con su guión “La canción pop”, que
también pasará por el BAM y cuyo rodaje está previsto para verano del año que
viene.
-Una pregunta inevitable es si tu primera película
“Grímsey” tiene o no rasgos autobiográficos. Ya que cuenta la historia de la
ruptura entre una pareja de dos chicos aunque el escenario escogido sean los
rincones de Islandia con toda su belleza.
La película es mi
primera historia con tintes o rasgos marcadamente no autobiográficos. En
literatura, cuando escribo una novela, sí me vuelvo más reflexivo y
autobiográfico; en este caso “La canción pop” (Editorial Dos bigotes, 2017) era
una novela de marcado carácter autobiográfico, fue un ejercicio literario a
veces muy difícil porque era mirar por una ventana un tanto inquietante para
mí. En las películas, no.
-¿Cómo llevaste lo de dirigir a dúo?
Dirigir entre dos
es como hacer un viaje, siempre te conoces un poco más cada vez que vuelves.
También pasa cuando diriges. Yo hice ambas cosa a la vez. Creo que dos personas
sí pueden escribir una película juntos; de hecho, un guión funciona mejor
cuando se escribe con dos cabezas pensantes. Pero no estoy tan seguro de que
eso funcione en una película. De momento no tengo pensado repetir la
experiencia, pero “Grímsey” surgió como idea para ser dirigida entre dos
personas así que si en un futuro se me pasa por la cabeza una historia que
requiera una co-dirección, pues lo haré.
En este sentido tú personaje es más agradecido que el
del protagonista.
Bueno, los
personajes se encuentran en dos momentos distintos, no creo que uno sea más
agradecido que el otro. Bruno acaba de llegar a Islandia y no comprende la
situación en la que está metido, está bloqueado, desbordado por una situación y
un paisaje; para Arnau la llegada de Bruno y el viaje para buscar a Norberto es
un soplo de aire fresco, él está en Reykjavík la mar de a gusto pero es una
ciudad pequeña y aburrida. El personaje de Richard es una persona en otro
momento vital, en otra situación completamente diferentes y mucho más complejo.
¿Fue un rodaje fácil?
Sobre todo fue
atípico y emocionante porque se filmó en 11 días, casi sin tiempo para repetir
tomas, con un equipo de cinco personas -que además también actuaba; vamos, la
película está rodada por la misma gente que aparece en la pantalla- y no
parábamos de movernos por Islandia. Grímsey
en parte nace de una ingenuidad muy grande por nuestra parte y aunque no me
importa filmar una película de presupuesto cero, eran demasiado localizaciones,
muchas horas en la carretera y muy pocos días. Era como un Gran Hermano. Hubo
muy buenos momentos pero las batallitas en el rodaje no creo que le importen a
nadie.
-El paisaje es crucial para dar sentido a los
sentimientos y emociones escondidas o no de los personajes. Es una película muy
visual pero también tiene esa voz en off de los mensajes en los móviles. ¿Cómo
fue rodar en tantos escenarios y como influyó en ello los senderos que va
tomando esta historia de una separación y un encuentro, una búsqueda y una
aceptación de la soledad?
No teníamos un guión cerrado, en
tanto que es imposible ir a rodar una película de bajo presupuesto a Islandia;
el principal problema eran las condiciones climatológicas. Literalmente no
sabíamos qué tiempo iba a hacer al rodar la escena, y el paisaje islandés es
muy afectivo, lo queríamos casi como un personaje más de la película. Muchas de
las reacciones de Richard y esa tristeza suya en la película se debían a que el
paisaje le afectaba en el momento, a veces es fácil sentirse muy pequeño en
mitad de la nada. Era un buen soporte emocional y Richard tenía que ser muy
rápido: no sólo estaba dirigiendo una película, sino que al mismo tiempo que
actuaba también la estaba reescribiendo a tenor de lo que se encontraba delante
por primera vez en su vida y ese es un trabajo muy difícil. La verdad es que yo
no habría podido. Yo tenía algo de ventaja porque ya había estado antes en
Islandia y sabía lo que había, pero él no. Y creo que eso ayuda mucho a
entender la película.