jueves, 15 de octubre de 2015

MANO IZQUIERDA

A golpes homófobos en el nuevo Cádiz gay friendly


Por José García




El despertar del otoño en Cádiz nos ha hecho desayunar con una nueva agresión homófoba de la que poco ha trascendido, salvo los datos aportados por el atestado policial, en los medios de comunicación tradicionales. Casi todo lo que sabemos del caso ha debido conocerse, como ocurre casi siempre, a través de redes sociales y medios alternativos. Hay noticias sobre delitos de odio que no trascienden las fronteras del simple comentario entre la gente de una localidad. Y este caso es un ejemplo preclaro de esta situación.


Al parecer, se trataba de dos chicos extranjeros que intentaron detener una agresión machista (otra forma de odio con sólidos fundamentos ideológicos) en los alrededores de la calle Ancha, en pleno casco histórico de la ciudad, y que por así proceder acabaron vapuleados y escarnecidos al consabido grito de “maricón, te voy a enseñar lo que es un macho”.

Nunca he sido amigo de detenerme en la casuística de la homofobia, puesto que todos los análisis que se acogen a este punto de partida (el que adopta sistemáticamente el todopoderoso Diario de Cádiz y otros voceros de lo castizo) pretenden presentar el episodio como un problema particular y aislado, que en nada guarda relación con las singularidades socioculturales del espacio geográfico donde acontecen. Un problema que, en todo caso, es el problema de las víctimas, nunca del agresor y mucho menos de las instituciones, la sociedad o la oligarquía que a golpe de vara lleva gobernando esta ciudad durante décadas. Sin que se pueda albergar la esperanza de que ninguna renovación política en los órganos de gobierno del municipio tenga la capacidad (ni los apoyos necesarios) para dar la vuelta a este estado de cosas.

Precisamente, una persona muy cercana al nuevo equipo de gobierno municipal me comentaba hace unos días el propósito del Consistorio de adherir a Cádiz a la ‘Red de Ciudades Gay Friendly’. Me pregunté rápidamente en qué consistiría esta iniciativa, en qué políticas se concretaría, si es que se concreta en alguna, o si tal vez no se trate más que de una nueva patraña de los ideólogos de la mercadotecnia rosa para que hombres gays de las clases medias profesionales vengan a gastar sus cuartos a una ciudad devastada por el paro y el despilfarro público. Luego, claro está, habría que advertirles de la posibilidad de que alguno de los exaltados neomachistas  que pululan últimamente por sus calles les  atice una paliza de muerte en cualquier bocacalle de su dieciochesca trama urbana.

Sin embargo, nada de esto debería resultar paradójico. Al fin y al cabo, estamos en la ciudad donde la misma semana que el obispo Zornoza negaba la participación en el sacramento del bautismo a un transexual creyente de La Isla, esgrimiendo toda una serie de juicios y valoraciones sobre el estilo de vida homo-lesbo-trans, el ‘alcalde del cambio’ rendía cuentas ante el poder cofrade acudiendo, en virtud de su cargo institucional, a recoger la medalla del Nazareno. La misma ciudad donde Pemán, que tan buenas recompensas obtuvo de la dictadura por su colaboración, descansa rodeado de honores en la cripta de la catedral, mientras los restos de las víctimas del franquismo, entre los que muy probablemente habría personas lgtbq, continúan arrumbados en alguna de las numerosas fosas comunes que aún hoy, casi ochenta años después, permanecen inviolables en el antiguo Cementerio de San José. Un terreno baldío y sin uso en el centro de la ciudad nueva que muchos quisieran mantener como símbolo insepulto de aquella Santa Cruzada. Quizás los mismos que educaron a los cabestros que el otro día magullaron el ojo a aquellos guiris ilusos que creyeron haber arribado a la beautiful and gay friendly  Cádiz.  

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