domingo, 17 de junio de 2018

VIOLENCIA HOMÓFOBA EN BURGOS. MIEDO A DENUNCIAR


 
 
 
 
Dos jóvenes burgaleses son increpados y asaltados durante las fiestas del Curpillos. La violencia homófoba hace su aparición en las calles de Burgos y se disparan unas alarmas que debieron existir hace mucho tiempo. Pero lo que más llama la atención es el miedo a denunciar de los dos muchachos que reconocen el ocultamiento sintomático todavía en el seno de la ciudad del colectivo LGTB. Esto es sintomático de una enfermedad social que sigue, aún hoy, instalada en suelo burgalés en los que se impone la vergüenza ante la diversidad sexual. Adrián y Pablo, de 16 y 18 años de edad, insultados y humillados por mostrar su afecto en público no quieren darle más repercusión al hecho y el periódico Local sigue utilizando palabros como “tolerancia” sin aludir a la homofobia social y a un tipo de invisibilidad que favorece la impunidad de la violencia contra las personas no heterosexuales, real o simbólica. No es nuevo que en parques y zonas de ocio de Burgos se instale el miedo a mostrarse tal y como se es y que como ha ocurrido en el caso de Adrián y Pablo el odio por homofobia campe a sus anchas e incluso haya quien haga la vista gorda ante sucesos aún más graves. Aún hoy la sociedad burgalesa, a pesar de los avances en todo el estado, sigue muy en mantillas en cuanto al reconocimiento pleno de la diversidad y las palabras de los ediles suenan un poco vacuas y tardías cuando sigue sin reconocerse el 28 de Junio como Dia de Reivindicación y sin ponerse a disposición de la gente más vulnerable a este tipo de violencia los dispositivos necesarios para superar y afrontar no solo a los violentos sino también ese miedo social a denunciar o ser señalados. El consistorio que ahora se lleva las manos a la cabeza no ha hecho nada por habilitar espacios lúdicos para gente LGTB ni información o campañas específicas sobre sus derechos y libertades.  Asignatura pendiente.

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