"Tenemos un cine impuesto por la televisión, que es su principal fuente de financiación y que ha convertido lo que era un arte en una industria, donde predomina el montaje de la la transparencia"
Por Eduardo Nabal
El cineasta francés Rémi Lange se dio a conocer rodando diarios videográficos y ya ha producido más de quince películas. Realizador no del todo comprendido por las distribuidoras de su país, aborda con su técnica innovadora y su producción independiente cuestiones que siempre han sido periféricas para los intereses de la industria audiovisual europea.
EDUARDO NABAL.- Rémi Lange es un realizador independiente con mucho que contar. Tu último trabajo estrenado fue Le chanteur. Sin embargo, en ocasiones, salvo por tu filme Tarik el Hob , eres mal conocido fuera de tu país, por cuestiones de distribución, aunque tu cine libre e innovador ha abordado temas como las sexualidades no normativas, la discapacidad, la diversisdad racial y el transgenerismo. Además, En Tarik el Hob lanzas una mirada renovada al tema del colectivo LGTB en Marruecos aunque parece que el presente de aquel en el país no es muy esperanzador.
RÉMI LANGE.- No soy un especialista en el tema de la sexualidad en el Magreb, pero no creo que Marruecos haya retrocedido… Cuando filmé allí Tarik el hob, en el año 1999 (última parte de la película), la situación de los homosexuales marroquíes era mucho peor… Hoy en día hay bares y discotecas en Casablanca (y tampoco lo conozco mucho) en los que se sabe que se favorecen los encuentros homosexuales… Desde 1999, Mohamed VI ha aportado nuevos aires de liberación a su país. Algunos rotativos han comenzado a hablar sobre homosexualidad… Por otra parte, también ha habido la revolución de Abdellah Taïa, que es el primer escritor marroquí que ha salido del armario y que ha realizado una película muy conmovedora sobre su vida de joven homosexual, L'armée du salut.. El nacimiento de Facebook también ha permitido a los homosexuales marroquíes reencontrarse en su propio país. Dicho esto, la homosexualidad sigue estando prohibida, aunque las relaciones entre hombres existan siempre en todas partes, en toda ciudad o pueblo, y en cualquier momento: la separación de los sexos, la dificultad de acercarse a una chica antes del matrimonio también favorecen tanto como antes las relaciones homosexuales.
E.N.- ¿Te consideras un cineasta demasiado personal como para ser totalmente político, o no separas ambos términos en la mirada incoclasta de tus filmes, que también son diarios y notas sobre tus experiencias vitales, sin renunciar a una dimensión ‘kitch’ o ‘camp’?
R.L.- Mi cine no siempre es personal y político. Mis dos primeras películas, Omelette y Les yeux brouillés, eran personales y políticas. Filmaba mi vida y a la vez que entregaba una historia profundamente singular, intentaba tocar lo universal, hacer que el mundo cambiara: sí que había un objetivo militante y político. Mis otras películas no son personales. pero mantienen un fondo ‘político’. Con cada una intento sacudir algún tabú, mover a la gente, romper fronteras, plantear un problema de la sociedad: la sexualidad de los minusválidos en Devotee, la intolerancia frente a cuerpos diferentes en Mes parents, etcétera. Pero seguramente te estás refiriendo a Statross le magnifique, que tomó la forma de una película muda mientras trataba un tema muy contemporáneo y que mostraba escenas que nunca antes se habían visto en la época del cine mudo, por ejemplo, una escena de masturbación… Si hay que romper fronteras entre la gente, para que haya más humanidad en este mundo de bestias, también hay que romper fronteras entre los géneros, ya sean estos sexuales o cinematográficos… En cuanto a la forma de mis películas, siempre intento encontrar una nueva poesía que sacuda nuestra manera de ver el mundo y que proponga algo más que un cine narrativo académico, impuesto por la televisión y que es la principal fuente de financiación del cine, que ha dejado de ser un arte para convertirse en una industria, en la que predomina un montaje de la ‘transparencia’... Mis dos primeras películas eran mezclas de cine narrativo clásico y de diarios íntimos experimentales… El largometraje Le chanteur es una mezcla a la manera de Dancer in the dark, entre el cine directo, ‘en bruto’, ‘documental’ y la comedia musical clásica... Sin embargo, siempre pienso en los espectadores, en la salida de la película, y de ningún modo quiero hacer cine elitista que sólo se dirija a una parte de la población… Puesto que al parecer mi cine no se considera ‘para todos los públicos’, debido a los asuntos que trato (a menudo ligados a la homosexualidad), si encima lo complico eligiendo un lenguaje cinematográfico que el espectador rechace, o que rechace su manera de ver las películas, entonces me voy a aislar del otro y eso es algo que no deseo, ni en mi vida personal ni en la comunicación que yo pueda obtener con desconocidos a través de la difusión de una de mis películas…
E.N.- Como describirías el rodaje de un film como Devotee, un trabajo valiente que aborda el amor y la sexualidad entre personas con diversidad funcional ¿Te diviertes durante los rodajes, o hay momentos en los que surge el miedo o el pudor ante los nuevos desafíos ?
R.L.- En general, suelo divertirme siempre con mis actores, ya sean profesionales o no, o formen parte de mi familia, de mi círculo de seres queridos o no… Algunas secuencias les cuesta mucho filmarlas a mis actores. Estoy pensando especialmente en la escena en que Guillaume (el ‘devoto’ de la película) lame los muñones de las piernas a Hervé Chenais en Devotee, la escena en la que Annie Alba es violada en Mes parents... ¡Las secuencias que parecen más horribles en pantalla a menudo son las que durante el rodaje nos han procurado más momentos de risa! Incluso si algunas de las escenas son difíciles de rodar para los actores, siempre intento que nos divirtamos mientras trabajamos… ¡Y siempre digo que echar a perder una escena vale la pena porque los actores se parten de risa! A mí también me pasa… En mi última película, Le chanteur, rodé una escena en la cual le pedí a Philippe Barassat, que él mismo decidiera qué haría su personaje… Antes de rodarla ni yo ni el actor principal Thomas Polly, teníamos ni idea de lo que iba a hacer… Y resulta que se inventó una escena inaudita que me hizo partirme de risa mientras estaba rodando… Al reírme se movió la cámara y ¡yo mismo me cargué la toma! Siempre hay que combinar lo agradable a lo útil… Así que, ¡sí, hacer una película tiene que ser un placer y no un sufrimiento para todos los que en ella participan!
E.N.- ¿Qué es lo que te diferencia de otros de tus compañeros de generación más conocidos, como Ozon, Dolan, Baier, Honoré, y cómo ves el inquietante avance de la extrema derecha en Francia?
R.L.- La única diferencia entre Ozon, Honoré, Dolan, Baier y yo es que ellos tienen la suerte de que sus películas sean producidas en condiciones normales; tienen productores que los siguen, que buscan financiación para sus creaciones. De entre esos directores Honoré es mi preferido y del que más cercano me siento, me encanta Les chansons d'amour, y como le he conocido en persona, puedo decirle que es un chico muy generoso y encantador, igual que Yann Gonzales, nada altivo (como otros cineastas gays parisinos), y pueden vivir de su arte, lo cual no es mi caso pues para poder comer no me queda más remedio que tener otro trabajo: desde hace 10 años me dedico a editar DVD. Estoy marginado en el cine gay francófono y en el cine parisino: llevo la etiqueta de cineasta de documentales un poco experimentales que sólo sabe filmar diarios, cuando desde el año 1999 no hago otra cosa que ficciones. Pero como las ficciones sólo han salido en DVD y se han difundido por televisión (Canal plus o Pink TV), es como si no existieran ni para el CNC (Centro Nacional del Cine), ni para los profesionales de la industria, ni para los periodistas..
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