jueves, 4 de enero de 2018

CALL ME BAY YOUR NAME Y LA POLÉMICA SERVIDA

 
 
 
 
 
 
“Call me by your name” ha causado cierta conmoción y también ha levantado una notable polémica. Tras sus deslumbrantes imágenes y su arrebatadora historia de amor muchos han visto, no sin sus motivos, más de lo mismo. Otros hemos apreciado que por primera vez Luca Guadanino ha sabido guardar las formas y estar a la altura estética de lo que cuenta sin los aspavientos grandilocuentes de sus anteriores filmes y tomándose su tiempo para contar el efecto devastador del amor, el primer gran amor de Elio con Oliver. Otros han visto que el filme, a pesar de sus avances en sensualidad sobre otros filmes “mainstream”, no reflejaba para nada una adolescencia gay sino un despertar amoroso deja vu más propio de James Ivory o del cine de los ochenta que de un cine que ha pasado por las mimbres del activismo, la reinvención de la mirada y la ruptura de los modelos ejemplarizantes. Los dos epílogos, incluyendo el “discusito” del padre  judío, han causado cierta irritación en algunos cinéfilos así como las muchas omisiones del filme a las circunstancias en las que se desarrolla la trama así como sus traiciones, algo pacatas y acomodaticias, a la novela original de André Aciman, que confieso no haber leído.
 
 
 
Aún así, y no sin posibilidad de replantearme en un futuro lo que escribo como me ha ocurrido con filmes de gran impacto popular como “Brokeback mountain”, saldré en defensa del filme de Guadanino, un realizador atacado por su amaneramiento audiovisual en filmes como “Yo soy el amor” donde emulaba a cineastas como Visconti sin serlo, donde caía en la desmesura y el esteticismo y donde abordaba con mayor tremendismo la vida interior de grandes núcleos familiares o semifamiliares en el seno de la Italia cercana o contemporánea, valiéndose de lujosos escenarios  y bellos paisajes.
 
 

 
 

“Call me by your name” es también, aunque menos, un filme ambicioso, con
 
una brillante fotografía y un no menos brillante uso del tiempo y  el

 espacio,        los personajes y su evolución en los escenarios.
 
Un relato que se toma su tiempo para enseñar todas sus cartas que no cuenta
 
 nada nuevo pero que lo hace de tal forma que logra que un simple romance
 
de verano se convierta en una herida luminosa que pasa de la pantalla al
 
espectador con una fuerza indiscutible aunque tal vez sin, por ello, reflejar
 
 toda la complejidad de la experiencia y los vericuetos de una adolescencia
 
queer. En este sentido, es posible, que “Call me by your name”, sin ninguna
 
reflexión sobre la homofobia, sea un filme superfluo, levemente relamido y
 
 hasta mentiroso. Pero no hay reflexión sobre la homofobia? En este punto es donde Guadanino  juega mejor sus cartas ya que el aparentemente bisexual Elio verá su vida  transformada por su romance con otro hombre algo mayor que él, un romance
 
 maneja de manera harto obtusa. Algo así como el adolescente que hace todo
 
tipo de piruetas para llamar la atención del atractivo novio de su hermana o su
 
joven madre. Solo que en el elegante filme de Guadanino, rodeado de gentes
 
cultas y hermosos paisajes, además lo consigue. La fuerza de este romance
 
está en su carácter pasajero, en su final no infeliz sino temporal, por lo que se
 
hacen algo molestos sus epílogos cuando el realizador ya ha conseguido el
 
viaje al corazón devastado de sus personajes, subrayando lo evidente. Tal vez
 
 debamos tener la serenidad de valorar “Call me by your name” como un
 
sólido alegato contra la hipocresía en la era Trump y un paso adelante firme y
 
 contenido en la carrera de un realizador que parece haber pecado de un
 
exceso de pretensiones y que, en esta ocasión, logra dar vida y personalidad

 propia a un guión irregular y algo afectado
 
 
 



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