“Call me by your name” ha causado cierta conmoción y también ha levantado una notable polémica. Tras sus deslumbrantes imágenes y su arrebatadora historia de amor muchos han visto, no sin sus motivos, más de lo mismo. Otros hemos apreciado que por primera vez Luca Guadanino ha sabido guardar las formas y estar a la altura estética de lo que cuenta sin los aspavientos grandilocuentes de sus anteriores filmes y tomándose su tiempo para contar el efecto devastador del amor, el primer gran amor de Elio con Oliver. Otros han visto que el filme, a pesar de sus avances en sensualidad sobre otros filmes “mainstream”, no reflejaba para nada una adolescencia gay sino un despertar amoroso deja vu más propio de James Ivory o del cine de los ochenta que de un cine que ha pasado por las mimbres del activismo, la reinvención de la mirada y la ruptura de los modelos ejemplarizantes. Los dos epílogos, incluyendo el “discusito” del padre judío, han causado cierta irritación en algunos cinéfilos así como las muchas omisiones del filme a las circunstancias en las que se desarrolla la trama así como sus traiciones, algo pacatas y acomodaticias, a la novela original de André Aciman, que confieso no haber leído.
Aún así, y no sin posibilidad de replantearme en un futuro lo que escribo como me ha ocurrido con filmes de gran impacto popular como “Brokeback mountain”, saldré en defensa del filme de Guadanino, un realizador atacado por su amaneramiento audiovisual en filmes como “Yo soy el amor” donde emulaba a cineastas como Visconti sin serlo, donde caía en la desmesura y el esteticismo y donde abordaba con mayor tremendismo la vida interior de grandes núcleos familiares o semifamiliares en el seno de la Italia cercana o contemporánea, valiéndose de lujosos escenarios y bellos paisajes.
propia a un guión irregular y algo afectado
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