Uno siempre empieza por preguntarse quiénes no son deseados para inscribirlos en la lista de los indeseables. Se les pide que deletreen su nombre después de todo son nombres extranjeros, nombres desconocidos. Se les pide que se queden quietos, que no hagan preguntas [...]
Pero, por el contrario, sí podemos tener un país fortaleza, un país de códigos digitales, un país de oídos de palo, un país verdugo-trajeado, un país amablemente xenófobo, un país verdugo-trajeado, un país-campo. Un país que expulsa y tortura (pero discretamente); el país de los expulsados, los atropellos y del colonialismo mal dirigido, que un día ahogo a los extranjeros en el Sena y el otro día a los maleteros [... ]
Vamos a gastar cien millones de euros para apartar a los indeseables el año próximo. Lo cual es un precio justo a pagar [...]
Los términos que utilizamos dicen mucho: a los campos de "retención". Sufren una "expulsión"; terminología fecal que no engaña; el capitalismo no sólo no ha resuelto el problema de unos desechos sino que el estatus de desecho está alcanzando a aquello [...]
¿A dónde van los indeseables cuando desparecen de nuestra vida? [...]
Uno de los aspectos del estado de excepción, que es la regla para nosotros es la compatibilidad con el sistema que es objeto de una negociación permanente en la que debemos trabajar sin parar, que nuestra utilidad en el mercado de trabajo es una noción temporizada [...]
Les decimos "váyanse a casa" a personas que han perdido su hogar, a tal punto que tienen que buscarlo al otro lado del mundo. Les decimos "ya no las necesitamos" a personas que sí necesitan el trabajo que se les está negando.
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