jueves, 17 de noviembre de 2016

BIBLIOGRAFÍA POSPORNOGRÁFICA

Porno feminista

 

 

Por Eduardo Nabal


La traducción de la colección de los poliédricos ensayos recogidos en Porno feminista -edición a cargo de Tristán Taormino, Constance Penley, Celine Parrenas y Mireille-Young- desmitificando los tabués sociales contra la todavía llamada “industria del sexo”, ahora convertida en una suerte de fábricas diferentes, contribuye a arrojar algo de luz y voces subjetivas a algo de lo que como decía Foucault “se habla mucho”, incluso cuando no se habla: las sexualidades en el cine especializado, las sexualidades periféricas y sus representaciones visuales.

            Es cierto que hoy día el porno feminista sigue siendo minoritario, su función pedagógica limitada, pero no es sobre ellas sobre las que hay que hacer caer el ácido sulfúrico del tradicionalismo cerril y puritano, sino sobre una tradición que no se combate con censura sino, como decía hace poco en un debate la joven actriz y performer Amanda Miller, con una contrapartida de buena información que los adultos “no dan a los jóvenes”.

            Personalmente no es un género que me atraiga, aunque el discurso del post-porno me parece interesante porque rompe con la genitalidad como única fuente de placer, erotiza otras partes del cuerpo, incluye el transgenerismo, las corporalidades no normativas ni reglamentadas, consideradas “atractivas” o "canónicas" y hace visibles fantasías que lejos de multiplicarse, se desactivan al hacerse conscientes en el terreno del placer mutuo y consensuado. Este discurso aún hoy en día parece dificil de explicar a muchos jóvenes de izquierdas o, más aún, claro está, de derechas que todavía están saliendo por tradición de aquello de “irse de putas” y no entienden de tales sutilezas bajo ningún concepto.

            Tampoco el feminismo institucional o de la vieja escuela. No distingue entre la trata, la explotación, las mafias, la violencia y el verdadero trabajo sexual bajo la decisión, la autoafirmación y la seguridad, contribuyendo con su ignorancia- apoyada por un sector con cada vez mas fuerza de la derecha religiosa- a la estigmatización de las prostitutas como “malas mujeres” o “víctimas del patriarcado”. Victimas del patriarcado somos todos y todas, en mayor o menor medida. Una de sus manifestaciones es tratar a las mujeres como “menores de edad” a tutelar, que no pueden decidir sobre sus cuerpos (como en el caso del derecho al aborto) ni a pensar por sí solas. Las mujeres también buscan imágenes para excitarse, también las producen, hay cuerpos diferentes que tienen un espacio que ocupar, todo es nuevo en el mercado generalmente uniforme y estereotipado del porno y doblemente interesante.

            Por eso me interesa más lo que me cuente (en uno y otro sentido) una prostituta que cualquier otra persona. Incluso sus narrativas pornográficas deben ser vistas antes de ser descalificadas como otra apología de la violencia impúdica. Y de eso nos hablan las mujeres y algunos hombres en este libro donde, sin tapujos transfóbicos, se incluye en la categoría mujer también a aquellas a las que el médico de turno un día no nombró como tales.  Esa incapacidad cerril de oír a las mujeres o a los y las trabajadores/as del sexo es una manifestación mas del heteropatriarcado, paternalista y todopoderoso.

            Porno feminista es un libro desigual y variopinto que cuenta buenas y malas experiencias, actrices que se pasan a directoras, mujeres que buscan un modo de vida y otras una experiencia laboral o personal diferente. Desde la mordaz Susie Bright (una voz pionera en el feminismo sex-positive) a jóvenes afroamericanas reivindicando que en la nueva pornografía es necesario romper el concepto racista y heteropatriarcal del porno de consumo mayoritario. Una labor dificil pero puesta en marcha como cuentan con distintas voces, calidades, tonos y sensaciones este libro, de cine, sexo y vidas diversas encaminadas a generar nuevas representaciones.
 

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