lunes, 20 de febrero de 2017

LITERATURA COMPARADA

El jazz y el flamenco en Lorca y Tennesse Williams

 

Por Eduardo Nabal




El lamento del Sur. El grito de grupos que han permanecido al margen. Libertos, libertados, que han buscado senderos al margen o que han errado lejos de las cadenas de la sociedad y sus instituciones. Hoy no son desconocidas las conexiones entre el flamenco y el jazz y el flamenco. No soy experto en música, aunque sé que es posible que el flamenco llegue más lejos en su fraseado y el jazz esté hoy más depurado. También existe la fusión. 


Como es posible fusionar el universo poético de dramaturgos como Lorca y Tennessee Williams, cantando a los marginados del Sur. Lorca conoció el renacimiento del Harlem y a Lasto Hughes, esos lugares donde se hacía buen jazz. Ambos dramaturgos retrataron el efecto del paso del tiempo en sociedades que absorben y apartan. Ambos retrataron con viveza mujeres poderosas y no tan poderosas, complejos mundos quebradizos, maginados de toda índole, músicos errabundos, modernas brujas de Salem.., Ambos concibieron la fusión entre el teatro y la poesía, igual que otros (como Leonard Cohen) vieron la cercanía entre el jazz y el flamenco, entre Lorca y el retorno.

 Si el uno era de una buena familia granadina, dedicó su vida a la difusión cultural de izquierdas y fue asesinado por las tropas franquistas, en plena guerra civil española. El otro fue hijo de un vendedor de zapatos y una beldad sureña, nieto de un ministro de la Iglesia del Sur de EEUU, descendiente de gentes venidas a menos y abandonado en un hogar del que escapó para vivir y escribir en el norte desde Columbus, Mississippi, hasta sus éxitos en Broodway. 

Ambos aparecen marcados por una sensibilidad enfermiza, por una relación extraña no solo con ‘lo femenino’ como leit-motiv y modo de expresar un homoerotismo sublimado, sino también con esa parte del pueblo que no recogía “la historia” oficial y cuya música, el flamenco o el blues, era su modo de grito de rebeldía y canto de libertad. Los gitanos y los negros. Los compases que buscan la libertad lejos de los moldes clásicos, que no temen a la improvisación llegados a un punto en que los cánones de la belleza impiden la belleza, en el que lo poético se ve estorbado por las reglas mismas del juego escénico o musical. De la poesía a la pantomima, de la comedia al melodrama, del juego a la tragedia, de la danza a la  catarsis. Es de esa puesta en evidencia del lamento de los oprimidos o los marginados de donde surge la extraña belleza primigenia, hoy pervertida, de ambos cantos, de ambos lamentos del Sur, de dos retratistas universales de la condición humana en el siglo XX más convulso y contradictorio.
 

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