El jazz y el flamenco en Lorca y Tennesse Williams
Por Eduardo Nabal
El lamento del Sur. El grito de grupos
que han permanecido al margen. Libertos, libertados, que han buscado senderos
al margen o que han errado lejos de las cadenas de la sociedad y sus
instituciones. Hoy no son desconocidas las conexiones entre el flamenco y el
jazz y el flamenco. No soy experto en música, aunque sé que es posible que el
flamenco llegue más lejos en su fraseado y el jazz esté hoy más depurado.
También existe la fusión.
Como es posible fusionar el universo
poético de dramaturgos como Lorca y Tennessee Williams, cantando a los
marginados del Sur. Lorca conoció el renacimiento del Harlem y a Lasto Hughes,
esos lugares donde se hacía buen jazz. Ambos dramaturgos retrataron el efecto
del paso del tiempo en sociedades que absorben y apartan. Ambos retrataron con
viveza mujeres poderosas y no tan poderosas, complejos mundos quebradizos,
maginados de toda índole, músicos errabundos, modernas brujas de Salem.., Ambos
concibieron la fusión entre el teatro y la poesía, igual que otros (como
Leonard Cohen) vieron la cercanía entre el jazz y el flamenco, entre Lorca y el
retorno.
Si el uno era de una buena familia granadina,
dedicó su vida a la difusión cultural de izquierdas y fue asesinado por las
tropas franquistas, en plena guerra civil española. El otro fue hijo de un
vendedor de zapatos y una beldad sureña, nieto de un ministro de la Iglesia del
Sur de EEUU, descendiente de gentes venidas a menos y abandonado en un hogar
del que escapó para vivir y escribir en el norte desde Columbus, Mississippi,
hasta sus éxitos en Broodway.
Ambos aparecen marcados por una
sensibilidad enfermiza, por una relación extraña no solo con ‘lo femenino’ como
leit-motiv y modo de expresar un homoerotismo sublimado, sino también con esa
parte del pueblo que no recogía “la historia” oficial y cuya música, el
flamenco o el blues, era su modo de grito de rebeldía y canto de libertad. Los
gitanos y los negros. Los compases que buscan la libertad lejos de los moldes
clásicos, que no temen a la improvisación llegados a un punto en que los cánones
de la belleza impiden la belleza, en el que lo poético se ve estorbado por las
reglas mismas del juego escénico o musical. De la poesía a la pantomima, de la
comedia al melodrama, del juego a la tragedia, de la danza a la catarsis. Es de esa puesta en evidencia del
lamento de los oprimidos o los marginados de donde surge la extraña belleza
primigenia, hoy pervertida, de ambos cantos, de ambos lamentos del Sur, de dos
retratistas universales de la condición humana en el siglo XX más convulso y
contradictorio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario