Moonlight
Director:
Barry Jenkins
Guión:
Barry Jenkins
Intérpretes:
Trevante Rhodes, Naomie Harris, Mashershala Ali
Por Eduardo Nabal
Moonlight abarca demasiados
temas y apunta hacia demasiados lugares como para profundizar en todos. Nos
muestra la vida de un grupo de afroamericanos de clase baja que tratan de
sobrevivir en una verdadera jungla de intereses y rivalidades, donde se mezcla
la desestructuración familiar, el racismo (interiorizado o no), el consumo y
tráfico de drogas, la homofobia y la vigilancia de la supremacía de un mundo
blanco del que han sido excluidos para ocupar un lugar secundario en la vida norteamericana
de nuestros días.
Barry Jenkins
consigue un filme áspero, atravesado por ráfagas de violencia (contenida o no),
con ramalazos de ternura y compañerismo, pero, a pesar de algunas imágenes
poéticas (que efectivamente remiten al colorismo algo lisérgico del cine de
Wong Kar-Wai) no acaba de lograr que su historia supere el formato algo telefilmesco más que en algunas secuencias
que se alzan, sobre todo gracias a la potencia dramática de los intérpretes
(particularmente en el último trayecto del filme), que inundan las pantalla con
su forma de ocupar los espacios en los lugares públicos y privados.
El filme se centra
en la difícil adolescencia de Kevin, quien debe defenderse de los matones
homófobos del barrio y acaba en la prisión de sus propios miedos. También
aborda las relaciones con su protector
(inconmensurable Mashershala Ali), su único amigo de verdad en ese crispado
microcosmos en el que crece, y con su
joven madre, descuidada y adicta a las drogas.
Un mundo social
marcado por el estigma pero donde no hay verdadera sensualidad, a pesar de la
fisicidad que transmiten algunos de sus personajes y del descarnado realismo
del conjunto de la puesta en escena y los apuntes líricos u oníricos que salpican el
relato. Sin duda una de las grandes secuencias de Moonlight es el encuentro de los dos hombres en el bar al final de
la película, o cuando el pequeño protagonista logra superar la mudez ante un
mundo de brutalidad y masculinidad racializada; pero muchos cabos quedan
sueltos y el conjunto, carente de erotismo y con una denuncia social algo
suavizada, no acaba de convencer del todo. Con todo, nos alegramos de que un
filme así, con sus altibajos narrativos,
mucho más honesta que, por ejemplo la tramposa Precious
de Lee Daniels, logre imponerse en los últimos Oscar a un edulcorado musical de
típica pareja heterosexual que resulta ser además un canto a la sempiterna ‘moral del éxito’.
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