Por Eduardo Nabal
“El
régimen heterosexual lleva produciendo arte para ensalzarse a sí mismo desde la
noche de los tiempos, y lo lleva haciendo, en buena medida, con el ingenio y la
creatividad de muchísimos artistas LGTB”
Hay gente
que piensa que eso del transfeminismo es
querer ser o parecer más “chic”
que el feminismo, pero la realidad es otra cosa. Sobre todo cuando el transfeminismo contempla
la realidad rompiendo binarismos históricos
y visibilizando a todo tipo de mujeres, de todas las extracciones
sociales y orígenes geográficos ¿Crees
que como dice Beatriz Preciado “Afortunadamente ha estallado el sujeto “mujer”
del feminismo clásico” o todavía hay resistencias?
Beatriz C: Las palabras son importantes, porque
nombran realidades y el mundo se comprende a través de ellas. Considero que el
transfeminismo, más que un modo de hacer “chic” el feminismo, es un modo de
hacerlo más inclusivo, más accesible, más humano y cotidiano. El prefijo
“trans” aporta a la mirada feminista un punto de vista interseccional que pone
al feminismo en directa relación con otros movimientos sociales, problemáticas
sociales y, sobretodo, con otras circunstancias clave que confluyen en nuestras
vidas, como son la raza, la clase social, el nivel cultural, la funcionalidad,
etc. El transfeminismo es una ventana abierta en el ambiente de un feminismo
excesivamente encorsetado e institucionalizado y, a diferencia de aquel, éste
aterriza en nuestros cuerpos, los atraviesa y se deja atravesar por ellos,
entrando en un constante diálogo, y es por eso también, que está en constante
cuestionamiento y fricción consigo mismo. Por otro lado, a mí me encantaría que
Preciado tuviera razón, porque si realmente el sujeto “mujer” del feminismo
clásico hubiese estallado, el mundo sería un lugar más habitable. Pero creo que
ese estallido se ha producido sólo a nivel teórico y a nivel práctico en
esferas aún muy reducidas. No lo estoy quitando importancia, ni mucho menos. De
hecho creo que es una grieta importante que puede llevarnos –y debe llevarnos-
a resquebrajar todo el sistema binario clásico, pero también debo decirte que
cuesta bastante trabajo aún explicar la multiplicidad identitaria a personas
que incluso están más o menos familiarizadas con el feminismo clásico. Por
decirlo de un modo más sencillo: creo que el sujeto “mujer” del feminismo
clásico ha estallado, pero creo que la onda expansiva no ha llegado aún a la
cotidianidad de nuestras semejantes.
La
producción teórica en el Estado Español sobre teoría queer empezó algo
capitalizada por los hombres pero actualmente casi todo hace referencia a las
mujeres, las lesbianas, las migrantes y sus vivencias. Son tiempos difíciles a
todos los niveles ¿Tenemos las herramientas suficientes para hacer frente a
recortes llenos de ideología?
Bea Ch: Tenemos algo más importante que las
herramientas, algo mejor. Tenemos el modo de fabricarlas y conseguirlas y
sabemos también cómo usarlas. En cualquier caso, y como bien dices, ninguna
decisión es apolítica. De hecho, considero que uno de los errores más grandes
que cometió el movimiento 15M fue declararse “apolítico”, cuando lo que se
estaba dirimiendo allí era una cuestión ideológica clásica: las explotadas
frente a las explotadoras, el capital económico frente al capital humano, el
heteropatriarcado frente a prácticas sexuales y culturales feministas disidentes . Con cada recorte se
va un derecho individual y viene una oleada de ideología ultraderechista
hipermasculinizada. No es casual que se recorte en sanidad, ni en derechos
reproductivos, ni en servicios sociales, ni en cultura, ni en educación. Se
está recortando, en definitiva, todo aquello que mejora la vida de la gente, de
ahí que no sea descabellado decir que estamos asistiendo al momento más álgido
de una cultura basada en un patriarcado capitalista y gerontocrático absolutamente
aberrante y obsceno. Y tengo que decir que la primera vez que leí Capitalismo
Gore, fantástico ensayo de Sayak Valencia, pensé en Tijuana, pero hace unas
semanas volví a ojearlo, y la frontera entre México y España se había
desdibujado ya en el hedor y el desprecio hacia la vida que muestran quienes
nos gobiernan y quienes, acríticamente, irresponsablemente, les devuelven la
confianza en forma de voto o de silencio.
El
movimiento gay clásico se ha quejado de que los profes de literatura antigua
armarizaran a Lorca o a Cernuda. Vosotras reclamáis figuras históricas de la
lengua castellana como Sor Juana Inés de la Cruz. ¿Crees que las mayores
resistencias vienen de la academia o también las hay de un sector del
movimiento feminista obsesionado con la
imagen de cara a no sé quién?
Bea
Chinaski: Es verdad
que durante mucho tiempo se ha silenciado la identidad sexual de muchos
escritores gays. Y es curioso, porque la lista de escritores “no
heterosexuales” de las letras castellanas es bastante extensa. Personalmente,
sería incapaz de explicar a mi alumnado la obra de Cernuda, de Lorca o de Gil
de Biedma, por poner sólo tres ejemplos, sin citar si quiera su homosexualidad.
Creo que las profes tenemos aquí un claro compromiso con la visibilización de
la homosexualidad o la bisexualidad en personajes ilustres. No se puede
escribir un verso tan brutal como “si el hombre pudiera decir todo lo que ama”,
si realmente ese hombre pudiera decirlo. Y mis alumnos tienen derecho a
comprender lo que pasa dentro de los poemas, no lo que lo políticamente
correcto dice que pasa. La literatura es incómoda, por eso es literatura. Por
otra parte, el mapa literario “oficial” está yermo en lo que a mujeres
escritoras se refiere y más aún, las que están, como Emilia Pardo Bazán o
Teresa de Jesús, tienen una presencia casi anecdótica y son tratadas con displicencia Y es extremadamente injusto,
porque ambas fueron verdaderas bestias políticas y literarias, jugando papeles
activos y muy influyentes en su época. Igual ocurre en el caso de Sor Juana,
que ni siquiera aparece en los manuales. En este sentido, sí que creo que hay
cierto interés desde determinados frentes feministas clásicos, en invisibilizar
y silenciar muchas actitudes, digamos “masculinas” en todas estas escritoras,
silenciando muchas veces la homosexualidad de éstas. Es, por ejemplo, el caso
de Sor Juana, cuya voz se ha utilizado hasta la saciedad en discursos
feministas “heterosexuales”, silenciando la relación amorosa de la escritora
con la Virreina. Y eso, de algún modo, también es lesbofobia, y también es
invisibilizar aspectos de la identidad de un personaje histórico clave, a favor
de no sé qué intereses.
A mí no me
importan las etiquetas, pero prefiero ponérmelas yo. ¿Cómo veis el tema ya
legendario y no se si tópico de la doble discriminación?
B.C: Coincido contigo en el tema de las
etiquetas. Para alguien que trabaja con las palabras, como es mi caso, las
etiquetas son importantes y son herramientas muy útiles con las que podemos
nombrar cuestiones que están a nuestro alrededor e incluso algunas cosas que
nos pasan. Cuando descubrí la teoría queer me sentí mucho mejor que antes de
conocerla. Yo era la misma persona, pero de pronto ya tenía al menos un nombre
que ponerle a eso que a mí me pasaba. Por eso no entiendo cuando la gente dice
que la Teoría Queer es sólo una teoría. A mí me trajo luz y un nombre para
quien, en buena medida, yo era, y eso es más de lo que pudiera pedirle a una teoría.
Y lo de la doble discriminación... bueno. Yo creo que no se trata de sumar
discriminaciones, sino más bien de analizar cómo éstas se entrecruzan entre sí
en cada persona y en cada momento, como se atraviesan y se influyen y modifican
unas a otras. No soy heterosexual, ni mujer, ni hombre, ni siquiera diestro,
así que, créeme, estoy acostumbrado a vivir en un mundo no diseñado para mí,
pero no entiendo esas “divergencias” como algo acumulativo, sino como rasgos
que confluyen en un cuerpo que es el mío y se conjugan para ir resolviendo
atolladeros vitales grandes y pequeños. Pero eso lo explica mucho mejor que yo
Lucas Platero en su ensayo “Intersecciones: cuerpos y sexualidades en la
encrucijada”.
Aunque haya
muchos hombres, heteros y gays, bastante acaparadores también hay chavales que
a los veinte años están leyendo a Butler o a Preciado. Yo preferiría que
leyeran literatura escrita por mujeres y LGTB. No solo porque, en ocasiones, es
empezar la casa por el tejado sino porque muchas veces ya estaba casi todo, al
menos potencialmente, a estas autoras.
B.C: Entiendo lo que dices, y estoy de
acuerdo. Pero creo que deberíamos estar dando saltos de alegría por que haya
gente que use sus veinte años para leer a Butler y a Preciado. Son señales de
que el mundo a veces es maravilloso. Pero sí que es cierto que estamos
huérfanos de historia. Estamos huérfanos de una literatura abiertamente queer,
y de arte, de música, de cine, de plástica y, en general, de arte que nos
evidencie y que nos nutra, de un arte catárquico y enfurecido que nos diga que
eso somos nosotros sin máscaras, sin tener que cambiar géneros, ni nombres, ni
caras a los personajes. Necesitamos un románico marica, un gótico bollo, un
renacimiento trans. Y estamos obligados a construirnos incluso las ruinas de
nuestra propia cultura transmaricabollo. El régimen heterosexual lleva
produciendo arte para ensalzarse a sí mismo desde la noche de los tiempos, y lo
lleva haciendo, en buena medida, con el ingenio y la creatividad de muchísimos
artistas homosexuales. Debemos empezar ya a construir lo que es nuestro. Por
ejemplo, necesitamos que la infancia queer tenga referentes en sus cuentos y en
sus lecturas infantiles. Es algo que me obsesiona, y por eso estoy trabajando
junto con la ilustradora Vesna Bolanca y la historiadora del arte Almudena
Eslava, en una colección de álbumes ilustrados dirigidos directamente al niño
queer, a la niña rarita o bollo, al que no se siente ni niño ni niña y a la que
está enamorada de su compañera de pupitre. Es, creo, un compromiso que tenemos
contraído con nosotros mismos, con nuestra comunidad. Si después de eso leen o
no a Butler, no importa tanto como que sus vidas sean mejores.
¿Crees como
decía Adrienne Rich, poetisa, que “las mujeres siguen estando en las últimas
filas de la política” o que hay mujeres en cargos importantes pero no representan a un colectivo cada vez
mas diverso en todos los sentidos?
B.C: Creo que es mucho peor de lo que
apuntaba Rich. Creo que estamos asistiendo a un momento en el que algunas
mujeres han conseguido llegar a las primeras filas de la política y el poder,
siempre y cuando han seguido obedientemente los pasos que el sistema
capitalista y patriarcal les ha ido marcando. Creo que las mujeres que
realmente consiguen llegar están, de hecho, y como bien dices, tan
homogeneizadas por eso. Porque llegan gracias a que no han cuestionado ni un
ápice el sistema ni la estructura hipermasculinizada en la que consiguen
insertarse a costa de muchas cosas, y el poder que detentan queda siempre
oscurecido por una violencia simbólica que es, como tal, invisible a los ojos.
Siguen, además, haciendo políticas patriarcales, jerárquicas y verticales. Son
mujeres que se ponen al servicio del capital y al servicio del sistema que no
pone en el centro la vida, sino el dinero. Creo que esas mujeres se están
equivocando profundamente, porque de algún modo, están siendo
instrumentalizadas por el poder a cambio de convertirse en poderosas. Me
alegra, por eso, que algunos movimientos sean liderados por mujeres que no
encajan en la imagen de mujer poderosa y gélida que corta cabezas desde dentro
de su traje de chaqueta. En ese sentido hay otras mujeres en la esfera pública
que no son para nada representativas del colectivo, tan homogénero, de “mujer
con poder”, que siempre responde al mismo perfil, ése de mujer ejecutiva que
empezaron a vendernos las revistas femeninas a principios de los ochenta, e
igual por ahí, por un camino en el que las mujeres y los cuerpos disidentes
empiecen a tomar las riendas no sólo de sus vidas, sino de la política y los
espacios públicos, empiecen a cambiar las cosas.
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