jueves, 31 de agosto de 2017

ENTREVISTA A BEA CHINASKI SOBRE TRANSFEMINISMOS


 
 

Por Eduardo Nabal


 

“El régimen heterosexual lleva produciendo arte para ensalzarse a sí mismo desde la noche de los tiempos, y lo lleva haciendo, en buena medida, con el ingenio y la creatividad de muchísimos artistas LGTB”

 

 

Hay gente que piensa que eso del transfeminismo es  querer ser o parecer  más “chic” que el feminismo, pero la realidad es otra cosa.  Sobre todo cuando el transfeminismo contempla la realidad rompiendo binarismos históricos  y visibilizando a todo tipo de mujeres, de todas las extracciones sociales y orígenes geográficos  ¿Crees que como dice Beatriz Preciado “Afortunadamente ha estallado el sujeto “mujer” del feminismo clásico” o todavía hay resistencias?

 

Beatriz C: Las palabras son importantes, porque nombran realidades y el mundo se comprende a través de ellas. Considero que el transfeminismo, más que un modo de hacer “chic” el feminismo, es un modo de hacerlo más inclusivo, más accesible, más humano y cotidiano. El prefijo “trans” aporta a la mirada feminista un punto de vista interseccional que pone al feminismo en directa relación con otros movimientos sociales, problemáticas sociales y, sobretodo, con otras circunstancias clave que confluyen en nuestras vidas, como son la raza, la clase social, el nivel cultural, la funcionalidad, etc. El transfeminismo es una ventana abierta en el ambiente de un feminismo excesivamente encorsetado e institucionalizado y, a diferencia de aquel, éste aterriza en nuestros cuerpos, los atraviesa y se deja atravesar por ellos, entrando en un constante diálogo, y es por eso también, que está en constante cuestionamiento y fricción consigo mismo. Por otro lado, a mí me encantaría que Preciado tuviera razón, porque si realmente el sujeto “mujer” del feminismo clásico hubiese estallado, el mundo sería un lugar más habitable. Pero creo que ese estallido se ha producido sólo a nivel teórico y a nivel práctico en esferas aún muy reducidas. No lo estoy quitando importancia, ni mucho menos. De hecho creo que es una grieta importante que puede llevarnos –y debe llevarnos- a resquebrajar todo el sistema binario clásico, pero también debo decirte que cuesta bastante trabajo aún explicar la multiplicidad identitaria a personas que incluso están más o menos familiarizadas con el feminismo clásico. Por decirlo de un modo más sencillo: creo que el sujeto “mujer” del feminismo clásico ha estallado, pero creo que la onda expansiva no ha llegado aún a la cotidianidad de nuestras semejantes.

 

La producción teórica en el Estado Español sobre teoría queer empezó algo capitalizada por los hombres pero actualmente casi todo hace referencia a las mujeres, las lesbianas, las migrantes y sus vivencias. Son tiempos difíciles a todos los niveles ¿Tenemos las herramientas suficientes para hacer frente a recortes llenos de ideología?

 

Bea Ch: Tenemos algo más importante que las herramientas, algo mejor. Tenemos el modo de fabricarlas y conseguirlas y sabemos también cómo usarlas. En cualquier caso, y como bien dices, ninguna decisión es apolítica. De hecho, considero que uno de los errores más grandes que cometió el movimiento 15M fue declararse “apolítico”, cuando lo que se estaba dirimiendo allí era una cuestión ideológica clásica: las explotadas frente a las explotadoras, el capital económico frente al capital humano, el heteropatriarcado frente a prácticas sexuales y culturales  feministas disidentes . Con cada recorte se va un derecho individual y viene una oleada de ideología ultraderechista hipermasculinizada. No es casual que se recorte en sanidad, ni en derechos reproductivos, ni en servicios sociales, ni en cultura, ni en educación. Se está recortando, en definitiva, todo aquello que mejora la vida de la gente, de ahí que no sea descabellado decir que estamos asistiendo al momento más álgido de una cultura basada en un patriarcado capitalista y gerontocrático absolutamente aberrante y obsceno. Y tengo que decir que la primera vez que leí Capitalismo Gore, fantástico ensayo de Sayak Valencia, pensé en Tijuana, pero hace unas semanas volví a ojearlo, y la frontera entre México y España se había desdibujado ya en el hedor y el desprecio hacia la vida que muestran quienes nos gobiernan y quienes, acríticamente, irresponsablemente, les devuelven la confianza en forma de voto o de silencio. 

 

El movimiento gay clásico se ha quejado de que los profes de literatura antigua armarizaran a Lorca o a Cernuda. Vosotras reclamáis figuras históricas de la lengua castellana como Sor Juana Inés de la Cruz. ¿Crees que las mayores resistencias vienen de la academia o también las hay de un sector del movimiento feminista obsesionado con la  imagen de cara a no sé quién?

 

Bea Chinaski: Es verdad que durante mucho tiempo se ha silenciado la identidad sexual de muchos escritores gays. Y es curioso, porque la lista de escritores “no heterosexuales” de las letras castellanas es bastante extensa. Personalmente, sería incapaz de explicar a mi alumnado la obra de Cernuda, de Lorca o de Gil de Biedma, por poner sólo tres ejemplos, sin citar si quiera su homosexualidad. Creo que las profes tenemos aquí un claro compromiso con la visibilización de la homosexualidad o la bisexualidad en personajes ilustres. No se puede escribir un verso tan brutal como “si el hombre pudiera decir todo lo que ama”, si realmente ese hombre pudiera decirlo. Y mis alumnos tienen derecho a comprender lo que pasa dentro de los poemas, no lo que lo políticamente correcto dice que pasa. La literatura es incómoda, por eso es literatura. Por otra parte, el mapa literario “oficial” está yermo en lo que a mujeres escritoras se refiere y más aún, las que están, como Emilia Pardo Bazán o Teresa de Jesús, tienen una presencia casi anecdótica y son tratadas con  displicencia Y es extremadamente injusto, porque ambas fueron verdaderas bestias políticas y literarias, jugando papeles activos y muy influyentes en su época. Igual ocurre en el caso de Sor Juana, que ni siquiera aparece en los manuales. En este sentido, sí que creo que hay cierto interés desde determinados frentes feministas clásicos, en invisibilizar y silenciar muchas actitudes, digamos “masculinas” en todas estas escritoras, silenciando muchas veces la homosexualidad de éstas. Es, por ejemplo, el caso de Sor Juana, cuya voz se ha utilizado hasta la saciedad en discursos feministas “heterosexuales”, silenciando la relación amorosa de la escritora con la Virreina. Y eso, de algún modo, también es lesbofobia, y también es invisibilizar aspectos de la identidad de un personaje histórico clave, a favor de no sé qué intereses.

 

 

A mí no me importan las etiquetas, pero prefiero ponérmelas yo. ¿Cómo veis el tema ya legendario y no se si tópico de la doble discriminación?

 

B.C: Coincido contigo en el tema de las etiquetas. Para alguien que trabaja con las palabras, como es mi caso, las etiquetas son importantes y son herramientas muy útiles con las que podemos nombrar cuestiones que están a nuestro alrededor e incluso algunas cosas que nos pasan. Cuando descubrí la teoría queer me sentí mucho mejor que antes de conocerla. Yo era la misma persona, pero de pronto ya tenía al menos un nombre que ponerle a eso que a mí me pasaba. Por eso no entiendo cuando la gente dice que la Teoría Queer es sólo una teoría. A mí me trajo luz y un nombre para quien, en buena medida, yo era, y eso es más de lo que pudiera pedirle a una teoría. Y lo de la doble discriminación... bueno. Yo creo que no se trata de sumar discriminaciones, sino más bien de analizar cómo éstas se entrecruzan entre sí en cada persona y en cada momento, como se atraviesan y se influyen y modifican unas a otras. No soy heterosexual, ni mujer, ni hombre, ni siquiera diestro, así que, créeme, estoy acostumbrado a vivir en un mundo no diseñado para mí, pero no entiendo esas “divergencias” como algo acumulativo, sino como rasgos que confluyen en un cuerpo que es el mío y se conjugan para ir resolviendo atolladeros vitales grandes y pequeños. Pero eso lo explica mucho mejor que yo Lucas Platero en su ensayo “Intersecciones: cuerpos y sexualidades en la encrucijada”.

 

Aunque haya muchos hombres, heteros y gays, bastante acaparadores también hay chavales que a los veinte años están leyendo a Butler o a Preciado. Yo preferiría que leyeran literatura escrita por mujeres y LGTB. No solo porque, en ocasiones, es empezar la casa por el tejado sino porque muchas veces ya estaba casi todo, al menos potencialmente, a estas autoras.

 

B.C: Entiendo lo que dices, y estoy de acuerdo. Pero creo que deberíamos estar dando saltos de alegría por que haya gente que use sus veinte años para leer a Butler y a Preciado. Son señales de que el mundo a veces es maravilloso. Pero sí que es cierto que estamos huérfanos de historia. Estamos huérfanos de una literatura abiertamente queer, y de arte, de música, de cine, de plástica y, en general, de arte que nos evidencie y que nos nutra, de un arte catárquico y enfurecido que nos diga que eso somos nosotros sin máscaras, sin tener que cambiar géneros, ni nombres, ni caras a los personajes. Necesitamos un románico marica, un gótico bollo, un renacimiento trans. Y estamos obligados a construirnos incluso las ruinas de nuestra propia cultura transmaricabollo. El régimen heterosexual lleva produciendo arte para ensalzarse a sí mismo desde la noche de los tiempos, y lo lleva haciendo, en buena medida, con el ingenio y la creatividad de muchísimos artistas homosexuales. Debemos empezar ya a construir lo que es nuestro. Por ejemplo, necesitamos que la infancia queer tenga referentes en sus cuentos y en sus lecturas infantiles. Es algo que me obsesiona, y por eso estoy trabajando junto con la ilustradora Vesna Bolanca y la historiadora del arte Almudena Eslava, en una colección de álbumes ilustrados dirigidos directamente al niño queer, a la niña rarita o bollo, al que no se siente ni niño ni niña y a la que está enamorada de su compañera de pupitre. Es, creo, un compromiso que tenemos contraído con nosotros mismos, con nuestra comunidad. Si después de eso leen o no a Butler, no importa tanto como que sus vidas sean mejores.

 

¿Crees como decía Adrienne Rich, poetisa, que “las mujeres siguen estando en las últimas filas de la política” o que hay mujeres en cargos importantes  pero no representan a un colectivo cada vez mas diverso en todos los sentidos?

 

B.C: Creo que es mucho peor de lo que apuntaba Rich. Creo que estamos asistiendo a un momento en el que algunas mujeres han conseguido llegar a las primeras filas de la política y el poder, siempre y cuando han seguido obedientemente los pasos que el sistema capitalista y patriarcal les ha ido marcando. Creo que las mujeres que realmente consiguen llegar están, de hecho, y como bien dices, tan homogeneizadas por eso. Porque llegan gracias a que no han cuestionado ni un ápice el sistema ni la estructura hipermasculinizada en la que consiguen insertarse a costa de muchas cosas, y el poder que detentan queda siempre oscurecido por una violencia simbólica que es, como tal, invisible a los ojos. Siguen, además, haciendo políticas patriarcales, jerárquicas y verticales. Son mujeres que se ponen al servicio del capital y al servicio del sistema que no pone en el centro la vida, sino el dinero. Creo que esas mujeres se están equivocando profundamente, porque de algún modo, están siendo instrumentalizadas por el poder a cambio de convertirse en poderosas. Me alegra, por eso, que algunos movimientos sean liderados por mujeres que no encajan en la imagen de mujer poderosa y gélida que corta cabezas desde dentro de su traje de chaqueta. En ese sentido hay otras mujeres en la esfera pública que no son para nada representativas del colectivo, tan homogénero, de “mujer con poder”, que siempre responde al mismo perfil, ése de mujer ejecutiva que empezaron a vendernos las revistas femeninas a principios de los ochenta, e igual por ahí, por un camino en el que las mujeres y los cuerpos disidentes empiecen a tomar las riendas no sólo de sus vidas, sino de la política y los espacios públicos, empiecen a cambiar las cosas. 

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