lunes, 28 de agosto de 2017

HOMOFOBIA, TRANSFOBIA Y RACISMO

Abran las fronteras

 

Por Eduardo Nabal





La derecha en el poder intenta captar, sin mucho éxito, a un sector del movimiento o ‘comunidad’ LGTBIQ para su cruzada racista y antiinmigración, bajo el presupuesto eurocéntrico de la homofobia inherente a determinadas culturas ‘de origen’, particularmente aquellas unidas a la religión islámica. Mi rotunda condena a los atentados terroristas de Barcelona va acompañada a mi condena a las grandes palabras del presidente del Gobierno hablando de los ‘valores de Occidente’, mientras vende armas a aquellos países donde se sigue ejecutando a la comunidad LGTBIQ y donde se arma a esos que cometen esos mismos atentados.
Esta doble moral no es nueva, pero aprovecha la inseguridad de la nueva Europa y la oleada migrante para criminalizar a los que viene de fuera, en extrañas amalgamas en que las palabras significan lo que ellos quieren que signifiquen. El colmo es cuando la llamada ‘comunidad islámica’ parece tener que explicar que esos atentados no han sido cometidos en su nombre, lo que no hacen otros grupos cuando hay asesinatos de mujeres, violencia homófoba, otro tipo de racismo o accidentes laborales.
Señalar al Islam como una religión machista y homófoba tiene su parte de verdad en algunos sectores, pero este tipo de generalizaciones nos impiden ver ‘la viga en el ojo propio’, en uno de los países de Europa, el nuestro, que más dinero da a la Iglesia Católica y donde la derecha en el poder ha puesto fin a la prevención antisida y a la educación para la ciudadanía.  Pero un sector, aún más amplio, también dentro la comunidad LGTBIQ no es solo ya multicultural de por sí (como hemos podido ver en las manifestaciones y contramanifestaciones de, por ejemplo, el Pride de  Londres y otros lugares de Europa), sino que es capaz de vincular- sea de forma consciente o no- la causa de las dicotomías sexo/género como la de otro tipo de bordes y fronteras reales y simbólicas que se inscriben y re-inscriben sobre sus cuerpos, sus nombres, sus carnets de identidad, el color de sus pieles, la lectura de sus diferencias anatómica.
 Somos capaces de ver nuestras propias identidades atravesadas por condicionamientos desde muchos frentes, identidades que siempre se han opuesto a las religiones monoteístas, incluida la que sostiene con fondos públicos el Estado Español, y también la que actúa y señala en nombre de Alá.  Aunque pueda parecer algo forzado, en los tiempos fascistoides de Trump y de esta Europa que no quiere saber gran cosa de los ‘refugiados’, se pone en evidencia que los discursos reaccionarios no solo quieren racializar la otredad, cerrar las fronteras sociogeográficas, sino también esencializar los géneros y re-marcar los binarismos sexuales, no solo expulsando a las trans del ejército -como en EEUU-, o exterminando a los gays visibles en campos de concentración- como Putin-,  sino concediendo solo los derechos formales que mantienen a la llamada ‘comunidad LGTB’ en sus espacios acotados y ‘protegidos’, pero eliminándolos del espacio público mediante la violencia, el ostracismo, la descalificación eclesial  o los recortes, algo que también afecta a algunas conquistas de las mujeres en general.
Y es aquí donde izquierdas y derechas están fracasando  en un sentido y en otro. Resulta significativo que si la derecha en el poder ha recortado en sanidad, educación y derechos sociales, la izquierda lo haya hecho, al menos en su sector más institucional, en lo que se refiere a “reconocimiento de la diversidad” dentro de sus grupos.  Pero los discursos queers, a pesar de sus dificultades iniciales para articularse dentro de los grupos antiracistas o los discursos antiracistas  o anticapitalistas, también dentro de algunos grupos LGTBIQ, son un elemento de multiplicidad y diversidad sexual y racial, imparable ya por su proliferación misma, como hemos podido ver, sin ir más lejos, en el ya masivo Orgullo Indignado de Madrid (silenciado por los mass media al uso) , en las manifestaciones contra el Pinkwashing de Israel, o contra las fronteras del último Pride de Londres.
Encasillados por fuerzas sociales caducas y coercitivas como hombres o mujeres, o como homos o heteros, al nacer, con igual violencia y teniendo que transitar hacia un lugar ‘no otorgado’, parece lógica nuestra visión clara y meridiana del carácter culturalmente construido de las fronteras geopolíticas y los discursos supremacistas que las sustentan y ratifican, las custodian y las renombran.
Fugitivas del género, saboteadoras del deseo normativizado, desplazados en algunos partidos, refugiadas del heteroterrorismo, luchamos contra el asimilacionismo de carácter racista y también contra las fronteras levantadas frente a personas que vienen de otros lugares o países buscando cobijo y se encuentran feroces cancerberos a las puertas de la Europa derechizada, diezmada, jerárquica, cobarde y atravesada por discursos racistas, homófobos, islamófobos y transfóbicos que se unen, también, como nosotras debemos unirnos, en una causa común contra sus bordes, sus mercados, sus policías y sus fronteras, sus cartas de inmigración, sus protocolos médicos y sus presunciones eurocéntricas y heterocentradas.
 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario