Abran las fronteras
Por Eduardo Nabal
La derecha en el poder intenta captar, sin mucho
éxito, a un sector del movimiento o ‘comunidad’ LGTBIQ para su cruzada racista
y antiinmigración, bajo el presupuesto eurocéntrico de la homofobia inherente a
determinadas culturas ‘de origen’, particularmente aquellas unidas a la
religión islámica. Mi rotunda condena a los atentados terroristas de Barcelona
va acompañada a mi condena a las grandes palabras del presidente del Gobierno
hablando de los ‘valores de Occidente’, mientras vende armas a aquellos países
donde se sigue ejecutando a la comunidad LGTBIQ y donde se arma a esos que
cometen esos mismos atentados.
Esta doble moral no es nueva, pero aprovecha la
inseguridad de la nueva Europa y la oleada migrante para criminalizar a los que
viene de fuera, en extrañas amalgamas en que las palabras significan lo que
ellos quieren que signifiquen. El colmo es cuando la llamada ‘comunidad
islámica’ parece tener que explicar que esos atentados no han sido cometidos en
su nombre, lo que no hacen otros grupos cuando hay asesinatos de mujeres,
violencia homófoba, otro tipo de racismo o accidentes laborales.
Señalar al Islam como una religión machista y
homófoba tiene su parte de verdad en algunos sectores, pero este tipo de
generalizaciones nos impiden ver ‘la viga en el ojo propio’, en uno de los
países de Europa, el nuestro, que más dinero da a la Iglesia Católica y donde
la derecha en el poder ha puesto fin a la prevención antisida y a la educación
para la ciudadanía. Pero un sector, aún
más amplio, también dentro la comunidad LGTBIQ no es solo ya multicultural de
por sí (como hemos podido ver en las manifestaciones y contramanifestaciones
de, por ejemplo, el Pride de Londres y
otros lugares de Europa), sino que es capaz de vincular- sea de forma consciente
o no- la causa de las dicotomías sexo/género como la de otro tipo de bordes y
fronteras reales y simbólicas que se inscriben y re-inscriben sobre sus
cuerpos, sus nombres, sus carnets de identidad, el color de sus pieles, la
lectura de sus diferencias anatómica.
Somos
capaces de ver nuestras propias identidades atravesadas por condicionamientos
desde muchos frentes, identidades que siempre se han opuesto a las religiones
monoteístas, incluida la que sostiene con fondos públicos el Estado Español, y
también la que actúa y señala en nombre de Alá. Aunque pueda parecer algo forzado, en los
tiempos fascistoides de Trump y de esta Europa que no quiere saber gran cosa de
los ‘refugiados’, se pone en evidencia que los discursos reaccionarios no solo
quieren racializar la otredad, cerrar las fronteras sociogeográficas, sino también
esencializar los géneros y re-marcar los binarismos sexuales, no solo
expulsando a las trans del ejército -como en EEUU-, o exterminando a los gays
visibles en campos de concentración- como Putin-, sino concediendo solo los derechos formales que
mantienen a la llamada ‘comunidad LGTB’ en sus espacios acotados y ‘protegidos’,
pero eliminándolos del espacio público mediante la violencia, el ostracismo, la
descalificación eclesial o los recortes,
algo que también afecta a algunas conquistas de las mujeres en general.
Y es aquí donde izquierdas y derechas están
fracasando en un sentido y en otro.
Resulta significativo que si la derecha en el poder ha recortado en sanidad,
educación y derechos sociales, la izquierda lo haya hecho, al menos en su
sector más institucional, en lo que se refiere a “reconocimiento de la
diversidad” dentro de sus grupos. Pero los
discursos queers, a pesar de sus dificultades iniciales para articularse dentro
de los grupos antiracistas o los discursos antiracistas o anticapitalistas, también dentro de algunos
grupos LGTBIQ, son un elemento de multiplicidad y diversidad sexual y racial,
imparable ya por su proliferación misma, como hemos podido ver, sin ir más
lejos, en el ya masivo Orgullo Indignado de Madrid (silenciado por los mass media al uso) , en las
manifestaciones contra el Pinkwashing
de Israel, o contra las fronteras del último Pride de Londres.
Encasillados por fuerzas sociales caducas y
coercitivas como hombres o mujeres, o como homos o heteros, al nacer, con igual
violencia y teniendo que transitar hacia un lugar ‘no otorgado’, parece lógica
nuestra visión clara y meridiana del carácter culturalmente construido de las
fronteras geopolíticas y los discursos supremacistas que las sustentan y
ratifican, las custodian y las renombran.
Fugitivas del género, saboteadoras del deseo
normativizado, desplazados en algunos partidos, refugiadas del heteroterrorismo,
luchamos contra el asimilacionismo de carácter racista y también contra las
fronteras levantadas frente a personas que vienen de otros lugares o países
buscando cobijo y se encuentran feroces cancerberos a las puertas de la Europa
derechizada, diezmada, jerárquica, cobarde y atravesada por discursos racistas,
homófobos, islamófobos y transfóbicos que se unen, también, como nosotras
debemos unirnos, en una causa común contra sus bordes, sus mercados, sus
policías y sus fronteras, sus cartas de inmigración, sus protocolos médicos y
sus presunciones eurocéntricas y heterocentradas.
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