El
género discursivo modela la sensibilidad de la gente joven desde sus primeros
encuentros con otras personas, desde sus primeras experiencias de vida social
y, así, conforma su subjetividad. La mayoría de los niños crece en entornos
heterosexuales, donde se les presentan géneros de discurso, sentimientos,
expresión y comportamiento estándar (incluyendo convenciones de expresión
emocional que las manifestaciones espontáneas de sus padres a menudo reflejan y
reproducen). Incluso los niños criados por lesbianas o gais, están expuestos al
principio, al menos, en cierto grado, a los géneros culturales y estilos de
expresión mayoritarios.
El
hecho de que en la cultura popular hoy en día se incluya normalmente personajes
gais y (con mucha menor frecuencia) lesbianas en los elencos relevantes de
algunas narrativas no altera el diseño genérico de dichas narraciones en sí
(esto, es no cambia el que sean comedias o melodramas), así como tampoco altera
la sensibilidad que trasmiten mediante las convenciones genéricas que todo
adulto incorpora a sus interacciones con los demás.
En
todo caso, las formas culturas mayoritarias son los únicos géneros que la
mayoría de los niños conocen. Así que aquellos niños que adquieren una
identidad sexual o de género o disidente han de forjar dicha identidad con
relación a las formas culturales mayoritarias. Han de inventar relaciones “desviadas”
con esas formas, o encontrar en ellas oportunidades, ocasiones o posibilidades
de que den cabida a sensibilidades “queer” a través de la creación de sus
propias relaciones (disidentes, anormales) con los productos culturales
mayoritarios a los que se ven expuestos y mediante la identificación “camp” con
aspectos “peculiares” de dichos productos que no son heteronormativos o se
prestan a aprensiones o interpretaciones no hetero-normativas.
(Extraído de "Como ser Gay" de David M. Haperlin. Edit. Tirant de Humanidades)
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