jueves, 19 de octubre de 2017

CINE TRANS: 52 MARTES de Sophie Hyde


 
 

 
 
 
 Después del interés  y controversia sucitada por filmes como “Romeos” o, sobre todo, la más sencilla “Tomboy”- ambas sobre mujeres o niñas  que se sienten varones o que ya lo son antes de la asignación o diagnóstico médico-y a la espera de la llegada de la chilena “La mujer fantástica” nos toca analizar el estreno en DVD de la australiana “52 martes”, ópera prima de  Sophie Hyde. La joven realizadora mezcla formatos y texturas, demuestra destreza, desparpajo, cierta naturalidad de partida y talento visual aunque pone demasiados dispositivos de confesión y construcción del discurso de la “verdad” entre los personajes y el espectador/a, quedándose a medias en muchos de los senderos abiertos, con mayor o menor acierto y también cierta tendencia al histrionismo y los momentos forzados. Estamos ante un filme episódico, caleidoscópico, con algunos toques líricos, algo desigual y paradójico, marcado por la decisión Jane/John de la madre de la joven Billy por cambiarse de sexo aunque también de alejarse temporalmente de su familia, resituada ante una mirada médica a la que no vemos pero que se multiplica en multitud de dispositivos audiovisuales de confesión foucaultiana, a veces ocasional,  de la verdad sobre los sexos y los géneros, la multiplicidad de experiencias posibles, el discurso,  el viaje temporal de mujer a hombre o de niña a adulta, de espectadora a protagonista. Parece que la realizadora quiere centrarse mas en el personaje de su hija, apartando a la madre durante casi toda la semana, y centrándose mucho más en  los cambios y andanzas socioafectivas de la vivaz adolescente protagonista.  Desplazando hacia ella la subjetividad de una cámara en la  que se filma  sin parar y ocasionalmente a su madre/padre (una dicotomía algo forzada) que solo se encuentra con él a lo largo de 52 martes seguidos donde se acercan o se distancias, con el núcleo familiar como punto centrífugo, nuclear pero no tan radioactivo como cabría esperar. Dispositivos como la cámara de los móviles o la cámara más tradicional queriendo apresar unas sexualidades cada vez más diversas, unos géneros cada vez más ingobernables son lo mejor de una película pequeña, amena pero no demasiado innovadora como “52 martes”. Las relaciones cambiantes entre la madre y la hija y de ambas con el entorno (padre y amigos/as incluidos)  son interesantes pero la directora no sabe dotar a los dos personajes principales de los matices necesarios cayendo en algunos clichés no sabemos si inevitables, sin que la evolución de su relación acabe de resultar todo lo natural que pretende.
 
Estamos ante un filme mas inteligente que “Romeos”, mucho mas aparatoso en su construcción dramática que “Tomboy” o “Boys dont cry” (aunque también más lúdico y optimista que éste último)   y que nos habla no solo del camino a través de las fronteras socioculturales del género sino de las experiencias sexuales en la adolescencia como réplica a la redefinición de los roles en el llamado “mundo adulto”, como sátira o posicionamiento de rebeldía y finalmente cierta empatía. El deseo de Billy de filmar a sus amigos/as en plenas relaciones eróticas o formando parte de ellas, la  historia de amor/desamor que inicia con una compañera de colegio y las tensiones con un nuevo amigo y su padre biológico hacen que “52 martes”, con su ágil montaje y evocadora banda sonora ,  mezcle con cierta soltura pero alguna bajada de tono el melodrama familiar y la comedia satírica y desafiante sobre los postulados de una normalidad tan endeble como la todavía llamada por algunos dispositivos médicos “anormalidad”. La diversidad sexual y la redefinición de los roles dentro del núcleo familiar incluyendo los roles padre-hija o marido-mujer la convierten en un filme interesante y complejo, algo lastrado por algunas imágenes altisonantes (de carácter histórico, geológico  y documental)  casi innecesarias salvadas por la limpieza de la mirada de la joven protagonista y el encomiable esfuerzo de todo el elenco por dar vida y trasladar a la cotidianeidad temas que normalmente no están en nuestro entorno más próximo, o no sabemos verlos aunque los tengamos delante. “52 martes”, mezclando humor y desgarro, tiene momentos de gran belleza formal aunque se nos antoja un filme algo artificioso y levemente pedante o sensiblero  para hablar con naturalidad de la diversidad de los géneros y las experiencias sexuales. Un exceso de dispositivos en los que filmar la evolución de los personajes, aunque, a pesar de sus altibajos narrativos y enredos incómodos, el filme deja un buen sabor de boca ya que la decisión de Jane/John por hacer frente a la transformación corporal (a pesar de algunos problemas con la testosterona y sus efectos secundarios, algo un poco forzado ya que las hormonas masculinas no tienen tantos efectos secundarios como las femeninas) se inserta en un entorno familiar juvenil, variopinto  y reconocible que llevan a su hija a ver como esas relaciones que mantiene con amigos y amigas son igualmente artificiosas, construidas y a la tan  vez complejas que el honesto viaje de su padre hacia la autenticidad y la autoaceptación en un medio que se mueve entre el interés, el control, el hedonismo y la perplejidad. La valentía de las sentencias finales recupera un poco el tono reivindicativo  y amateur de un filme algo frío y desangelado pero lleno de emociones contenidas que abusa de los primeros planos de la joven protagonista pero también evita la mirada morbosa, compasiva o escéptica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario