Un recorrido por una historia a medio contar sobre Cataluña y los derechos LGTB a vísperas de un referéndum ¿histórico?
Allá por los años 70 se celebraba en Barcelona
la primera manifestación contra la entonces vigente Ley de Peligrosidad y
Rehabilitación Social. Entonces parecía que muchas luchas iban juntas, incluso
que todas las izquierdas podían tirar de la estaca franquista, como hoy cantan
en muchas ciudades españoles ante las actitudes represivas del gobierno
corrupto, paternalista y soberbio de Mariano Rajoy y sus hordas policiales. Como bien señala Guillen
Clua en su artículo “El McGuffin del referéndum” los independentistas catalanes
con este referéndum (apañado de "aquella manera") no van a conseguir el reconocimiento de la independencia
pero si aumentar su base social y sobre todo que el gobierno centralista “enseñe su
ropa interior franquista”. Y lo vemos cada día más en sus actuaciones censoras
y con aires represivos de otros tiempos u otros lugares. El problema es sino
beneficia también a Rajoy que no se hable de su gobierno de "vagos y maleantes" y
sí se hable de Cataluña, pero esa es otra historia. Volviendo al principio
Cataluña tomó de algunos movimientos franceses de liberación homosexual unas
señas libertarias que se reflejaron en las Ramblas de Ocaña, de Nazario, del
FAGC, en algunas corrientes dentro del LCR, donde surgió Act-Up-BCN y luego han
sido también calles donde se han celebrado batallas por la diversidad, algunas
victorias y también se han perdido vidas como la de la transexual Sonia
Rescalvo a manos de unos neonazis hoy en libertad, o la de Juan Andrés Benítez
a manos de diez Mosos de Escuadra, también en libertad y en “en el cuerpo” .
Cataluña ha sido pionera en muchas cosas, como la desiquiatrización trans, se
ha hecho cine y teatro LGTB ya desde los años setenta, se han abierto debates
hoy impensables sobre temas como “la edad de consentimiento” y solo la
cambiante Madrid ha competido con Barcelona como destino del exilio rural para
los y las jóvenes LGTB que un día buscaron el anonimato y espacios de libertad
o donde ver respaldadas sus subjetividades. También hemos de reconocer que las
alianzas ya entonces se mostraron poco fiables y eso se ha comprobado en todo
el estado con la llamada “izquierda”. La Izquierda primero extraparlamentaria y
luego parlamentaria oyó algo del feminismo institucional e hizo caso pero
apenas le llegaron algunos ecos de la lucha LGTB y, sinceramente, solo hoy
apuesta tímidamente por ella. Y gracias al empuje de un fuerte movimiento
asociativo en pueblos y ciudades siempre de diferente forma.
En Barcelona se
han organizado las prostitutas del Raval desoídas no solo por las autoridades
municipales sino también por esa izquierda ombliguista que solo mira su
santuario de todos los tiempos, también se han hecho avances insólitos en
materia de reconocimiento legal o derechos formales aunque algunas realidades
sangrantes de la violencia fascista y neonazi nos dice que ni lo capitalino ni
mucho menos lo capitalista son terrenos realmente libres ni seguros. La
inmigración ha traído la diversidad pero también el racismo y la xenofobia. Hoy
la cosa se pone fea para los y las alcaldesas catalanes que quieren que se
celebre el referéndum aunque su valor sea simbólico. Mucha gente LGTB tiene
todo el derecho a preguntarse ¿Por qué he de luchar yo por ell@s si ell@s nunca
han luchado por mí? No lo sé, pero aún así me sigo emocionando cuando oigo la
Estaca cantada en todo el Estado. Será porque como decía Francisco Nieva,
pionero del teatro gay en Andalucía, “tengo el alma rojeras”. Pero no me olvido
que he encontrado “ropa interior franquista” u “homofóbica” bajo los trajes de
todos los colores políticos, de todas las banderas, y en todos los países.
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