lunes, 4 de septiembre de 2017

CINE: LOCAS DE ALEGRIA ¿ALGO MÁS QUE AMIGAS?


Por Eduardo Nabal

Paolo Virzì, uno de los mejores realizadores italianos en activo, que ya demostró su talento para la comedia humanista en filmes como “Catherina va in città” (al servicio de Margherita Buy) se acerca sin prejuicios y con tono irónico, fresco y nada complaciente al tema de la enfermedad mental en la a la vez deliciosa y amarga “Locas de alegría”. Sin falsear la realidad de la vida en las instituciones mentales y como una leve herencia de la antipsiquitaria italiana de los setenta (sobre todo en el momento en el que las dos protagonistas femeninas se fugan del lugar en el que se encuentran recluidas representado sendos papeles) “Locas de alegría”, es un filme de contrastes, choques y mezclas. Mezcla entre la comedia y el drama, la sátira social y el melodrama intimista, el tono ligero y los apuntes serios, la crítica suave y los puyazos a aspectos como la alienación y la delgada línea que separa a médicos de enfermos, la normalidad de la alucinación, la amistad del amor, el parentesco de la filiación. El simpático filme de Virzí se apoya en dos grandes interpretaciones. La actriz y directora Valeria Bruni-Tedeshi despliega todos sus recursos, sin rehuir el más descarado histrionismo,  para  meterse en la piel y los modelos de una excéntrica aristócrata que traba una íntima y a la vez compleja amistad con una joven de distinta procedencia socioeconómica, encarnada con sobria intensidad por Micaela Ramazzotti, actriz poco conocida fuera de la cinematografía de su país pero que acaba erigiéndose en la verdadera protagonista del relato.
Virzí (que ya sorprendió en toda Europa hace pocos años por su mordaz "El capital humano") consigue que el ritmo de su farsa, de su comedia dramática y de su sátira de costumbres no decaiga ni un momento disparando no solo contra la explotación de los enfermos sino también contra los aspectos menos halagüeños de la condición femenina y las frustraciones existenciales en la sociedad italiana de nuestros días así como contra aquellas instituciones que se encargan de custodiar a sujetos que chocan entre sí. Bellamente fotografiada, filmada con brío, con una vistosa banda sonora y un verdadero recital interpretativo del dueto protagonista, “Locas de alegría” oscila entre el patetismo y lo poético, el surrealismo y la falsa ingenuidad, sin decantarse nunca por un tono definido pero consiguiendo una extraña coherencia en la propia incoherencia de ese lenguaje que trata de aprehender en sus imágenes, a la vez serenas e inquietas, que lo rozan pero nunca llegan a caer en el delirio, arriesgando lo justo para que su entretenimiento no peligre más allá de una comedia inteligente y finalmente algo desencantada, algo desigual entre sus pretensiones y resultados, con grandes interpretaciones y una ajustada y hermosa puesta en escena, que transciende lo teatral hacia lo puramente fílmico, lo cómico y lo onírico hacia un realismo algo disfrazado de ligereza pero, en el fondo, desgarrador.

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