Critica de "El amante doble" la última, enigmática y controvertida película del realizador parisino François Ozon, con Jérémie Reinier y Marie Vatch.
He de reconocer que pocas veces me ha
costado tanto ponerme una escribir un comentario como en el caso de la película
“El amante doble”, el último filme de mi admirado François Ozon. El maestro del
cine francés que se subió a las ramas de la exquisitez europea con su anterior y
espléndida “Franzt”- un poderoso alegato humanista y antibélico en primoroso
blanco y negro- vuelve, en parte, al
terreno de sus primeros y más irreverentes filmes con un thriller sexual
enrevesado y, todo hay que decirlo, algo pretencioso, macarrónico e inverosímil
en el que juega con elegancia y brillantez
con las imágenes, las texturas pero en exceso con el espectador. Ozon no deja
respiro en esta historia truculenta sobre una joven atrapada entre el fantasma
de dos hermanos gemelos, enamorada locamente de su terapeuta, que trabaja en un
museo de arte moderno y que debe enfrentarse a extraños fantasmas del pasado
cuyo verdadero origen no conoceremos hasta un sorprendente final. La más
tramposa de todas las películas de Ozon vuelve a hurgar en las fantasías
sexuales y las miserias íntimas de la burguesía parisina como ya hizo, en tono
de comedia desenfadada bastante más agradecido, lúcido y sólido, en la reciente “Une
nouvelle amie”, un inteligente enredo en el que la fantasía y la realidad acaban
conjugándose de forma liberadora para los sexos y los géneros.
En esta ocasión
el realizador parece volver al terreno semi-fantástico y enigmático de “La
piscina” solo que con un relato bastante menos apacible y con dos intérpretes
algo descompensados como son una esforzada pero inexperta Marie Vatch y un espléndido y entregado Jeremie Reinier, en un papel que,
como algunos fragmentos del filme, está teñido de aires cronenbergianos.
Destaca en un pequeño pero significativo papel secundario la fuerza de
Jacqueline Bisset, rescatada del olvido para el papel de la madre de la
protagonista. Filmada con ritmo y una
gran audacia en la mezcla de colores y formatos, sin temor a agobiar al
espectador, “El amante doble”, es ante todo un juego perverso con muchos ecos
cinéfilos que, como el Almodóvar de “La piel que habito” no se muestra en
absoluto complaciente con la “alta clase médica” ni. como el propio Ozon en
otros de sus filmes, con la brecha abierta en su país entre lo público y lo privado en el núcleo de
una sociedad basada en las apariencias, aquí llevadas al esperpento, el horror,
la risa, la autoparodia y la negrura. La
ciudad así se convierte en una superposición de seres que solo creen conocerse,
de criaturas alienadas buscándose sin suerte, en una larga fila de soledades,
abismos por explorar y donde, nuevamente, los avances en el terreno de las
costumbres no dejan de ser bastante superficiales. Un filme irregular, que atrapará
o decepcionará a distintos tipos de público pero que resulta difícil llegue a
dejar indiferente al espectador/a por lo atípico, arriesgado, a ratos
chirriante y, casi siempre, desinhibido de su propuesta, tanto a nivel temático como
estilístico.
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