DEREK JARMAN Y “EDWARD II” (1991)
Por Eduardo Nabal
Derek
Jarman nace en Northwood, Middlesex, Inglaterra el 31 de enero de 1942 y muere
en 1994 víctima del virus HIV del que era portador desde 1986. Para este tiempo, ya era una figura pública muy bien conocida
en Inglaterra, activista y defensor de los derechos humanos y de los gays,
inflexible en su lucha en contra de los medios y la homofobia. Su trabajo ha
ganado un amplio aplauso y respeto alrededor del mundo.
Derek
Jarman fue un personaje polifacético, además de las películas que rodó, también
filmó una buena cantidad de cortos y vídeo-clips, y ha sido también productor,
actor, escritor, escenógrafo, pintor especializado en collage y director de
ópera. Sus películas fueron galardonadas en muchos festivales internacionales.
Como escritor publicó no sólo sus guiones sino una serie de trabajos
formalmente innovadores de un “collage autobiográfico” y diarios en los que se
reinventaba él mismo y su vida, una y otra vez. Su carrera como pintor se
desarrolló paralelo a su trabajo como diseñador. Estuvo nominado al premio
Turner en1986 cuando su trabajo fue exhibido en la Tate de Londres. El sólo
hecho de que Jarman pueda cumplir un papel tanto en la historia del cine como
de las artes plásticas habla de un impulso artístico excepcional en su
generación.
El
cine de Derek Jarman es tan alucinante como desconocido para el gran público,
al menos en nuestro país, y es que su cine independiente nunca anduvo cerca de
los circuitos comerciales. De hecho, siempre encontraba muchas dificultades
para encontrar productores para realizar sus películas, y es que algunas
llegaron a tener menos presupuesto que las películas llamadas de serie b o bajo
presupuesto.
Era
una persona decepcionada con la situación política de Inglaterra durante la
legislatura de Margaret Thatcher, y de esa Inglaterra deprimida sacó
inspiración para escribir algunas de sus películas. Fue bastante criticado y
atacado por los periódicos, el gobierno y el parlamento, incluso lo declararon
personaje no deseado en Inglaterra hasta durante varios años. Otras de las
inspiraciones fue su homosexualidad declarada, que también era palpable en sus
películas.
Así
como David Leavitt, novelista de la causa, Jarman problematiza la idea de un
arte completamente subsumido en una cultura. Si Leavitt opta por el realismo
novelesco y el asimilacionismo, Jarman se instala en el vanguardismo
cinematográfico y la reivindicación de la diferencia. Las películas de Jarman
experimentan con el anacronismo y el fragmento como sólo las de Godard, antes
que él. Wittgenstein (1993) es una obra maestra del fragmentarismo, basada en
la vida y la obra de Ludwig Wittgenstein, uno de los más grandes filósofos del
siglo XX. Blue (1984) es el testamento cinematográfico de Jarman. Película sin
imágenes, sobre una pantalla permanentemente azul se escucha la voz del autor,
reflexionando sobre su obra y su experiencia de vida. Es un experimento radical
que lleva el cine hasta el límite agónico que lo hace coincidir con la propia
experiencia de vida de Jarman que para ese entonces estaba ciego.
Eduardo II (1991) Fue su última gran película definida
dentro del Cinema Queer. Basada en la obra de Christopher Marlowe
(1564-1593), Jarman hace una libre recreación de la vida de este monarca inglés
que gobernó a principios del siglo XIV, deteniéndose en la relación homosexual
que mantuvo con Piers Gaveston, un joven de origen humilde y los problemas que
de ella derivaron.
La
película es voluntariamente anacrónica, mezclando diálogos siglo XIV, con un
vestuario, una música y una estética del siglo XX, con elementos de la cultura,
pop, las subculturas gays y la iconografía local. Incluso se puede ver a un
grupo de activistas gays británicos pidiendo la igualdad de derechos para los
homosexuales, además de un clip de Annie Lennox cantando el himno de la causa
gay norteamericana.
La
película Eduardo II, filmada exactamente 400 años después de la obra original,
es erótica, política, visualmente arrasadora, experimental en el sentido más
provocativo e inolvidable. Antes de ver la adaptación reveladora del obra de
teatro de Marlowe, es importante situarse unos siglos atrás y saber que era
conocido como el chico más malo del Renacimiento Inglés, su lema era “lo que me
nutre, me destruye” . Jarman juega un rol no muy diferente a cuatro décadas
atrás. Quizá una de las obras más importantes del drama que Marlowe aportó al
teatro es esta pieza maestra “Eduardo II”.
Es una combinación sin precedente de flexibilidad poética, pasión sin
límites y compasión radical que la hace
no solo una tragedia inglesa sino la gran y singular temática gay entre el
mundo antiguo grecorromano y la era moderna.
Es
la película más simple pero con características más resonantes de Jarman. Las
opresivas paredes de piedra tan altas
que siempre están por fuera del recuadro, los pisos sucios y el interminable
laberinto de los corredores todos reflejando la naturaleza sofocante de este mundo. Jarman acentúa el efecto con
afiladísimos rayos de luz agudos y cortantes. Paradójicamente, es un espacio a
la vez plano, con cuartos estrechos pero
sin límites. Esta puesta en escena no es disimilar al escenario Isabelino para
el que Marlowe escribió, a la vez abierto y opresivo.
El
diseño vanguardista es sorprendentemente original y en él involucra
anacronismos con las convenciones del
teatro Isabelino. El vestuario juega una profunda significación en la
estilización dramática. Jarman escoge literalmente el vestuario más restringido
de las recientes décadas para jugar con naturaleza represiva de la corte, un enfoque no diferente
al escenario Isabelino, apuntando una mordaz mirada política en la que la
naturaleza de la corrupción del poder y la presión anti-gay no es muy diferente
en nuestro mundo moderno que en la época de Marlowe.
El
estilo visual es simple y directo; es quizá uno de los más formalmente puros en
términos de composición. Hay una austera belleza visual, no sólo en el
escenario y el vestuario sino en los recuadros y aún en el movimiento de la
cámara. Lo que hace esta estrategia visual tan fuerte y a veces abrumadora, son
las volcánicas pero reprimidas emociones de los personajes están siempre en
devastador contraste con los plácidos espacios.
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