Siendo
bastante ignorante en la materia y sus raíces históricas solo me voy a atrever
a dar unos apuntes sobre una cuestión que ha llegado a dimensiones (infladas)
mediáticas irrisorias y a la vez no exentas de extraño “encanto” en una España desolada
por el paro, el autoengaño, la miseria material y cultural y la corrupción de altos vuelos. Hay
convocada una consulta o “referéndum” de cara a la posible autodeterminación
para el próximo 1 de octubre en Cataluña. Pero el poder centralista va hacer
nuevamente todo lo posible para impedirla, boicotearla o deslegitimarla.
Incluso Cospedal, estrenándose como prepotente Ministra de Defensa a tuti plen, ha
amenazado, en un alarde de prepotencia, con “sacar los tanques a la calle”, al
más puro estilo golpista. Lo malo es que el independentismo catalán hoy se ha
ganado unas simpatías poco sólidas. La verdadera izquierda siempre ha querido
el derecho de los pueblos a la autodeterminación, por encima de imposiciones
centralistas que vienen de antiguo. Pero parece que la mayoría del pueblo
catalán y, en particular uno de los sectores
más nacionalistas que no independentistas -en su origen-- fue la burguesía industrial catalana y sus
aledaños. Puede que un sector de las clases populares fuera independentista y si buscara una forma de autoexpresión y autodeterminación,
una forma de autonomía que les permitiera autogestionarse y destapar a sus
propios corruptos si la excusa de la “dependencia del poder central”. Pero
ahora éste referéndum que parece haber unido- temporalmente. a izquierdas y derechas catalanas en un común
objetivo separatista que ha suscitado
una generosa empatía en el resto del estado por las trabas, zancadillas,
escuchas, espionaje y guerra sucia desatada por la derecha en el poder contra
esas mismas pretensiones de Cataluña en erigirse como nación independiente. Una
Cataluña que ya no es la que era, lejos del despertar antifranquista, el
republicanismo más auténtico, Ocaña y el camp barcelonés, el anarquismo
travestido, la ética libertaria. Esa Cataluña libre es hoy una Cataluña hoy también amordazada por su propia
policía además de por la del Estado Español, de libertades inseguras y con sus propios figurines y, a
pesar de estar, en algunos aspectos, culturalmente más avanzada, igual de mísera
en sus diferencias sociales. Estrellas mediáticas de gran poder de seducción frente
al público como Gabriel Rufián gustan por su capacidad de molestar al partido
en el gobierno pero anteponen, en el fondo y lo vemos en sus pactos
autonómicos, su catalanismo a su visión social de izquierda real y duradera con
visos a un futuro por construir. O sea
un independentismo contra el Partido que desgobierna el Estado Español y sus
votantes, pero no un independentismo con una sólida y duradera base social, en
gran medida. Es decir un odio común, lo que es muy loable pero que no acabará
ni con la alta corrupción de la derecha catalana en el poder ni con los muchos
otros problemas del pueblo catalán en su conjunto. Puede que logren librarse de
la monarquía española y hasta del Partido (u Organización Mafiosa y Criminal )
Popular, que no es poco, pero lo que tienen en casa tampoco es nada envidiable
– más bien al contrario- y eso les va a tocar
afrontarlo y solucionarlo allí donde sitúen las/sus fronteras.
Uno
siempre ha pensado que la coacción del Estado central sobre el derecho de
autodeterminación de los pueblos no ha traído nada bueno y, sin dejar de
condenar la violencia, no entiende ese miedo a la diversidad sociocultural y
esa cerrazón cuasifascista a que cada pueblo o nación decida sobre su futuro,
incluso sobre si quiere ser una república y no seguir sobre una monarquía
absurda y en horas bajas. Aunque también es muy posible que en el referéndum
saliera un “no” ya que la derecha española y también los españolistas de
Cataluña “saben votar como un solo hombre” cuando se presenta la ocasión, como
hemos comprobado recientemente. Sea como fuere, y desde la indiscutible empatía
que suscita un pueblo enfrentado a una maquinaria centralista corrupta,
dictatorial y manipuladora, no creo que para Cataluña haya un día clave en su
historia sociopolítica, si puede (podría) haber un cierto sentido simbólico contra el
caciquismo centralista y sus artimañas de baja estofa, pero los caciques de
dentro, actuando de igual modo contra su pueblo, se quedan en el interior y en el poder.
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