Ha nacido una estrella
Por José García
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Una esplendida gaviota sobrevuela la hermosa playa de La Caleta, en Cádiz./J.G. |
Cada
verano responde, más o menos, a los mismos rituales de entretenimiento. Como la
monotonía de las norias que pueblan la poesía de Antonio Machado. Como la
levantera que amenaza pertinaz con arruinar cada agosto gaditano. Como los
lavapiés de la playa que sirven a los niños para llenar globitos de agua. Todos
los veranos son secos, secos de noticias interesantes que permitan buscarse el
pan a los plumillas becarios y a los autóctonos y turistas salir del sopor de
las agobiantes sobremesas. Y en este continuum de postales repetidas, emerge
siempre una figura de atractivo mediático, un Pequeño Nicolás, una Olvido
Hormigo, que tras protagonizar la transgresión de algún código moral de las sociedades
modernas, se postula ya como personaje de reality
de la próxima temporada y nos saca de un golpe del letargo de la siesta.
Jesús Tomillero ha entendido todo
esto muy bien. No en vano, entre los galardonados en esos primeros primerísimos
premios por la diversidad sexual que ha instituido para distinguir la labor
contra la lgtbifobia, se encuentran no solo entidades tan rocambolescas como
Nuevas Generaciones de Cádiz o el Cádiz C.F. (muérete de risa, María Luisa),
sino también grupos mediáticos como Mediaset España, que ya ha elevado a
Nicolás y a Hormigo a la categoría de estrellas televisivas capaces de hurgar
en las heridas del contrincante de turno.
El primer primerísimo arbitro gay
que sale del armario, después de dejar el fútbol, anda buscando colocación en
este star system del minuto y medio
de fama. Y ya no sabe qué hacer para llamar la atención. Por lo pronto, este
fin de semana ha amenazado desde su cuenta de Twitter a la web gay Estoy Bailando con una demanda por el artículo
titulado El arbitro gay reparte premios
entre sus amigis del PP. Enfurruñado porque, dice, se ha utilizado su
imagen sin su consentimiento. Tomillero ya lo sabe. Su imagen es ya, empieza a
ser ya, marca. Marca comercializable, vendible en cualquier edición de Gran Hermano VIP o Supervivientes. Y no está dispuesto a compartir los beneficios del
invento con ningún otro.
Sin embargo, el ex arbitro no parece
ser consciente de los pros y los contras de esta gloria amarilla y fugaz como
el veranillo de San Miguel. Porque él podrá hacer lo que le dé la gana y darle
sus premios a quien le parezca. Pero los demás (y, por supuesto, las demás)
tenemos derecho a dar nuestra opinión al respecto. Y esta es la parte que, me
parece, no ha entendido este héroe moderno de la épica futbolística.
Es una pena que no saliera del
armario a tiempo de ser invitado a la boda de Maroto. Le hubiera proporcionado
un plus de proyección mediática que hubiera acelerado su ascenso televisivo. De
todos modos, yo le recomendaría que no desesperara. Al fin y al cabo, él sigue
siendo ese algo extraordinario, inusual, fuera de lo común, que necesitan las
grandes corporaciones del entretenimiento para distraernos a todos del tedioso
invierno que se nos viene encima. Al fin y al cabo, sigue siendo el arbitro
gay-de derechas-que salió del armario. Mucho más vendible que la loca
patética-que un día se hartó-y le plantó cara a sus acosadores, o que la ciberactivistas
trans-que no desfalleció en su empeño-hasta lograr que se retirara-vídeo difamatorio
sobre las personas transgénero. Personajes de esos, tan comunes, tan vulgares, hay
muchos, demasiados para esta España de charanga y pandereta, cerrado y
sacristía. Tantos, que nadie les presta ya su atención.
Bueno,
nadie no. La concejala del PP en Badajoz, Charín Gómez de la Serna, que llamó
“asquerosos y repugnantes” a dos manifestantes del Orgullo 2016, o el edil
popular en el Ayuntamiento de Sevilla, Gregorio Serrano, que exigió la retirada
de la exposición fotográfica, a la que calificó de obscena, que los grupos
lgbtbqi habían instalado en el centro de la capital hispalense con motivo de la
misma celebración, esos sí que están muy pendientes. Como los responsables del
gobierno central en funciones, también del PP, que han recurrido (qué raro) la
Ley de Transexualidad recién aprobada por la Asamblea Madrileña.
Pero a
quién le importa todo eso, ¿verdad, Tomillero? Ande yo caliente y ríase la
gente. Porque ha nacido una estrella.
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