jueves, 25 de agosto de 2016

FOTOGRAFÍA, POLÍTICA Y ENCARNACIÓN

Jesús Micó: la democratización del cuerpo representado

 

Por José García

 

Jesús Micó

 

 

Tal vez la primera propuesta política acerca del cuerpo en la era contemporánea haya llegado de la mano del sida. A mediados de los ochenta y principios de los noventa, cuando amplias comunidades, entre ellas la comunidad gay, habían sido ya devastadas por la pandemia, se lograba vislumbrar que aquella no era una simple crisis de salud, sino también una crisis de la representación del cuerpo y sus placeres que habría de propiciar una ruptura epistemológica en la concepción de la corporalidad como entidad esencialmente biológica. “La interpretación periodística del sida como signo externo y bien visible de una imaginada voluntad depravada, nos devuelve hábilmente a una visión premoderna del cuerpo, según la cual la herejía y el pecado quedan marcados en los rasgos de sus súbditos por medio de las manifestaciones punitivas y amonestadoras de la enfermedad”, apuntaba el escritor británico y activista anti-sida Simon Watney en 1991 (Llamas [comp.] 1995).

       Derivada de estas consideraciones, y apoyada por desarrollos teóricos como el de Judith Butler en Cuerpos que importan (1993), o el activismo de grupos anti-sida como ACT UP y otros afines que se fueron organizando en el mundo occidental, la idea de representar explícitamente las prácticas corporales proscritas y estigmatizadas aparecía en aquellas comunidades como un imperativo político de salud pública. Las campañas de prevención debían traspasar y derribar las murallas de la moral ultramontana heredera del thatcherismo, el movimiento neocón en los Estados Unidos o el nacionalcatolicismo en países como España, para que las prácticas corporales de riesgo y los mecanismos para prevenirlo pudieran ser representados explícitamente sin ningún tipo de ambigüedades, pues solo de esa manera la información preventiva tenía posibilidades de lograr sus objetivos. Solo así todos aquellos cuerpos que, a lo largo del siglo XX y desde mucho antes, parecieron no importar, podrían al fin lograr el estatus de cuerpos que importasen, no solo en el ámbito simbólico, sino también en el real.

            Desde entonces, la producción de cuerpos perfectos o imperfectos, sanos o enfermos, naturales o monstruosos, ha sido objeto de todo tipo de elaboraciones teóricas y políticas, desde el movimiento pospornográfico y la ‘teoría crip’ hasta los estudios sobre cruisings virtuales, y también desde ángulos más puramente artísticos y personales, como en algunas de las colecciones fotográficas del artista e historiador visual gaditano Jesús Micó.

            La literatura (y las imágenes) producidas al albur de esta preocupación por la dimensión política del cuerpo representado es tan amplia que toda reflexión que pretendiera ahora abarcarlas a todas pecaría sin duda de pretenciosa. Por tanto, me referiré únicamente, de forma muy somera, a la ‘teoría crip’ y a las reflexiones del profesor argentino Emmanuel Theumer sobre Etnografía Grindr (2016), pues las considero un buen respaldo teórico (aunque seguramente el fotógrafo no lo pretendiera conscientemente) a la personalísima visión del cuerpo que nos ofrece Jesús Micó en sus colecciones Natura Hominis: Taxonomías y Natura Hominis: Escenarios.

            Así, Theumer ya nos alerta de que “un generoso optimismo nos permitiría asumir que Grindr, como posibilidad tecnológica, ha facilitado cierta ‘democratización‘ del placer y constituye una alternativa a las históricas regulaciones del espacio público heteronormativo. Pero pongamos el acento en la estética corporal que Grindr actualiza y hace circular: los tonificados torsos desnudos que colapsan su interfaz requieren no solo de una inversión de sí, operan religiosamente bajo marcadores clasistas-trans-gordo-raciales, anticipados incluso en las opciones formales que ofrece a cada perfil (solo por poner un ejemplo, trans-gays son considerados una ‘tribu’, a la par de ‘geeks’ y ‘discretos’)”.

            Por otro lado, Robert McRuer, en Cryp Theory: Cultural Signs of Queerness and Disability (2006) se acerca tanto a los movimientos de la diversidad funcional como a los queer en una aproximación transversal y crítica con la condición neoliberal y sus consecuencias capacitistas y productoras de un determinado cuerpo construido como normalizado y/o normalizable. ‘Cryp’ (en inglés, tullido, lisiado) es una identidad, un posicionamiento político, desde el cual la sociedad mayoritaria se puede cuestionar. Mientras que la discapacidad se trata de una exclusión impuesta y no deseada, la discapacitación es una identificación consciente con la exclusión, un lugar desde el cual la normalidad se puede criticar. Esta discapacitación consciente o critica, cuya trayectoria puede trazarse a los movimientos de liberación de los años sesenta y setenta, desestabiliza la identidad del capacitado (completa capacidad física).

            Seguramente a estas alturas alguien estará preguntándose dónde encuentro yo los vínculos entre las representaciones de los cuerpo sexuados promovidas por ACT UP, las investigaciones de Theumer o los postulados de la ‘Teoría Cryp’ con el trabajo fotográfico de Jesús Micó. Sin embargo, la respuesta salta la vista: en su pertinaz obsesión por democratizar los cuerpos representados. Así lo explicitaba el propio artista en una lección magistral impartida hace algunos años en la Universidad de Cádiz y a la que tuve la posibilidad de asistir. Lo primero que nos proyectó al auditorio fue un mosaico de cuerpos diversos (que no ‘distinguidos’) en toda su ‘imperfección’: cuerpos preñados, peludos, fofos, presentados de una manera que nada tenía que ver con el asalto al Yo, a la subjetividad sexuada que nos propone el interfaz de Grindr a modo de escaparate.

            La feminista lesbiana Teresa de Lauretis decía hace ya algunos años que el Yo no puede entenderse más que como un ego-cuerpo, que no solo contiene la imaginaria morfología de un yo individual, sino que capacita también para el acceso a lo simbólico (Differences, 1991). Ese acceso a lo simbólico es lo que parecen querer reasegurar las citadas colecciones fotográficas de Micó, aunque partan de la cotidianidad de su vida con su novio y con sus amigos y amigas para establecer la demanda histórica de la democratización del cuerpo representado. Además, es muy posible que, a pesar de su carácter intimista, las fotografías del gaditano no carezcan, al menos todas, de intencionalidad política explícita. Recuerdo que en la referida lección magistral a la que asistí, Micó mostró una fotografía que había tomado como respuesta directa al caso de un gay que había sido perseguido y asaltado por unos homófobos  por las calles del barrio de Santa María, en Cádiz, sin que la Policía Local hiciera casi nada por evitarlo. Los agresores quedaron absueltos por falta de pruebas y testimonios. Y la fotografía-respuesta de Micó mostraba el desnudo integral de su novio visiblemente empalmado.

            Pero quizá (o al menos para mí) una de las propuestas más interesantes y subversivas de estas colecciones fotográficas de Micó es la presentación de todos esos sujetos encarnados como realidades fragmentarias, como collage digitales de distintos momentos de sus vidas corpóreas, como identidades siempre en proceso de construcción y deconstrucción. Y por todo ello me parece completamente perentorio que Natura Hominis: Taxonomías y Natura Hominis: Espacios sean expuestas en nuestra ciudad en los espacios culturales abiertos al gran público. El arte de representar el cuerpo en toda su magnitud social, cultural, histórica, no puede quedar encapsulado en públicos minoritarios más o menos interesados. Debe exhibirse como una conquista de toda la sociedad.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario