viernes, 19 de agosto de 2016

LA LIBERTAD SEXUAL EN EL ESPACIO POSTSOVIÉTICO

Marco Vidal: "Rusia debe entender que algunos países con una supuesta cultura común huyen del dogmatismo religioso y el conservadurismo sin sentido"

 

Por Eduardo Nabal

 

 Marco Vidal, estudiante de lenguas eslavas y activo militante anticapitalista y lgtb, conoce mejor que ninguno de todos nosotros la situación de la libertad sexual y los derechos civiles al otro lado de lo que fue el 'telón de acero'. Pronto regresará a la zona para proseguir con sus estudios, pero antes nos deja una mirada en primera persona de lo que allí ocurre con la diferencia afectiva y sexual.


EDUARDO NABAL.- Hola Marco. ¿Eres un aplicado estudiante de lenguas eslavas? ¿Esta pasión viene de algún sitio o de muchos?

MARCO VIDAL .- Pues todo empezó cuando tenía unos doce años. Estaba viendo por la televisión un programa de adopciones y salía una pareja española que iba a Rusia a por su hijo, y me llamaron mucho la atención las imágenes del país, pero sobretodo los carteles que aparecían, que en ese momento denominé carteles con letras muy raras. Por entonces, en el trabajo de mi madre, un centro de acogida de mujeres maltratadas, había una rusa. No era algo raro, pues a esos centros normalmente iban mujeres inmigrantes. Entonces mi madre le dijo a esta mujer que yo quería aprender ruso y ella no dudó en enseñarme, en la distancia, claro. Elaboraba apuntes de vocabulario, me escribió el alfabeto, explicaciones gramaticales... Incluso me regaló un diccionario de verbos conjugados en ruso y español, que hoy día me sirve muchísimo más que por entonces. Para mí en ese momento era como un juego, pero el juego se fue transformando en pasión cuando decidí estudiar ruso en la universidad, y muy pronto esa pasión la ocupó otra lengua eslava: el búlgaro. Lengua a la que le dedico la mayor parte de mi tiempo y dedicación. No sé muy bien por qué razón la pasión por el ruso se fue diluyendo... Quizás porque en Rusia te pueden pegar unos nazis por la calle por ser maricón y que todo quede impune; quizás porque hay una ley que prohíbe hablar positivamente de la homosexualidad delante de niños; quizás porque es uno de los países que menos acepta y tolera la homosexualidad de todo el mundo. No lo sé. De todas formas, Bulgaria no es el paraíso de la igualdad social y mucho menos económica, pero a pesar de sus “peros”, sí tiene una sociedad algo más abierta que la rusa y por lo menos las leyes no me persiguen. En el Orgullo Gay de Sofía no hay disturbios y transcurre con normalidad; Además, en Sofía se celebran festivales de cultura queer y exposiciones que no tienen censura estatal. A parte de por estas razones, hay otra muy importante que me llevó a decantarme por el búlgaro y es que fui asimilándolo, aprendiéndolo, con más facilidad y entusiasmo. La gramática rusa es muy compleja y no tiene nada que ver con la española, y el búlgaro, aunque tiene sus dificultades, tiene un sistema verbal similar al español, tiene artículos, y no tiene declinaciones. Habiendo estudiado menos tiempo búlgaro que ruso, en un año era capaz de comunicarme, cosa que con ruso, a día de hoy, todavía me es difícil tener una conversación fluidamente.


E.N.- ¿Hay muchas diferencias entre los países del Este que se ven eclipsados por la preponderancia de Rusia?

M.V.- Creo que a pesar de que comparten un origen lingüístico común, y de que todos han atravesado por regímenes “comunistas”, comparten grandes diferencias en cuanto a la religión y la cultura. Kundera en su libro El Telón comenta lo siguiente: Por otra parte, ¿no pertenecen los checos desde siempre al mismo «mundo eslavo» que los rusos? Yo explicaba que, si bien existe una unidad lingüística de las naciones eslavas, no hay ninguna cultura eslava, ningún mundo eslavo: la historia de los checos, al igual que la de los polacos, eslovacos, croatas o eslovenos (y, por supuesto, de los húngaros, que no son en absoluto eslavos), es simplemente occidental: Gótico; Renacimiento; Barroco; estrecho contacto con el mundo germánico; lucha del catolicismo contra la Reforma. Nada que ver con Rusia, que se encontraba lejos, como otro mundo. Sólo los polacos vivían en directa vecindad con ella, aunque ésta pareciera una lucha a muerte.

Bosnia tiene una gran población musulmana. Bulgaria ortodoxa. Polonia católica, Rusia y Serbia son hermanas ultranacionalistas, República Checa y Eslovenia huyen más del chovinismo (excepto cuando se trata de hablar de los refugiados) y son los países más gayfriendly de todos los estados eslavos... ¿Qué tienen en común países como Eslovenia que a pesar de haber rechazado en referéndum aprobar el matrimonio igualitario (referéndum en el que solo participó el 35% del electorado) o República Checa (donde gran parte de la población se define como atea), con la conservadora y religiosa Rusia? Rusia debe entender que ni ellos son la cuna de la cultura y las lenguas eslavas, y que afortunadamente, algunos países que comparten con ellos esa supuesta cultura común, huyen con diferencia del dogmatismo religioso y del conservadurismo sinsentido.


E. N.- ¿Bulgaria y la Poesía? Un chico del sur buscando ¿el frio?

M.V.- Precisamente el tiempo en Bulgaria es lo que más miedo me da. En septiembre me voy allí de Erasmus y no quiero imaginarme cómo será pasar diciembre, enero y febrero, donde las temperaturas pueden llegar a los -10 o -15 Cº. Con la poesía todavía no he avanzado demasiado, tengo algunos poemas que he escrito en momentos en los que me he sentido inspirado, y llegué a quedar finalista en un concurso de poesía con el poema Tres Maricas, pero no soy de los que puede “ponerse a escribir”. He escrito poco y solo cuando me ha apetecido mucho en ese momento o cuando he sentido la necesidad de hacerlo.


E. N.- Hemos visto imágenes escalofriantes de la homofobia en Rusia pero también en otros países. ¿Qué tipo de miedo o fanatismo crees que se intenta resucitar?


 M.V.- Evidentemente no son solo las leyes rusas el principal enemigo del colectivo LGTBI. Miguel Rodríguez Andreu en su libro Homofobia en los Balcanes explica muy bien que la homofobia ha estado muy presente en los países de la antigua Yugoslavia, especialmente en Serbia. Como comenta Miguel en su libro, para muchos ex-yugoslavos, que viven en condiciones pésimas (en cuanto a salarios, pensiones, servicios sociales), les cuesta ver la igualdad LGBTI como una prioridad política. Y en mi opinión, esto unido a la influencia de la religión (bien sea ortodoxa en Serbia, musulmana en Bosnia) en la sociedad y la educación, ralentiza la visibilización del colectivo. En ningún caso creo que la penosa situación económica justifique la actitud intolerante de una sociedad, pero creo que es un buen análisis de la situación. No se trata de decir sin más “los rusos y los serbios son unos putos homófobos”. Hay que saber el contexto en el que viven y por lo que han pasado las últimas décadas. 



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