lunes, 10 de abril de 2017

INVISIBILIDAD LÉSBICA EN LA LITERATURA EN CASTELLANO




Oculto sendero, de Elena Fortún


Por Eduardo Nabal



La aparición en la editorial Renacimiento de la novela inédita de Elena Fortún (conocida por ser la creadora de Celia, uno de los personajes infantiles más importantes de la literatura española), Oculto sendero, nos pone de nuevo frente a una evidencia: la escasa visibilidad lésbica de las autoras en lengua castellana. O, expresado de otro modo, cómo -bajo el tapiz de la “narrativa femenina”- se han armarizado grandes nombres de la literatura que han contado historias de amor, descubrimiento, sexualidades y vidas raritas o disidentes de mujeres fuera de la heteronorma en una sociedad tan marcada  por ésta como la España del franquismo, con su parafernalia nacionalcatólica, que pervive hasta nuestros días. 

Aunque muchas saben que cuando Gloria Fuertes “fue a tirarse al tren cambió de opinión y se tiró a la taquillera”, por lo general hay un abismo radical entre la mujer “como Dios, la familia y la Patria mandaban” y lo que se cocía entre visillos. Aún hoy para muchos grupos de mujeres, afortunadamente cada vez menos, sigue suponiendo un problema irresoluble eso de celebrar y cómo celebrar o hacer algo por un ‘Día de la visibilidad lésbica’, que llega a finales de este mes. 

En lengua castellana tenemos ejemplos lejanos, como la ya ineludible vida y obra de ‘Sor Juana Inés de la Cruz’ quien, como la  abulense ‘Santa Teresa de Jesús’, estuvo lejos de ser una monja al uso. Si nos acercamos más, podemos hablar de la forma en la que se describía a las mujeres escritoras, y a algunas maestras, como “hombrunas” o “amargadas”, tal y como les toco padecer a autoras de la talla de Emilia Pardo Bazán entre otras. 

Hace poco el ensayo Poesía lesbiana y queer, de Elena Castro, ha recuperado las voces de mujeres como Lucía Sánchez Saornil, anarquista y amante de otras mujeres pero silenciada por sus compañeros de lucha, la citada Gloria Fuertes, Carmen de Burgos, Ana Maria Moix, Esther Tusquets, la uruguaya universal Cristina Peri Rossi o las más recientes adscritas a la poesía joven y queer que cuestiona de forma clara los binarismos de género como, por ejemplo, Txus Gutiérrez. 

La reedición en la propia editorial Renacimiento de La malcasada, de Carmen de Burgos, nos pone frente a una autora iconoclasta que describe con crudeza lorquiana la situación de las mujeres en la Almería de postguerra, mezclando el costumbrismo, la sordidez y la prosa más descarnada. Otras muchas autoras han reclamado ese espacio, de Isabel Franc a, en clave de prosa poética,  Flavia Company, sin olvidarnos de las herederas de Wittig o Despentes por estos lares como Paul Preciado, June Fernández o Itziar Ziga, que han mezclado la narrativa y el ensayo, la autobiografía y la provocación, o la autobiografía como provocación convirtiendo sus cuerpos y sus biografías en espacios a la vez literarios y políticos.

Oscuro sendero nos recuerda que grandes nombres de la mal llamada “narrativa femenina” escribieron, aunque no lograron ver publicadas, intensas historias de amor llenas de matices autobiográficos, narraron sus infancias como niñas que no se amoldaban a los roles ni vestimentas del género asignado forzosamente y exploraban sus relaciones íntimas con otras mujeres. Tal es el caso de esta autobiografía novelada y las historias de amor y sexo que recorre, a lo largo de un dilatado espacio de tiempo, las páginas de esta novela de iniciación de primer orden, tal vez algo descuidada en su redacción, secuestrada para los y las lectoras de todo el mundo, que es hoy Oculto sendero

Fortún para muchos/as seguirá siendo la que creó a Celia, un personaje que ya, desde la timidez obligada de su lugar y tiempo de aparición, empezaba a cuestionarse algunas de las máximas de la feminidad convencional. Sin embargo, la feminista y lésbica Oculto sendero no es única en su género, y novelas posteriores como la inolvidable  Julia, de Ana Maria Moix, dan un paso adelante en ese camino por explorar en las letras castellanas o catalanas. 

En todo caso no cabe duda de que, hoy, en estos tiempos de involucionismo y desmemoria histórica, con el día de la visibilidad lésbica en el horizonte, una novela de las dimensiones de Oculto sendero, llena de apuntes sociohistóricos y autobiográficos nada desdeñables, es algo más que un hermoso camino a seguir en las letras lésbicas españolas que no tuvo, hasta hace no tanto, una continuidad visible, recuperada. Es un testimonio de un tiempo que fue y que nunca se ha ido del todo.
 

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