“La
Xirgú” es una modesta pero resultona producción catalana ambientada durante la
Dictadura de Primo de Rivera en la Barcelona de los años veinte en la que la
actriz Margarita Xirgú se decide a interpretar, a pesar de los intentos de la
censura por impedirlo, a la “Mariana Pineda” de García Lorca. Personajes como
Valle-Inclán o el propio Lorca arropan a la actriz encarnada por una inspirada
Laia Marull en esta aproximación modesta pero llena de encanto, fuerza, magia y
sensibilidad a un momento de la carrera de la actriz catalana que también es un
momento en la historia del siglo XX en el estado español y, en particular, en
ese cruce entre el arte y la política que tanto ha disgustado a las dictaduras
que todavía perviven en el subconsciente colectivo, como hemos podido comprobar
recientemente y precisamente en suelo catalán.
“La Xirgú” es pues una película
sobre el teatro, sobre una actriz mítica
en el espectro lorquiano y sobre la historia de un montaje contra los poderes
fácticos. Parece una ironía del destino que necesitemos hablar de las tiranías
del pasado (ya entonces, en tiempos de Lorca) para poder referirnos a las del
presente y que la bandera tricolor de la República y la palabra “LIBERTAD”
sigan siendo emblemas peligrosos en este estado represor que parece anclado en
los códigos no solo anti.culturales, autoritarios y anti-democráticos sino teñido
por el esperpento negro de uno de los secundarios que aparece en el filme:
Valle-Inclán. El autor de “Luces de Bohemia” aparece retratado como un viejo
cascarrabias, celoso de la relación entre Lorca y la Xirgú y parece, al
principio, desdeñoso hacia la obra que preparan pero finalmente en un gesto
brillante consigue salvar la representación de las garras de la policía del
régimen de Primo de Rivera y de la censura del Heraldo de España. El filme está rodado
con ritmo, ambientado con gusto, se
apoya en la humanidad de los intérpretes (destacando, sobre todos, el esfuerzo
de Laia Marull) y en la mezcla entre el
teatro y la vida, el arte y las ideas, con una sana mezcla de humor, gotas de
drama y algo de suspense, descansando en las batallas hermosas o desgarradas y
las pequeñas conquistas por la libertad de expresión que, aún hoy, se libran en
el estado español en general y en el
suelo de Cataluña en particular.
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