Existe
un cine catalán. Ya en los años setenta se habló de una serie de realizadores
que se agruparon en torno a un movimiento llamado la “Escuela de Barcelona”.
Nombres como Gonzalo Suárez, Joaquín Jordá, Pere Portabella o Jaime Camino,
todos ellos de sensibilidades y trayectorias bien distintas, confluyeron en un
cine entonces contestatario y renovado, nacido de la resaca postfranquista.
Algunos como Jordá o Portabella se mantuvieron en su radicalidad estética y, en
el caso del primero, además su compromiso socio-político fue en aumento con
filmes como “Monos como Becky” o “De niños” testimonios desde la
antipsiquiatría o sobre el deterioro del barrio del Raval y el sensacionalismo; en el caso de Suárez
o Camino como en el de Aranda, se integraron, en mayor o menor medida, en la
industria del cine español más o menos convencional. Desde entonces ha habido
realizadores que han rodado alternativamente en catalán y en castellano como Agustí
Villaronga (“El mar”, “Pà negre”, “Incierta gloria”, todas testimonios
desapacibles de la guerra y la postguerra civil española) Ventura Pons (“Ocaña,
retrato intermitente”, “Caricies”, “Ignasi M”) o Marta Balletbó-Coll (“Costa
Brava”, “Sevigné”, sobre el amor entre mujeres).
Algunos de los realizadores que han traspasado las
fronteras internacionales, no todos por supuesto, son de origen catalán como
Bayona o Kike Maíllo autor de -una de las mejores películas de ciencia-ficción
recientes surgidas por estos lares-, la poética y sensible “Eva”, protagonizada por Daniel Brühl. Recientemente
ha habido mucho cine catalán de carácter documental o semi-documental o de
reconstrucción histórica (“La plaza del diamante”, “Carta a Eva”, “Llach, la
revolta permanent”) dispuesto a recuperar la memoria histórica y también cine
combativo, con nombres señeros de la historia del catalanismo. Incluso sátiras
políticas, así como algunas de las películas más sorprendentes y rompedoras en
lo que a cine queer en el estado español se refiere como son las obras de Marçal
Fores, surgido de la ESAC y autor de la bizarra “Animals” y la aún más osada
“Amor eterno”, sobre el cruising y la relación profesor-alumno. La próxima
ceremonia de los Goya es todo un enigma y va paralela a los acontecimientos
sociopolíticos de los próximos meses ya que va a ser difícil para la Academia
eludir películas ya en la antesala de los Oscar extranjeros como “Verano de
1993/Estiú 1993” la película autobiográfica de Clara Simón o algunas de las
favoritas por entre nosotros como “Incierta gloria”, la última obra maestra de
Villaronga sobre un pasado histórico nunca cerrado, ambas rodadas en catalán,
aunque también exhibidas en castellano. El hecho de que en los menús de los
DVDs se oferte el idioma catalán quiere decir que existe una importante demanda
en ese sentido (escueza a quien escueza) y esto quiere decir que en el estado español, también en cuestiones
de arte y cultura, se debe empezar a
mirar hacia adelante.
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