viernes, 17 de noviembre de 2017

PÁJARO BLANCO BAJO TORMENTA DE NIEVE de Gregg Araki. Queer poesía.










“Pájaro blanco sobre la tormenta de nieve” es una película difícil. Aparentemente es la historia de ¿misterio? más convencional del iconoclasta Gregg Araki, abanderado de cine queer o gay contestatario con películas como “The living end” y siempre imprevisible en su siguiente apuesta.  Pero estamos ante de otro paso aún más seguro sobre un terreno resbaladizo ya pisado por su director. Un terreno helado como las pesadillas de su joven protagonista femenina, a la vez precoz e ingenua, empañada por la desaparición de una madre que había ido perdiendo las ilusiones depositadas en su matrimonio.  La mezcla de humor negro y retrato entristecido, desolado y a la vez increíblemente sexual de la juventud de su país.

Algún pajarito (no precisamente blanco)  le dijo a Araki que le iban a comparar con el (para mí, quitando “Muholland Drive”, increíblemente pedante y, a ratos, superfluo) David Lynch y ni corto ni perezoso mete a mitad de película un cartel de “Cabeza borradora” para ahuyentar a los seguidores de Laura Palmer. Pero a quien se copia Araki es a sí mismo y a su potente “Mysterious skin”  con la segunda (o tal vez primera) protagonista femenina de su filmes: una no especialmente simpática (más bien arisca) adolescente estadounidense  que llega a repetir frases que resuenan como un eco a otras de su tristísimo filme, donde consigue, casi del todo, trasponer el universo irónico, desolador y terrorífico del libro de Scott Heim. “Pájaro blanco” como- en otro registro-“Mysterious Skin” (llamada en castellano –donde ha pasado directamente a DVD-  “Oscura inocencia”) remite a una Norteamérica asfixiante y potencialmente violenta, con personajes a la vez integrados y desintegrados en las imágenes. Son esos EEUU de Ginsberg “que tosen toda la noche y no nos dejan dormir”. Pero en el cine de Araki hay una mezcla de desparpajo y desesperanza, desmarcándose de utopías colectivas. Si  en la novela de  Heim estaba toda una tradición de la narrativa sureña y gótica aquí se acerca más a una versión pop de Patricia Highsmith  con dejes de esa juventud rarita que retrato en su “Trilogía adolescente” formada por “Totally fucked ****”, “The doom generation” y “Nowhere”. Uno sabe que Araki hace la película que quiere en cada momento;  es de los pocos cineastas que son admirados por algunas de sus películas y no tanto por otras pero, como Almodóvar (sin tener nada que ver el universo falsamente “fálico” de uno con el falsamente “femenino” del otro) ha conseguido adeptos consigue atrapar en películas como la combativa “The living end” (que lo convirtió en uno de los nombres más sonados del cine independiente de los noventa), “The Doom Generation” o la más cuidada “Mysterious Skin” que sigue siendo la película más próxima a un filme levemente más clásico de lo habitual pero que no decepciona a sus seguidores. Como la Amy de “The Doom Generation” la protagonista de “Pájaro blanco bajo tormenta de nieve” y como algunos personajes secundarios de otros filmes (algunos parejas de lesbianas poco complacientes o bisexuales subversivas) es una joven sexualmente deshinbida – o al menos deslenguada y sin miedo a practicar el sexo en su versión más previsible-  y sin más prejuicios que los heredados de vivir en una sociedad salvaje, hipersexualizada, hipócrita, puritana… y aquí también algo plana y bastante banal. Araki se guarda una carta muy suya para el final que confronta al público con ideas y prejuicios característicos de ese cine negro rural al que parodia y a la vez homenajea levemente. Podemos dudar de muchos personajes pero la sorpresa es mayúscula y la risa histérica de Eve Green desactiva la risa tonta de algunos espectadores/as. 
 
En este terreno si hay imágenes que pueden recordad la iluminación artificiosa de algunos interiores de Lynch pero también al pastiche de algunos filmes de Todd Haynes, Mary Harron, Michael Cuesta o a la autoparodia de algunos autores del cine juvenil recienta al que a la vez debe y reprocha cosas en sus filmes, todos con una potente  carga anti-homofóbica. En algunas de sus películas parece indagar en el ¿misterio? del romance de un director hipergay con una de sus actrices. Así en su celebrada comedia surrealista “Kaboom” exploraba la sexualidad de un protagonista atractivo, en esta ocasión como en “Mysterious skin” evita los planos sexualmente “comprometidos” que le dieron fama desde “The living end” pero a cambio ofrece un montón de literatura sobre diferentes versiones de la masculinidad y de la feminidad. Eva Green que interpreta con brillantez y más de un toque “camp” y “noir” a esa madre que desparece misteriosamente parece consciente de que su personaje es una apropiación crítica del papel de la mujer entre el rol tradicional y el coqueteo con las libertades conseguidas. No es causal pues que Araki situé uno de sus filmes más amargos en la década de los ochenta. No obstante, algunos de sus chistes privados, son enormemente contemporáneos así como la soltura con la que hablan los amigos de Kat (Shailene Woodley) que acaba de protagonizar el filme independiente y romántico heterosexual “Bajo las estrellas” como le ocurrió al Joseph Gordon Levitt en la también bienintencionada pero demasiado blanda “500 días juntos”, que le ha dado más popularidad a pesar de que el riesgo corrido es el mínimo.  Araki en casi todos sus filmes logra escenas de una gran tensión sexual- se hagan o no explícitas de forma irreverente o apasionada- y otras basadas sobre todo en la fuerza de los diálogos sobre todo en sus dos películas basadas en novelas que no le han impedido mezclar elementos muy personales con otros tomados del libro de forma casi literal. Araki no teme resultar cursi porque sus personajes no lo son, empezando por Kat que se aleja de la típica chica estadounidense o su madre en un terreno pasivo agresivo que se decanta por la caricatura de la “mujer esposa-madre”. Estamos en un terreno que si visualmente puede recordar imágenes no solo de Lynch sino de algunas series elaboradas de misterio en pequeños pueblos de EEUU pero que rompe abruptamente con esta atmósfera incluyendo (con un montaje agresivo que no ha abandonado nunca) sorpresas además de puyazos nada complacientes a la sociedad estadounidense y en este punto a parte de en su lado kitsch y gay por senderos intrincados pero visibles casi desde el primer fotograma. Aunque los críticos jóvenes, tal vez ante la evidencia o ante la influencia de sus colegas anglosajones, han empezado a incluirlo en sus a veces pretenciosos o armarizados sobre el cuerpo en el cine (como a Gus Van Sant) Araki es desde el principio de su carrera alguien que parece no tomarse en serio sus terribles argumentos, llegando a la comedieta gruesa y convencional en algunas ocasiones, y entrando, en otras, finalmente en los secretos mejor guardados sobre una generación, un país o una cultura y conservando ese montaje agresivo que caracterizó filmes ya míticos de principios de los 90 como “Poison”, “Swoon”, “Zero patience” o “Hustler White”.

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