jueves, 22 de marzo de 2018

PATTI SMITH: LAS VIEJAS ROCKERAS Y LA PROSA POÉTICA



Por Eduardo Nabal



Nacida en un barrio pobre, de personalidad inquieta y lectora voraz, Patti Smith no sólo ha demostrado ser una de las rockeras más emblemáticas de una época, sino también una gran escritora sin descanso,  mucho más honda y con sentido lírico que el Nobel Dylan. Y no sólo de sus letras llenas de fuerza y sinceridad transgresora, que cantaba y sigue cantando con voz desgarrada, sino también una creadora de una prosa límpida y sincera, mirando hacia atrás con ira, pero también un inmenso amor, ternura y comprensión. Se acaba de traducir al castellano su libro de recuerdos y prosa poética “M. Train” (Editorial Lumen, 2016) acompañado de unas evocadoras fotografías del pasado y el presente.   Su gran libro sigue siendo “Éramos unos niños”, unas memorias íntimas,  donde narra de forma original su compleja  relación con el célebre fotógrafo Robert Mapplethorpe, que fotografió el pudor y el impudor de forma pionera en los EEUU de los setenta y ochenta . Smith fue casi el único nombre femenino destacado, célebre e  independiente de la llamada Generación Beat, a la que pertenecen Ginsberg (Aullido), Burroughs (El almuerzo desnudo), Kerouack etc. Ambos libros y  autores fueron objeto de juicio por obscenidad, una palabra que se utilizó luego para definir la obra fotográfica de Mapplethorpe en sus gráficas escenas de sexo sadomasoquista, homoerotismo y amor gay. El accidentado periplo vital del fotógrafo y Patti Smith (juntos/as y por separado) está bien documentado en las páginas de este  a la vez brutal y exquisito libro, que es también un canto a la belleza y el reflejo de una época turbulenta, además del relato intenso de una larga relación de amistad y compañerismo. Aunque ahora se la considera una leyenda viva, su trayectoria estuvo marcada por periodos de serias dificultades económicas, problemas aún más graves con la droga, pero también por un sentido de la autenticidad, la sinceridad  y el compromiso nada comunes. Su relación con el famoso fotógrafo –que pasó de una posición recatada a fotógrafo gay provocador– está narrada con cariño y sensibilidad. La autora de "Tejiendo sueños" consigue un retrato social variopinto y dos psicologías complejas. Retrata los sesenta como una época en que creían que podían cambiar estructuras, pero en la que la violencia de la derecha institucional se impuso. Smith y Mapplethorpe intentaron vivir al margen, pero se implicaron en luchas como la batalla social contra la guerra de Vietnam o la ruptura de modelos artísticos canónicos. Una relación cercana a la ayuda mutua ante situaciones vitales y sociales adversas en las que ambos conocían los puntos fuertes y débiles del otro y su relación, muchas veces conflictiva, con la sociedad de su tiempo. Se consideraban excluidos, pero nunca perdieron la curiosidad y el amor por las artes. “Éramos unos niños”, reeditada en bolsillo,  nos traslada la voz de una escritora testigo de amor, dolor, rabia, pero con una increíble capacidad de lucha y seducción. Smith se define a sí misma como “una chica mala que intentaba ser buena” y a Mapplethorpe “como un chico bueno que intentaba ser malo”. A pesar de los cambios de los sesenta, ni al uno ni a la otra les resultó fácil vivir dentro de unos patrones de sexo/género todavía muy marcados, sin haber obtenido el reconocimiento que lograron con el paso del tiempo. La pareja creció en medio de la pobreza, la inseguridad y los trabajos precarios antes de ser internacionalmente conocidos en sus respectivos campos.
Aunque la historia ha dado muchas vueltas, es un gozo oír por escrito  la voz desgarrada de esta mujer única, que con sus condicionamientos socioeconómicos, patriarcales y su situación de precariedad logró ser  una artista comprometida con su época y las causas de su generación, incluyendo el incipiente feminismo de la tercera ola, el arte como provocación  y la oposición a la guerra del Vietnam. Smith es una de esas viejas rockeras que, guste o no,  se ha adentrado con éxito en el terreno de la autobiografía, el palimpsesto (el recuerdo en imágenes, palabras y acordes)   o el relato intimista y que no ha abandonado los escenarios para cantar al pasado, homenajear a sus compañeros de viaje  sin dejar nunca de mirar al futuro.
En “M. Train”, su último libro, recién traducido al castellano y ya en edición de bolsillo, a partir de recuerdos como pinceladas siempre  acertadas  va reconstruyendo imágenes de toda una vida. El libro se abre con la frase –Es dificil escribir sobre nada- y Smith nunca escribe sobre nada. En sus recuerdos, la infancia, la juventud, las aventuras interiores y exteriores, sus mitos de la canción, el arte  y la literatura (Genet,  Arthur Rimbaud, Silvia Plath, Frida Kahlo, Allen Ginsberg,  su compañero de correrías Mapplethorpe)  y un sinfín de viajes interiores y exteriores (de Nueva York a México)  y situaciones distintas desde el anonimato a la fama, desde la adolescencia a la vejez, desde la mitología de un periodo y sus contradicciones a la humanización desmitificadora,  con pequeños objetos, transeúntes en su vida que van o se quedan  y grandes imágenes que hacen y deshacen una vida entregada al arte de combate y paradoja.

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