Nacida
en un barrio pobre, de personalidad inquieta y lectora voraz, Patti Smith no
sólo ha demostrado ser una de las rockeras más emblemáticas de una época, sino
también una gran escritora sin descanso, mucho más honda y con sentido lírico que el Nobel Dylan. Y no sólo de sus letras llenas de
fuerza y sinceridad transgresora, que cantaba y sigue cantando con voz desgarrada, sino también
una creadora de una prosa límpida y sincera, mirando hacia atrás con ira, pero
también un inmenso amor, ternura y comprensión. Se acaba de traducir al castellano su
libro de recuerdos y prosa poética “M. Train” (Editorial Lumen, 2016)
acompañado de unas evocadoras fotografías del pasado y el presente. Su gran libro sigue siendo “Éramos unos
niños”, unas memorias íntimas, donde
narra de forma original su compleja relación con el célebre fotógrafo Robert
Mapplethorpe, que fotografió el pudor y el impudor de forma pionera en los EEUU
de los setenta y ochenta . Smith fue casi el único nombre femenino destacado,
célebre e independiente de la llamada
Generación Beat, a la que pertenecen Ginsberg (Aullido), Burroughs (El almuerzo
desnudo), Kerouack etc. Ambos libros y autores fueron objeto de juicio por
obscenidad, una palabra que se utilizó luego para definir la obra fotográfica
de Mapplethorpe en sus gráficas escenas de sexo sadomasoquista, homoerotismo y amor gay. El
accidentado periplo vital del fotógrafo y Patti Smith (juntos/as y por
separado) está bien documentado en las páginas de este a la vez brutal y exquisito libro, que es
también un canto a la belleza y el reflejo de una época turbulenta, además del relato
intenso de una larga relación de amistad y compañerismo. Aunque ahora se la
considera una leyenda viva, su trayectoria estuvo marcada por periodos de serias
dificultades económicas, problemas aún más graves con la droga, pero también
por un sentido de la autenticidad, la sinceridad y el compromiso nada comunes. Su relación con
el famoso fotógrafo –que pasó de una posición recatada a fotógrafo gay
provocador– está narrada con cariño y sensibilidad. La autora de "Tejiendo
sueños" consigue un retrato social variopinto y dos psicologías complejas.
Retrata los sesenta como una época en que creían que podían cambiar
estructuras, pero en la que la violencia de la derecha institucional se impuso.
Smith y Mapplethorpe intentaron vivir al margen, pero se implicaron en luchas
como la batalla social contra la guerra de Vietnam o la ruptura de modelos
artísticos canónicos. Una relación cercana a la ayuda mutua ante situaciones
vitales y sociales adversas en las que ambos conocían los puntos fuertes y
débiles del otro y su relación, muchas veces conflictiva, con la sociedad de su
tiempo. Se consideraban excluidos, pero nunca perdieron la curiosidad y el amor
por las artes. “Éramos unos niños”, reeditada en bolsillo, nos traslada la voz de una escritora testigo
de amor, dolor, rabia, pero con una increíble capacidad de lucha y seducción.
Smith se define a sí misma como “una chica mala que intentaba ser buena” y a
Mapplethorpe “como un chico bueno que intentaba ser malo”. A pesar de los
cambios de los sesenta, ni al uno ni a la otra les resultó fácil vivir dentro
de unos patrones de sexo/género todavía muy marcados, sin haber obtenido el
reconocimiento que lograron con el paso del tiempo. La pareja creció en medio
de la pobreza, la inseguridad y los trabajos precarios antes de ser
internacionalmente conocidos en sus respectivos campos.
Aunque la historia ha
dado muchas vueltas, es un gozo oír por escrito
la voz desgarrada de esta mujer única, que con sus condicionamientos
socioeconómicos, patriarcales y su situación de precariedad logró ser una artista comprometida con su época y las
causas de su generación, incluyendo el incipiente feminismo de la tercera ola,
el arte como provocación y la oposición a
la guerra del Vietnam. Smith es una de esas viejas rockeras que, guste o
no, se ha adentrado con éxito en el
terreno de la autobiografía, el palimpsesto (el recuerdo en imágenes, palabras
y acordes) o el relato intimista y que no ha abandonado
los escenarios para cantar al pasado, homenajear a sus compañeros de viaje sin dejar nunca de mirar al futuro.
En
“M. Train”, su último libro, recién traducido al castellano y ya en edición de bolsillo, a partir de
recuerdos como pinceladas siempre
acertadas va reconstruyendo
imágenes de toda una vida. El libro se abre con la frase –Es dificil escribir
sobre nada- y Smith nunca escribe sobre nada. En sus recuerdos, la infancia, la
juventud, las aventuras interiores y exteriores, sus mitos de la canción, el
arte y la literatura (Genet, Arthur Rimbaud, Silvia Plath, Frida Kahlo,
Allen Ginsberg, su compañero de
correrías Mapplethorpe) y un sinfín de
viajes interiores y exteriores (de Nueva York a México) y
situaciones distintas desde el anonimato a la fama, desde la adolescencia a la
vejez, desde la mitología de un periodo y sus contradicciones a la humanización
desmitificadora, con pequeños objetos,
transeúntes en su vida que van o se quedan y grandes imágenes que hacen y deshacen una
vida entregada al arte de combate y paradoja.
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