Por José García
Conste, antes de que nadie se llame
a equívoco por lo que se va a exponer en estas líneas, que yo soy partidario de
que los mar…, perdón, las personas de derechas con prácticas homosexuales, se
organicen también en sus respectivos partidos. Está bien representarse a uno
mismo cuando se piensa que quienes salen a protestar por el estado precario de
los derechos lgtbiq no les representan. O, mejor aún, cuando parecen haber
pensado durante mucho tiempo que era mejor dejar empantanarse con semejante
fregado, parafraseando a uno de sus más ínclitos exponentes, Javier Maroto, a
los gays con ‘cliché comunista’ (¿?). Hasta que escampase la tormenta de
truenos y centellas conservadora. Y parece que ya ha llegado el momento.
Por tanto, lo problemático no es que
los gays de derechas se organicen políticamente y empiecen a representarse a sí
mismos (era una evolución lógica, como muchas mujeres conservadoras abandonaron
el ganchillo y la misa de seis para incorporarse a la vida política, como la
irrupción de los candidatos no blancos en las elecciones de los países
occidentales, como la incorporación de numerosos musulmanes ceutíes al Partido
Popular de la ciudad autónoma…). Lo inquietante es pararse a pensar para qué lo
están haciendo: ¿Van a promover dentro de sus partidos un cuestionamiento de
sus principios y actuaciones lgtbiqfóbicas del pasado? ¿O van a lavarle la
carita a sus apolilladas organizaciones al tiempo que trolean las iniciativas
políticas que plantean esos otrxs activistas reducidxs al ‘cliché de rojeras’?
En otras palabras, que el giro ‘gayfriendly’ del Partido Popular a mí me huele
a pinkwashing de ida y vuelta, a
lavado con función de centrifugado.
Me explico, para quien no esté
familiarizadx con el término. El pinkwashing
designa a una multiplicidad de estrategias políticas y de marketing
comercial para hacer aparecer a una institución, empresa, partido u estado en
general como muy proactiva en la defensa de los derechos lgtbiq, con el fin de
mejorar la imagen de ese ente y desdibujar las otras múltiples violaciones de
los derechos humanos (y poshumanos) que está perpetrando. Es un calificativo
que se ha utilizado, sobre todo, al estado de Israel y su propaganda como único
estado ‘gayfriendly’ de la región. Suele ser un importante aliado del creciente
‘homonacionalismo’.
Pero, no nos desviemos de la
cuestión. El referenciado Maroto, en una entrevista concedida esta semana al
diario El Mundo, se ha descolgado
afirmando que el PP es un partido muy atractivo para muchos gays que no encajan
en el cliché de ‘gays de IU’ porque, sin esa histórica formación
liberal-conservadora, en España nunca habría existido el matrimonio igualitario.
La afirmación es tan infame, tan rematadamente irrisoria, que para qué recordar
los palos en la rueda que el PP puso a esa iniciativa legislativa en forma de
recursos al Tribunal Constitucional y manifestaciones en las calles en medio de
ruido de sotanas y vocerío de activistas autodenominados ‘pro vida’.
Sin embargo, ahora están en otra.
Ahora el PP de Torremolinos llama a “los gays serios y formales” a gastar en la
concurrida localidad andaluza sin “asustar a las familias”, como sucede con el
turismo gay de “baja estofa” que, aseguran, está promoviendo el equipo de
gobierno municipal. En actuaciones como esta es donde podemos ver la doble
función de lavado, la fuerza centrífuga del pinkwashing
peperiano: La España del PP ya es una España moderna, donde la corrupción y
los rescates bancarios no merman las condiciones de vida de la gente, donde el
número de inmigrantes con la piel desgarrada por unas vallas con concertinas no
deja de ser una anécdota, donde desde luego no existen los presxs políticxs,
donde la libertad de expresión no está amenazada, porque fue el quinto estado
del mundo en aprobar el matrimonio igualitario y eso es algo que tenemos
gracias al PP y no a pesar del PP, como cualquier trabajo de hemeroteca de unx
alumnx de la ESO podría verificar sin demasiada dificultad.
Y, además, insistimos. El pinkwashing peperístico no solo lava la
imagen de España en el exterior, también lava la de sus votantes gays
desmarcándolos de los maricas y otras especies que no entran en esos epítetos
tan de su gusto, como el de “gente normal”, conminándoles a ser “serios y
formales”, a no ser de izquierdas, a no mostrarse plumíferos ni promiscuos, a
apoyar recortes en los derechos lgtbiq presentando ‘bienintencionados proyectos
legislativos alternativos’ a los de la turba comunista, que dejan fueran
cuestiones tan trascendentales como los derechos de lxs menores trans. A
dejarse seducir por el postureo neoliberal pero, eso sí, comedidamente, sin
escandalizar.
Han estado quietos y ahora se están
moviendo estos nuevos gays del PP. ¿Se convertirán en tendencia? ¿O serán
arrollados por los gays de la otra derecha? ¿Qué pensará de todo esto ‘el gran
cuñao’? To be continued….
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