miércoles, 17 de agosto de 2016

MARICONIZANDO EL LENGUAJE

¿Es 'queer' un termino imperialista?

 

Por José García

 

 

El otro día me sorprendió el post de un compañero de La Isla que preguntaba, como necesidad ineludible de todo hispanista o hispanófilo, por la mejor traducción al castellano de toda una serie de anglicismos que han entrado a formar parte de la jerga habitual de la comunidad lgtbqi. Entre ellos, y por su profusa difusión, destacaba la voz léxica ‘queer’. Lo que me suscitó, más allá del debate sobre el contacto entre lenguas y los fenómenos de diglosia que se producen entre el inglés y el castellano, la inquietud por responder a dos preguntas de hondo calado político: ¿es la ‘teoría queer’ una nueva herramienta de la dominación cultural americana? ¿debemos las transmaricabollos del sur y otras periferias del mundo manifestarnos hispanistas o hispanófilos por principio político?

Para desarrollar estas respuestas debo partir primero de ciertas premisas de la Sociología del Lenguaje y la Etnografía de la Comunicación actuales, con un panorama en que el inglés funciona como ‘lingua franca’ a escala global y un mundo donde el contacto entre lenguas ya no precisa de ser físico, sino que puede ser puramente digital, lo que multiplica por mil las posibilidades de interferencia y préstamo entre lenguas, o lo que yo, más propiamente, llamaré ‘fenómenos de mutua contaminación’.

Naturalmente, este fenómeno no podría producirse en términos de igualdad si la teoría queer no incorporara el discurso decolonial que han desarrollado, sobre todo, los grupos y personas lgtbqi de América Latina, que no por casualidad han optado por adaptar el significante del extranjerismo al sistema gráfico-fonológico del castellano, hablando de ‘lo cuir’ o ‘lo kuir’ (Falconí Trávez et al.) Precisamente, la teoría queer se erigió, no solo contra el sistema binario hombre/mujer heterosexista, sino también frente a una teoría gay masculina, blanca y de clases acomodadas. Era una manera de luchar contra el clasismo, la racialización y el machismo en la comunidad lgtbqi americana. Pero el mundo sigue existiendo más allá de los Estados Unidos de América y aquella nueva teoría desbordó las fronteras americanas para instalarse en contextos socioculturales y económicos diametralmente distintos.

En España, la mayor parte de los usuarios del término ‘queer’ han optado por el ‘xenismo’, es decir, por no realizar ninguna forma de adaptación del significante al sistema lingüístico del castellano. Otro grupo, cada vez más extenso, ha optado por el ‘calco léxico’, que consiste en la adopción del significado de la voz léxica en cuestión, asignándole una traducción literal, y hablarán de ‘transmaricabollos’. También nos encontramos con alguna iniciativa poco exitosa de hacer uso del ‘calco semántico’, que consiste en la adopción de un concepto representado por una palabra o expresión extranjera, asignando a ese concepto a una palabra o expresión de la lengua receptora ya existente y semejante semánticamente a la de la lengua donante. Aquí se hablará de ‘teoría torcida’ en vez de ‘teoría queer’.

Por supuesto, el uso de estos términos están sometidos en la práctica a variaciones de tipo diafásica, es decir, dependientes de la situación comunicativa. ‘Queer’ parece más apropiado en determinados contextos (el académico, por ejemplo) que ‘transmaricabollo’, porque en una situación de diglosia, el término prestigiado es la voz léxica inglesa, que además parece eliminar, en nuestro contexto, la connotación negativa que para muchas personas, incluidas las implicadas, contienen los términos marica, bollera, travelo. En los círculos contraculturales, en cambio, la mejor forma de adaptación discursiva la ofrecen términos como el anteriormente referido de ‘transmaricabollo’.

Existe entonces multiplicidad de usos de las distintas acepciones del término que tiene cada uno distinta intencionalidad política, aunque todas pretendan cuestionar el carácter binario de los géneros y la referencia mental al hombre gay blanco, de origen cristiano, de las clases pudientes. Todo esto produce lo que la teoría de la comunicación entiende como ruido, y esa es la verdadera naturaleza de la teoría queer, cuir o transmaricabollo, que ha encontrado un acomodo fundamental en esa ‘aldea global’ que ha propiciado la eclosión de internet, quedando restablecida de manera particular la tribalidad originaria de la comunicación humana (MacLuhan): producir ruidos y más ruidos en el discurso altamente contaminantes.

Porque somos eso, una tribu de hablantes. Tribu ruidosa y ubicua. Una tribu que practica el code-switching. Somos además, según numerosos analistas, la primera cultura global de la Historia. No somos nacionalistas ni en lo lingüístico ni en lo político, no hemos venido para velar por la puridad de una de las grandes lenguas universales, como es el castellano. Sino a mariconizar el lenguaje desde distintas posiciones geopolíticas a través de una especie de lengua ‘pidgin’, construida artificiosamente con valores de intercambio relativamente restringidos. Vinimos a anegar esa teoría del sujeto colonizada por lo masculino, blanco y heterosexual.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

Falconí Trávez, D., Castellanos S. y Viteri M.A. (eds): Resentir lo queer en América Latina. Diálogos desde/con el Sur, Egales, 2014

McLuhan, M. : La Galaxia Guttemberg (1962), Understanding Media (1964), Guerra y Paz en la Aldea Global (1968).

 

1 comentario:

  1. Es significativo, que en una cultura altamente globalizada, tendamos a intentar diferenciarnos cada vez más del resto. No entiendo qué es lo que define a un Queer o Transmaricabollo. No me define sexualmente, ni emocionalmente. Quizás intenta definirme como una persona que en apariencia es del género masculino, que es homosexual, con ciertos rasgos femeninos, que destacaríamos como pluma, y con ciertos rasgos masculinos que se asemejarían a lo lésbico, y que transciende a todo lo físico para ser un término mucho más generalista. Si es así, me parece una barbaridad intentar ponerle un término a la definición de un grupo de personas, formado por individualidades. Entre tanta palabreja, y tanta intencionalidad por ser inclusivos, al final nos estamos excluyendo.

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