jueves, 1 de diciembre de 2016

DÍA MUNDIAL CONTRA EL SIDA


Antonio Vergara: "El VIH ha entrado en el proceso de retroceso de derechos, porque afecta a prácticas que socialmente aún no están normalizadas"

 

 

Por José García


Ha sido durante treinta años la vanguardia de la lucha contra el sida en la provincia de Cádiz. Hoy, lo confiesa sin pudor: “Si algo bueno trajo la epidemia es que provocó la creación de las unidades de enfermedades infecciosas en los hospitales españoles”. Antonio Vergara, médico internista fundador de la unidad del Hospital Clínico de Puerto Real e impulsor de Gerasa para la atención a las personas enfermas de sida, se acaba de jubilar defendiendo con la misma vehemencia de siempre la sanidad pública por la que tanto ha peleado desde FADSP.

JOSÉ GARCÍA.- Has pasado media vida en la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Clínico de Puerto Real y al frente de Gerasa organizando la atención a los pacientes. Después de tantos años de pandemia y de lucha contra ella, ¿dirías hoy que sigue siendo una realidad tan oculta como denunciaste tantas veces?

ANTONIO VERGARA.- La Historia es cíclica en muchísimos aspectos. El VIH tuvo una fase de gran interés social, probablemente preocupación social. Los medios le prestaban mucha atención. Era una época en la que el VIH era un tema candente y nosotros lo aprovechamos para hacer labor de denuncia y de reivindicación. Luego hemos pasado a una época donde esta preocupación se ha relajado. Parece que el VIH no existe. Es cierto que ya no tiene la intensidad epidémica de entonces, pero sigue existiendo. Seguimos diagnosticando casos, que requieren muchísima menos atención. Pero tenemos un claro convencimiento de que la epidemia no está contenida, aunque se ha mejorado su tratamiento médico enormemente. La investigación en materia de fármacos sí que ha logrado hacer de la infección una cuestión médicamente controlada. Por lo tanto, no sé si se le ha perdido el miedo, el respeto, su actualidad en los medios de comunicación. Lo cierto es que hoy hay una cierta relajación social, lo que significa que se le presta menos atención de la que se debería. Eso sí, nosotros hacemos una labor más real, hemos avanzado enormemente en muchos aspectos. Hemos consolidado la atención hospitalaria, ya no hay que pedir ningún favor para que te atiendan a alguien. Sigue habiendo discriminación, indudablemente, pero en un porcentaje muy inferior a los años históricos de la década de los ochenta, cuando se daba una situación vergonzante.


J.G.- Según ONUSIDA, en 2015, 36,7 millones de personas en todo el mundo vivían ya con el VIH, de los cuales solo 17 tienen acceso al tratamiento con retrovirales. ¿No resulta un poco escandalosa esta proporción tratándose de una enfermedad grave, si no mortal?


A. V.- Absolutamente vergonzoso y escandaloso. Pero, claro, tan escandaloso como que haya gente que se muera de hambre, o la situación de los refugiados… Es escandaloso el trato humano que nos damos los seres humanos. ¿Por qué ocurre esto? Porque hay muchos países corruptos aunque no sean pobres. Pueden ser países muy ricos. Sin embargo, la corrupción –que también nosotros padecemos- allí es mucho peor. Explotan las materias primas y las riquezas de esos países, que se las llevan dos tíos descaradamente, sin que haya sector público que atienda a las personas, por lo tanto, están abandonadas. No solo del tratamiento contra el VIH, sino también de otras enfermedades que matan a muchos millones de personas, como el paludismo, que además solo requiere de un tratamiento baratísimo. El VIH es solo una expresión más del escándalo de la conducta humana en el mundo. A mí no me escandaliza más que el hecho de que millones de personas, que hace unos años llevaban una vida completamente normal, y ahora les han bombardeado sus casas en una guerra que no entiende nadie, hayan tenido que coger sus bolsas e irse con sus hijos, sus abuelos, a campos de concentración donde los mantienen hacinados como si fueran delincuentes. Es el mismo escándalo humano. No obstante, el tratamiento del VIH en el mundo ha mejorado por la cuestión de las patentes. No olvides que los medicamentos están en manos de multinacionales, que no son organizaciones altruistas ni humanas. Le importan muy poco los problemas humanos. ¿Y qué ocurre? Que la mayoría del VIH se encuentra en países con pocas prestaciones sociales, y no pagan. No obstante, la situación ha mejorado porque algunos de estos países se han beneficiado de que las patentes están empezando a vencer. Con las patentes, son diez años lo que tardan los nuevos medicamentos en no poder comercializarse y en tú poder hacer un genérico, como ha ocurrido en la India y en Brasil. Entonces, en base a estos tratamientos genéricos producidos por determinados países es por lo que se ha podido tratar a muchas personas que viven en territorios en vías de desarrollo. Sin embargo, sí, las cifras que me comentas son escandalosas. En España, una de las cosas buenas que hemos tenido para hacer frente a la pandemia, y que ahora está en peligro, es la sanidad pública, que ha conseguido el enorme logro de que tratamientos que existan son tratamientos que se aplican a todos los pacientes. Y eso, comparado con otros problemas que tenemos en este país, es mejor panorama que el que nos conduce a casos de personas que están siendo desahuciadas de sus casas, o de señoras a las que le han cortado la luz por no tener quince euros, lo cual me parece otro escándalo. Sin embargo, con el VIH, incluso en épocas de recortes, no hemos tenido problemas de abastecimiento de tratamientos que son carísimos.     


J.G.- Retrocedo a la última parte de mi pregunta anterior. ¿Estamos en disposición de decretar que el sida es una enfermedad crónica más, que se ha roto la ecuación sida=muerte? Y en cualquier caso, ¿sería este un paradigma universal o depende de la geolocalización de la pandemia?

A.V.- De manera absolutamente contundente: el VIH es una afección crónica, totalmente controlada. Quienes hemos hecho tantos años de medicina clínica sabemos que hay muchísimas enfermedades no controladas. Sin embargo, en el caso de la infección que nos ocupa, el logro ha sido espectacular. Una persona que tome el tratamiento tiene un cien por cien de posibilidades de tener controlada la infección, y cuando esto ocurre, tu organismo se va normalizando. Además, hay un aspecto muy importante a tener en cuenta: nosotros, durante bastantes años, tuvimos estipulado internacionalmente no iniciar el tratamiento hasta ese momento en que las defensas del sistema inmune iban disminuyendo. Por tanto, aun sabiendo que se tenía la enfermedad, los médicos teníamos que esperar a un cierto deterioro de la salud del paciente para aplicar el tratamiento. Eso médicamente no nos gustaba. Pero, claro, los medicamentos entonces no eran cien por cien seguros, tenían efectos secundarios, en definitiva, que teniendo a una persona diagnosticada con una infección grave teníamos que esperar a que la persona se deteriorara para empezar el tratamiento. Eso actualmente ya no sucede. Ahora desde que se consigue el diagnóstico tú te puedes plantear automáticamente el tratamiento, con lo cual estamos consiguiendo que ese deterioro no llegue. Cuando empiezas el tratamiento con una persona no deteriorada la normalidad de su evolución es absoluta. Tiene un sistema inmune normal, un sistema digestivo normal. Con lo cual, la persona infectada con VIH que sigue el tratamiento de forma correcta, y que ha sido diagnosticada a tiempo, tiene las mismas posibilidades que una persona no infectada de llevar una vida normalizada. Y además con tratamientos que ahora requieren de una única pastilla y con muy pocos efectos secundarios y muy controlados. La situación actual, desde el punto de vista médico, es una maravilla.

J.G.- Bueno, pero eso será en Occidente, ¿no?

A.V.-  Exacto. Bueno, a medias. En Estados Unidos, el tratamiento también te lo tienes que pagar tú, no te lo da el sistema sanitario público. Yo hablo de un país occidental que tiene un sistema sanitario público que cubre estas posibilidades. En Alemania no se cubre el cien por cien del tratamiento, el paciente tiene que pagar el cuarenta por ciento, en Francia un veinte, y en Estados Unidos un cien. Eso significa que en EEUU si tienes dinero accedes al tratamiento y, si no, eres como si fueras del Congo. Eso para nosotros es otro escándalo, porque tenemos el sistema sanitario público que tenemos y al que defendemos porque sabemos la importancia que tiene. 


"El tratamiento pre exposición es una americanización de este tipo de profilaxis, y yo no la tengo clara. En primer lugar, porque los laboratorios lo que quieren es vender pastillas"

 

J.G.- Más exactamente, ¿cuál es la situación de la epidemia en la actualidad en la provincia de Cádiz? ¿Dirías que poseemos los medios adecuados para responder ante ella?

A.V.- Absolutamente. Aquí el VIH es un tema controlado médicamente, con unidades de personas expertas que atienden a los pacientes infectados. Tenemos una coordinación maravillosa entre nosotros. Como decía antes, ya quisiera yo tener otras enfermedades así de controladas y así de coordinadas. Tenemos reuniones permanentes. Pronto tendremos el congreso de la Sociedad Andaluza de Enfermedades Infecciosas, donde nos sentaremos 350 personas a discutir sobre esta infección, y sobre otras infecciones, porque nosotros defendemos las unidades de enfermedades infecciosas. El VIH y otras. Aunque el primero, evidentemente, ha ocupado gran parte de nuestro interés. Entonces, la pregunta es, ¿está controlada la infección en la provincia? Total y absolutamente sí, con gente preparada, con medicamentos a disposición, sistemas de análisis…

J.G.- Pero, ¿cuál es la situación de la epidemia? ¿Se siguen produciendo infecciones?

A.V.- Vamos a ver. Este es un tema importante de destacar: así como médicamente está controlada la infección, epidemiológicamente no ocurre lo mismo. La situación no tiene nada que ver con los años ochenta, pero en España cada año se diagnostican 3.500 nuevos casos, y en la provincia de Cádiz se pueden diagnosticar entre setenta y ochenta. Eso puede parecer poco o mucho. Pero a mí me parece mucho. Sobre todo porque conocemos ya todos los mecanismos para evitar la propagación de la enfermedad. Por lo tanto, hay que seguir trabajando.

J.G.- ¿Han cambiado las vías de transmisión? En la década de los ochenta el sida diezmó sobre todo a la población homosexual masculina en Estados Unidos, aunque en España la vía principal de infección era el uso de drogas por vía intravenosa.

A.V.- Han cambiado radicalmente. Hasta el punto de que desde hace diez años al VIH se le considera una enfermedad de transmisión sexual. En los últimos ocho o diez años el ochenta por ciento de las personas que se contagian lo hacen por vía sexual. El sesenta por ciento son hombres que tienen sexo con hombres y el veinte por ciento son mujeres que tienen sexo con hombres infectados. Por tanto, la principal vía de transmisión hoy es por contacto homosexual y otra proporción nada desdeñable es por contacto heterosexual, afectando sobre todo a las mujeres. Así las cosas, la mayoría de los casos han cambiado radicalmente. Al principio nosotros nos dedicábamos principalmente a los toxicómanos, haciendo numerosas campañas de prevención. Ahora mismo estas campañas se centran en el riesgo de la transmisión sexual. Estamos volcados en la reivindicación de la necesidad de educar en salud. Precisamente la semana pasada estuvimos haciendo unos talleres en un instituto porque consideramos que, si la principal vía de transmisión es la sexual, son los jóvenes en quienes tenemos que concentrar las campañas y no solo en los toxicómanos. ¿Y dónde los vamos a encontrar? Pues en los movimientos sociales de jóvenes y, sobre todo, en los colegios e institutos. Para educarlos, explicarles los riesgos y que después cada uno decida. Pero, ¿educarlos solo en los riesgos de la transmisión sexual? No, en todo. Nosotros abogamos por la educación sexual y, en un concepto más amplio, en la educación para la salud. En mi posición personal, más que para asustar, para que cada uno conozca los riesgos y después decida según su criterio particular. Pasa como con la droga: no puedes ir a los colegios diciendo que fumar es malo. Primero porque no da resultado, ya que apenas salen a las calles ven a mucha gente fumando, a sus padres, etc. Beber es malísimo. Y luego ven a todo el mundo bebiendo. Por tanto, ¿tenemos que rendirnos? No, tenemos que informar sobre los riesgos para que ellos midan su decisión. Una vez que conozco los riesgos puedo ser alpinista, porque asumo los riesgos. Pero otros, pues, no. Lo que me produce más inquietud es la falta de educación y en que te ocurra algo por ignorancia, porque vas a muchos colegios y te das cuenta de que no tienen ni idea de muchos temas que tú crees controlados. Cuando la desinformación es absoluta, el riesgo es mayor.

J.G.- Al sida siempre se le ha dado cierta connotación social que lo vincula a prácticas corporales estigmatizadas, tales como el uso intravenoso de drogas, el sexo anal o el sexo de pago, ¿crees que ya hemos superado esta fase de esa ‘epidemia de significación’ que también ha supuesto la enfermedad? ¿O todavía constituye un estigma añadido sobre los hombros de las personas VIH+?

A.V.- También contundentemente: se ha mejorado muchísimo, porque en la primera etapa había un abandono muy importante incluso en el ámbito sanitario. Había miedo, había terror, escándalo. Pero todavía, en la actualidad, mucho de mis pacientes lo peor que llevan es la cuestión de la ausencia de anonimato. Tengo que verlos por las tardes en las guardias, no quieren constar en las bases de datos de la Seguridad Social… porque les aterra las consecuencias de que se conozca su situación. Esta me parece otra de las vergüenzas de esta crisis de salud que venimos señalando. Es increíble que a estas alturas siga existiendo esta estigmatización. Que existe. En menor medida que antes, sin lugar a dudas. Pero existe. Sin embargo, hay personas que rompen con esos estigmas y eso es algo que a mí me agrada profundamente. El VIH significa lo mismo que cualquier otra enfermedad. Aunque hay gente que aún teme que se sepa porque si es así pueden despedirla del trabajo, y esto es una vergüenza y una ilegalidad. Pero las ilegalidades están a la orden del día en este país. Por tanto, a veces lo ocultas, no ya por el miedo a lo que otros puedan pensar, sino a que te echen del trabajo. Cuando se revela que una persona es VIH+ se orquesta alrededor un discurso emocional, también oficial, muy pernicioso. Incluso en el ámbito profesional, si vas a operar a una persona con amígdalas nadie pone problemas, sin embargo, cuando se trata de una persona seropositiva la reacción puede ser, algunas veces, muy distinta.

J.G.- ¿Se puede luchar contra el sida sin hacerlo también contra el racismo, la homofobia, el machismo, la serofobia?

A.V.- Estoy de acuerdo en que son luchas que deben ir unidas. La persona que tiene prejuicios en esta historia tiene prejuicios en otras muchas. Es xenofóbica, es machista…, es decir, es volver al tema de la educación y, claro, esto sí que no. Se debe tener cuidado, porque la involución que estamos contemplando es preocupante. Involución política y social. La extrema derecha ha logrado llegar al poder en los EEUU. Han cogido a este señor como pantalla, pero lo que hay detrás es la extrema derecha. Como lo que hay detrás de Marie Le Pen. Y esto es muy preocupante en este tema como lo es en todos los derechos: el trabajador cualificado tiene más derechos que el trabajador no cualificado, la persona que tiene más estatus social tiene más derechos ‘de facto’… Por eso te decía yo que la Historia es cíclica. Y ahora estamos en un ciclo en el que el neoliberalismo está haciendo mucho daño social. No es un problema solo de crisis económica. Eso ocurre cada treinta años y está previsto. El problema es que, aprovechando la crisis económica, hay un retroceso de derechos y, dentro de ese proceso, está el VIH. Porque por desgracia afecta a prácticas que socialmente no están normalizadas.



J.G.-  ¿Hay más conciencia ahora en la provincia sobre las vías de transmisión, sobre las formas de prevenir esta transmisión y sobre la importancia de la detección precoz?


A.V.- Existe más información pero en la gente que tiene interés. No es un problema de que no tengamos medios de informarnos, pero la información no llega a donde tiene que llegar. Tienes que buscarla. Y si la buscas la encuentras, porque hoy día el acceso a la información es muy sencillo. Incluso a título individual, entras en internet y te informas. ¡Y como los conceptos relativos a la transmisión del VIH son contundentes! Es decir, nadie discute cuáles son las vías, y todo el mundo tiene claro que las relaciones laborales no son una de ellas. Si te quieres informar, te informas en cinco minutos, otra cosa son los prejuicios. Que ya no es una cuestión de tener información sino de que yo no quiero tener un negro delante, pero ese es un problema educativo. Por tanto, la información, solamente, es facilísima de conseguir, pero desgraciadamente comprobamos, yendo a colectivos de chavales, que la información no fluye. Y, entonces, no saben. Constatamos que la juventud, que tiene mucha mayor precocidad en las relaciones sexuales que nuestras generaciones, y que se ha estandarizado a edades de hasta doce, trece y catorce años, si no está educada, corre muchos más riesgos que la persona educada con veinte, porque si está informada del riesgo, podrá asumir el riesgo que sea, pero estará informada de ello. Se necesitan campañas potentes de información. Nosotros defendemos que estas cuestiones no deberían ser temas que se destaquen solo alrededor de efemérides, es decir, esto no debería ser el 1 de Diciembre, debería ser que, en los colegios, lo mismo que se estudia los accidentes del Tajo, debería de estudiarse la educación para la salud. Pero no en una charla puntual de una persona, sino de manera transversal en todas las asignaturas, para que el niño además de saber geografía termine educado. Pero, ¿en qué?, ¿en la religión?. No, no. Educado en Valores Cívicos, en Educación para la Salud, en Educación Sexual, en la Solidaridad, en los fundamentos humanos. Todo esto en otros países europeos está muy asumido. Pero en España está costando porque hay muchos intereses y la derecha española quiere que se dé el catecismo en lugar de estos temas. Y eso dificulta la educación de nuestros jóvenes.

J.G.- Para terminar, ¿Qué eficacia está mostrando el tratamiento pre y post exposición en la contención de la pandemia? ¿Es este un tratamiento accesible a todo el mundo en la provincia?

A.V.- Una cosa es la profilaxis post exposición, cuando he tenido una práctica de riesgo y acudo al sistema sanitario. Eso lo tenemos controlado. Todos los años atiendo a unas treinta personas. Dependiendo del riesgo les pongo el tratamiento durante un mes y eso funciona. La persona que se cree expuesta puede ir a cualquier servicio de urgencias en las 72 horas posteriores a la exposición. Incluso, mucha gente que me conoce va a la unidad y allí vemos a un montón de personas. Ahora que me jubilado aquello sigue igual. Por tanto, no hay ningún problema de accesibilidad sino de información. Otro tema que es mucho más debatible es el tratamiento pre exposición, es decir, antes de que te hayas expuesto a la transmisión. Esto es una americanización de este tipo de profilaxis y yo no la tengo clara. Me explico: primero, los laboratorios lo que quieren es vender pastillas, no tiene un objetivo sanitario, sino económico. Por tanto, en EEUU se han hecho estudios y resulta que sí da resultados. Científicamente, parece claro que es efectivo. Pero cuál es el problema. Que allí te la pagas tú. Es decir, yo asumo personalmente que voy a tomar una pastilla con efectos secundarios durante toda mi vida por si tengo una práctica de riesgo. Y me la pago yo. Eso tiene una valoración distinta, porque con sus derechos individuales cada uno puede hacer lo que le dé la gana. Pero en España es distinto. Allí te venden este remedio, la pastilla para todo, todos los problemas están medicalizados. Pero aquí qué vamos a decir, que la epidemia se puede controlar en base a que todos los jóvenes tomen el tratamiento. Aquí es un tema mucho más complejo. Existen documentos y estudios que recomiendan la idoneidad de empezar a dárselo a aquellos que estén en mayor situación de riesgo: homosexuales promiscuos –lo que es más habitual en ciudades grandes, con un intercambio de relaciones importante- que no suelan tomar medidas de prevención habitualmente; y, por otro lado, los trabajadores sexuales masculinos, porque el riesgo en las mujeres es menor. Se trabaja en este sentido y es lógico porque es el estado el que habría de cubrir el gasto. Con todo, hay muchas dudas en este planteamiento. Porque en el momento que se ponga en marcha el sistema de la pastilla nadie va a usar preservativos, que es una herramienta magnífica para prevenir. Hay formas de profilaxis más seguras y que te evitan tomarte una pastilla. Porque además, esto es muy interesante, cómo se toma esta pastilla. Hay dos formas: tomarla siempre a diario hasta que decida que no tengo prácticas de riesgo, cuando se trata de un medicamento fuerte; y otra posibilidad es cuando preveo que voy a tener una práctica de riesgo y, con 24 horas de antelación, me tomo una, otra durante el acto teóricamente arriesgado y una tercera a las 24 después. Pero normalmente, no se tienen tan programados los actos sexuales, por tanto, el consejo médico en este caso es que se tome siempre. Conclusión: es un tema que debemos pensar, de hecho, hay comisiones científicas a nivel nacional que se reúnen para discutirlo, pero yo no lo veo claro por las cuestiones que te vengo exponiendo, salvo seleccionando mucho a la persona.
  


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