Antonio Vergara: "El VIH ha entrado en el proceso de retroceso de derechos, porque afecta a prácticas que socialmente aún no están normalizadas"
Por José García
Ha sido durante treinta años la vanguardia de la lucha contra el sida en
la provincia de Cádiz. Hoy, lo confiesa sin pudor: “Si algo bueno trajo la
epidemia es que provocó la creación de las unidades de enfermedades infecciosas
en los hospitales españoles”. Antonio Vergara, médico internista fundador de la
unidad del Hospital Clínico de Puerto Real e impulsor de Gerasa para la
atención a las personas enfermas de sida, se acaba de jubilar defendiendo con
la misma vehemencia de siempre la sanidad pública por la que tanto ha peleado
desde FADSP.
JOSÉ GARCÍA.- Has pasado media vida
en la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Clínico de Puerto Real y al frente
de Gerasa organizando la atención a los pacientes. Después de tantos años de
pandemia y de lucha contra ella, ¿dirías hoy que sigue siendo una realidad tan
oculta como denunciaste tantas veces?
ANTONIO VERGARA.- La Historia es cíclica en muchísimos aspectos. El VIH tuvo una fase de gran interés social, probablemente preocupación social. Los medios le prestaban mucha atención. Era una época en la que el VIH era un tema candente y nosotros lo aprovechamos para hacer labor de denuncia y de reivindicación. Luego hemos pasado a una época donde esta preocupación se ha relajado. Parece que el VIH no existe. Es cierto que ya no tiene la intensidad epidémica de entonces, pero sigue existiendo. Seguimos diagnosticando casos, que requieren muchísima menos atención. Pero tenemos un claro convencimiento de que la epidemia no está contenida, aunque se ha mejorado su tratamiento médico enormemente. La investigación en materia de fármacos sí que ha logrado hacer de la infección una cuestión médicamente controlada. Por lo tanto, no sé si se le ha perdido el miedo, el respeto, su actualidad en los medios de comunicación. Lo cierto es que hoy hay una cierta relajación social, lo que significa que se le presta menos atención de la que se debería. Eso sí, nosotros hacemos una labor más real, hemos avanzado enormemente en muchos aspectos. Hemos consolidado la atención hospitalaria, ya no hay que pedir ningún favor para que te atiendan a alguien. Sigue habiendo discriminación, indudablemente, pero en un porcentaje muy inferior a los años históricos de la década de los ochenta, cuando se daba una situación vergonzante.
J.G.- Según ONUSIDA, en 2015, 36,7
millones de personas en todo el mundo vivían ya con el VIH, de los cuales solo
17 tienen acceso al tratamiento con retrovirales. ¿No resulta un poco
escandalosa esta proporción tratándose de una enfermedad grave, si no mortal?
A. V.- Absolutamente vergonzoso y
escandaloso. Pero, claro, tan escandaloso como que haya gente que se muera de
hambre, o la situación de los refugiados… Es escandaloso el trato humano que
nos damos los seres humanos. ¿Por qué ocurre esto? Porque hay muchos países
corruptos aunque no sean pobres. Pueden ser países muy ricos. Sin embargo, la
corrupción –que también nosotros padecemos- allí es mucho peor. Explotan las
materias primas y las riquezas de esos países, que se las llevan dos tíos
descaradamente, sin que haya sector público que atienda a las personas, por lo
tanto, están abandonadas. No solo del tratamiento contra el VIH, sino también
de otras enfermedades que matan a muchos millones de personas, como el
paludismo, que además solo requiere de un tratamiento baratísimo. El VIH es
solo una expresión más del escándalo de la conducta humana en el mundo. A mí no
me escandaliza más que el hecho de que millones de personas, que hace unos años
llevaban una vida completamente normal, y ahora les han bombardeado sus casas
en una guerra que no entiende nadie, hayan tenido que coger sus bolsas e irse
con sus hijos, sus abuelos, a campos de concentración donde los mantienen
hacinados como si fueran delincuentes. Es el mismo escándalo humano. No
obstante, el tratamiento del VIH en el mundo ha mejorado por la cuestión de las
patentes. No olvides que los medicamentos están en manos de multinacionales,
que no son organizaciones altruistas ni humanas. Le importan muy poco los
problemas humanos. ¿Y qué ocurre? Que la mayoría del VIH se encuentra en países
con pocas prestaciones sociales, y no pagan. No obstante, la situación ha
mejorado porque algunos de estos países se han beneficiado de que las patentes
están empezando a vencer. Con las patentes, son diez años lo que tardan los
nuevos medicamentos en no poder comercializarse y en tú poder hacer un genérico,
como ha ocurrido en la India y en Brasil. Entonces, en base a estos
tratamientos genéricos producidos por determinados países es por lo que se ha
podido tratar a muchas personas que viven en territorios en vías de desarrollo.
Sin embargo, sí, las cifras que me comentas son escandalosas. En España, una de
las cosas buenas que hemos tenido para hacer frente a la pandemia, y que ahora
está en peligro, es la sanidad pública, que ha conseguido el enorme logro de
que tratamientos que existan son tratamientos que se aplican a todos los
pacientes. Y eso, comparado con otros problemas que tenemos en este país, es
mejor panorama que el que nos conduce a casos de personas que están siendo
desahuciadas de sus casas, o de señoras a las que le han cortado la luz por no
tener quince euros, lo cual me parece otro escándalo. Sin embargo, con el VIH,
incluso en épocas de recortes, no hemos tenido problemas de abastecimiento de
tratamientos que son carísimos.
J.G.- Retrocedo a la última parte de
mi pregunta anterior. ¿Estamos en disposición de decretar que el sida es una
enfermedad crónica más, que se ha roto la ecuación sida=muerte? Y en cualquier
caso, ¿sería este un paradigma universal o depende de la geolocalización de la
pandemia?
A.V.- De manera absolutamente
contundente: el VIH es una afección crónica, totalmente controlada. Quienes
hemos hecho tantos años de medicina clínica sabemos que hay muchísimas
enfermedades no controladas. Sin embargo, en el caso de la infección que nos
ocupa, el logro ha sido espectacular. Una persona que tome el tratamiento tiene
un cien por cien de posibilidades de tener controlada la infección, y cuando
esto ocurre, tu organismo se va normalizando. Además, hay un aspecto muy
importante a tener en cuenta: nosotros, durante bastantes años, tuvimos
estipulado internacionalmente no iniciar el tratamiento hasta ese momento en
que las defensas del sistema inmune iban disminuyendo. Por tanto, aun sabiendo
que se tenía la enfermedad, los médicos teníamos que esperar a un cierto
deterioro de la salud del paciente para aplicar el tratamiento. Eso médicamente
no nos gustaba. Pero, claro, los medicamentos entonces no eran cien por cien
seguros, tenían efectos secundarios, en definitiva, que teniendo a una persona
diagnosticada con una infección grave teníamos que esperar a que la persona se
deteriorara para empezar el tratamiento. Eso actualmente ya no sucede. Ahora
desde que se consigue el diagnóstico tú te puedes plantear automáticamente el
tratamiento, con lo cual estamos consiguiendo que ese deterioro no llegue.
Cuando empiezas el tratamiento con una persona no deteriorada la normalidad de
su evolución es absoluta. Tiene un sistema inmune normal, un sistema digestivo
normal. Con lo cual, la persona infectada con VIH que sigue el tratamiento de
forma correcta, y que ha sido diagnosticada a tiempo, tiene las mismas
posibilidades que una persona no infectada de llevar una vida normalizada. Y
además con tratamientos que ahora requieren de una única pastilla y con muy
pocos efectos secundarios y muy controlados. La situación actual, desde el
punto de vista médico, es una maravilla.
J.G.- Bueno, pero eso será en
Occidente, ¿no?
A.V.- Exacto. Bueno, a medias. En Estados Unidos,
el tratamiento también te lo tienes que pagar tú, no te lo da el sistema
sanitario público. Yo hablo de un país occidental que tiene un sistema
sanitario público que cubre estas posibilidades. En Alemania no se cubre el
cien por cien del tratamiento, el paciente tiene que pagar el cuarenta por
ciento, en Francia un veinte, y en Estados Unidos un cien. Eso significa que en
EEUU si tienes dinero accedes al tratamiento y, si no, eres como si fueras del
Congo. Eso para nosotros es otro escándalo, porque tenemos el sistema sanitario
público que tenemos y al que defendemos porque sabemos la importancia que tiene.
"El tratamiento pre exposición es una americanización de este tipo de profilaxis, y yo no la tengo clara. En primer lugar, porque los laboratorios lo que quieren es vender pastillas"
J.G.- Más exactamente, ¿cuál es la
situación de la epidemia en la actualidad en la provincia de Cádiz? ¿Dirías que
poseemos los medios adecuados para responder ante ella?
A.V.- Absolutamente. Aquí el VIH es
un tema controlado médicamente, con unidades de personas expertas que atienden
a los pacientes infectados. Tenemos una coordinación maravillosa entre nosotros.
Como decía antes, ya quisiera yo tener otras enfermedades así de controladas y
así de coordinadas. Tenemos reuniones permanentes. Pronto tendremos el congreso
de la Sociedad Andaluza de Enfermedades Infecciosas, donde nos sentaremos 350
personas a discutir sobre esta infección, y sobre otras infecciones, porque
nosotros defendemos las unidades de enfermedades infecciosas. El VIH y otras.
Aunque el primero, evidentemente, ha ocupado gran parte de nuestro interés.
Entonces, la pregunta es, ¿está controlada la infección en la provincia? Total
y absolutamente sí, con gente preparada, con medicamentos a disposición,
sistemas de análisis…
J.G.- Pero, ¿cuál es la situación de
la epidemia? ¿Se siguen produciendo infecciones?
A.V.- Vamos a ver. Este es un tema
importante de destacar: así como médicamente está controlada la infección, epidemiológicamente
no ocurre lo mismo. La situación no tiene nada que ver con los años ochenta,
pero en España cada año se diagnostican 3.500 nuevos casos, y en la provincia de
Cádiz se pueden diagnosticar entre setenta y ochenta. Eso puede parecer poco o
mucho. Pero a mí me parece mucho. Sobre todo porque conocemos ya todos los
mecanismos para evitar la propagación de la enfermedad. Por lo tanto, hay que
seguir trabajando.
J.G.- ¿Han cambiado las vías de
transmisión? En la década de los ochenta el sida diezmó sobre todo a la
población homosexual masculina en Estados Unidos, aunque en España la vía
principal de infección era el uso de drogas por vía intravenosa.
A.V.- Han cambiado radicalmente.
Hasta el punto de que desde hace diez años al VIH se le considera una
enfermedad de transmisión sexual. En los últimos ocho o diez años el ochenta
por ciento de las personas que se contagian lo hacen por vía sexual. El sesenta
por ciento son hombres que tienen sexo con hombres y el veinte por ciento son
mujeres que tienen sexo con hombres infectados. Por tanto, la principal vía de
transmisión hoy es por contacto homosexual y otra proporción nada desdeñable es
por contacto heterosexual, afectando sobre todo a las mujeres. Así las cosas,
la mayoría de los casos han cambiado radicalmente. Al principio nosotros nos
dedicábamos principalmente a los toxicómanos, haciendo numerosas campañas de
prevención. Ahora mismo estas campañas se centran en el riesgo de la
transmisión sexual. Estamos volcados en la reivindicación de la necesidad de
educar en salud. Precisamente la semana pasada estuvimos haciendo unos talleres
en un instituto porque consideramos que, si la principal vía de transmisión es
la sexual, son los jóvenes en quienes tenemos que concentrar las campañas y no
solo en los toxicómanos. ¿Y dónde los vamos a encontrar? Pues en los
movimientos sociales de jóvenes y, sobre todo, en los colegios e institutos. Para
educarlos, explicarles los riesgos y que después cada uno decida. Pero,
¿educarlos solo en los riesgos de la transmisión sexual? No, en todo. Nosotros
abogamos por la educación sexual y, en un concepto más amplio, en la educación
para la salud. En mi posición personal, más que para asustar, para que cada uno
conozca los riesgos y después decida según su criterio particular. Pasa como
con la droga: no puedes ir a los colegios diciendo que fumar es malo. Primero
porque no da resultado, ya que apenas salen a las calles ven a mucha gente fumando,
a sus padres, etc. Beber es malísimo. Y luego ven a todo el mundo bebiendo. Por
tanto, ¿tenemos que rendirnos? No, tenemos que informar sobre los riesgos para
que ellos midan su decisión. Una vez que conozco los riesgos puedo ser
alpinista, porque asumo los riesgos. Pero otros, pues, no. Lo que me produce
más inquietud es la falta de educación y en que te ocurra algo por ignorancia,
porque vas a muchos colegios y te das cuenta de que no tienen ni idea de muchos
temas que tú crees controlados. Cuando la desinformación es absoluta, el riesgo
es mayor.
J.G.- Al sida siempre se le ha dado
cierta connotación social que lo vincula a prácticas corporales estigmatizadas,
tales como el uso intravenoso de drogas, el sexo anal o el sexo de pago, ¿crees
que ya hemos superado esta fase de esa ‘epidemia de significación’ que también ha
supuesto la enfermedad? ¿O todavía constituye un estigma añadido sobre los
hombros de las personas VIH+?
A.V.- También contundentemente: se
ha mejorado muchísimo, porque en la primera etapa había un abandono muy
importante incluso en el ámbito sanitario. Había miedo, había terror,
escándalo. Pero todavía, en la actualidad, mucho de mis pacientes lo peor que
llevan es la cuestión de la ausencia de anonimato. Tengo que verlos por las
tardes en las guardias, no quieren constar en las bases de datos de la
Seguridad Social… porque les aterra las consecuencias de que se conozca su
situación. Esta me parece otra de las vergüenzas de esta crisis de salud que
venimos señalando. Es increíble que a estas alturas siga existiendo esta
estigmatización. Que existe. En menor medida que antes, sin lugar a dudas. Pero
existe. Sin embargo, hay personas que rompen con esos estigmas y eso es algo
que a mí me agrada profundamente. El VIH significa lo mismo que cualquier otra
enfermedad. Aunque hay gente que aún teme que se sepa porque si es así pueden
despedirla del trabajo, y esto es una vergüenza y una ilegalidad. Pero las
ilegalidades están a la orden del día en este país. Por tanto, a veces lo
ocultas, no ya por el miedo a lo que otros puedan pensar, sino a que te echen
del trabajo. Cuando se revela que una persona es VIH+ se orquesta alrededor un
discurso emocional, también oficial, muy pernicioso. Incluso en el ámbito
profesional, si vas a operar a una persona con amígdalas nadie pone problemas,
sin embargo, cuando se trata de una persona seropositiva la reacción puede ser,
algunas veces, muy distinta.
J.G.- ¿Se puede luchar contra el
sida sin hacerlo también contra el racismo, la homofobia, el machismo, la
serofobia?
A.V.- Estoy de acuerdo en que son
luchas que deben ir unidas. La persona que tiene prejuicios en esta historia
tiene prejuicios en otras muchas. Es xenofóbica, es machista…, es decir, es
volver al tema de la educación y, claro, esto sí que no. Se debe tener cuidado,
porque la involución que estamos contemplando es preocupante. Involución
política y social. La extrema derecha ha logrado llegar al poder en los EEUU.
Han cogido a este señor como pantalla, pero lo que hay detrás es la extrema
derecha. Como lo que hay detrás de Marie Le Pen. Y esto es muy preocupante en
este tema como lo es en todos los derechos: el trabajador cualificado tiene más
derechos que el trabajador no cualificado, la persona que tiene más estatus
social tiene más derechos ‘de facto’… Por eso te decía yo que la Historia es
cíclica. Y ahora estamos en un ciclo en el que el neoliberalismo está haciendo
mucho daño social. No es un problema solo de crisis económica. Eso ocurre cada
treinta años y está previsto. El problema es que, aprovechando la crisis
económica, hay un retroceso de derechos y, dentro de ese proceso, está el VIH.
Porque por desgracia afecta a prácticas que socialmente no están normalizadas.
J.G.- ¿Hay más conciencia ahora en la provincia sobre
las vías de transmisión, sobre las formas de prevenir esta transmisión y sobre
la importancia de la detección precoz?
A.V.- Existe más información pero en
la gente que tiene interés. No es un problema de que no tengamos medios de
informarnos, pero la información no llega a donde tiene que llegar. Tienes que
buscarla. Y si la buscas la encuentras, porque hoy día el acceso a la
información es muy sencillo. Incluso a título individual, entras en internet y
te informas. ¡Y como los conceptos relativos a la transmisión del VIH son
contundentes! Es decir, nadie discute cuáles son las vías, y todo el mundo
tiene claro que las relaciones laborales no son una de ellas. Si te quieres
informar, te informas en cinco minutos, otra cosa son los prejuicios. Que ya no
es una cuestión de tener información sino de que yo no quiero tener un negro
delante, pero ese es un problema educativo. Por tanto, la información,
solamente, es facilísima de conseguir, pero desgraciadamente comprobamos, yendo
a colectivos de chavales, que la información no fluye. Y, entonces, no saben.
Constatamos que la juventud, que tiene mucha mayor precocidad en las relaciones
sexuales que nuestras generaciones, y que se ha estandarizado a edades de hasta
doce, trece y catorce años, si no está educada, corre muchos más riesgos que la
persona educada con veinte, porque si está informada del riesgo, podrá asumir
el riesgo que sea, pero estará informada de ello. Se necesitan campañas
potentes de información. Nosotros defendemos que estas cuestiones no deberían
ser temas que se destaquen solo alrededor de efemérides, es decir, esto no
debería ser el 1 de Diciembre, debería ser que, en los colegios, lo mismo que
se estudia los accidentes del Tajo, debería de estudiarse la educación para la
salud. Pero no en una charla puntual de una persona, sino de manera transversal
en todas las asignaturas, para que el niño además de saber geografía termine
educado. Pero, ¿en qué?, ¿en la religión?. No, no. Educado en Valores Cívicos,
en Educación para la Salud, en Educación Sexual, en la Solidaridad, en los
fundamentos humanos. Todo esto en otros países europeos está muy asumido. Pero
en España está costando porque hay muchos intereses y la derecha española
quiere que se dé el catecismo en lugar de estos temas. Y eso dificulta la
educación de nuestros jóvenes.
J.G.- Para terminar, ¿Qué eficacia
está mostrando el tratamiento pre y post exposición en la contención de la
pandemia? ¿Es este un tratamiento accesible a todo el mundo en la provincia?
A.V.- Una cosa es la profilaxis post
exposición, cuando he tenido una práctica de riesgo y acudo al sistema
sanitario. Eso lo tenemos controlado. Todos los años atiendo a unas treinta
personas. Dependiendo del riesgo les pongo el tratamiento durante un mes y eso
funciona. La persona que se cree expuesta puede ir a cualquier servicio de
urgencias en las 72 horas posteriores a la exposición. Incluso, mucha gente que
me conoce va a la unidad y allí vemos a un montón de personas. Ahora que me
jubilado aquello sigue igual. Por tanto, no hay ningún problema de
accesibilidad sino de información. Otro tema que es mucho más debatible es el
tratamiento pre exposición, es decir, antes de que te hayas expuesto a la
transmisión. Esto es una americanización de este tipo de profilaxis y yo no la
tengo clara. Me explico: primero, los laboratorios lo que quieren es vender
pastillas, no tiene un objetivo sanitario, sino económico. Por tanto, en EEUU
se han hecho estudios y resulta que sí da resultados. Científicamente, parece
claro que es efectivo. Pero cuál es el problema. Que allí te la pagas tú. Es
decir, yo asumo personalmente que voy a tomar una pastilla con efectos
secundarios durante toda mi vida por si tengo una práctica de riesgo. Y me la
pago yo. Eso tiene una valoración distinta, porque con sus derechos
individuales cada uno puede hacer lo que le dé la gana. Pero en España es
distinto. Allí te venden este remedio, la pastilla para todo, todos los
problemas están medicalizados. Pero aquí qué vamos a decir, que la epidemia se
puede controlar en base a que todos los jóvenes tomen el tratamiento. Aquí es
un tema mucho más complejo. Existen documentos y estudios que recomiendan la
idoneidad de empezar a dárselo a aquellos que estén en mayor situación de riesgo:
homosexuales promiscuos –lo que es más habitual en ciudades grandes, con un
intercambio de relaciones importante- que no suelan tomar medidas de prevención habitualmente; y, por
otro lado, los trabajadores sexuales masculinos, porque el riesgo en las
mujeres es menor. Se trabaja en este sentido y es lógico porque es el estado el
que habría de cubrir el gasto. Con todo, hay muchas dudas en este
planteamiento. Porque en el momento que se ponga en marcha el sistema de la
pastilla nadie va a usar preservativos, que es una herramienta magnífica para
prevenir. Hay formas de profilaxis más seguras y que te evitan tomarte una
pastilla. Porque además, esto es muy interesante, cómo se toma esta pastilla.
Hay dos formas: tomarla siempre a diario hasta que decida que no tengo
prácticas de riesgo, cuando se trata de un medicamento fuerte; y otra
posibilidad es cuando preveo que voy a tener una práctica de riesgo y, con 24
horas de antelación, me tomo una, otra durante el acto teóricamente arriesgado
y una tercera a las 24 después. Pero normalmente, no se tienen tan programados
los actos sexuales, por tanto, el consejo médico en este caso es que se tome
siempre. Conclusión: es un tema que debemos pensar, de hecho, hay comisiones
científicas a nivel nacional que se reúnen para discutirlo, pero yo no lo veo
claro por las cuestiones que te vengo exponiendo, salvo seleccionando mucho a
la persona.
Artículo relacionado:
VIH y cine de ficción
No hay comentarios:
Publicar un comentario