lunes, 19 de diciembre de 2016

NUEVOS ROSTROS DE XAVIER DOLAN

Elephant Song

 

Por Eduardo Nabal


A la espera del estreno inminente de su nuevo filme, el controvertido realizador canadiense Xavier Dolan (conocido por películas como Mommy o Les amours imaginaires), de insultante juventud y talento arrollador, demuestra su buena forma como actor en esta extraña película de Charles Binamé, donde aparece, entre otros, junto a Catherine Keener. Un filme teatral pero filmado con pulso que cuestiona algunas verdades aceptadas sobre las fronteras entre la cordura y la insania al tiempo que deja a sus interpretes desarrollarse en un ‘huis-clos’ marcado por los fantasmas del pasado.

            Aunque su final moralizante es una claudicación en toda regla, Elephant song contiene los suficientes elementos para ser tenida en cuenta como una película valiente y más que estimable. Su regusto teatral, nada desdeñable tratándose de actores de mucho calibre, se ve trascendido por una cuidada planificación de tiempos y espacios sin escatimar algunos detalles efectistas pero evitando otros a favor de la hondura y la ironía.

            El director confía en Xavi Dolan, su joven protagonista,  para un nuevo personaje que se sitúa mas allá de lo auto-destructivo para entrar en un complejo terreno donde la locura o, en este caso, la neurosis debe ser entendida como un lenguaje a aprender, un código sin descrifrar. Un lenguaje que pocos médicos, y menos aún psiquiatras, están dispuestos a aprender, y algunos, ni siquiera a atender . Porque para ayudar a Michael deben entender su historia, su canción, las lágrimas del elefante, su amor imposible, su visión incisiva de la institución en la que permanece recluido contra su voluntad.

            Dolan ofrece un trabajo excepcional aunque bien es cierto que tarda un tiempo en librarse de sus ‘tics’ habituales en favor de un personaje que si no acabará como acaba podría haber pasado a la historia de la antipsiquiatria en imágenes, claro está, a otro nivel y en otras coordenadas espacio-temporales que la Jean Seberg de Lilith o Jack Nicholson en Alguien sobre el nido del cuco. El problema es que el director acaba teniendo a su personaje y se inventa un final  poco satisfactorio dentro del engranaje del relato.

            Estructurada como un thriller psicológico, como un caso a revolver, mezcla como otros filmes del género la investigación ¿criminal? con la investigación en la mente del protagonista, pero, al contrario que otros “perturbados/as” del cine reciente, no necesita grandes gestos, aunque le toca la parte mas sabrosa del guión, con diálogos tan afilados como los colmillos de Hannibal Lecter y una mezcla de indefensión y descaro que lo convierten en imprevisible, vulnerable y terrorífico a la vez.

            Poco tarda el espectador en ponerse del lado de Michael, no solo porque está encarnado por uno de los directores actores jóvenes más populares del momento, sino porque de su boca salen muchos trucos y mentiras pero ninguna tontería. Su relación con el psiquiatra desaparecido en una historia de amor gay poco corriente, ni en el thriller, ni en el cine "de locos". El psiquiátrico no tiene nada de decimonónico a pesar del carácter jerárquico, reglamentado y algo carcelario de sus ritos, que no sorprenden a casi nadie. El protagonista posee un fetiche al tiempo que es capaz de ser deliberadamente desagradable. Estructurado como varios interrogatorios superpuestos contiene algunas breves imágenes sobre la vida privada del psiquiatra y unas (algo molestas) sobre la infancia del protagonista, haciéndose la metáfora del elefante demasiado evidente al ser visualizada.

            En definitiva, un filme irregular con un final flojo y lánguido pero que se sostiene porque el director, sin dejar de jugar con tiempos y espacios, deposita toda su fuerza en filmar con soltura un juego dialéctico y cuasiescénico del gato y el ratón donde victimas y verdugos, doctores y pacientes intercambias sus papeles, pero con pluma inteligente no con burdas triquiñuelas audiovisuales y lugares comunes y ya transitados.

            De nuevo Dolan crea un personaje con vagos matices autobiográficos lo que no sabemos si es una broma privada o que Dolan, en su trayectoria, cree en el poder de la autobiografía como provocación. El joven seduce y es seducido debido a esa inteligencia que ahora utiliza para sortear los interrogatorios de doctores que no quieren curarle sino que hacen una función parapolicial. El verse bajo sospecha hace que el personaje de Michael utilice todo tipo de armas dialécticas para ponerse por encima de doctores paternalistas llenos de segundas intenciones y traiciones a las que se adelanta.

            El problema se veía venir desde el principio y hacía falta un final más contundente para una historia trágica llena de humor verbal y giros inesperados, de regusto teatral pero planificada con ritmo y gusto, aunque al final el poder corrosivo de la fabula se disuelva en un final, si no feliz, al menos demasiado armonioso y blando para la tensión que hemos respirado en diferentes secuencias.
 

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