La promoción de la salud frente a la medicación pre-exposición
Por Ángel Gasch Gallén
En los últimos años y en nuestro contexto de forma más reciente, se ha
iniciado el debate sobre la inclusión y dispensación de la Profilaxis
Pre-Exposición ante el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) en hombres
gays y bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres. También en
personas que se inyectan drogas y en parejas serodiscordantes. Aunque parece
ser que esta pastilla azul se ve más necesaria en los HSH (hombres que tienen
sexo con hombres) o quizás deberíamos decir, en los hombres gays con suficientes
recursos económicos.
Se trata de un medicamento que combina dos tipos de
antiretrovirales emtricitabina (FTC, 200mg) y tenofovir disoproxil fumarato (TDF,
300 mg), que deben ser administrados de forma continua en un único comprimido,
aunque en HSH se pude administrar de modo intermitente (2 comprimidos entre 2 y
24 horas previas a la exposición, 1 comprimido a las 24 horas de la primera
toma y otro, 24 horas después). Algunos estudios han mostrado reducciones en la
transmisión superiores al 85%. Además de estas recomendaciones en cuanto a su
toma, los organismos institucionales competentes en la materia destacan que la
adherencia es un factor clave en la efectividad de la PrEP y que cualquier
programa de PrEP debe incluir medidas específicas destinadas a reforzar la
adherencia a la medicación. Esta medicación fue aprobada por la Agencia de
la Alimentación y el Medicamento de EE UU (FDA) en 2012 y
por la Agencia Europea del Medicamento (EMA) en julio de 2016. La PrEP ha demostrado que disminuye la
transmisión del VIH en grupos de riesgo elevado. Aunque no obstante, no está
claro el impacto en la disminución de la incidencia a nivel poblacional.
Si bien estos últimos son los posicionamientos de los organismos
institucionales, desde las entidades sociales existe un amplio recorrido en el
diseño y aplicación de intervenciones preventivas y lo que se está viendo es
que son necesarios nuevos enfoques desde la promoción de salud, por ello es
necesaria una reflexión sobre la incorporación de este fármaco como estrategia
preventiva, partiendo y teniendo en cuenta las aportaciones de aquellas
agrupaciones que llevan mucho tiempo dedicadas a estas tareas.
En la prevención de la transmisión del VIH y otras ITS, se ha
demostrado la necesidad de actuar sobre factores estructurales, que colocan a
las personas en situaciones de mayor vulnerabilidad, desplazando desde hace ya
años el concepto estigmatizante de grupos de riesgo, que como vemos se retoma
de alguna manera con las propuestas relacionadas con esta medicación. ¿Qué
factores son estos? Por un lado hablamos de determinantes de tipo
socio-económico, como la edad, el nivel de formación, los ingresos, la
situación de convivencia, el acceso al sistema de salud y a los servicios
preventivos… Diferentes estudios han demostrado la asociación entre estos y la
realización de prácticas sexuales de riesgo: en el caso de HSH por ejemplo
hablamos de chicos jóvenes que carecen de habilidades para vivir una sexualidad
integral y satisfactoria, con dificultades de negociación en las prácticas
sexuales, a lo que se suma además el consumo de sustancias (debido sobre todo a
la carencia de estrategias educativas realistas, cercanas y que tengan en
cuenta la diversidad).
También encontramos desigualdades al acceso a la prevención y a los
servicios de salud en personas migrantes, a las que se añaden además
dificultades económicas, personas que obtienen dinero del trabajo sexual, que
en ocasiones se pueden colocar en la situación de tener que decidir entre
cuidarse, “protegerse” o comer, o comprar, o viajar, o pagar la vivienda.
Se trata de desigualdades socio-económicas que si fueran eliminadas, al menos
parte de las transmisiones se reducirían. En este sentido, para pensar en la
valoración de la efectividad de una intervención preventiva de tipo
farmacológico nos podemos preguntar: ¿acaso hay pastillas que eliminan
desigualdades? Pero esta pastilla no va dirigida a las personas que se encuentran
en situaciones de vulnerabilidad, básicamente porque no la van a poder
pagar.
Tampoco se piensa aquí en las reflexiones ya realizadas desde hace
años sobre cómo las necesidades no consideradas estrictamente sexuales, pero
relacionadas con la parte emocional, como la necesidad de afectos, de sentirse
deseada/o, de conexión, intimidad, confianza… pueden determinar la toma de
decisión, consciente en muchas ocasiones, de llevar a cabo prácticas sexuales
de riesgo.
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