"¿Cómo es posible que la 'doble moral' y la subestimación de lxs trabajadorxs sexuales retumbe hoy en algunas organizaciones de izquierda, feministas y hasta lgtb?
Por Eduardo Nabal
Juan Pablo
Cuello es profesor en historia y militante del equipo de técnicos de la
Asociación de Mujeres Meretrices (AMMAR) de la ciudad de Córdoba, en Argentina.
Hace pocos días, en el marco de la celebración por el Día Internacional de las
Trabajadoras Sexuales que se celebra cada 2 de junio, la asociación AMMAR
Córdoba lanzó el libro Párate en mi esquina, el primero del país donde
trabajadoras sexuales y académicos presentan en conjunto diferentes
investigaciones en relación a la realidad del comercio sexual y las luchas por
su reconocimiento como actividad laboral.
EDUARDO NABAL.- Hola Juan. Háblanos del libro en
el que colaboras. De cómo ha sido posible y de tú intervención en él. Parece
que en todas partes del mundo el tema del trabajo sexual sigue siendo objeto de
encendidas polémicas, tanto dentro de la izquierda como dentro del movimiento
feminista o de los feminismos. Pero cada lugar del mundo tendrá sus
peculiaridades. Háblanos de Argentina.
JUAN KEIM.- La idea del libro surgió
de las propias mujeres que impulsan la asociación de trabajadoras sexuales
AMMAR Córdoba, quienes convocaron a un grupo de activistas feministas, LGTB y
académicos para escribir sobre diferentes aspectos de la situacion actual del
trabajo sexual en Argentina y Latinoamérica. El dialogo contante y el esfuerzo
por potenciar un intercambio entre los saberes de “la esquina” con los teóricos
se expresa en todos los trabajos. Sin ir más lejos, mi artículo Marxismo y trabajo sexual surgió de una
conversación con una trabajadora sexual que para mi sorpresa me citó a Marx,
comparando el trabajo asalariado con la “prostitución”. A partir de ahí y
observando que al interior de las diferentes organizaciones de izquierda existe
un debate en el que la postura abolicionista o anti-trabajo sexual es
hegemónica (como sucede dentro del feminismo), me decidí a investigar en qué
contexto argumentativo autores clásicos del marxismo se refieren a esta
particular relación social.
E.N.- Tú utilizas ensayos pioneros de Marx y
Engels como El origen de la propiedad
privada, la familia y el Estado para desmontar algunas ideas vigentes sobre
cómo la explotación del cuerpo de las mujeres se fue extendiendo a muchas
esferas de la vida laboral. Digamos que tu estrategia tiene algo de relectura
de algunos clásicos y revisión de otros.
J.K.- En algunos casos encontramos referencias
de tipo metafóricas o analogías que les permiten a los autores explicar otra
cosa. Pero también encontramos argumentaciones, como el texto de Engels, que se
abocan a dar un marco explicativo sobre el origen de la monogamia, la
desigualdad de las mujeres respecto a los hombres y la “prostitución”. Estos
autores, con todas sus limitaciones, muchas de las cuales es fácil ver desde
nuestra postura privilegiada contemporánea, tenían por objetivo práctico una
trasformación revolucionaria del conjunto de la sociedad. Es decir, la
abolición de la sociedad de clases, del trabajo asalariado. Es decir que la
impugnación que reconozco hacen al comercio sexual no es simplista o aislada de
un marco general de explotación/opresión que debe ser superado. En Engels y
también en Marx la imbricación entre capitalismo y desigualdad sexual es
compleja: no dejan de percibir, por ejemplo, que ya en su época muchas jóvenes
proletarias complementaban sus magros ingresos con servicios sexuales pagados o
la relativa independencia que tenia la “prostituta” respecto a la mujer-esposa
en el sentido tradicional. La hermenéutica histórica que podemos hacer de sus
textos, el rescate de referencias a la compra-venta de servicios sexuales que permanecían
marginadas, nos ayudan a problematizar la idea de la “venta del cuerpo” (para
Marx vendemos fuerza de trabajo, adherida a nuestro cuerpo) así como
otros debates actuales como el del “consentimiento” (en el capitalismo la mayoría
somos libres, pero tanto porque podemos movernos dentro del mercado como
porque estamos liberados de poseer los medios de producción)
E.N.- No obstante, la izquierda más que
en el carácter de explotación se basa en postulados de “dignidad”, no exentos
de raíces cristianas, y es ahí donde tanto la prostitución como la homofobia
todavía no entran en sus discursos antipatriarcales. ¿Crees que las corrientes
que tú analizas fueron claras a este respecto, o intentas rescatar las formas
de organización heteropatriarcales y capitalistas como fundamento de las
opresiones?
J.K.- Una lectura con “nuestra
propia cabeza” de Marx y de otros materialistas dialecticos nos permite también
prevenirnos del moralismo. Este se diferencia de la ética en que se pretende
universal y es profundamente policial por decirlo. Marx, en los Manuscritos económicos y filosóficos de
1844, señala que una de las instituciones más similares al trabajo asalariado
es la “prostitución”. Pero su ataque principal en relaciona esta última, no va
ir dirigido a las personas que lo ejercen (las cuales en aquella época no tenían
voz propia, algo que alcanzan recién a mediados del siglo XX) como hace hoy
buena parte del abolicionismo socialista o feminista, sino contra la Doble
Moral de esta sociedad capitalista que empobrece y cosifica a las mujeres,
luego las condena a la clandestinidad y el oprobio. ¿Cómo es posible que esa
“doble moral” y la subestimación de lxs trabajadores sexuales retumbe hoy en
algunas organizaciones de izquierda y hasta LGTB?
E.N.- Como bien señalan algunos de estos
autores y han reafirmado posteriores autoras feministas, la prostitución tal y
como la conocemos hoy, dista de ser “el oficio más antiguo” del mundo. Sino que
es, más bien, fruto de la revolución industrial, el avance de la
burguesía y el llamado “pánico moral” en las ciudades. ¿Crees que Marx, Engels
o Benjamin profundizaron lo suficiente en el carácter periférico de toda
sexualidad no normativa y en como la prostitución ponía en evidencia los
discursos tradicionales sobre la sexualidad?
J.K.- Creo
que es como han señalado otras feministas marxistas, Gayle Rubin o Hedi Hartman:
el “marxismo ha sido ciego al sexo”, pero no de manera completa como podemos
ver en las referencias que encontré sobre el comercio sexual y están analizadas
en mi artículo. Su interés por entender los mecanismos de la explotación
capitalista no han sido igualados con la búsqueda de explicación de las
opresiones de género, sexuales, raciales, etc. Entonces se hace fundamental el
poder pensar con “nuestra propia cabeza” problemáticas actuales como el
movimiento reivindicativo y por el reconocimiento del trabajo sexual, la organización
de sectores no hegemónicos de comunidades sexuales y la enorme fuerza
de-constructiva de los feminismos.
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