"Me gusta decir de mi último trabajo que es un libro total. Siempre me he podido permitir hacer lo que me ha parecido para contar esta historia"
Por Eduardo Nabal
Eduardo Fuembuena nace en Zaragoza, en cuya
Universidad (Facultad de Filosofía y Letras) se licencia en Historia del Arte.
Continúa su formación en Barcelona (Máster de Escritura de Guion para cine y TV
en la UAB) y en Madrid (diplomado por la ECAM, estudios de posgrado en la
Universidad Carlos III de Madrid). Así mismo publica artículos cinematográficos
en portales digitales, blogs y revistas, a la par que desarrolla una labor
profesional como decorador en cine, televisión y publicidad. En 2010 dirige el
cortometraje de ficción Voces y en 2011 el poema audiovisual Chico y barco.
Lejos de aquí es el primer libro que publica. En la actualidad desarrolla su
profesión de guionista en una película biográfica sobre Manzano y De la
Iglesia.
EDUARDO NABAL.- Lejos de aquí es algo más que un libro de cine, es una biografía
ambiciosa pero también el retrato de una época a partir de dos personajes: Eloy
de la Iglesia y José Luis Manzano. Sé que es difícil resumir pero cuéntanos
algo de la aventura de gestación de este libro.
EDUARDO FUEMBUENA.-
Comencé a interesarme en el cine de Eloy de la Iglesia a partir de un encuentro
con el escritor Gonzalo Goicoechea, guionista de ocho películas del director
vasco y de muchos proyectos no realizados, pocas semanas antes de su
fallecimiento, en 2009. Recuerdo que por entonces vi por primera vez un film al
que siempre hay que volver como es El
diputado. En nuestro siguiente y, por desgracia, último encuentro personal,
Gonzalo me refirió muchas historias cuya trama no pude entender a fondo hasta
pasados unos años. Yo siempre veo mucho cine. Buen cine. Retomé la filmografía
de Eloy De la Iglesia por El pico,
que visionaba por segunda vez, entonces con mente crítica y afán analítico. No
me fue del todo posible. Aún antes de terminar la cinta comencé a preguntarme
quién era actor vulnerable que caminaba como James Dean y tenía la mirada
triste de un Brad Davis. Y me dejé fascinar. Por entonces, de José Luis Manzano
solo había mentiras en la red y prácticamente nada reseñable publicado o lo
suficientemente extenso. Apenas unas entrevistas a De la Iglesia y al mismo
Manzano y el artículo de investigación de Javier Maqua titulado El pico 3. Tuvo que partir casi de cero,
visitando a la madre de este chico en su casa de Vallecas y mis visitas pasaron
a ser semanales. También visité a la familia De la Iglesia y comencé a
entrevistar a todo el mundo que me pareció: Por una parte, a compañeros de Eloy
de la Iglesia. Por la otra, a amigos y valedores de Manzano, aunque a veces las
fronteras entre los unos y los otros eran difusas. Creo que para casi todos mis
interlocutores y, desde luego, para mí fue fácil y muy natural hablar de Eloy
de la Iglesia y de José Luis Manzano. He de añadir que sin la disponibilidad y
la ayuda continua y constante de las familias y también de Pedro Cid, vicario
parroquial de Nuestra Señora de Fátima de La Alhóndiga de Getafe, de cuyo
tránsito se van a cumplir en breve dos años, hubiese sido imposible reconstruir
la historia real de Eloy y de Jose. Paralelamente he desarrollado una
pormenorizada labor de investigación en archivos públicos y privados y en
hemerotecas. En definitiva, he dedicado siete años a investigar sobre unos
hechos y unas vidas en un contexto espacio-tiempo determinado con fuerte
pervivencia en el aquí y el ahora por voluntad propia, sin mentores y sin
ningún tipo de patrocinio y por lo tanto, me puedo permitir decirlo, casi sin ensuciarme
ni corromperme.
E.N.- Hay momentos muy curiosos como cuando
la policía u otros camellos reconocen a José Luís como actor. Algo de la vida
imita al arte. Parece ser que la relación fue tormentosa entre estos dos
hombres. ¿Crees que fue una relación desigual o se deterioro en su transcurso?
E.F.- Sin duda fue desigual de partida,
obviando los vínculos establecidos entre Eloy y Jose y los sentimientos más o menos
elevados que alguna vez pudieron tener el uno por el otro, en particular hasta
la época de Colegas. Manzano alcanza
la entidad de actor de manera muy inadvertida en lo personal, casual, por un
capricho o una corazonada de De la Iglesia. El joven, se dejó conducir u
obedeció como hizo siempre. Funcionó y José Luis Manzano encarnó en cinco
películas de Eloy de la Iglesia algunos prototipos que él conocía bien o le
había tocado padecer en los que se reconoce la evolución de la juventud
española durante un lustro de democracia. La relación entre aquel Pigmalión y
el ángel del arroyo estuvo marcada por tintes de toxicidad y por el consumismo
casi desde el momento 0. A partir de unas circunstancias cambiantes, de las que
el joven desinformado partía por lo general con desventaja, se llega fácilmente
a la exposición a unos factores externos establecidos en el contexto
sociopolítico de una determinada fase de nuestra historia reciente y del
momento vigente, el posfranquismo, y finalmente a las dependencias a una
sustancia, la heroína, cuya finalidad principal es la propia destrucción y
suele conllevar bien otras dependencias personales generadas por la propia
supervivencia de uno como drogodependiente. Pero tampoco se puede omitir la fuerza
invisible del destino —para un cristiano, las formas de la dialéctica de
predestinación agustiniana— inevitable, sin distinción de los pasos a seguir o
tal vez conducido por estos y que se revela como verdad terrible al final de
nuestros días.
E.N.-¿Has novelado, en el mejor sentido de
la palabra, algún episodio determinado para hacerlo más atractivo al lector o
te has decantado por una escrupulosa fidelidad a los hechos o no has conseguido
un equilibrio entre el rigor histórico y la forma amena de contar una historia
que son muchas historias?
E.F.- Me gusta
decir que Lejos de aquí es un libro
total. Es cierto que utilizo algunas herramientas propias de la narrativa de
ficción, con la finalidad de implicar al lector medio, pero no esquivo el
ensayo sociológico ni el análisis del texto fílmico. En realidad, siempre me he
podido permitir hacer lo que me ha parecido para contar esta historia.
Principalmente porque rechazo en bloque el sistema capitalista que lleva al ser
humano a conseguir a cualquier precio el producto que debe de ser consumido a
cada momento, a vaciarse por este, a no plantearse el análisis de su realidad,
a evitar pensar de forma individual, por él mismo, porque ciertas ideas no
dirigidas pueden resultar peligrosas para las élites que rigen nuestras vidas y
buscan nuestra sumisión y nuestro sacrificio. Por supuesto, mi decisión conlleva
una serie de renuncias al mayor grado, como haber tenido que auto-editarme y
ser virtualmente ignorado por la crítica y la academia, por otra parte, algo de
lo que estoy encantado. Escribiendo mi
libro, he procurado referirme a la realidad de forma científica siempre que ha
sido posible. A veces me he visto obligado a reconstruir alguna parte de este
monumental frasco multigeneracional, pero respetando el conjunto y tal vez
guiado por los fantasmas de la mente que vagan este mundo y que nuestro cerebro
percibe, que decía Henri Bresson en el texto de una de sus conferencias. Otro
objetivo que me propuse fue la de tratar de entender la naturaleza 30% de
bondad 70% de maldad del hombre, este mundo en el que estamos atrapados y la
historia reciente de mí país. Creo que lo he logrado plenamente y Lejos de aquí será también mi primer y
último libro publicado porque no tengo nada más que decir sobre la existencia
humana.
E.N- El trasfondo sociopolítico es crucial en el
libro. Parece como si la evolución del estado español, incluso de determinadas
ciudades como Madrid fuera ligada a la evolución de los personajes. Supongo que
esto es intencionado.
E.F.- Sí. Por
supuesto que lo es. He desarrollado este trabajo también valiéndome de mi
formación de historiador y con la certeza de que la historia no se apoya en
leyes sino en hechos concretos y particulares. Sobre circunstancias y
experiencias personales. La etapa de la vida de Eloy de la Iglesia en la que
convivió con Manzano es posterior a la reforma política del país, años en los
que se estableció una impresión bastante engañosa de cambio. Asimismo lo son
sus películas, que están en la retina de todos. La propia evolución del
pensamiento de Eloy de la Iglesia, su análisis científico y marxista de la
realidad está implícito en aquellas películas de la década de los ochenta producidas
siempre desde unos planteamientos industriales pero ya liberadas del lastre de
las Juntas de Censura del Movimiento Franquista. Esos años de aparente libertad
y de vacío legal coinciden con una catarsis personal de Eloy que cristaliza en la
necesidad del director de atacar en sus películas a las instituciones
sacralizadas, desde dentro del sistema ya que estas recibían todas las ayudas
públicas y subvenciones. A partir de 1986, año de producción de La estanquera de Vallecas y cuando más fácil hubiese resultado
darles salida, sus nuevos proyectos fueron bloqueados administrativamente. Por
su parte, José Luis Manzano vivió esos pocos años en los que parece que se
alcanzó la libertad de expresión casi total de forma mucho más inadvertida. Luego,
con el poder absoluto del PSOE, Manzano quedó como un icono de una España que
se quería tapar pero que siempre se desvela. En definitiva, fue desechado como
actor y como modelo para una juventud porque su dimensión, de delincuente, de
lumpen, marginal en cualquier caso, dejó de ser un arma útil para el sistema
capitalista y asesino. En cambio, él trató de recuperar un estatus perdido hasta
el último día de su vida, casi siempre en películas o series de televisión
proyectadas por Eloy de la Iglesia, pero está claro que no lo logró.
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