domingo, 29 de octubre de 2017

LA NOCHE DE LOS CELTAS. ALGUNOS APUNTES SOBRE HALLOWEEN




 

Algunos apuntes desmitificadores sobre la historia de la fiesta de Halloween desde sus orígenes legendarios hasta sus ramificaciones en el cine de terror y las subculturas queer.


Por Eduardo Nabal

 

UnHeimlich (Lo siniestro en Freud): Secreto, oculto, de modo que otros no puedan advertirlo, querer disimular algo; Unheimlich e inmóvil, como una estatua de piedra» En cuanto a lo siniestro evocado por el retorno de lo semejante y a la manera en que dicho estado de ánimo se deriva de la vida psíquica infantil, no puedo más que mencionarlo en este conexo, remitiéndome en lo restante a una nueva exposición del tema, en otras relaciones, que ya tengo preparada. Me limito, pues, a señalar que la actividad psíquica inconsciente está dominada por un automatismo o impulso de repetición (repetición compulsiva), inherente, con toda probabilidad, a la esencia misma de los instintos, provisto de poderío suficiente para sobreponerse al principio del placer; un impulso que confiere a ciertas manifestaciones de la vida psíquica un carácter demoníaco, que aún se manifiesta con gran nitidez en las tendencias del niño pequeño, y que domina parte del curso que sigue el psicoanálisis del neurótico. Lo siniestro (Sigmund Freud 10 consideraciones…)

 
“Para explicar esta conversación debe mencionarse que en el centro de la mejilla izquierda de Georgiana había una marca singular profundamente entrelazada, por así decirlo, con la textura y sustancia de su rostro. En el estado habitual de su tez (una lozanía saludable aunque delicada) la marca tenía un tono carmesí profundo. Cuando se sonrojaba perdía gradualmente definición hasta que desaparecía en el torrente triunfante de sangre que bañaba con brillo la mejilla entera. Pero si alguna emoción cambiante la hacía palidecer, allí estaba de nuevo la marca, una mancha carmesí sobre la nieve, con una claridad que a Aylmer le parecía a veces casi temible. Su forma guardaba no poca similaridad con una mano humana, aunque del tamaño más diminuto. Los enamorados de Georgiana acostumbraban a decir que en el momento de su nacimiento algún hada había puesto su mano diminuta sobre la mejilla de la recién nacida, dejando allí esa huella en señal de los dones mágicos que le daban ese dominio sobre todos los corazones”


Nataniel Hawthorne "La marca de nacimiento" (Cuentos góticos)

 

Por si a estas alturas de la partitura alguien no lo sabe Halloween nunca fue una fiesta inventada por EEUU aunque se hayan apropiado por su merchandaising hasta llevarlo a la locura colectiva organizada. Su origen inicial fue muy otro.
Con la gran hambruna en Irlanda a principios de siglo muchos habitantes del viejo continente se fueron a  Norteamérica o Sudamérica y también, más en concreto, por razones idiomáticas, a lo que hoy conocemos como los EEUU en busca de un trabajo, un pariente lejano o una oportunidad en el ya entonces llamado “país de las oportunidades”, sin mucho criterio. Por supuesto solo una minoría lo consiguió, y no siempre de forma honorable. Hubo formas de vandalismo, legales o no, y mucha gente se instaló en suelo americano con desigual fortuna. Y allí siguieron celebrando la fiesta de la cosecha, la del paso a la estación oscura y aquella en la que había que hacer ofrendas a los muertos o por lo menos no enfadarlos ni sacarlos de sus casillas en los tiempos de menor prosperidad y economía en baja forma. Lo de llevarlos flores hoy en un tranvía llamado “cementerio” es lo mismo disfrazado de acción piadosa, no enfadar a los antepasados o conducir a los familiares al “cielo”. Pero la historia viene de antes de todo esto.  Se llevaron la leyenda en los pisos bajos de los barcos con destino al llamado la tierra en forma de nuevos colonizadores y migrantes no siempre bien recibidos. Pronto sus representantes fueron mendigos, buscavidas y luego niños que pedían caramelos a los habitantes, a cambio de librarles de maldición y mala suerte, de los malos augurios y los ancestros airados, que no encontraron siempre cobijo bajo la estatua de la libertad, esa señorita tan poco sincera. No obstante, tanto en Europa como en EEUU, la fiesta se les fue de las manos a los más tradicionalistas y se convirtió en un día de bromas pesadas que llegaron a formas extremadas de gamberrismo que incluía el descarrilamiento de trenes y la apertura de los corrales en las granjas, atracos a sucursales bancarias, entre otras lindezas. Viendo que la cosa no iba a cesar el mercado y los mercados  de EEUU se fue apropiando de “La noche de Halloween”, del fuego, los niños llamando a las puertas y la calabaza, dándole un sentido más blanco, civilizado, candoroso y sobre todo más lucrativo para grandes empresas que organizaban eventos, construían parques temáticos y vendían disfraces para los peques o no tan peques. También para Haloween. Las costumbres de EEUU, que varían por países, incluyendo la violencia primitiva y el individualismo, vienen de culturas próximas o del desarrollo de las ciudades grandes frente a los terrenos agrícolas y los latifundios. Hoy día nos da rubor que las discotecas y los parties  hayan convertido algo así en un negocio espectacular, igual que los vendedores de disfraces y accesorios de adorno. Hay muchas historias por contar acerca de los mitos de Halloween, que en definitiva, viene del Shamain céltico pero al menos esto nos reconcilia con una fiesta que si bien hoy se ha convertido, casi siempre y en su dimensión globalizada,  más o menos en una horterada (no mucho mayor que las Navidades) nunca tuvo su origen al otro lado del óceno, sino en la Europa de estos pueblos poco conocidos que llegaron hasta Galicia con sus hogueras y sus meigas susurrantes despertando iras de inquisidores, fanáticos de varias creencias  y juegos religiosos de los antiquísimos  puritanos oriundos de varias regiones de muchos sitios variopintos .

El director John Carpenter añadió algo de leña y sangre al fuego furioso de la fiesta con una película de terror de cierta- tampoco excesiva- calidad y bajísimo presupuesto donde un joven psicópata se escapa del psiquiátrico en que fue recluido de niño y  vuelve a su pueblo natal la noche anterior a Halloween.  Un pueblo del centro de EEUU, ochentero y conservador, que aparentemente relaja sus costumbres en forma de fiesta juvenil. Carpenter retrata esos pueblos provincianos, esas universidades frívolas, esos/as jóvenes descerebrados ajustando cuentas, como Myers, con una sociedad banal  por la que nunca ha demostrado demasiado afecto ni empatía. Sobre ellos volcó la ira de una herida juvenil en forma de trauma porque detrás de toda celebración mentirosa y forzada hay un ser, infeliz y desesperado, lastimado por el pasado o hastiado del presente,  un solitario, marginado o no, buscando y no encontrando respuestas. Como han señalado algunos estudiosos recientemente si el filme de 1978 puede verse como un anuncio de la moralina de la década siguiente al unir la sexualidad a la muerte también puede leerse como una advertencia sobre los peligros de la represión sexual, como en el caso del pequeño Myers. El pequeño Myers reprime su deseo hacía su hermana mayor al igual que Laurie reprime su verdadera sexualidad, cuya naturaleza nos es desconocida, pero en ambos hay una corriente de tensión que lejos de ser virginal es turbulenta, sobre todo porque no sabemos si Myers pertenece ya al reino de los vivos o ha pasado al otro lado y vuelve atravesando la delgada línea de la estación oscura. Ambos se mantienen al margen de la "fiesta" por razones que solo ellos (de forma consciente o no) conocen. Algo en su forma de ser "psicosexual" que los hace distintos y los une. La máscara blanca de la temible pureza vengadora de Michael sediento de sangre, la reservada actitud de Laurie en conexión con el devenir del monstruo, reacia a la socialización al uso.





La película se abre con un brutal asesinato cometido por un pre-adolescente disfrazado de forma grotesca (en concreto, de clown) incapaz de asumir la escena en la que su hermana hace el amor con otro chico. Jason es recluido en un psiquiátrico-penitenciario. Ese niño pálido, cubierto de sangre es ahora otro voyeur pero esta vez no hay inocencia primigenia sino sed de venganza ante una sociedad que se ha detenido en esa misma escena de sexo juvenil y fiestas tontas que el fue incapaz de afrontar desde su posición de niño solitario y voyeur insatisfecho. Frente a él, la única capaz de verlo entre los setos, es Laurie, una chica seria y reservada, mas interesada por los estudios que por los ligues y que, irónicamente, ejerce de canguro en la noche de Halloween, esa noche en la que Michael vuelve a ese pueblo estrecho de miras  que lo vio nacer y donde todos se preparan para las mismas fiestas tontas y los mismos encuentros nocturnos. La pulsión de repetir el asesinato que en su origen fue inocente es quizás el deseo de Jason de participar en aquellos juegos a los que, por su edad o por otros motivos ¿oscuros?, no ha sido invitado. Un juego sexual que le molesta por distinta razón que al inminente  Ronald Reagan más cerca de la moralina del psiquiatra con pistola o de la doble moral de esos universitarios que saben nadar y guardar la ropa, inscribiendo sus juegos sexuales en la oscuridad o en la ausencia de sus padres. Los fantasmas del pasado, la herida de nacimiento, la máscara blanca donde se inscriben los reflejos grotescos de esas parejitas quedando en sus casas de dos pisos tienen algo del gótico sureño y algo de la Norteamérica estúpida aferrada a tradiciones que ni siquiera comprende.

 

Carpenter supo además apuntar sin nombrar la herida sociológica e histórica sobre los EEUU del pasado de los puritanos que reprimieron aquellas corrientes de subversión venida de Europa o que ya existía en el México de los muertos como fiesta rutilante. Como vemos en la narrativa de pioneros como Hawthorne (“La marca de nacimiento”, “La letra escarlata”, “El velo del ministro”) el rechazo social, el estigma, la marca tiene un origen social, además de unas connotaciones económicas y sexuales mucho más complejas de las que puede comprender la dimensión de un psiquiatra colaboracionista con “las fuerzas del orden”, aunque sea de película. De ahí que las fuerzas médicas no puedan cazar a Jason, ni sus balas matarlo. Jason no existe, representa, figura,  no es un cuerpo, es una fuerza, no es un no-muerto, ni un muerto viviente, es el pasado sofocado que brota, como el agua por una tubería rota en los EEUU de principios de los ochenta y la era del neo-puritanismo reaganiano además de la adolescencia, la juventud y el descubrimiento de la sexualidad en pandilla o en solitario/asilamiento (en fiesta o reclusión, en fiestas o cuidando niños/as de terceros) cuando todas ellas se reprimen, se festejan,  se sufren o disfrutan  a la vez que se confunden. Vemos algo de lesbianismo reprimido en el personaje de Laurie (James Lee Curtis) la única que no parece interesada en las fiestas “para salir con chicos” y la única capaz de hacer frente a Jason y su enmascara furia psicopatológica (un ser desquiciado y "marcado" por el que siente una morbosa mezcla de temor y empatía). Desde un punto de vista freudiano o post-freudiano el filme esta lleno de un simbolismo fálico en los cuchillos con los que ataca el psicópata Myers y las herramientas con las que se defiende Laurie (Curtis) así como de una extraña paranoia social que Carpenter da un sentido de comentario político sutil al incluir las películas de terror de los cincuenta entre esas películas que Laurie ve y no ve con los niños que cuida por la noche antes de la llegada de esa amenaza que viene de fuera pero también "de dentro".


Es la mujer estigmatizada, el loco, el chico voyeur, el sociópata en el colegio estúpido, el marginado en el instituto alienante, el gay reprimido, la lesbiana oculta, la trans tras las cortinas de la ducha (como un heredero brutal de Norman Bates), el hermano incestuoso, los celos extramatrimoniales, el fetichismo, los impulsos que se quieren convertir en perversos pero no lo son. Los inocentes sacrificados, los polimorfos, las sombras de lo cotidiano cuando se vuelve siniestro bajo una luz distinta, como ese armario de varias puertas donde la joven protagonista y el psicópata enmascarado libran una de sus más cruentas batallas. El autómata que cobra vida en la semioscuridad, el no-muerto que se levanta después de ser acribillado a balazos.  La respiración entrecortada, que parece impaciente ante las risas tontas y las conversaciones banales de los jóvenes lugareños en celo. Impaciente por matar, vengarse, explicar que sucedió realmente o que no sucedió nunca, lo que se oculta y lo que es demasiado evidente.  El pasado que nunca fue pasado, el presente que vuelve a ser pasado, el pasado que vuelve a ser presente, el presente que vuelve a ser pasado.

lunes, 23 de octubre de 2017

ASESINADO EN CHECHENIA EL CANTANTE RUSO ZELIM-KHAN BAKAYEV


 
 
 
 

Asesinato del artista y cantante  Zelim­khan Bakayev primero  detenido en un campo de concentración anti-gay  y torturado por la policía en Chechenia. El cantante desapareció el pasado 8 de enero. El cantante ruso de 26 años se trasladó a Grozny para asistir a la boda de su hermana. Zelim-Kahn Bakayev fue detenido poco después de su llegada a la zona. Según fuentes especializadas en la actualidad LGTB en el mundo el artista fue detenido por la policía, torturada por la policía. El cantante gozaba de gran popularidad dentro y fuera de las fronteras de su país y aún se especula sobre su suerte.

Diez horas después de su detención fue asesinado, según algunas fuentes y medios de comunicación. Según Igor Kochetkov, fundador de Rusian LGTB Network, la causa de su detención fue la conocida orientación sexual del cantante.  Las autoridades niegan los hechos y afirman que el cantante se encuentra en Alemania. Como en otras ocasiones los activistas LGTB y pro-derechos humanos han desmentido esta información. Más de cien personas pueden haber sido asesinadas ya en campos de concentración en Chechenia, según los primeros testimonios, a pesar de los desmentidos de las autoridades rusas. El presidente de la República apenas emite vagos desmentidos al igual que vagas son las explicaciones de derechos humanos cuando alguien se atreve a preguntarle sobre el respeto a los derechos humanos en Rusia, El caso de Bakayev, uno de los vocalistas más conocidos y no sólo en la región,  no es más que la “punta del iceberg” de un genocidio hasta ahora algo silencioso porque la comunidad europea no quiere enfrentarse al liderazgo y la prepotencia de Vladimir Putin, mientras exige el respeto de los derechos humanos a otros países que no entran en su órbita de intereses económicos. Tampoco el internacionalismo de base, hasta hace poco, y con notables excepciones, se ha mostrado especialmente receptivo hacia la persecución machista y homófoba ya propiciada por las leyes contra la propaganda homosexual del Presidente de la Nación y que que ahora han tenido su manifestación más cruenta en estos campos de exterminio de los que la información siempre sale de forma lenta, confusa, con cuentagotas, con numerosos desmentidos de diferentes partes particularmente de las autoridades chechenias que han llegado a afirmar ante la estupefacción de la comunidad LGTB internacional y de los defensores de derechos humanos que esto es imposible ya que “no hay gays en Chechenia”. Como dice Itziar Ziga  al decir “no gay gays en Chechenia” su primitivo y sanguinario presidente ha cambiado el tiempo verbal, lo que quiere expresar es “No habrá gays en Chechenia”, en un futuro desolado por un holocausto que todavía no ha causado la merecida repercusión internacional, ni oficial ni de base. La lucha contra la islamofobia no incluye el obviar casos como la creación de "campos de exterminio" basados en el estigma  el suelo checheno o en cualquier otro, al contrario, el “no reconocimiento” de gays islámicos que sufren la crueldad de sus gobernantes se lo pone en bandeja a las derechas racistas de todo el mundo, facilitando las amalgamas islamófobas sin reconocer la diversidad cultural y los matices.
 
El asesinato de una periodista opositora a Putin en la emisora de radio donde trabajaba se suma al caso de la desaparición bastante sombría del cantante  Bakayev-famoso cantante cuyas letras eran  cantadas en su mayoría en árabe- que parece haber puesto rostro a los ya cientos de gays detenidos en los campos de exterminio de esta región del Cáucaso. La influencia de una versión deformada, grotesca y una interpretación oportunista del Islam unida a los intereses del patrioterismo machista reforzados por el imperialismo racial, ultraortodoxo, militarista y viril parecen haber puesto en bandeja esta suerte de fascismo a la carta que pocos se atreven a denuncia, r hasta que no se encuentran fuera del país ya que no solo los activistas sino que los propios medios de comunicación se encuentran bajo presión de las redes gubernamentales y sus secuaces en las instituciones, empezando por la Iglesia que ha recuperado su poder en toda Rusia. El ascenso al poder del reaccionario, racista y homófobo Donald Trump en EEUU no ha hecho sino empeorar esta situación que ya se ha vuelto sangrante y que exige una respuesta internacional clara, solidaridad  y organizada.


 



 
 

domingo, 22 de octubre de 2017

REVISIÓN HISTÓRICA DE LA FIESTA NACIONAL









"En 1492 los nativos descubrieron que eran indios. Descubrieron que vivían en América. Descubrieron que estaban desnudos. Descubrieron que existía el pecado. Descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo y a un Dios de otro cielo, y que ese Dios había inventado la culpa y el vestido, y había mandado que fuera quemado vivo quien adorara al sol y a la luna y a la tierra y a la lluvia que la moja". (Eduardo Galeano)

 


Estas palabras de Galeano representan el sentido del 12 de octubre, y el hecho de que ésta sea la fecha de la fiesta nacional, refleja que aún resuena y permanece el imperialismo que conformó aquella conquista, e impregna con fuerza gran parte del ámbito político español actual. Un hecho demasiado triste. Se la ha calificado como "día de la hispanidad", pero a mí me resulta muy difícil comprender la ausencia de autocrítica en cuanto a los hechos y consecuencias históricas que marcaron una realidad cuya simbología está cargada de militarismo. Hace tiempo que el imaginario colectivo relaciona al ejército con las esencias patrias, no sólo aquí. Es una característica propia de la creación del Estado-nación. El paso del mercenariado del Antiguo Régimen a la participación del ciudadano en la defensa nacional, surgida de las revoluciones burguesas, abrió la puerta a la identificación del pueblo con la "grandeza" de su país al expandirse tanto colonialmente como a costa de sus vecinos. Este imaginario político imperialista marcó la explotación del mundo durante el siglo XIX, y guió a los generales durante la Primera Guerra Mundial, además de articular el discurso histórico de las nuevas potencias. Lo realmente inquietante y casi esperpéntico en el caso español es comprobar la tremenda disonancia entre la pervivencia del viejo modelo imperial y una realidad presente que marca claramente una tendencia hacia la descomposición de ese modelo nacional, a pesar de tanta banderita pública. El "orgullo" de ser español, ha sido el slogan publicitario de esta ocasión, al coincidir con el problema del separatismo catalán. Habría que matizar mucho ese "orgullo", habida cuenta, no sólo de las ingentes cantidades de dinero público "nacional" descubiertas en Suiza (que parece haberse convertido en la verdadera patria de una buena parte de nuestros dirigentes) o en otros paraísos fiscales dispersos por el mundo, sino también de las graves resonancias históricas de los desastres relacionados con la participación de nuestro ejército en las aventuras coloniales de Marruecos (la Legión) y la larga y ruinosa guerra contra los independentistas holandeses durante los siglos XVI y XVII (los Tercios, que estuvieron representados en el desfile conmemorativo). ¿Es esa la tradición nacional con la que el Estado quiere que nos identifiquemos? ¿Debemos sentirnos orgullosos de esas guerras? Yo no.

 

 
La revisión histórica es necesaria. Hace ya tiempo que los estudios históricos e historiográficos han abandonado la línea del positivismo, pero parece que éste sigue dominando con fuerza la mentalidad popular. Es evidente que la llegada a América de Colón supuso un giro absolutamente disruptivo con la Historia hasta ese momento, y que cambió el rumbo de los acontecimientos mundiales a partir de ahí. Hay un antes y un después de ese acontecimiento. Pero eso no quiere decir que nos tengamos que sentir precisamente orgullosos de lo que allí se hizo, de cómo se hizo, y de sus  consecuencias. No me sirve el relato de quienes argumentan que "sólo eran salvajes", que "practicaban sacrificios humanos y el canibalismo", o que "nos recibieron agresivamente". Lo único cierto es que hubo un encuentro entre dos culturas y una de ellas destruyó y masacró a la otra, además con el pretexto de una supuesta superioridad moral, que permitió al vencedor cambiar el mundo del vencido a su antojo. ¿Por qué compartir la "gloria" de este hecho? ¿Por qué arrastrarnos a todos con su memoria? Cuando se habla por parte del gobierno español de "adoctrinamiento" como una de las lacras de las autoridades independentistas catalanas en cuanto a la educación, habría que echar un vistazo a cómo se explica en los textos escolares toda esta historia, porque esto también forma parte de la formación del ideario y del imaginario nacionalista español, como lo son también otros mitos de su discurso histórico, como el simbolizado por la Reconquista o los Reyes Católicos. Aún recuerdo las palabras de José María Aznar tras su famosa decisión de formar parte del "Trío de las Azores" y entrar en la guerra de Irak: "Yo nunca he oído a ningún musulmán pedirme a mí disculpas por haber conquistado España y por haber mantenido su presencia en España durante ocho siglos". Estas declaraciones, que entran de lleno en lo más rancio del discurso nacional-católico, continúan la tradición histórica de considerar España como un país eminentemente cristiano, que hundiría sus raíces en ese pequeño núcleo montañés asturiano, que en el siglo VIII ya parecía disponer de la bola de cristal que les guiaría al destino manifiesto de crear la gran nación que nacería ocho siglos después. Esto no sólo dejaría fuera de la idea de España a los musulmanes de Ál-Ándalus (olvidados durante largo tiempo de los estudios históricos), sino también al resto de Estados peninsulares ajenos a Castilla, considerada heredera de la tradición monárquica asturiana e impulsora de la empresa conquistadora y colonizadora americana. De este modo, esa conquista se consideró un "deber" misional, que  justificó la destrucción de todas esas gentes "ajenas a Dios", tal y como lo eran también los musulmanes y los judíos previos a su expulsión también en 1492. ¿Otro motivo de orgullo?
 

 

Lo cierto es que esta mentalidad imperial sigue dominando ahora la cuestión sobre Cataluña. Al igual que se invadieron las colonias, hay que someter a los díscolos que se atreven a discutir la unidad nacional. En vez de entrar en la forma de entender mejor la estructura o el entramado de la diversidad plurinacional. En vez de abrir un debate serio sobre la reforma del Estado-nación centralista, y lograr una mejora en las relaciones entre los pueblos del Estado español, avanzando en el federalismo, se envía a las fuerzas del orden sin pudor para reprimir del mismo modo en que el gobierno del viejo Cánovas hizo con los cubanos que clamaban por un cambio en sus relaciones con España. Y como entonces, el autoritarismo se impuso, hasta que un atisbo de razón produjo el milagro de un estatuto de autonomía, que desgraciadamente llegó tarde, y la guerra de 1898 determinó el curso de los acontecimientos. No estaría de más que las lecciones de la Historia sirviesen de algo. Pero parece que los ecos del franquismo y su nostalgia imperial resuenan más que las advertencias de Joaquín Costa y los regeneracionistas de hace cien años. Es responsabilidad de las nuevas generaciones acabar con ese discurso arcaico y crear un nuevo paisaje político, con una nueva idea de país, ajena a los anclajes del nacionalismo militarista, liberal, centralista (y católico), heredado de la construcción burguesa del siglo XIX.




sábado, 21 de octubre de 2017

RECONOCIMIENTO O REDISTRIBUCIÓN: BUTLER Y FRASER EN DISPUTA


  
 
La editorial “Traficantes de sueños” acaba de publicar en un solo volumen (Docu- 03)  un interesante artículo de Nancy Fraser además de uno de los debates más sonados que pasaron en su día por las páginas de “New Left Review”: la polémica entre Judith Butler y Nancy Fraser sobre la equidad, la justicia social y el reconocimiento como elementos que aparecen o no diferenciados en la política en general y el marxismo en particular. Ambas  Así aparecen juntos “El marxismo y lo meramente cultural” de Butler y la réplica de Fraser “Heterosexismo, falta de reconocimiento y capitalismo” que dieron mucho que hablar  y pensar sobre las polémicas en el feminismo y la izquierda así como la relevancia concedida a las luchas por la liberación sexual y contra el heteropatriarcado dentro de las políticas progresistas.



Tanto Butler como Fraser son voces lúcidas que combaten la injusticia sin obviar el régimen político del heterosexismo y la interseccionalidad de todas las luchas sociales. Por senderos distintos y surgiendo de ámbito diferentes ambas autoras coinciden en que sin reconocimiento la redistribución no es posible y que sin redistribución no es posible el reconocimiento aunando la injusticia de las ofensas materiales y simbólicas y como ambas se interrelacionan y, en ocasiones, se confunden.  Ambos artículos van precedido del más reciente texto de Nancy Fraser “¿De la redistribución al reconocimiento?” donde recoge algunos de los puntos centrales del debate sobre la redistribución y los movimientos sociales desde una óptica renovada y va también precedido de un prólogo de Monserrat Gancerat Huguet que explica con claridad la importancia teórica de estos artículos para los feminismos contemporáneos, el pensamiento de izquierdas y los movimientos queer.
 
 

jueves, 19 de octubre de 2017

CINE TRANS: 52 MARTES de Sophie Hyde


 
 

 
 
 
 Después del interés  y controversia sucitada por filmes como “Romeos” o, sobre todo, la más sencilla “Tomboy”- ambas sobre mujeres o niñas  que se sienten varones o que ya lo son antes de la asignación o diagnóstico médico-y a la espera de la llegada de la chilena “La mujer fantástica” nos toca analizar el estreno en DVD de la australiana “52 martes”, ópera prima de  Sophie Hyde. La joven realizadora mezcla formatos y texturas, demuestra destreza, desparpajo, cierta naturalidad de partida y talento visual aunque pone demasiados dispositivos de confesión y construcción del discurso de la “verdad” entre los personajes y el espectador/a, quedándose a medias en muchos de los senderos abiertos, con mayor o menor acierto y también cierta tendencia al histrionismo y los momentos forzados. Estamos ante un filme episódico, caleidoscópico, con algunos toques líricos, algo desigual y paradójico, marcado por la decisión Jane/John de la madre de la joven Billy por cambiarse de sexo aunque también de alejarse temporalmente de su familia, resituada ante una mirada médica a la que no vemos pero que se multiplica en multitud de dispositivos audiovisuales de confesión foucaultiana, a veces ocasional,  de la verdad sobre los sexos y los géneros, la multiplicidad de experiencias posibles, el discurso,  el viaje temporal de mujer a hombre o de niña a adulta, de espectadora a protagonista. Parece que la realizadora quiere centrarse mas en el personaje de su hija, apartando a la madre durante casi toda la semana, y centrándose mucho más en  los cambios y andanzas socioafectivas de la vivaz adolescente protagonista.  Desplazando hacia ella la subjetividad de una cámara en la  que se filma  sin parar y ocasionalmente a su madre/padre (una dicotomía algo forzada) que solo se encuentra con él a lo largo de 52 martes seguidos donde se acercan o se distancias, con el núcleo familiar como punto centrífugo, nuclear pero no tan radioactivo como cabría esperar. Dispositivos como la cámara de los móviles o la cámara más tradicional queriendo apresar unas sexualidades cada vez más diversas, unos géneros cada vez más ingobernables son lo mejor de una película pequeña, amena pero no demasiado innovadora como “52 martes”. Las relaciones cambiantes entre la madre y la hija y de ambas con el entorno (padre y amigos/as incluidos)  son interesantes pero la directora no sabe dotar a los dos personajes principales de los matices necesarios cayendo en algunos clichés no sabemos si inevitables, sin que la evolución de su relación acabe de resultar todo lo natural que pretende.
 
Estamos ante un filme mas inteligente que “Romeos”, mucho mas aparatoso en su construcción dramática que “Tomboy” o “Boys dont cry” (aunque también más lúdico y optimista que éste último)   y que nos habla no solo del camino a través de las fronteras socioculturales del género sino de las experiencias sexuales en la adolescencia como réplica a la redefinición de los roles en el llamado “mundo adulto”, como sátira o posicionamiento de rebeldía y finalmente cierta empatía. El deseo de Billy de filmar a sus amigos/as en plenas relaciones eróticas o formando parte de ellas, la  historia de amor/desamor que inicia con una compañera de colegio y las tensiones con un nuevo amigo y su padre biológico hacen que “52 martes”, con su ágil montaje y evocadora banda sonora ,  mezcle con cierta soltura pero alguna bajada de tono el melodrama familiar y la comedia satírica y desafiante sobre los postulados de una normalidad tan endeble como la todavía llamada por algunos dispositivos médicos “anormalidad”. La diversidad sexual y la redefinición de los roles dentro del núcleo familiar incluyendo los roles padre-hija o marido-mujer la convierten en un filme interesante y complejo, algo lastrado por algunas imágenes altisonantes (de carácter histórico, geológico  y documental)  casi innecesarias salvadas por la limpieza de la mirada de la joven protagonista y el encomiable esfuerzo de todo el elenco por dar vida y trasladar a la cotidianeidad temas que normalmente no están en nuestro entorno más próximo, o no sabemos verlos aunque los tengamos delante. “52 martes”, mezclando humor y desgarro, tiene momentos de gran belleza formal aunque se nos antoja un filme algo artificioso y levemente pedante o sensiblero  para hablar con naturalidad de la diversidad de los géneros y las experiencias sexuales. Un exceso de dispositivos en los que filmar la evolución de los personajes, aunque, a pesar de sus altibajos narrativos y enredos incómodos, el filme deja un buen sabor de boca ya que la decisión de Jane/John por hacer frente a la transformación corporal (a pesar de algunos problemas con la testosterona y sus efectos secundarios, algo un poco forzado ya que las hormonas masculinas no tienen tantos efectos secundarios como las femeninas) se inserta en un entorno familiar juvenil, variopinto  y reconocible que llevan a su hija a ver como esas relaciones que mantiene con amigos y amigas son igualmente artificiosas, construidas y a la tan  vez complejas que el honesto viaje de su padre hacia la autenticidad y la autoaceptación en un medio que se mueve entre el interés, el control, el hedonismo y la perplejidad. La valentía de las sentencias finales recupera un poco el tono reivindicativo  y amateur de un filme algo frío y desangelado pero lleno de emociones contenidas que abusa de los primeros planos de la joven protagonista pero también evita la mirada morbosa, compasiva o escéptica.

lunes, 16 de octubre de 2017

CULTURA CONTRA LA TRANSFOBIA


 



 

LIBROS


 

 -Yo soy mi propia mujer (Charlotte Von Malsdorff) (Tusquets)

- La balada del hombre-mujer (de Dionisio Cañas) (Egales)

- La chica danesa (de David Ebershoff) (Anagrama)

-Transexualidad, transgenerismo y cultura (J.A. Nieto, edit.) (Talasa) (Ensayo)

-El eje del mal es heterosexual (Carlos Barreriras, Silvia Gauder, Carmen Romero eds.) (Traficantes de Sueños) (Ensayo)

-Middlesex (de Jeffrey Egeunides) (Anagrama)

-El género desordenado (Miquel Missé y G. Coll. edit.) (Ensayo)

-Deshacer el género (de Judith Butler) (Paidós) (Ensayo)

-Texto yonqui (de Beatriz Preciado) (Ensayo)

-Dibujar el género (de Miquel Missé) (Egales) (Ensayo)

-Intersecciones. Cuerpos y sexualidades en la encrucijada (Raquel-Lucas-Platero ed.) (Bellaterra) (Ensayo)

-Masculinidad femenina (de Judith Halberstam) (Egales) (Ensayo)

-Politicas trans (Pol Galofre y Miquel Missé edit.) (Egales) (Ensayo)

-Transfeminismos. Epistemes y flujos (Miriam Solá y Elena Urko) (Txalaparta) (Ensayo)

-Una vida normal (de Dean Spade) (Bellaterra) (Ensayo)

-Rara Avis (Daniel J. García) (Melusina) (Ensayo)

 



FILMS


 
-       -Mi vida en Rosa (de Alain Berlinier)

-       Hegdwig and the angry inch (de John Cameron Mitchell)

-       Tomboy (de Céline Sciamma)

-       Boys dont cry (de Kimberly Pierce)

-       Stonewall (de Nigel Finch)

-       20 centímetros (de Ramón Salazar)

-       Mia (de Javier Van Couver)

-       XXY (de Lucía Puenzo)

-       El último verano de la Boyita (de Julia Slondoroff)

-       Romeos (de Sandrine Benari)

-       52 martes (de Sophie Hyde)

-       Une nouvelle amie (de Francois Ozon)

-       Lawrence Anyways (de Xavier Dolan)

-       La chica danesa (de Tom Hooper)

-       La mujer fantástica (de Sebastián Leilo)

domingo, 15 de octubre de 2017

REVISIÓN HISTÓRICA DE LA FIESTA NACIONAL por Juan Argelina


 

"En 1492 los nativos descubrieron que eran indios. Descubrieron que vivían en América. Descubrieron que estaban desnudos. Descubrieron que existía el pecado. Descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo y a un Dios de otro cielo, y que ese Dios había inventado la culpa y el vestido, y había mandado que fuera quemado vivo quien adorara al sol y a la luna y a la tierra y a la lluvia que la moja". (Eduardo Galeano)


Estas palabras de Galeano representan el sentido del 12 de octubre, y el hecho de que ésta sea la fecha de la fiesta nacional, refleja que aún resuena y permanece el imperialismo que conformó aquella conquista, e impregna con fuerza gran parte del ámbito político español actual. Un hecho demasiado triste. Se la ha calificado como "día de la hispanidad", pero a mí me resulta muy difícil comprender la ausencia de autocrítica en cuanto a los hechos y consecuencias históricas que marcaron una realidad cuya simbología está cargada de militarismo. Hace tiempo que el imaginario colectivo relaciona al ejército con las esencias patrias, no sólo aquí. Es una característica propia de la creación del Estado-nación. El paso del mercenariado del Antiguo Régimen a la participación del ciudadano en la defensa nacional, surgida de las revoluciones burguesas, abrió la puerta a la identificación del pueblo con la "grandeza" de su país al expandirse tanto colonialmente como a costa de sus vecinos. Este imaginario político imperialista marcó la explotación del mundo durante el siglo XIX, y guió a los generales durante la Primera Guerra Mundial, además de articular el discurso histórico de las nuevas potencias. Lo realmente inquietante y casi esperpéntico en el caso español es comprobar la tremenda disonancia entre la pervivencia del viejo modelo imperial y una realidad presente que marca claramente una tendencia hacia la descomposición de ese modelo nacional, a pesar de tanta banderita pública. El "orgullo" de ser español, ha sido el slogan publicitario de esta ocasión, al coincidir con el problema del separatismo catalán. Habría que matizar mucho ese "orgullo", habida cuenta, no sólo de las ingentes cantidades de dinero público "nacional" descubiertas en Suiza (que parece haberse convertido en la verdadera patria de una buena parte de nuestros dirigentes) o en otros paraísos fiscales dispersos por el mundo, sino también de las graves resonancias históricas de los desastres relacionados con la participación de nuestro ejército en las aventuras coloniales de Marruecos (la Legión) y la larga y ruinosa guerra contra los independentistas holandeses durante los siglos XVI y XVII (los Tercios, que estuvieron representados en el desfile conmemorativo). ¿Es esa la tradición nacional con la que el Estado quiere que nos identifiquemos? ¿Debemos sentirnos orgullosos de esas guerras? Yo no.


La revisión histórica es necesaria. Hace ya tiempo que los estudios históricos e historiográficos han abandonado la línea del positivismo, pero parece que éste sigue dominando con fuerza la mentalidad popular. Es evidente que la llegada a América de Colón supuso un giro absolutamente disruptivo con la Historia hasta ese momento, y que cambió el rumbo de los acontecimientos mundiales a partir de ahí. Hay un antes y un después de ese acontecimiento. Pero eso no quiere decir que nos tengamos que sentir precisamente orgullosos de lo que allí se hizo, de cómo se hizo, y de sus  consecuencias. No me sirve el relato de quienes argumentan que "sólo eran salvajes", que "practicaban sacrificios humanos y el canibalismo", o que "nos recibieron agresivamente". Lo único cierto es que hubo un encuentro entre dos culturas y una de ellas destruyó y masacró a la otra, además con el pretexto de una supuesta superioridad moral, que permitió al vencedor cambiar el mundo del vencido a su antojo. ¿Por qué compartir la "gloria" de este hecho? ¿Por qué arrastrarnos a todos con su memoria? Cuando se habla por parte del gobierno español de "adoctrinamiento" como una de las lacras de las autoridades independentistas catalanas en cuanto a la educación, habría que echar un vistazo a cómo se explica en los textos escolares toda esta historia, porque esto también forma parte de la formación del ideario y del imaginario nacionalista español, como lo son también otros mitos de su discurso histórico, como el simbolizado por la Reconquista o los Reyes Católicos. Aún recuerdo las palabras de José María Aznar tras su famosa decisión de formar parte del "Trío de las Azores" y entrar en la guerra de Irak: "Yo nunca he oído a ningún musulmán pedirme a mí disculpas por haber conquistado España y por haber mantenido su presencia en España durante ocho siglos". Estas declaraciones, que entran de lleno en lo más rancio del discurso nacional-católico, continúan la tradición histórica de considerar España como un país eminentemente cristiano, que hundiría sus raíces en ese pequeño núcleo montañés asturiano, que en el siglo VIII ya parecía disponer de la bola de cristal que les guiaría al destino manifiesto de crear la gran nación que nacería ocho siglos después. Esto no sólo dejaría fuera de la idea de España a los musulmanes de Ál-Ándalus (olvidados durante largo tiempo de los estudios históricos), sino también al resto de Estados peninsulares ajenos a Castilla, considerada heredera de la tradición monárquica asturiana e impulsora de la empresa conquistadora y colonizadora americana. De este modo, esa conquista se consideró un "deber" misional, que  justificó la destrucción de todas esas gentes "ajenas a Dios", tal y como lo eran también los musulmanes y los judíos previos a su expulsión también en 1492. ¿Otro motivo de orgullo?


Lo cierto es que esta mentalidad imperial sigue dominando ahora la cuestión sobre Cataluña. Al igual que se invadieron las colonias, hay que someter a los díscolos que se atreven a discutir la unidad nacional. En vez de entrar en la forma de entender mejor la estructura o el entramado de la diversidad plurinacional. En vez de abrir un debate serio sobre la reforma del Estado-nación centralista, y lograr una mejora en las relaciones entre los pueblos del Estado español, avanzando en el federalismo, se envía a las fuerzas del orden sin pudor para reprimir del mismo modo en que el gobierno del viejo Cánovas hizo con los cubanos que clamaban por un cambio en sus relaciones con España. Y como entonces, el autoritarismo se impuso, hasta que un atisbo de razón produjo el milagro de un estatuto de autonomía, que desgraciadamente llegó tarde, y la guerra de 1898 determinó el curso de los acontecimientos. No estaría de más que las lecciones de la Historia sirviesen de algo. Pero parece que los ecos del franquismo y su nostalgia imperial resuenan más que las advertencias de Joaquín Costa y los regeneracionistas de hace cien años. Es responsabilidad de las nuevas generaciones acabar con ese discurso arcaico y crear un nuevo paisaje político, con una nueva idea de país, ajena a los anclajes del nacionalismo militarista, liberal, centralista (y católico), heredado de la construcción burguesa del siglo XIX.

sábado, 14 de octubre de 2017

OCTUBRE TRANS: LA CHICA DANESA. Un estudio de Graciela Reid.


 
 
Cada uno tenía su pasado encerrado dentro de sí mismo,

como las hojas de un libro aprendido por ellos de memoria;

 y sus amigos podían sólo leer el título.

V. Woolf

 

          La película “La Chica Danesa” (Hooper, 2015) basa su guión en la novela de David Ebershoff y narra, de manera ficcional, la historia de Einer Morgens Wegener y su esposa Gerda Marie Fredrikke Gottlieb en Dinamarca a principios del siglo XX. Tanto Einar (Eddie Redmayne) y Gerda (Alicia Vikander) eran jóvenes pintores y para nuestra hipótesis (la fluidez de los devenires sexuales y de géneros) resulta importante mencionar el siguiente suceso: un día la modelo vivo de Gerda se ausenta y Einar decide posar para ella vestido de mujer. Gerda lo pinta por primera vez y lo/a llama Lili, comenzando juntos —como pareja— el proceso de mutación de Einar a Lili Elbe.

En este devenir «Lili» podemos decir que los retratos de Gerda fueron fundamentales ya que contenían un profundo valor simbólico de lo femenino, un señuelo que operaba como fuente del deseo, de una identidad latente a punto de ser develada. En la narración escénica, la intimidad de los personajes es captada en planos sutiles, de fuerte estética y lentitud rítmica que acompaña un adentro-fuera de ellos y entre ellos, lo público y privado, el arte y cultura de las corrientes vanguardistas del periodo de entreguerras (1920-1939) que invitaban a romper con las reglas del pasado donde ellas se situaban.

 

Arte, Cuerpo y Deseo

En el contexto mencionado, Gerda y Einar/Lili deciden migrar a París y es ahí donde Gerda fue reconocida como pintora e ilustradora en la gran escena del arte ilustrando, entre otros, para Vogue y para el libro Doce Sonetos Lascivos, una serie de doce acuarelas de contenido erótico y lésbico de Perceau Louis en 1925, cosechando éxitos y reconocimiento dentro del movimiento Art decó.

 

Einar, por su parte, en su devenir Lili, dejó de pintar una ciénaga —reiterada en su obra como un mantra—, abandonó los paisajes nevados del Fiordo de Vejle, las pinturas simétricas y especulares que caracterizaban sus trabajos, ¿fue esto una alegoría de su devenir? Gerda, en una escena de la película le señala al (entonces) Einar: «De tanto pintar la ciénaga te perderás ella», a lo que entonces él respondió: «No voy a desaparecer en la ciénaga… la llevo dentro de mí». ¿En la simetría de las pinturas de Einar se encontraba el gesto que expresaba a través del lienzo la búsqueda y aspiración de vivir acorde a su deseo e identidad? el encuentro posible, o el mejor de todos, es con uno mismo.

 

Cuerpo, género y diversidad

Según los escritos de la época, y así se le sigue reconociendo en la actualidad, Einar se convierte en la primera mujer transexual en realizarse una cirugía de reasignación de sexo (1930) acompañada en su inicio por Gerda y el doctor Magnus Hirschfeld, médico y sexólogo alemán y defensor de los derechos de los homosexuales quien, junto al doctor Kurt Warnekros, realizaron las cirugías, la primera en la Clínica Municipal para Mujeres de Dresden, dándole carnadura a Lili, después de la decisión de Einar de adaptar el sexo biológico a la identidad de género femenina. En la década del ´30 esta realidad de desmarcarse del binomio hombre-mujer no tenía ni nombre ni visibilidad, así como el procedimiento quirúrgico. Será recién en la década del ´50 cuando se instala la denominación “transgender” lo que implicó proporcionar un lugar a aquellxs que “se sienten en otra dimensión diferente de la que abarca el binomio hombre-mujer” (Giberti, 2003) y con ello se dio visibilidad y abrió otras perspectivas en el campo de investigación sobre estas experiencias de vida.

Durante el film, podemos seguir el proceso de transición de la protagonista en su intento de adecuar su percepción y sentimientos de sentirse mujer, las secuencias muestran distintos momentos de Lili expresando y modificando sus gestos —imitando mujeres de un prostíbulo de Paris, la ropa que lleva, el cabello, el maquillaje— juego de espejos que hace vacilar su estado y se profundiza en el encuentro con la imagen que el espejo le devuelve anunciando el levantamiento de lo silenciado, el final de un letargo que ya no tiene vuelta atrás. En una escena, Einar recuerda que siendo niñx se sentía distintx, de la experiencia vivida con su amigo Hans —que lx besó porque «él era tan guapo»— emerge la ambigüedad primaria volviéndose una afirmación serena de su transexualidad asumida en la adultez. En ese tiempo no había ni lugar ni teorías para pensar las infancias trans. Tal como se señaló más arriba, Tajer (2017) en su artículo apela al desafío ético de asumir «una clínica post-closet» ya que lo que no aparecía antes —como en la historia de Einar— hoy se revelan más tempranamente, hecho que sacude las teorías y visibiliza lo que siempre existió, pero que no fue posible de ser vivido abiertamente ni teorizado en los laberintos de sus complejidades.

 

Identidades sexuales fluidas


Freud postula, en principio, las distintas posiciones psíquicas entre los sexos apuntalada sobre las diferencias anatómicas de los cuerpos (Freud, 1925) hecho que lleva a problematizar lo femenino y lo masculino desde presencia/ausencia, fálico/castrado desde la teoría de la castración que ubica la diferencia partiendo de un único atributo —el masculino— estableciendo puntos de partida —junto con la teoría del Edipo— fundantes del psicoanálisis. Si en los primeros momentos Freud sustenta el destino es la anatomía, hoy podemos contar con modelos de simbolización más flexibles, múltiples y plurales que exceden la proposición de dos géneros. Además de lo estrictamente simbólico, también es posible concretarlo en el cuerpo a partir de las intervenciones quirúrgicas como nunca antes en la historia. Freud piensa y desarrolla su enfoque desde la lógica binaria, lo cual es perfectamente acorde con la época. Para poder pensar por fuera de lo binario se necesita hacerlo desmarcándolo de las polaridades opuestas que aún subsisten al interior de las teorías psicológicas. Históricamente, las diferentes maneras de habitar los cuerpos sexuados; sus significaciones conscientes e inconscientes, culturales y sociales aportan datos sobre la construcción política de la corporalidad, es decir, tanto en el uso y aprovechamiento, como en el control y disciplinamiento de los cuerpos en el marco de la producción y reproducción de dispositivos biopolíticos de poder (Fernández, 2013). Es Foucault quien formula los conceptos de biopoder y biopolítica en Historia de la Sexualidad y pone especial énfasis en la sexualidad como dispositivo, describe allí las técnicas de-sujeción y de normalización de los sujetxs de la modernidad cuyo destino primordial recae en los cuerpos a través de la salud, la sexualidad, la raza, la etnia y modos de relacionarse y de circular en las instituciones sociales que definirán los perfiles de lo normal y lo anormal, de la enfermedad y la salud en los discursos y en las prácticas para cada contexto histórico.

 

Más allá de los dualismos

En la secuencia del film, Lili toma la decisión de consultar para transformar su cuerpo —que lleva la marca del sexo anatómico— para adecuarlo a su experiencia de sentirse y vivirse como mujer. Es importante hacer la diferencia entre identidad de género de orientación sexual, la identidad es como se siente y vive dentro de uno u otro sexo (quien soy) y la orientación sexual es la atracción hacia uno u otro sexo, (quien me gusta). Estas diferencias son una referencia al momento de pensar los saberes biomédicos y las disciplinas «psi» tanto para la psiquiatría como las corrientes psicoanalíticas (que nos interesa para este artículo) ya que no escapan a los discursos de época, por ello Lili pasará por muchas situaciones de prejuicios y violencia social, siendo «objeto» y no «sujeto» con diagnóstico de psicosis para la psiquiatría y para la medicina intervencionista —en un periodo de experimentación— los saberes y poderes recaerá sobre el cuerpo a «normalizar». Desde un análisis posible sobre lo que la película dispara a cada espectador/ra, nos preguntamos ¿Radica allí —en los prejuicios y el malestar propio de la disidencia heteronormativa— el conflicto y el deseo de Lili de adaptar su cuerpo a su identidad genérica? ¿Qué lx llevx a exponerse a cinco cirugías —no dos como plantea la película— entre las de re-asignación de sexo y la del implante de un útero con la «promesa científica» de poder ser madre?, cuando esta última la llevó a la muerte cerca de los 50 años. Solo podemos inferir y analizar para la clínica contemporánea, qué dudas, conflictos y sufrimientos pueden aparecen frente a la opción de adaptar los cuerpos al género auto-percibido en lxs sujetxs trans que así lo desean y, cuáles son las herramientas conceptuales para el abordaje en el campo psi.

 

Cuerpos disidentes en el psicoanálisis actual

Concibiendo que el cuerpo es siempre sexuado, lo que se disloca es el sexo socialmente asignado, entendiendo asignado como aquello que viene del otro en el proceso de constitución subjetiva como lo plantea Laplanche (2006), del género asumido en la población trans. Siendo el género una construcción social y el sexo un dato de la anátomo-biología, el tema está, por una parte, centrado en los debates éticos sobre las prácticas ya que no tenemos mucha casuística sobre los efectos de esas decisiones que no solo implican la transformación del cuerpo (hormonal y quirúrgicamente) sino los efectos psíquicos y emocionales que produce la mirada social sobre lxs sujetxs de las identidades disidentes. Por ello habrá que plantearse la pregunta como lo hace en su artículo Vendrell Ferré (2009): ¿Hay que cambiar los cuerpos o habrá que cambiar la heterónoma binaria? —rosa o celeste— donde lo transexual, transgénero o intersexual, etcétera, pueda ser una alternativa como cualquier otra de vivir y amar en esta época.

Es en ese acontecer, desde la experiencia de Lili de vivir acorde a su deseo e identidad de género adviene un cuerpo femenino ¿que la llevó en aquellos años a «normativizar» su cuerpo para hacer coincidir sexo anatómico y género? ¿Lo normativo cualifica el cuerpo? ¿Impera la necesidad de adecuar el sexo al género para ser mujer trans siempre y por qué? Pensemos que en «aquellos años» no había ni movimientos trans, al contrario, era uniformemente patologizado, ni visibilidad política, ni nada de todo esto que quizás habilitaría a alguna de estas preguntas. Pero situando la temporalidad donde se desarrolla podemos convenir que la supuesta «normalidad binaria» es sostenida y se fundamenta sobre la diferencia sexual anatómica, sobre esas diferencias se cristaliza y se ordena el deseo inconsciente, la sexuación y la identidad genérica de modo singular en el cuerpo y subjetividad de cada sujetx. Por lo tanto si tomamos el «sistema sexo/género/deseo/prácticas sexuales» según Butler (citado por Porchat, 2013) observamos que los distintos componentes del sistema se pueden expresar en múltiples combinaciones en lxs sujetxs, es decir, que sobre la «materialidad de los cuerpos sexuados, no hay una relación de coherencia entre el sexo anatómico, el género, el deseo y la práctica sexual» establecido naturalmente. Por ello, Butler denomina sujetxs abyectos a los que rompen con el statu quo escapando del mito de la heteronormatividad del orden sexual moderno. Las múltiples posibilidades de enlaces producen especificidades en juego de identificaciones primarias y secundarias, procesos conscientes e inconscientes de cada sujetx y los enigmas de la sexualidad de la vida humana. Volver a la epistemología freudiana, tomándola como «identidad» —ya que hablamos de identidad en este artículo— como lo desarrolla Assoun (2001), nos brinda desde la producción teórica y desde la clínica, la posibilidad de replantearnos los conceptos y escuchar los modos actuales del malestar y sufrimiento humano, para que —dichos conceptos— sean garantes éticos de nuestra práctica psicoanalítica, haciendo de la teoría una fuente inspiradora y abierta a nuevas hipótesis de trabajo.

 

Derechos Humanos en el contexto actual

En pos de la complejidad que conlleva pensar estos temas, es importante decir que en el campo de los Derechos Humanos la Ley de Identidad de Género en la Argentina es pionera ya que permite a las personas trans cambiar su documento de identidad sin tener que pasar por la certificación médica y psiquiátrica. Recientemente, también la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) han modificado las categorías dentro de los manuales de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) y del Manual Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-V, desestimando la aparición del llamado «trastorno de identidad de género» que atribuía un hipotético desorden mental a las personas transgénero y transexuales, cambiándolos por el de «Disforia de Género». Aun así, sigue siendo tema de discusión para lxs activistas de LGTBI (lesbianas, gays, bisexuales y las personas transgénero e intersexuales) y en muchos países, aún prevalece la necesidad de un «diagnóstico de manual» para el acceso a los derechos (a la salud integral, el cupo laboral o matrimonio igualitario) para poder adaptarse o asimilarse al mundo heterosexual, Vendrell Ferré (2009). Si bien las leyes tienden a atenuar «la humana capacidad de discriminación» Giberti (2003) aun así, debemos tener en cuenta que uno de los efectos que comporta mayor sufrimiento son «los efectos del dispositivo biopolítico de vivir en el closet que generan durante el proceso de subjetivación angustias, depresiones y ansiedades específicas» por vivir en silencio y en el oscurantismo de las identidades disidentes, y esto se desarrolla «por temor a padecer ese plus de sufrimiento por la incomprensión y discriminación» (Tajer, 2017) que la cultura dominante impone. Lo que nos remite a la tensión y presión que estas personas sufren y el sufrimiento de aquellos que lxs rodean y quieren evitarles y evitarse el dolor que pre-suponen desaparecerá al adecuar la subjetividad a uno de los dos géneros culturalmente aceptados como posibles y normales.

 

Hacia una salida del laberinto de los dualismos

La decisión de tomar el film como disparador es porque las artes visuales, el cine y la literatura nos remiten a múltiples ficciones de la vida y del malestar en la cultura. La Chica Danesa nos transfiere las experiencias vitales de un hecho real, dentro de escenarios ficcionales, la posibilidad de abrir debates en nuestro campo del psicoanálisis, género y subjetividad.
Trabajar y compartir nuestras intervenciones clínicas, dar lugar a los interrogantes que se nos presentan, tener espacios de formación que nos acerquen a conceptos y herramientas críticas «pospatriarcales» y «posheteronormativas» (Tajer, 2012) es el propósito de este escrito. En las fronteras del conocimiento-desconocimiento transitar los enigmas y trayectorias deseantes, eróticas y amatorias que las subjetividades genéricas originan en búsqueda de las ficciones del amor.