sábado, 30 de julio de 2016

GAYS CON DIVERSIDAD FUNCIONAL

¿Quién te ha dicho que yo no soy sexy?

 

 

Por Endika Erice con José García

 

Hoy quisiera abordar un debate que entra de lleno en ese asunto tan discutido durante los últimos años que es la interseccionalidad, es decir, los distintos ejes de desigualdad y discriminación que atraviesan nuestros cuerpos. Hoy ya sabemos que no podemos plantear políticas de identidad y estrategias de lucha que no consideren esa constitución compleja de la propia identidad. No nos basta con observar lo que nos ocurre por ser gays. Porque somos gays y mujeres (lesbianas). Gays y personas de color. Gays y parte del precariado. Gays y personas con diversidad funcional. Las formas de exclusión que aún padecemos tienen que ver con este haz de relaciones que tienen un impacto único en nuestras vidas, a pesar de que las administraciones que trabajan en políticas de igualdad las contemplen como realidades separadas que son abordadas desde distintas áreas institucionales sin ninguna coordinación.

Padezco una hemiparesia derecha desde hace más de quince años consecuencia de un accidente. Ello me supone ciertas limitaciones en la movilidad, una imagen asociada inevitablemente al bastón como prolongación protésica de mis extremidades y todos los condicionantes que conlleva presentarse ante la sociedad y ante el propio entorno gay como un cuerpo tullido.

Sin duda, uno de los grandes tabús que aún pesan sobre el conjunto de las personas que padecen algún tipo de discapacidad (psíquica, física o sensorial) es el de la sexualidad. Hemos de desarrollarnos como personas en un contexto cultural que tiende a concebirnos como asexuales, que llegan a considerar incluso de mal gusto hablar de la actividad sexual de “los discapacitados”. De hecho, la mayor parte de las instituciones que se encargan del cuidado y la atención de las personas con discapacidad tienen en este campo una de sus grandes asignaturas pendientes.

La cosa se complica si, además de la discapacidad, posees una sexualidad no normativa. Si tienes, por ejemplo, deseos y prácticas homosexuales. En este caso, el coming out o salida del armario se torna particularmente doloroso. Gran parte de las personas con discapacidad que tratan de afrontar este proceso han de temer que el rechazo de sus cuidadores ante esta revelación les haga perder las atenciones y cuidados que se les proporciona y de los que dependen tanto en el ámbito cotidiano como en la vida social.

Este tabú, apuntalado desde las instituciones encargadas del cuidado, el entorno familiar o las propias administraciones públicas, tiene como primera consecuencia práctica un menor acceso a la educación sexual y, por lo tanto, una menor conciencia de los métodos de prevención de la infección por VIH y otras enfermedades de transmisión sexual. Otro efecto pernicioso es el bajo nivel de autoestima, la tendencia a la depresión o, incluso, los pensamientos suicidas, ideas y sentimientos fermentados sobre la consideración de que, en realidad, somos un estorbo y/o una vergüenza para nuestro entorno.

Y luego está el problema de ligar con otros gays. Un amigo mío se lamentaba amargamente: “la silla de ruedas asusta a los chicos”. Yo iría más allá. Diría que incluso el bastón asusta a los chicos. Pero, para entrar en este debate, es preciso detenerse en la forma en que se constituyen los cuerpos deseados, los cuerpos sexys, en la cultura gay. Ámbitos de conceptualización del que, inevitablemente, quedan excluidos los cuerpos tullidos.

A nadie se le escapa que la discapacidad física, como la pluma o la senectud, entre otras características personales, son consideradas profundamente antieróticas en esta cultura. La pornografía mainstream, la publicidad, las series de televisión más exitosas, el interfaz de aplicaciones como Grindr o Guapos, son dispositivos de producción simbólica que acometen la configuración del cuerpo masculino (el cuerpo deseable) como dotado de fuerza, de agilidad y flexibilidad, de sexualidad activa…rasgos que aparecen descartados de forma apriorística en el cuerpo tullido. En consecuencia, este cuerpo queda relegado al ámbito de la invisibilidad en ese desfile icónico que nos proporcionan todas estas instituciones de la cultura de masas.

Naturalmente, aquí podríamos preguntarnos si fue antes el huevo o la gallina. Es decir, si la cultura de masas reproduce un determinado ideal de masculinidad porque eso es lo que gusta a las personas (y, por ende, a los gays), o si determinados cuerpos encarnan ese ideal en el imaginario de la gente porque es el único imaginario producido por los dispositivos de producción simbólica de los cuerpos. Aquí me gustaría detenerme citando a una de las precursoras del la teoría queer, la feminista lesbiana Teresa de Lauretis, cuando afirma que “la sexualidad ni es innata ni simplemente adquirida, sino que es construida y estructurada dinámicamente por procesos psíquicos y formas de fantasía (…) que están culturalmente disponibles y son históricamente específicas”[1].

Me quedo sobre todo con la idea de que las fantasías sexuales han de edificarse a la fuerza sobre referentes que estén disponibles en el sistema cultural y, que, en todo, caso, son contingentes desde el punto de vista histórico, es decir, que pertenecen a la cultura de una época y una sociedad determinada, frente a quienes afirman que se basan en cánones universales.

Así las cosas, y aunque a muchas mentes pacatas les pueda resultar escandaloso, muchas personas con diversidad funcional reclamamos nuestra presencia en ese desfile de cuerpos deseados, cuerpos sexys, cuerpos que encarnen la definición de la masculinidad contemporánea que nos proporcionan las instituciones de la cultura de masas. Solo así se podrá dilucidar si fue antes el huevo o la gallina de la que hablábamos antes.

Aunque no solo los dispositivos de producción simbólica practican esta exclusión. Las relaciones en “la vida real” también están condicionadas por otras cuestiones de orden práctico, como los problemas de accesibilidad física a los puntos de encuentros para gays: cruissing, bares de ambiente, centros culturales… Ninguno de ellos ha sido diseñado considerando nuestras circunstancias específicas. De esta manera, las posibilidades de mantener relaciones sexuales, y no digamos ya de encontrar pareja, se ven menguadas en proporciones dramáticas para nosotros. Cuando encuentras otro chico con el que sintonizas tendrás que prepararlo para la idea de que nuestro sexo no tiene que ser a la fuerza de “menor calidad e intensidad”, de que no vamos a ser una carga ni un lastre en sus vidas porque tenemos numerosos activos que aportar a la relación, que no les queremos como enfermeros.

Así que, recuerda, chico majo que me estás leyendo: “minusválido” no significa “menos válido”. Tampoco en el sexo.  



[1] De Lauretis, Teresa (1994): Habit Changes en Differences: A Journal of Feminist Cultural Studies 6.2+3
 

viernes, 29 de julio de 2016

CLÁSICOS DEL CINE 'BIZARRE'

Del atavismo al lesbianismo: subtextos de la diferencia sexual femenina en La mujer pantera

de Jacques Tourneur

 

Por Eduardo Nabal

 

 

 La mujer pantera (1941) ha sido un texto privilegiado en la relectura camp de los clásicos del cine de Hollywood. Homenajeada en la novela de Manuel Puig El beso de la mujer araña (un texto cautivador)- como objeto de ensoñación- y objeto de apropiación tanto por críticas feministas como por estudiosos de la iconografía gay y campy del cine clásico, es una de esas películas  que, como Rebeca, de Hitchcock, Laura, de Otto Preminger, Gilda, de Charles Vidor, o La extraña pasajera o Vieja amistad, de Irving Rapper, forman parte del background cinéfilo de los gays al rescate de películas “curiosas”, clásicos ‘bizarre’ y títulos de culto. Sin embargo, uno de los subtextos que recorre más poderosamente el filme y que menos atención ha merecido ha sido el que hace referencia a una monstruosidad / alteridad  femenina conectada con el lesbianismo y las sexualidades fuera de la norma.

            No son pocos los ejemplos en la historia del cine y la literatura en que el lesbianismo es presentado como un rasgo animalizante, pre-humano, poco atractivo y  antisocial, que vinculan la sexualidad femenina con un instinto depredador y unos rasgos cercanos a los de la fiera. No me refiero solo a las vampiras lesbianas de tantas películas de terror de serie B (como las mujeres-vampiro del recientemente fallecido Jess Franco)  sino también a cómo en melodramas y comedias la lesbiana es asociada a algún tipo de animal o figura siniestra, generalmente de carácter fiero, temible  o, cuando menos, salvaje. La película de Chabrol Las ciervas (Les biches) sería un caso extremo de esta asociación entre la bestialidad y el amor sáfico, un amor presentado bajo rasgos de dominación, depredación y malsana dependencia. Algo similar ocurre en el drama ‘noir’ La gata negra donde una felina Bárbara Stanwyck vampiriza a una joven y atractiva  femme encarnada por la sofisticada Capucine. En Lilith, la obra maestra y el canto del cisne de Robert Rossen la aproximación lésbica entre dos jóvenes se compara con la voracidad de los insectos, aunque la actitud del psicólogo parece mucho mas irracional que el comportamiento espontáneo de “las enfermas”  y en El asesinato de la hermana George con la masculinidad bestial de los toros[1].

            Entre tanta degradación se cuela La calumnia segunda adaptación de Wyler de la obra de Lillian Hellman que a pesar de su final tremendista y el tiempo transcurrido se conserva maravillosamente en pie. Esta abundancia de estereotipos degradantes no es ajena a la construcción que durante décadas el modelo médico hizo de la lesbiana como una mujer cuya sexualidad permanece en un estadio primitivo, aferrada a una corporalidad monstruosa, pre-edípica y  a una libido voraz, centrada en el orgasmo clitoridiano y envidiosa del pene y  de otros “privilegios masculinos”. Naturalmente la reivindicación de la masculinidad femenina también es un espacio de posibilidad y subversión, pero la intención de estas películas no va en esa línea, al igual que Henry y June o Instinto básico no han hecho mucho por la visibilidad de las lesbianas. En un punto más interesante se encontrarían filmes como La répétition, de Catherine Corsini, o en las frívolas vampiras alemanas de Somos la noche, de Dennis Gansel.

            La mujer pantera es la primera película del productivo  tándem Lewton-Torneur (productor y director). Con esta película y la siguiente Yo anduve con un zombie, el director y el productor produjeron una pequeña revolución en el cine de terror de bajo presupuesto, sustituyendo la herencia de monstruos de los treinta por una elegante y refinada forma de provocar miedo mediante la elipsis, la ambigüedad y la insinuación. Películas pequeñas, de limitado presupuesto, que no obstante han trascendido como verdaderos clásicos por su imaginativa forma de crear atmósferas, personajes sugerentes y momentos de suspense valiéndose de medios exclusivamente cinematográficos (a través de la iluminación, el sonido, la escenografía o el montaje). Lewton sería asimismo  el productor de otros títulos del género, realizados también a principios de los cuarenta por directores como Robert Wise (La venganza de la mujer pantera, El ladrón de cadáveres) o Mark Robson (La séptima víctima, Bedlam). Todas estas películas tienen en común una poderosa atmósfera visual, una maravillosa fotografía, con operadores de lujo como Nicholas Musuraca, Lucien Ballard o J. Roy Hunt, y una espléndida dirección artística. Sin embargo, y aunque sería necesario revisar la totalidad de estos títulos, la pionera y seguramente la mejor de la serie sería La mujer pantera cuya concisión, precisión y encanto la han llevado a convertirse en un inolvidable título de culto.

La cinefilia temprana de Manuel Puig hace que sea una película de serie B pero que va ganando con el tiempo por su ironía, aspectos oscuros y sutileza narrativa la que haga que proyecte el recuerdo de este filme en el recluso gay de su novela.

            La lectura lésbica de La mujer pantera, por otra parte nada ajena al filme, plantea algunas dificultades como, por otro lado, cualquier otra lectura coherente en un filme de género fantástico que se resiste a ser interpretado en clave sólida y  racional. Y no es la racionalidad un punto de apoyo adecuado para la lectura del filme, a pesar de que ya en él encontramos algunos rasgos del cine psicoanalítico (un psicoanálisis algo vulgarizado y derechizado por la escuela estadounidense)  tan de moda en el Hollywood de los cuarenta con sus teorías populares sobre la sexualidad, los sueños, los complejos y el inconsciente. Algo que volvemos a encontrar en filmes como La venganza de la mujer pantera, Vorágine, Noche en el alma o Angel face.

            El filme busca un equilibrio entre la explicación psicologista de lo que sucede en él y  lo que sucede en el interior de su protagonista y el coqueteo con lo fantástico, lo legendario, lo irreal, lo que no puede ser explicado según parámetros lógicos o científicos sino solo a través de la luz de las narraciones inmemoriales y lo irracional.  Así, a pesar de los momentos finales que inclinan la balanza a favor de lo siniestro y lo fantástico, nunca estaremos seguros de si Irena es una pantera, una mujer neurótica y desequilibrada, una descendiente de una raza maldita o -añadiría yo- “una lesbiana” con problemas de identidad y apresada, sabiendo y sin saberlo, en una sociedad gris y machista.
           
A lo largo de todo el filme el misterio de Irena, su relación con un origen animal o diabólico, su carácter bestial y atávico aparece relacionado con la incapacidad para llevar una vida matrimonial “normal”. Desde el principio hay algo que separa a Irena y a Oliver, algo que se hará más hondo cuando ella se niegue a tener relaciones sexuales después de  recién casados. La atracción de Irena por la pantera, su adscripción a la estirpe legendaria de las mujeres-gato determina, pues, una negativa a formar parte de un orden sociosexual al uso y cumplir las expectativas que la institución matrimonial deposita en ella como esposa, amante y “mujer al uso”. Este aspecto del carácter y la sexualidad de Irena han llamado poderosamente la atención de algunos comentaristas de la película. Por ejemplo, Pilar Pedraza, comenta “La mujer pantera ha llamado la atención de la crítica feminista por razones obvias. En primer lugar, porque en su época los monstruos de las películas fantásticas y de terror solían ser masculinos y fálicos...”. [2]Pedraza se aproxima a una lectura de género al hacer hincapié en la valentía de ‘Cat people’ exponiendo la sexualidad atenazada de Irena y  subrayando, en 1941, su negativa a tener relaciones sexuales con su marido. También apunta al carácter de “matriarcado maldito” de la estirpe de mujeres-pantera enfrentadas al poder patriarcal del “Rey Juan” de Serbia, cuyas oscuras descendientes “reclaman” a Irena como “una de las suyas”, reconociéndola el día mismo de su boda, a lo que Irena responderá santiguándose. La mujer que saluda a Irena en el restaurante, el día de su boda con Oliver, llamándola “hermana” en un ancestral dialecto, no sólo parece un gato, con sus rasgos felinos,  sino  que también tiene un aspecto “masculino”. Sin embargo Pedraza se detiene ahí y no considera la posibilidad del lado lésbico de la sexualidad y la “diferencia” de Irena. Para mí, no obstante, el reconocimiento de dos mujeres pertenecientes a una subcultura maldita, la negativa de la protagonista a tener relaciones sexuales con hombres, la incapacidad del psiquiatra para modificar su “misteriosa orientación” y los celos de Irena hacia Alice (“hay cosas que una mujer no quiere que otra mujer sepa” le dice a Oliver cuando descubre que su marido le ha contado a su amiga que Irena visita a un psiquiatra) y otros muchos códigos visuales y temáticos que aparecen, de un modo solapado pero nada arbitrario, nos dan demasiados indicios como para pasar hoy por alto la lectura lésbica del filme y su protagonista. La modernidad indiscutible del filme -uno de los títulos de los cuarenta que mejor ha resistido el paso del tiempo- no se encuentra solo en la asociación entre lo fantástico y lo psicológico sino, sobre todo,  en cómo el carácter mítico y misterioso de la protagonista va unido a su negativa a entrar en un orden sociosexual normativo.  La secuencia en la que Irena entra en una pajarería provocando el alboroto y el pánico de todas las aves tiene algo de antecedente de la asociación de la feminidad poco convencional con el horror y lo primitivo que reaparecerá, de otro modo, en Los pájaros o Marnie, de Hitchcock.

            En algunos aspectos La mujer pantera es un filme tremendamente clásico en su desarrollo temático, en su conclusión  y en su lección moral (izante),  pero en otros  se trata de un cuento perverso para adultos saturado de ironía y suspense, y abierto a posibles lecturas. La figura del psiquiatra de moda se separa de la imagen pulcra y respetuosa que el cine clásico de Hollywood dentro de la moda psicoanalítica de la época estaba dando de la profesión (como la estoica e inverosímil doctora enamorada que encarna Ingrid Bergman en Recuerda), al presentarlo como un verdadero crápula más interesado en obtener los favores sexuales de Irena que en su curación o mejoría. Hay en la posición del médico la misma actitud incrédula y altiva y el mismo afán de “darle a Irena lo que necesita realmente” que muchas lesbianas se han encontrado y seguramente se encontraban en la época en que fue realizado el filme  en el caso que se atrevieran a contarle “su secreto” a un psiquiatra o un confidente  del sexo masculino.

            Si Irena es el lado oscuro de Alice, chica corriente, afable, trabajadora y comprensiva, el médico es el lado perverso de la masculinidad apacible, tolerante y comprensiva de Oliver. Al final armado con su bastón-espada-falo el psiquiatra asesinará a Irena/Pantera ante la imposibilidad de poseerla ni de devolverla al lugar “femenino”, doméstico y tradicional que “le corresponde”. Así, La mujer pantera se erige en un filme mucho más rico, ambivalente y perverso de lo que ya parece a simple vista: bastante rico, ambiguo y perverso, y realmente pionero en su exploración y redefinición de los roles y posibilidades sexuales de un momento  histórico marcado por la guerra cuando los hombres empiezan a abandonar sus hogares familiares  para unirse a la Segunda guerra mundial, dejando, en muchos casos a sus mujeres al cuidado de sus hogares o trabajando en las fábricas de municiones.




[1] Dyer, Richard. Cine y homosexualidad. Barcelona, Laertes, Colección Rey de Bastos. 1985.
[2] Pedraza, Pilar. La mujer pantera. (Guía Para ver) Barcelona, Octaedro. 2002.

jueves, 28 de julio de 2016

INFANCIAS QUEER

Pelo Malo, el lado oscuro de Caracas

 

Por Eduardo Nabal

 



Pelo Malo (ganadora de la Concha de Oro en el pasado Festival de San Sebastián)  es el segundo largometraje de la realizadora venezolana Mariana Rondón tras la combativa Postales de Leningrado. Con pocos personajes y una puesta en escena firme y demoledora, Rondón mezcla los géneros: la comedia de costumbres y el drama social entroncando con una forma muy personal de entender el realismo y la denuncia  a través de un breve trozo de vida, un momento de cambio en una familia formada por una madre abandonada por su marido y dos chicos, el pre-adolescente Junior (que sueña con llevar el aspecto de un cantante) y su hermano pequeño, todavía un bebé.
La película es demasiado elaborada en su planificación audiovisual- atenta a los detalles de la puesta en escena- como para considerarse cercana al documental o el docudrama  y también demasiado descarnada en sus apuntes socioeconómicos para poder llamarse ‘fábula’ o ‘poema en prosa’. Rondón pone como amargo telón de fondo las barriadas más desfavorecidas de un país que intenta, ahora, dar un ejemplo de heroísmo y donde, no obstante, se siguen reproduciendo no solo las formas más salvajes del capitalismo predador sino además la alienación de todo lo distinto, así como la estigmatización de las llamadas “minorías” .    
No estamos en el ambiente fantasioso y kitch  de Ma vie en Rose o ante la frescura y espontaneidad  Tomboy (otros filmes sobre ‘infancias queer’) sino ante una sociedad  resquebrajada, llena de esperanzas perdidas, donde lo público y lo privado se confuden por  proximidad a la vida en la calle de distintos personajes, supervivientes de un modelo nada halagador, lejano de todo atisbo de ínfulas heroicas o fetichismo chavista, que funciona mejor de cara al exterior que en el seno de una sociedad llena de contrastes y donde no ha habido los suficientes avances, viéndose reforzados el machismo y la homofobia por el ejemplo de algunos de sus representantes políticos.  
Un gran bloque de viviendas, un  sitio donde Junior puede soñar pero no por mucho tiempo y menos aún seguido. Una película a la vez dura  (particularmente en algunos enfrentamientos entre el pequeño y su madre, así como su extraña relación con su abuela) y tierna por la naturalidad con la que aborda las decisiones del pequeño protagonista por lograr una imagen propia ante distintos, cuando no opuestos, espejos deformantes.
Estamos ante un fresco social minimalista atravesado por pequeños detalles que cobran gran importancia: risas congeladas, niños precoces, breves encuentros y madres jóvenes y, sobre todo, un alegato quedo y sutil contra un modelo de organización injusto y alienante, característico de muchos países del continente.  
No hay en Pelo malo esa mirada paternalista, sino una mirada lúcida, la de esos niños cuyo universo puede ser tan complejo y más coherente que el de los adultos. Ni tampoco ese didactismo característico del cine social o político. Desde una aparente modestia las imágenes hablan por sí solas de pobreza, machismo soterrado y alienación personal. Seguramente si Pelo malo no denunciara la homofobia hacia un niño proto-queer además de  alienación laboral, la violencia, la deshumanización y la doble jornada hubiera encontrado otros foros dentro del ‘cine social’, pero en esta película pequeña, irregular pero hermosa y descarnada Rondón no tiene pelos en la lengua, y se atreve a hurgar en un núcleo familiar en crisis tanto social como en cuestión de roles de género, en una sociedad que quiere exportar modelos de heroísmo.
 Cine valiente.  Lejos del mundo que presenta la también valiente y venezolana pero más dulce Azul y no tan rosa, la película de Rondón hurga de otro modo en la homofobia y, sobre todo, presenta una cara menos amable del país donde ha sido rodada.

lunes, 25 de julio de 2016

LA EUROPA EN QUE VIVIMOS


Radoslav Stoyanov: "Los derechos de las personas lgtb en Bulgaria están casi aplastados"

Stoyanov desarrolla una intensa labor activista en su país.  










Por Marco Vidal

 
Radoslav Stoyanov es estudiante de Psicología en la Nueva Universidad Búlgara y activista por la igualdad de derechos de lesbianas, gays, bisexuales y trans desde 2008. Participa en distintas acciones estratégicas en contra de la discriminación por motivos de orientación sexual, así como por razones étnicas, religiosas y hacia los menores de edad. En 2012 recibió el premio Activista del año del Comité Búlgaro de Helsinki y desde marzo de 2013 es parte del equipo de esta organización.

 
MARCOS VIDAL.- En Europa –incluyendo España- sabemos poco de la sociedad búlgara, a pesar de que las personas de este país son una parte importante de la comunidad migrante. Mucho menos sabemos sobre la situación en Bulgaria de las personas LGTB ¿Hay derechos legales para este colectivo?      
RADOSLAV STOYANOV.- Las personas LGTB en Bulgaria pueden estar contentas debido a una relativa mayor tranquilidad y tolerancia, aunque no aceptación, de gran parte de la sociedad. Sin embargo, la condición de esta tolerancia es, a menudo, estar en el armario. Con respecto a la legislación, los derechos están casi completamente aplastados. Lo que hace más falta es que exista un marco legal para las parejas del mismo sexo, pues no pueden casarse, ni siquiera tienen derecho a la unión civil mientras que las parejas heterosexuales, por ejemplo, aunque no estén casados, tienen derecho a la unión civil. También falta un sistema de cambio de sexo, que es muy importante para el colectivo trans. La ley nos protege de la discriminación desde cualquier esfera, pero no puede ayudarnos con el acoso diario y las microagresiones a las que las personas LGTB están expuestas. El ambiente será a menudo hostil si eres abiertemente gay. El discurso del odio tiene todavía bastante difusión, y los medios y los políticos, por desgracia, no muestran mucho interés en hablar en positivo sobre este tema. Por lo general, se escucha la voz de los ultranacionalistas.
M.V.- ¿Hay casos de discriminación hacia personas LGTB en los últimos meses?
R.S.- Probablemente haya, pero por desgracia muy pocos gays y trans denuncian estos casos. Lo que más se vive en la sociedad son los mensajes de odio de los partidos ultranacionalistas. Actualmente hay dos así en el parlamento. Anualmente ellos y los ultras del fútbol organizan una contramanifestación al Orgullo Gay de Sofía. Por desgracia, la idea de que las personas LGTB tienen que limitar sus derechos de reunión, está bastante extendida. Incluso muchas personas LGTB de Bulgaria te dirán que no tiene sentido el Orgullo Gay de Sofia ni participar en la manifestación porque es una provocación.
M.V.- Azis, un cantante gay que muestra sin tapujos su orientación sexual, parece ser respetado por la sociedad búlgara ¿Puede cualquier chico mostrar su feminidad o solo puede hacerlo Azis porque es un famoso y aceptado cantante?¿Cómo es la vida de cualquier persona LGTB en Bulgaria, por ejemplo, en la universidad o en el trabajo?
R.S.- Aparentemente se tiene consideración hacia Azis. Pero Azis, por desgracia, es una de esas imágenes públicas que han hecho mucho daño al activismo LGTB. La idea de lo que representan los gays para mucha gente en Bulgaria pasa a través de la imagen pública de Azis. Azis es tolerado, pero no es aceptado. Azis es tolerado porque es una estrella. Azis es tolerado porque su comportamiento se adecúa a una imagen escénica, a un show. Pero las personas LGTB no son sólo Azis. Azis, por otra parte, es sólo una de las muchas personas que han dicho durante años que están en contra del Orgullo Gay de Sofía. Es importante explicar que el Orgullo Gay de Sofía es probablemente muy diferente de los orgullos que vemos en Europa occidental, como el de España, por ejemplo. Nuestro orgullo de Sofía es más una marcha por la igualdad que un carnaval.
Sobre la cuestión de si puedes ser abiertamente gay en la universidad, en el año 2012, Fundamental Rights Agency of European Union publicó los resultados de una amplia encuesta sobre las personas LGTB en los países miembros de la Unión Europea. Según estos datos, el 95% de las más de 1.000 personas LGTB encuestadas de Bulgaria habían sido testigos de comentarios abusivos y humillantes respecto a otras personas en colegios o en la universidad. Pero esto no significa que no puedas vivir como una persona abiertamente gay en Bulgaria. Sólo tienes que elegir con cuidado a qué personas comentárselo y cuándo hacerlo. Pero esto es, por regla general, en cualquier parte. No sólo en Bulgaria.
M.V.- Las lesbianas tienen doble opresión: como mujeres y como homosexuales ¿Dónde están las lesbianas en Bulgaria? ¿Hay alguna asociación para los derechos de las personas LGTB? ¿Cuál es su trabajo?
R.S.- Es difícil para mi responder a esta cuestión. Existe una división de la “L” con respecto a “GTB”. Como de la “T” con respecto a “LGB”. Una conocida cantante búlgara, Lucy Diakovska, durante el año 2012, salió en la versión búlgara de “Gran Hermano” junto con su novia. Pienso que las dos crearon una imagen positiva de las mujeres homosexuales en Bulgaria. En el año 2014 en Bulgaria existían, al menos, cinco ONG que se centran en la lucha del colectivo LGTB, cuya actividad es visible públicamente. Tres de ellas trabajan con la comunidad, y las otras dos organizan eventos culturales. Yo trabajo en una ONG de Derechos Humanos, que no sólo se centra en la cuestión LGTB. Nosotros trabajamos con todas las comunidades marginadas.

jueves, 21 de julio de 2016

HOMOFOBIA EN EL ARTE

El grupo 'Molotov', autor de temas como Matarile al maricón, actúa este sábado en el Festival 'No Sin Música' de Cádiz

 

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 Ya sabíamos que andaban por este lado del Atlántico, pero esta mañana nos hemos quedado de piedra al descubrir que forman parte de la programación de la edición 2016 del festival 'No sin música' de Cádiz. Se trata del grupo de rock mexicano 'Molotov', que se ha granjeado desde hace tiempo todo el desprecio de la comunidad lgtbqi internacional, el feminismo y toda persona defensora de la libertad y la diversidad afectivo-sexual. Pues bien, la madrugada del sábado actúa en uno de los escenarios instalados por la entidad organizadora del festival en el recinto portuario de la ciudad.

Esta banda, que va de insurrecta y ha explotado a la perfección el halo de grupo 'maldito' que le ha conferido el hecho de que muchos de sus temas y actuaciones hayan sido prohibidas por el gobierno de su país, lo que siempre reporta un valor añadido entre los amantes del heavy metal, esconde en realidad una ideolología neofascista que se expresa en canciones de títulos tan elocuentes como Matarile al maricón. La letra de este tema dice cosas tan presuntamente subversivas como:

Puto nace y puto se muere,
Amo al matón,
matarile al maricón

¿¿Y qué quiere este hijo de puta??
¡¡¡Quiere llorar!!! ¡¡¡Quiere llorar!!!



A las mujeres también le dedica otras muchas 'perlas cultivadas' como cuando dice, en la canción Baila rica nena:

No sé y no me importa con quien te hayas metido
pero ese culo parece radioactivo

no quiero ser RH positivo

por eso me pongo doble preservativo 


El repertorio de barbaridades de 'Molotov' es tan extenso que no tendríamos espacio (y, mucho menos, ganas) de reproducirlo en este blog. En todo caso, lo lamentable de este asunto es que este año el festival, además de sus patrocinadores privados, cuenta con la colaboración de instituciones como el Ayuntamiento de Cádiz, la Diputación Provincial o la Junta de Andalucía. Ello va a permitir que la música salga en esta edición del recinto portuario e inunde las calles y plazas de la ciudad con el talento y el buen hacer de otros muchos otros grupos y profesionales de la música de la provincia y de fuera de ella. Una iniciativa, sin duda, encomiable que, lamentablemente, se va a ver enturbiada por la presencia de estos trogloditas.

El Ayuntamiento ha explicado con extensión las bondades del nuevo enfoque del festival, que acercará la música que se hace en la provincia a muchos ciudadanos y ciudadanas, y que además estará plagado de mensajes y actitudes ecológicas. Sin embargo, la gestión cultural no puede hacerse solo de buenas intenciones. También requiere de buen criterio. Y es evidente que ni la organización (perfecta conocedora del repertorio y de los grupos que trae a la ciudad) ni las instituciones colaboradoras (seguramente por despiste o desconocimiento igualmente inexcusables) lo han tenido al contratar a la banda mexicana.

Ciertamente, es muy triste que las personas lgtbqi, que las mujeres u otras muchas "minorías" tengamos que soportar cómo se invoca desde púlpitos o desde escenarios instalados en los espacios públicos la libertad de expresión para promover el odio y la violencia cisexista contra nosotras. Tal vez vivamos en una especie de fascismo 3.0, con una sociedad que se cuestiona si debe ponerse límites al arte cuando se trata de una exposición fotográfica con dos hombres besándose en el centro de Sevilla pero no cuando unos predicadores del matonismo más repulsivo a escala global animan a sus seguidores a perseguir maricones y a matarlos. Tal vez tengamos también  unas instituciones esquizofrénicas, que un día anuncian un Plan Integral contra la Homofobia y otro día permiten que esta clase de tipejos vomiten sus nauseabundos principios estéticos sobre todos nosotros.


 

domingo, 10 de julio de 2016

LÍRICA POSMODERNA

Vindicación del poeta Eduardo Haro Ibars

 

Por Eduardo Nabal

 


Dentro de sus coordenadas espacio temporales (marcadas como ya se ha dicho hasta la saciedad por la movida madrileña, las juergas autodestructivas o la procedencia familiar) podemos rescatar la obra de Eduardo Haro Ibars, como de otra manera, la de su amigo Leopoldo María Panero, al margen de sus trayectorias vitales o con otra perspectiva, mal conocida de su personalidad como creadores de formas.

Sin discutir la calidad innegable del ensayo Eduardo Haro Ibars: los pasos del caído, de J. Benito Fernández, invito a los lectores y lectoras a descubrir su obra influida por los poetas franceses, la generación beat (con su culto a las drogas o su pionera vindicación de la homosexualidad) o incluso de la cultura pop emergente en nombres como Pedro Almodóvar, Alaska o Antonio Flores. Muchos de ellos utilizaron letras o aspectos de la vida de un prosista y poeta fuera de lo común para sus letras o incluso sus obras. Haro Ibars puede gustar o no gustar como personaje público pero, al reducirlo a "producto de una generación" o "integrante de la movida madrileña", lo que se hace es (como ha ocurrido con la figura de Gil de Biedma, Genet o Capote) limitarse a ser juez y/o parte de su vida, sin leer el alcance incendiario de la obra del autor de El muchacho eléctrico. En la literatura de Ibars encontramos ecos de tiempos pasados (los citados Beat), con la ciencia ficción y lo "queer" entendido como punto de vista "asocial" o transgresor de la norma. Su libro Intersecciones o sus breves ensayos en El libro de los héroes son más que interesantes experimentos formales, son pequeñas joyas de la literatura española, relegadas a colecciones en pequeñas editoriales y sin reedición accesible.

Experimentando con mezclar sus experiencias vitales como la creación literaria Ibars ha sido un caso extremo en la literatura española del siglo XX, tal vez sin el talento de Gil de Biedma pero con una marcada personalidad y una tendencia a desbaratar los cánones de la narrativa tradicional y al pastiche nada comunes. Su libro Gay Rock también fue pionero en su vindicación de experiencias que merecían ser contadas y letras que podían ser escuchadas.

Aquí y ahora solo se cuenta su vida, dividida entre el activismo y el hedonismo, enfrentado a los prejuicios de su clase social y también a los de la izquierda radical a la que se aproximo en su día. Su muerte por VIH fue algo más que una de las "secuelas" de la movida, fue el fin de una interesante carrera literaria que aún hoy nadie puede fosilizar. Ibars retrató un Madrid en cambio y mutación- hoy casi irreconocible- y sus amoríos con con otros hombres con una apabullante sinceridad. Eduardo poeta no hubiera querido ser recordado como un personaje de cotilleo o de estudio biográfico generacional sino más bien como un literato iconoclasta "que siempre tendrá cerveza en sus cabellos".