martes, 5 de enero de 2016

ESTRENOS DE CINE 2015

Carol: el precio de la libertad

 

Por Eduardo Nabal

 
Carol de Todd Haynes insufla vida a una novela injustamente olvidada, una de las primeras de Patricia Highsmith -escrita mientras trabajaba unas navidades como dependienta en una tienda de juguetes- después de vender solo unos cuantos relatos recién reeditados en castellano. Justo antes del éxito de Extraños en un tren- acompañada de la versión cinematográfica de Hitchcock-, la autora de novelas policiacas más famosa de su tiempo escribió esta historia queda de amor entre dos mujeres en plena era McCarthy, firmada con seudónimo y titulada en inglés The Price of the Salt.
El incisivo melodrama de Haynes sigue la línea iniciada por Lejos del cielo aunque en este caso no recurre al pastiche sirkiano sino a la adaptación de una novela de la época, una novela a la vez discreta y atípica (como ya hizo en la serie de televisión Mildred Pierce sobre el folletín policiaco James M.Cain) que refleja esas corrientes de represión y subversión subterráneas que cristalizarían en las luchas de la década siguiente, donde lo privado pasa a lo público.
La película de Haynes (como Fran for heaven) es un elegante y visualmente arrebatador melodrama de época, ambientado y hasta sobre o demasiado ambientado en su meticulosa mezcla de glamour y apuntes realistas (con su toque de denuncia social) con guiños al cine del periodo (Wilder), pero también otra nada velada requisitoria contra la intolerancia, el sexismo y la hipocresía de un periodo de la historia de EEUU que Haynes parece haber escogido como el ideal para reflejar, siempre de refilón, las miserias del momento presente en temas privados y públicos ejemplificados aquí tanto en el largo divorcio de Carol de su esposo y su lucha por la custodia de su hija como por el novio de Therese que empieza a sospechar de la relación entre ambas. Como en Lejos del cielo son los pequeños detalles audiovisuales los que pueden volverse más reveladores, no en vano Haynes elige que la protagonista más joven aspire a ser fotógrafa, estilizando aún más la parte estetizante del filme, acompañado de una también elegante banda sonora de Carter Burdwell, el compositor más cotizado del cine independiente estadounidense de nuestro tiempo.
Carol se erige por derecho propio en una obra dura y sombría, rodada, eso sí, con amor y primor y hasta con un punto de cursilería, con composiciones y reencuadres, saltos en el eje de los planos, que pueden, en algún momento, ahogar el relato y los personajes que, no obstante, en parte gracias al esfuerzo tanto de Cate Blanchet como de Rooney Mara (espléndidas ambas). Un esfuerzo encomiable por dar fuerza a dos personajes separados por elementos reales y simbólicos, dos mujeres que pertenecen a dos mundos y capas sociales diferentes pero a una misma especie proscrita en los EEUU durante los cincuenta: las mujeres que aman a otras mujeres. La intolerancia se respira en la nieve, los largos o significativos silencios, los pequeños detalles de una clandestinidad hecha de retazos.  Esos guantes que olvida Carol en el mostrador de la juguetería nos recuerdan al chal morado que pierde Julianne Moore en Lejos del cielo y que recupera el jardinero negro. Esa pistola que nos recuerda quien ha escrito la historia original. Ese romanticismo melancólico iluminado de forma lánguida con ecos de Hooper y el technicolor de los cincuenta. La aproximación entre las dos mujeres, nuevamente, vuelve a ser titubeante pero Haynes nos obsequia con dos intensas escenas de sexo en un hotel que recuerdan vagamente al mundo más alegre y menos claustrofóbico de Desert Hearts pero lo que allí era desinhibición aquí con miradas, pequeñas caricias, gestos, regalos, desagradables sorpresas…al fin y al cabo, parece disculparse Haynes, estamos en los cincuenta de Patricia Highsmith y en un Nueva York trajeado, helado por la nieve, y el advenimiento de la guerra fría.
Las dos mujeres se reencuentran en la mesa de una elegante cafetería donde siempre son observadas por una mirada masculina, que parece acecharlas en su búsqueda de la libertad, sea desde una falsa camaradería hasta el panóptico familiar-psiquiátrico o el chantaje que ya aparecían en Far from heaven y que pesan de un modo incierto sobre las decisiones de ambas a la hora de retrotraerse o lanzarse a una aventura en común. Pero algo parece claro para ambas mujeres, sean valientes o no, no son ellas quienes han escogido un camino de susurros y clandestinidad, parecen mas conscientes que otras del universo de Haynes de vivir en un mundo que no se ha hecho a su medida, en un lugar donde ya no quieren ser solo muñecas en un escaparate, fugándose hacia la creación fotográfica o hacia la libertad, por precaria que pueda parecernos esta y teniendo en cuenta que pertenecen a ambientes socio-económicos bien distintos, definidos tal y como se definían en el cine de la época con parientes chismosos y caseras gruñonas al pie de la escalera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario