sábado, 24 de junio de 2017

PETER GREENAWAY: CINE, BISEXUALIDAD Y REVOLUCIÓN

Eisenstein en Guantajo: una fantasía inspirada en hechos reales

 

Por Eduardo Nabal


 


La película Eisenstein en Guanajuato, del británico y controvertido Peter Greenaway,  a pesar de las chirriantes piruetas y algunos molestos excesos característicos de su realizador, supone un atrevido acercamiento a la personalidad y, en particular, a la bisexualidad del gran cronista cinematográfico de los albores de Revolución Rusa desde sus héroes y sus grandes episodios (El acorazado Potenkin), hasta su progresiva decadencia, marcada por la llegada al poder de Stalin, con la consabida represión o exilio de intelectuales críticos o disidentes. Ese joven tímido y, posteriormente, director de personalidad arrolladora que inventó el montaje dialéctico o “de atracciones” convirtió en imágenes para el recuerdo algunos de los sueños de Lenin y en estatua brillante al héroe revolucionario, firme, inmaculado, impenetrable, dotándolo de un aplomo y una  belleza particulares, una entidad visual sin precedentes, cronista incansable de sublevaciones y revueltas.

El realizador de Conspiración de mujeres o The pillow book, barroco, desbocado, escatológico, irreverente, en ocasiones cosmético, esteticista y algo exuberante, se centra en su estancia en México en los años treinta, donde, huyendo de la codicia de Hollywood y temiendo también la inminente implantación del estalinismo en su país de origen, rueda sin lograr acabarla ¡Que viva México!, una obra maestra inconclusa y  mutilada sobre la insurrección del pueblo mexicano frente a la violencia del gobierno del momento, el caciquismo de los terratenientes, las oligarquías financieras y el ejército al servicio del poder y contra los campesinos.

Una historia que retomara al estilo de  Hollywood Elia Kazan en su Viva Zapata, mejor por sus intenciones que por sus logros finales. Pero el realizador de El vientre del arquitecto se aproxima sin pudor y con cierta lubricidad a los amores entonces “prohibidos” del realizador de Iván el terrible, mostrándonos un Einsestein enloquecido, equívoco, debatiéndose entre sus ideas sobre el hombre, el cambio social y sus inagotables fantasías homoeróticas, así como entre desbordadas disquisiciones filosóficas que le conducen a un ‘Eros y Tanatos’, dadas en clave de cine británico de qualité y que cristalizan en un México a la vez irreal y caleidoscópico, histórico e histérico, no exento de ecos buñuelianos.

En lo sanguinolento y lo artificial, en lo anal y lo funeral, entre la historia y la metaficción, entre la parodia, la fábula especulativa y el homenaje, Eisenstein en Guanajuato no es un filme histórico, sino una fantasía sobre una vida en un país en un momento de la historia.  Tal vez el realizador se haya pasado de la raya, como afirmarán  algunos, pero es precisamente en ese delirante coqueteo con el surrealismo de corte jarmaniano donde reside  el irreverente encanto de esta deliciosa, subyugante y sexualmente frugal aproximación a un Einsestein parcialmente “falso”, que vive su despertar sensual sin límites en un México rodeado de gente como Diego Rivera, Malcom Lowry, Frida Kahlo, su fiel cameraman Eduard Tissé o aquellos que lo quieren hacer volver a una Rusia cada vez menos acogedora para los talentos desbocados y las personalidades excéntricas y de ambición creativa desmedida. Einsestein, tímido y atormentado, nunca fue así, pero estamos ante una fantasía a partir de los resquicios ocultos de la historia, de sus claroscuros y medias verdades, convertidos por el realizador británico en momentos de cine puro, no exento de ráfagas literarias desbocadas sobre la vida, la revolución, el sexo, el amor y la muerte.

Como desbocado es el cuerpo imperfecto pero, en muchas secuencias, desnudo y sediento de sexo, carne y sudor de este cineasta atormentado y genial que hoy es conocido por poner imágenes al mejor momento de la Revolución Rusa desde La huelga, El acorazado Potenkin o la colosal Octubre, y cuyo paso por México fue cinematográficamente incompleto, pero, según Grenaway, deslumbrante para los sentidos, relevador para su extraña personalidad desdoblada y lleno de imágenes perturbadoras. Imágenes que mezclan la pesadilla de la muerte, el fin de la juventud, el temor íntimo al cambio y el fin de un trayecto, el despertar de las sexualidades reprimidas y el deseo inútil del anonimato, la huida o la fama.

Eisenstein nunca negó la influencia de Freud y el cine surrealista en su obra pero Greenaway ha superado cualquier expectativa sobre la puesta en imágenes de sus fantasmas y sus fantasías. Fantasmas privados y sociales que están en el eje de este tan suculento como atípico, desbocado y osado biopic, fuera de la norma, las normas y la época.

 

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