El primer largo de que saltó a las carteleras
internacionales del realizador palestino Hany Abu-Assad fue "Paradise now", resultó ser un filme controvertido que se anunciaba
o promocionaba como una película que
intenta entrar en la cabeza de un "terrorista musulmán". El concepto
terrorismo y musulmán sigue valiendo, y cada vez más, como una ecuación que se
negocia bajo conceptos como seguridad internacional y lucha contra el terror
ocultando sus verdaderos intereses y formas de control de instancias
supranacionales bajo intereses cada vez más sujetos a manipulaciones varias. La
última “machada” o “cencerronada” del demente presidente Trump de nombrar Jerusalén
capital de Israel ha avivado el fuego de la política pro-Israel de sus
predecesores en el cargo . Volviendo al filme citado Abu-Assah es un director relativamente joven que, como
tantos otros/as, se formo como realizador en Israel y en otros países pero cuyo
corazón fílmico sigue estando con las heridas interminables que sufre su
pueblo, al que tampoco presenta como un todo uniforme (su último filme “Idol”,
nos habla de la difícil odisea de un cantante de rock palestino, aunque el
escenario de fondo no deja lugar a dudas). Pero muchas películas sobre el
conflicto Palestino-Israelí como "Paradise now", "Omar" o
"Domicilio privado" del italiano Salverio Costanzo entran, sin negar
su valor social o testimonial, dentro de las coordenadas del género del
thriller o el suspense, porque las situaciones de violencia a las que se ven
sometidos los palestinos por las fuerzas armadas israelíes o (en el caso de
"Paradise now") sus desesperadas respuestas al poderoso enemigo logran inquietar y crear ambientes
claustrofóbicos y tramas llenas de
tensión y/o “suspense”. Pero las dos películas, particularmente “Omar”, pueden
verse, independiente de su implicación en el conflicto, como películas de cine
negro, drama social, acción o melodramas románticos.
"Omar" es una tragedia pero
también un thriller político ambientado en la Palestina ocupada. Sus
protagonistas son un joven panadero enamorado de una chica y también adquiere
un gran valor simbólico ese gran muro que separa a ambos y al joven de sus aspiraciones en un mundo
mediatizado por la crueldad, el chantaje y la violencia.
Como en todo thriller el realizador de la
controvertida "Paradise now" (mal recibida por un sector de la comunidad
judía de EEUU en general y Hollywood en particular a pesar de su nominación, no
carente de polémica, a la mejor película extranjera) debe usar algunos
mecanismos, que, sin quitar valor al resultado ni a su calado social, beben de las fuentes del
cine negro o el thriller mas oscuro De nuevo el realizador muestra el mundo empobrecido
en el que viven los palestinos y el control de los soldados israelíes, crueles
y arbitrarios. Momentos de pasajera paz y belleza que contrastan con la
impiedad del colonizador, un colonizador que no es ajeno de que el enemigo es
vulnerable cuando lo enfrentan a y con los suyos, unidos en una causa casi
mística.
Como
Gitai el director muestra que la ocupación aumenta la violencia y
contribuye a perpetuar esquemas patriarcales y de masculinidad guerrera en
ambos bandos, llevando a sus protagonistas a enfrentarse entre ellos en aras de
los intereses del colonizador a tener que demostrar su heroísmo al mismo tiempo
que las mujeres, al menos de cara al exterior, deben "conservar su
honor". Esto lo vemos en "Caramel" el cálido filme
cómico-dramático de Nadine Labaki donde NishrIn, una de las jóvenes amigas de
la peluquería libanesa donde transcurre la acción de este filme protofeminista,
se cose el himen en una clínica para que
todos/as crean que ha llegado virgen al matrimonio, según ordena la religión
dominante convertida en pauta cultural. El matrimonio que parece conllevar no
solo un acuerdo entre familias más o menos cercanas sino un rito de paso hacia
una serie de derechos nuevos que no dejan de tener su lado tramposo. La joven
que ama "Omar" debe abandonar sus estudios y dice que los recuperará
o retomará cuando tenga “sobresaliente en madre
y ama de casa”.
Fanon planteo la cuestión del amor al
colonizador, de la servidumbre, la deshumanización y el chantaje de la violencia del opresor y
del oprimido. Esto vale para "Omar", mejor filmada aún que la notable
"Paradise Now", a la que dotó
ya de un final desesperanzado en el que la venganza parece ser la única
salida para recuperar la dignidad o la fidelidad a su pueblo, todavía sacudido
por esquemas, levemente cambiantes, que pasan de un continuum entre la familia biológica,
política y la banda o el clan, pasando a organizaciones que luchan en la sombra
y contra un enemigo armado hasta los dientes en un combate a todas luces desigual.
"Omar" es una película política
pero su ritmo y sus giros son los propios de una película de suspense, mayor
suspense del que ya contenía "Paradise Now" que se anuncia como
"¿qué pasa por la cabeza de un terrorista suicida?" pero a la vez
puede y no puede responder a la respuesta. De nuevo frente a la masculinidad
heroica encontramos un papel muy tangencial otorgado a las mujeres y la
centralidad vital de ritos como la boda, el ajuar, el pedir la mano así como
algunas costumbres heredadas de la religión musulmana que aumentan la
vulnerabilidad frente a situaciones llenas de fracturas y sujetas a muchos
matices que no se resuelven.
Una
realizadora como Annemarie Jacir en "La sal de este mar" traza una
historia acerada contra la ocupación, la tortura y el militarismo del pueblo
israelí sobre los palestinos en su conjunto y en particular pero, también,
muestra una juventud abocada al fracaso existencial no solo por la violencia
desencadenada por el llamado "Estado de Israel" sino por la estrechez
de miras de los suyos. Incapaces de ver más allá en una situación de violencia
continuada, ver que no hay solo héroes o villanos (mejor dicho, traidores)
entre su pueblo y que los elementos sentimentales o los problemas personales no
pueden desligarse de una fe o fidelidad ciega y/o suicida hacia un pueblo oprimido.
Un pueblo que no deja de estar divido en diferentes posiciones no solo ante el
conflicto sino ante un vago sentimiento religioso acrecentado por la ocupación
virulenta del Estado de Israel.
Divide y vencerás es la estrategia del
comisario israelí de "Omar" y la simple sospecha de que uno de ellos
se ha vendido al enemigo deteriora el entendimiento entre la cuadrilla
protagonista, además de unos esquemas mentales limitados por la pobreza y el
arcaísmo de algunas costumbres.
"The invisible men", el intenso
documental sobre los palestinos gays amenazados por su familia debido a su
identidad sexual y que se refugian en Israel en un estado de irregularidad,
discriminación racial y ensueños efímeros, junto con el más variado y amplio aunque también más efectista documental
"A yihad for love", narran (cada uno a su manera) los lentos pero claros avances en cuestiones
como los derechos LGTB, la lenta pero imparable redefinición de las
masculinidad y la feminidades también en el mundo árabe y las crecientes paradojas y contradicciones
que se encuentran palestinos que no viven seguros ni a un lado ni al otro del
muro. En el Líbano los filmes de, por ejemplo, Nadine Labaki, como las
canciones de la banda de pop-rock Mashrou Leila, muestran una cara de Beirut como un oasis de
occidentalización sin perder sus raíces ni la fidelidad a lo mejor de los
valores heredados, aunque también clamando, desde sus limitaciones, por la
necesidad de, de construir un espacio de nuevas libertades para las mujeres y
las llamadas "minorías sexuales" frente a dogmas religiosos o
costumbres familiares que son una losa más para un pueblo sitiado o al menos
amenazado por las fuerzas armadas de Israel y los que les apoyan de forma
táctica o explícita.
El Líbano parece ser el escenario no solo
de una legendaria matanza sionista o de varias guerras civiles sino también de
la esperanza depositada en varios lugares del mundo en lo que se ha venido a
llamar un tanto a la ligera como "Primavera árabe" siempre amenazada
y hasta ya definitivamente cercenada por
el invierno militarista de nuevas colonizaciones o guerras en la zona. Una zona que tendemos, muchas veces a juzgar
bajo patrones occidentales o eurocéntricos.
La violencia y la pobreza extremada, el
peso de una herencia religiosa reforzada por el miedo a un enemigo poderoso que
se viste con ropas occidentales y lanza mensajes como "ser gay es posible
en Israel" lo que no deja de ser un arma de doble filo convertida ya lo
que se ha venido a llamar “Pinkwashing” o lavado de cara rosa (cuya más
reciente expresión hemos podido ver en el World Pride madrileño) , vendiendo al
mundo Israel como una nación adalid de
los derechos LGTB para ocultar la verdadera política de genocidio apartheid practicada como “estado
colonizador”
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