viernes, 15 de diciembre de 2017

JE VEUX VOIR. MUROS, BOMBAS, FLORES Y DESGARROS


 






 

 

 El primer largo de que saltó a las carteleras internacionales del realizador palestino  Hany Abu-Assad fue "Paradise now",  resultó ser un filme controvertido que se anunciaba o promocionaba como una película  que intenta entrar en la cabeza de un  "terrorista musulmán". El concepto terrorismo y musulmán sigue valiendo, y cada vez más, como una ecuación que se negocia bajo conceptos como seguridad internacional y lucha contra el terror ocultando sus verdaderos intereses y formas de control de instancias supranacionales bajo intereses cada vez más sujetos a manipulaciones varias. La última “machada” o “cencerronada” del demente presidente Trump de nombrar Jerusalén capital de Israel ha avivado el fuego de la política pro-Israel de sus predecesores en el cargo . Volviendo al filme citado Abu-Assah es  un director relativamente joven que, como tantos otros/as, se formo como realizador en Israel y en otros países pero cuyo corazón fílmico sigue estando con las heridas interminables que sufre su pueblo, al que tampoco presenta como un todo uniforme (su último filme “Idol”, nos habla de la difícil odisea de un cantante de rock palestino, aunque el escenario de fondo no deja lugar a dudas). Pero muchas películas sobre el conflicto Palestino-Israelí como "Paradise now", "Omar" o "Domicilio privado" del italiano Salverio Costanzo entran, sin negar su valor social o testimonial, dentro de las coordenadas del género del thriller o el suspense, porque las situaciones de violencia a las que se ven sometidos los palestinos por las fuerzas armadas israelíes o (en el caso de "Paradise now") sus desesperadas respuestas al poderoso enemigo  logran inquietar y crear ambientes claustrofóbicos  y tramas llenas de tensión y/o “suspense”. Pero las dos películas, particularmente “Omar”, pueden verse, independiente de su implicación en el conflicto, como películas de cine negro, drama social, acción o melodramas románticos.

 

"Omar" es una tragedia pero también un thriller político ambientado en la Palestina ocupada. Sus protagonistas son un joven panadero enamorado de una chica y también adquiere un gran valor simbólico ese gran muro que separa a ambos y al  joven de sus aspiraciones en un mundo mediatizado por la crueldad, el chantaje y la violencia.

 

Como en todo thriller el realizador de la controvertida "Paradise now"  (mal recibida por un sector de la comunidad judía de EEUU en general y Hollywood en particular a pesar de su nominación, no carente de polémica, a la mejor película extranjera) debe usar algunos mecanismos, que, sin quitar valor al resultado ni a  su calado social, beben de las fuentes del cine negro o el thriller mas oscuro De nuevo el realizador muestra el mundo empobrecido en el que viven los palestinos y el control de los soldados israelíes, crueles y arbitrarios. Momentos de pasajera paz y belleza que contrastan con la impiedad del colonizador, un colonizador que no es ajeno de que el enemigo es vulnerable cuando lo enfrentan a y con los suyos, unidos en una causa casi mística.

 

Como  Gitai el director muestra que la ocupación aumenta la violencia y contribuye a perpetuar esquemas patriarcales y de masculinidad guerrera en ambos bandos, llevando a sus protagonistas a enfrentarse entre ellos en aras de los intereses del colonizador a tener que demostrar su heroísmo al mismo tiempo que las mujeres, al menos de cara al exterior, deben "conservar su honor". Esto lo vemos en "Caramel" el cálido filme cómico-dramático de Nadine Labaki donde NishrIn, una de las jóvenes amigas de la peluquería libanesa donde transcurre la acción de este filme protofeminista, se cose el himen en una clínica  para que todos/as crean que ha llegado virgen al matrimonio, según ordena la religión dominante convertida en pauta cultural. El matrimonio que parece conllevar no solo un acuerdo entre familias más o menos cercanas sino un rito de paso hacia una serie de derechos nuevos que no dejan de tener su lado tramposo. La joven que ama "Omar" debe abandonar sus estudios y dice que los recuperará o retomará cuando tenga “sobresaliente en madre  y ama de casa”.

 

Fanon planteo la cuestión del amor al colonizador, de la servidumbre, la deshumanización  y el chantaje de la violencia del opresor y del oprimido. Esto vale para "Omar", mejor filmada aún que la notable "Paradise Now", a la que dotó  ya de un final desesperanzado en el que la venganza parece ser la única salida para recuperar la dignidad o la fidelidad a su pueblo, todavía sacudido por esquemas, levemente cambiantes, que pasan de  un continuum entre la familia biológica, política y la banda o el clan, pasando a organizaciones que luchan en la sombra y contra un enemigo armado hasta los dientes en un combate a todas luces  desigual.

 

"Omar" es una película política pero su ritmo y sus giros son los propios de una película de suspense, mayor suspense del que ya contenía "Paradise Now" que se anuncia como "¿qué pasa por la cabeza de un terrorista suicida?" pero a la vez puede y no puede responder a la respuesta. De nuevo frente a la masculinidad heroica encontramos un papel muy tangencial otorgado a las mujeres y la centralidad vital de ritos como la boda, el ajuar, el pedir la mano así como algunas costumbres heredadas de la religión musulmana que aumentan la vulnerabilidad frente a situaciones llenas de fracturas y sujetas a muchos matices que no se resuelven.

 

 Una realizadora como Annemarie Jacir en "La sal de este mar" traza una historia acerada contra la ocupación, la tortura y el militarismo del pueblo israelí sobre los palestinos en su conjunto y en particular pero, también, muestra una juventud abocada al fracaso existencial no solo por la violencia desencadenada por el llamado "Estado de Israel" sino por la estrechez de miras de los suyos. Incapaces de ver más allá en una situación de violencia continuada, ver que no hay solo héroes o villanos (mejor dicho, traidores) entre su pueblo y que los elementos sentimentales o los problemas personales no pueden desligarse de una fe o fidelidad ciega y/o suicida hacia un pueblo oprimido. Un pueblo que no deja de estar divido en diferentes posiciones no solo ante el conflicto sino ante un vago sentimiento religioso acrecentado por la ocupación virulenta del Estado de Israel.

 

Divide y vencerás es la estrategia del comisario israelí de "Omar" y la simple sospecha de que uno de ellos se ha vendido al enemigo deteriora el entendimiento entre la cuadrilla protagonista, además de unos esquemas mentales limitados por la pobreza y el arcaísmo de algunas costumbres.

 

"The invisible men", el intenso documental sobre los palestinos gays amenazados por su familia debido a su identidad sexual y que se refugian en Israel en un estado de irregularidad, discriminación racial y ensueños efímeros, junto con el más variado y amplio  aunque también más efectista documental "A yihad for love", narran (cada uno a su manera)  los lentos pero claros avances en cuestiones como los derechos LGTB, la lenta pero imparable redefinición de las masculinidad y la feminidades también en el mundo árabe  y las crecientes paradojas y contradicciones que se encuentran palestinos que no viven seguros ni a un lado ni al otro del muro. En el Líbano los filmes de, por ejemplo, Nadine Labaki, como las canciones de la banda de pop-rock Mashrou Leila,   muestran una cara de Beirut como un oasis de occidentalización sin perder sus raíces ni la fidelidad a lo mejor de los valores heredados, aunque también clamando, desde sus limitaciones, por la necesidad de, de construir un espacio de nuevas libertades para las mujeres y las llamadas "minorías sexuales" frente a dogmas religiosos o costumbres familiares que son una losa más para un pueblo sitiado o al menos amenazado por las fuerzas armadas de Israel y los que les apoyan de forma táctica o explícita.

 

El Líbano parece ser el escenario no solo de una legendaria matanza sionista o de varias guerras civiles sino también de la esperanza depositada en varios lugares del mundo en lo que se ha venido a llamar un tanto a la ligera como "Primavera árabe" siempre amenazada y hasta ya definitivamente cercenada  por el invierno militarista de nuevas colonizaciones o guerras en la zona.  Una zona que tendemos, muchas veces a juzgar bajo patrones occidentales o eurocéntricos.

 

La violencia y la pobreza extremada, el peso de una herencia religiosa reforzada por el miedo a un enemigo poderoso que se viste con ropas occidentales y lanza mensajes como "ser gay es posible en Israel" lo que no deja de ser un arma de doble filo convertida ya lo que se ha venido a llamar “Pinkwashing” o lavado de cara rosa (cuya más reciente expresión hemos podido ver en el World Pride madrileño) , vendiendo al mundo Israel como una nación adalid de  los derechos LGTB para ocultar la verdadera política de genocidio  apartheid practicada como “estado colonizador”

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