Por Eduardo Nabal
Ramón Martínez (Madrid, 1982) es doctor
en filología por la Universidad Complutense de Madrid, activista para la
erradicación de la homofobia y escritor. Fue finalista del Premio Odisea de
Narrativa con su primera novela Esta
noche tú decides (2007), y autor de La
cultura de la homofobia y cómo acabar con ella (2016), un manual que
analiza pormenorizadamente cómo funciona el odio y la discriminación hacia la
diversidad sexual y de género.
“Tenemos la responsabilidad de asegurar el crecimiento de una nueva generación activista que por primera vez tenga un acceso fácil a su propia genealogía: por eso me pareció importante escribir "Lo nuestro sí que es mundial"
“Lo nuestro sí que es mundial” es uno de
los libros más exhaustivos, al menos hasta la fecha, sobre el activismo LGTB+
en el estado español. Pero empecemos por el principio tú mismo no te sientes
cómodo con la utilización indiscriminada de estas siglas.
Ramón
Martínez: No suele gustarme tratar de resumir todo un movimiento
social que persigue la erradicación de la discriminación hacia la diversidad
sexual y de género bajo cuatro simples siglas por varios motivos: por un lado
utilizarlas como forma de aglutinar a todo un conjunto polimorfo de personas,
con sus particulares sensibilidades y vivencias de la sexualidad el género, es
excesivamente reduccionista; creo que mucha gente a cuyas necesidades hemos de
dar respuesta como movimiento se queda fuera de esas cuatro letras. Por otra
parte hay un conflicto ideológico y un conflicto histórico: cuando hablamos de
«políticas LGTB» afrontamos un discurso fundamentado en la identidad, en cuatro
identidades concretas, y no todas las ideologías de este movimiento coinciden
en esa estrategia identitaria, ni ahora mismo ni a lo largo de la historia de
lo que hoy llamamos «movimiento LGTB», que en su día recibió otros nombres,
quizá más interesantes, cuando reivindicaba la «liberación sexual».
-Nos explicas la dificultad de un
proyecto tan amplio y donde pusiste tu frontera.
Ramón Martínez: El proyecto del
libro, cuando empecé a investigar, consistía fundamentalmente en ofrecer una
visión general sobre la historia de este movimiento social que recuperase una
genealogía reivindicativa que me temo va quedando olvidada con cada nueva
generación que se incorpora a sus filas. La dificultad era evidente: yo mismo
tenía que informarme de muchos sucesos de los que mi generación jamás ha
escuchado hablar, y que resultan claves para entender cómo se articulan hoy los
diferentes puntos de vista sobre cómo llevar a cabo la reivindicación. Luego me
encontré una dificultad esperable: resumir todo de tal modo que pudiera
explicarse bien en un libro que intentaba ser breve. Esa fue la frontera,
tratar de hacer una introducción sencilla, de 350 páginas, presentando la
historia de un movimiento social que debería ser desarrollada -y recuperada- en
varios tomos. Queda aún muchísimo por contar, y habrá que seguir contándolo.
-El autor es muy respetuoso, apasionado
y a la vez imparcial. Eso da puntos al libro pero también uno piensa que a
veces “hay que escribir con rabia”. ¿Has intentado ser “neutral” o simplemente
te ha salido así?
Ramón Martínez: He sido muy
cuidadoso con la redacción. Tengo unos puntos de vista personales muy
particulares sobre este movimiento social que llamamos nuestro y que creo que es patrimonio común de la humanidad, pero
entendí que lo que debía primar en este libro no eran mis lecturas subjetivas,
sino tratar de ofrecer a quien quiera acercarse a mis páginas una visión lo más
objetiva posible del devenir histórico de una reivindicación ya centenaria. La
«neutralidad» es deliberada, y he intentado ser tan objetivo como he sido capaz
de conseguir. Considero que para poder ofrecer mis propias consideraciones hará
falta otro volumen, porque la intención de este era, fundamentalmente, ofrecer
los hechos tal como sucedieron. Puede que ahora sea el momento de que, con Lo nuestro sí que es mundial en la mano,
podamos reestablecer interesantes debates donde defender, o seguir defendiendo,
nuestras visiones particulares de la reivindicación sobre sexualidad y género.
-Marcas un punto de inflexión en el
matrimonio gay. Eso ha ocurrido en muchos países del mundo pero en todos hay
voces críticas con respecto no solo al ensueño de “una revolución sexual más
allá de lo heteronorma” sino también hacia el peligro de una desmovilización de
cara a otras demandas también importantes que precisamente han aumentado como
consecuencia de la actual desestructuración económica (la precarización, la
plumofobia, la violencia, el auge de la extrema derecha, el racismo dentro de
nuestra propia comunidad, la despatologización trans…)
Ramón
Martínez: La consecución del derecho al matrimonio para las parejas del
mismo sexo ha resultado, y sigue resultando según se reconoce en diferentes
países, un punto de inflexión evidente. La igualdad legal no deja de ser un
avance impresionante, y siempre he pensado que resulta muy útil
estratégicamente para disponer de una relativa posición de poder desde la que
reivindicar otras cuestiones. El problema es que desde hace más de una década
en España, y vamos viendo que también en otros lugares donde se aprueba, el
Matrimonio Igualitario conlleva una considerable desmovilización: parece que se
hubiera interpretado como un fin en sí mismo, cuando realmente hemos de
plantearlo como una estrategia más en el camino hacia la consecución de otros
objetivos mucho más importantes. Personalmente considero que el objetivo último
ha de ser la erradicación de todas las violencias que se dirigen contra todas
las personas cuya sexualidad y expresión de género se apartan de lo normativo
y, para alcanzar ese punto el matrimonio resulta útil, claro está, pero no creo
que sea un objetivo en sí mismo. Considerarlo así, y darnos por venidos, no
solo reduce el discurso reivindicativo a una expresión mínima: denota una
preocupante falta de imaginación sobre el mundo que pretendemos construir,
porque entre las consecuencias del Matrimonio Igualitario no solo está la
igualdad legal: también se esconde el peligro de la incorporación a la
heteronorma y una des-movilización preocupante.
-Hay una idea interesante y es la
necesidad de construir memoria para encarar el futuro. ¿Cómo crees que es
posible dejar paso a las nuevas generaciones de pensadores y activistas sin
abandonar del todo la lucha? Te lo pregunto desde una posición personal. Yo he
aprendido mucho de otras personas pero hay experiencias que personales que
“determinan la conciencia”. ¿Crees que es necesario construir o reconstruir una
identidad “marica” para este milenio que viene?
Ramón Martínez: Nuestra cualidad
como personas heterodoxas en cuanto a la sexualidad y el género conlleva una
peligrosa maldición: como personas no heterosexuales estamos condenadas a la
carencia de genealogía, de referentes entre la generación que nos precede. Por
eso la visibilidad sigue siendo tan relevante. Construir, o reconstruir, una
memoria colectiva me parece una obligación ética no solo para reconocer los
trabajos y padecimientos de quienes estuvieron antes, sino, y es aún más
importante, para intentar asegurar a quienes vendrán después un bagaje cultural
que puedan tomar como punto de partida para construir su forma de plantear el
mundo; una tradición de la que no se hayan eliminado interesadamente
planteamientos y puntos de vista que pueden resultarles útiles. En cuanto a lo
puramente político, creo que nuestras experiencias han determinado nuestra
forma de plantear la reivindicación, pero considero que es una obligación de
nuestra generación garantizar que la siguiente podrá contar no solo con sus
propias experiencias sino con el recuerdo de las nuestras y de las anteriores.
Tenemos
la responsabilidad de asegurar el crecimiento de una nueva generación activista
que por primera vez tenga un acceso fácil a su propia genealogía: por eso me
pareció importante escribir Lo nuestro sí
que es mundial. Lo que hagamos ahora, y lo que se haga en el futuro con el
eterno debate identitario creo que será muy diferente dependiendo de cómo
articulemos el cambio generacional, que en el «movimiento LGTB» se ha
caracterizado por la ruptura. Y, en todo caso, hay algo que me preocupa mucho
más que cómo construir, deconstruir o reconstruir nuestras identidades, si
estas son útiles o no: estamos viviendo hoy una gran eclosión de nuevas
identidades, y quizá nos estemos deteniendo en su valor aislado sin recordar
que no son más que estrategias para conseguir una transformación social. Me
preocupa sinceramente que este movimiento social que aspiraba a construir un
mundo libre de violencias haya perdido la imaginación para delimitar sus
objetivos a largo plazo y camine entretenido, despistado dentro de una curiosa
des-movilización reivindicativa, planteando cuestiones que quizá nos alejen de
la victoria final, que creo que debe ser una absoluta revolución en nuestra
forma de vivir la sexualidad y el género.
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