Por
Juan Pablo Cuevas.
Juan Pablo Cuevas:La
obra de Butler ha sido objeto de debate y crítica por diferentes autores y
autoras queer. En Del texto al sexo, aborda algunos conceptos clave como la
performatividad y la subversión. El tratamiento de la transexualidad por parte
de Butler es uno de los elementos que más debate ha generado, pese a que en El
género en disputa apenas le dedica un párrafo. No será hasta Cuerpos que
importan, donde Butler asuma más a fondo esta cuestión. Algunos autores como
Jay Prosser, creen que el impacto que tiene el documental Paris is Burning
sobre la obra de Butler le lleva a dejar de considerar la transexualidad como
una forma de subversión y más como una forma más de adaptación a la
normalización de los cuerpos. Con esta afirmación critican la postura de Butler
frente a la transexualidad, sosteniendo que la sitúa en un plano conservador.
Me gustaría conocer su posición respecto a si existe desde algunos teóricos
queer un rechazo a la transexualidad o por lo menos, si algunos consideran la
transexualidad un vuelco esencialista.
Pablo Pérez Navarro: Matizaría
que El género en disputa no suscitó tanto debate por su alusión a la
transexualidad, en el contexto de la discusión de la construcción melancólica
de la heterosexualidad, como por la referencia, también muy condensada, a la
performance drag, muy vinculada a la contracultura gay de bar. La podemos
asociar a la representación drag queen o al espectro de lo que en contexto
hispánico solemos denominar travestismo. Cierto es que, en ocasiones, lo drag
puede estar asociado a la transexualidad, como cuando una drag queen resulta
ser, además, transexual, pero no tiene por qué ser necesariamente así.
Es
la representación drag la que quedaba asociada en "El género en disputa" con una
posibilidad de crítica epistemológica, a saber, la que se deriva de representar
no tanto al género en sí como a su naturaleza imitativa. Ello sería posible
debido a que la carga dramática de lo drag descansa, con frecuencia, sobre una
cierta tensión establecida entre el género representado y género asignado,
poniendo así en juego una espectacularización de la desnaturalización del
género. De ahí el lugar estratégico que ocupa en El género en disputa en
relación con la teoría de la performatividad.
Pablo Pérez Navarro: Para
algunas, tanto las prácticas como las múltiples identidades que se construyen
en la órbita de lo drag como la transexualidad en cuanto tal podrían englobarse
bajo la referencia paraguas a la categoría, mucho más amplia, de lo
transgénero. Al menos, esa una forma bastante común en que funciona el término
transgénero en el mundo anglosajón. Autores como Jay Prosser, sin embargo,
tienden a entender transexualidad y transgénero como términos en oposición.
Desde ese punto de vista, lo transgénero implicaría una dimensión de
inestabilidad, una componente lúdica, teatral, que permitiría diferenciarlo de
la experiencia transexual. La narrativa característica de la transexualidad
implicaría, más bien, un tránsito hacia un lugar estable dentro del binarismo
de género, un punto de llegada, de pertenencia, el lugar de lo propio en
términos de identidad de género.
En
mi opinión, no sería tanto el tratamiento dado a lo drag en la obra de Butler
como el intento por definir una oposición clara entre lo serio y lo no serio,
entre lo propio y lo “meramente” lúdico, entre las narrativas unificadas y
coherentes de la vivencia transexual del género frente a otras más
proliferantes e inestables de lo transgénero como se establecería, a la postre,
una cierta jerarquía normativa entre formas diversas de experiencia trans. Las
variaciones queer de la fórmula de Beauvoir “no se nace mujer, se llega a
serlo” posibles e implícitas en la teoría de la performatividad incluyen sin
duda al espectro transexual entre otras perspectivas posibles de variación y
tránsito. Quizá por eso me resulta el uso de lo transgénero o, en nuestra
lengua, de lo trans como término paraguas (o trans*, como escribe Lucas
Platero) políticamente más productiva que pretender establecer algo así como
una tensión originaria entre formas antagónicas de experiencia trans.
Dicho
esto, creo que el hecho de que lo drag, en particular, ocupara una determinada
función retórica o epistemológica en "El género en disputa" no implica ninguna
valoración normativa sobre ninguna forma de experiencia del género. De la misma
forma, tampoco creo que la lectura de Butler de las ambivalencias narrativas
desplegadas por los protagonistas de ese denso artefacto cultural que es "Paris
is Burning" resulte suficiente para deducir un supuesto ranking de identidades
más o menos subversivas. Las ambivalencias que señala Butler remiten, antes que
a la experiencia transexual en general, al discurso concreto que despliega Venus
Xtravaganza en el documental y a la elocuencia con que expresa sus aspiraciones
a un proyecto de vida al abrigo de la norma de cierta feminidad tradicional de
clase media. Por lo demás, Butler ha sido bastante elocuente en multitud de
ocasiones al respecto de la imposibilidad de establecer algo así como un marco
normativo que permita deducir, a priori, los efectos bien subversivos, bien
renaturalizadores, de cualquier resignificación de la norma.
Sin
embargo, creo que al menos en ciertos contextos, dentro y fuera de la academia,
podemos encontrar discursos que participan del tipo de jerarquía normativa
entre identidades y tránsitos contra el que escribe Jay Prosser. Del hecho de
que los espacios políticos queer y/o transfeministas sean minoritarios y
contra-hegemónicos no se deduce que no puedan producir sus propias
cristalizaciones normativas ni que estas no lleguen, en ocasiones al menos, a
operar de formas excluyentes. No resulta extraño encontrar, por ejemplo,
valoraciones sobre la inconveniencia de recurrir a bloqueadores hormonales para
los/as menores transexuales basadas en la idea de que estos representan bien
una claudicación, bien un refuerzo de los mandatos del binarismo de género.
Aunque exista una innegable voluntad crítica en este tipo de inversiones de la
cisnormatividad, creo que el respeto a la diversidad de tránsitos y a la
capacidad para decidir autónomamente deben extenderse, sin paliativos, tanto a
quienes deseen recurrir a los bloqueadores para ganar tiempo frente a determinados
cambios corporales como, por supuesto, a los y las menores que no lo hagan.
Juan Pablo Cuevas: El
tema de la performatividad y la subversión son dos aspectos clave en la obra de
Butler. En su libro reflexiona sobre la capacidad de los cuerpos de subvertir
el proceso normalizador al que los somete el poder, teniendo en cuenta la
contribución de la filósofa estadounidense. En el caso de la transexualidad,
¿cree que se trata de una forma de performatividad, y por tanto una vía de
subversión, de escape de la normalización o es un camino más largo hacia la
restauración de la norma?
Pablo P. Navarro: Como
cuestión previa, diría que la teoría de la performatividad se encuentra
igualmente vinculada con la posibilidad de la subversión como con la de la
reconsolidación de la norma. La performatividad representa, justamente, una
forma de abordar la relación constitutiva entre ambas posibilidades o, incluso,
el momento de indecibilidad en el que no es posible determinar si cualquier
curso de acción nos aproxima o más bien nos aleja de un objetivo emancipatorio.
Si existen algo así como unas políticas de la performatividad, por así decirlo,
pertenecen al ámbito de lo que Butler denomina, a partir de Foucault, como unas
políticas de la ansiedad.
Del
riesgo inherente a cualquier hoja de ruta que podamos concebir para las
políticas queer no se debe derivar, creo, ningún pesimismo, y sí una necesidad
de atender a cada contexto de forma mucho más localizada. La pregunta por si la
transexualidad es o no un proyecto transformador, o si lo es el lesbianismo, o la
homosexualidad, en cuanto tales, es por completo imposible de responder. “La”
transexualidad, en cuanto tal, no existe. En su lugar podríamos preguntar,
ejemplo, ¿Cómo resiste determinada comunidad transexual frente al control
estatal de la identidad de género? ¿Qué tensiones políticas dividen
internamente a esa comunidad y qué efectos tienen a la hora de aumentar o
disminuir la autonomía de las personas trans? ¿Qué alianzas se establecen entre
ellas y la lucha contra otras formas de opresión, como las políticas
migratorias, la agenda austeritaria o el control estatal de las prácticas
reproductivas?
Juan P. Cuevas: En
cuanto a la transexualidad, somos testigos de un predominio de los análisis
clínicos y jurídicos sobre su diagnóstico, tratamiento y gestión del problema a
nivel político. En su libro hace toda una reflexión sobre las políticas de
resistencia. ¿Considera usted que las políticas actuales hacia la
transexualidad son políticas de patologización? ¿A cree que puede ser debido?
P. P. Navarro: Sin
duda. La patologización de la transexualidad y las innumerables restricciones,
arbitrarias y autoritarias, a los procesos de transición de género ponen de
manifiesto el grado extremo de institucionalización alcanzado por el binarismo
de género, eslabón central de lo que Butler llama “matriz heterosexual”. Sus
efectos se extienden sobre multitud de formas de vivir el género, la sexualidad
o el parentesco, entre otras dimensiones fundamentales de experiencia y
subjetivación que incluyen y exceden las experiencias trans en múltiples direcciones.
Juan Pablo Cuevas: Siguiendo
con la pregunta anterior, existen aún colectivos de transexuales y mucha
bibliografía que sostienen posturas esencialistas en cuanto a la
transexualidad. ¿Cuál cree que es la motivación para hacerlo? ¿Cree que es
menor respecto a otros colectivos como el gay/lésbico?
Pablo Pérez Navarro: No
creo que el esencialismo ni su traducción política, el asimilacionismo, sea
mayor en relación con las políticas trans que en otras áreas del activismo
elegetebé. Tampoco en el plano teórico. Eso sí, estos se articulan en cada caso
en torno a variables muy concretas. En el caso de la transnormatividad, la
necesidad de negociar formas en que el estado y los sistemas de salud se hagan
cargo de los procesos de transición, a nivel legal pero sobre todo endocrino o
quirúrgico ha sido, sin duda, un peso a favor de que el discurso patologizador
fuese históricamente asumido por determinados sectores del activismo
transexual. Afortunadamente, cada vez resulta más claro que todas esas y otras
muchas formas de garantizar el bienestar de las personas que transitan no
requiere de ninguna cesión de la capacidad de autodeterminación frente a las
instancias médicas o judiciales. Así lo ponen en evidencia leyes de identidad
de género como la argentina, la que se gesta estos días en Portugal y diversas
leyes autonómicas del Estado español, entre otras.
Igual
que defienden que el sistema heteropatriarcal ha ido generando una visión de la
mujer que es culturalmente definida en cuanto a su sexo y su género, ¿cree que
existe una forma institucionalizada de la transexualidad dispuesta a que esta
no socave las normas binarias de género?
Diría
que en diferentes países y contextos hemos contemplado, en el último par de
décadas, una rápida evolución entre un activismo transexual institucional,
hegemónico, que apostaba por el paradigma del diagnóstico de disforia de género
en relación antagónica con el minoritario activismo por la despatologización,
hacia un panorama activista mucho más rico y diverso en lo que a sus agendas
políticas se refiere. La campaña internacional Stop Trans Pathologization 2012,
en especial, marcó un antes y un después en las agendas políticas de multitud
de colectivos y federaciones.
Juan Pablo Cuevas: En
su libro explora el debate sobre el determinismo construccionista en cuanto a
las identidades. Usted sostiene como Butler que es posible la subversión y que
existen mecanismos para en cierta forma desobedecer y salir del esquema
normalizador social. ¿Cree que sería posible subvertir esta identidad
institucionalizada de la figura trans?
Pablo Pérez Navarro: No
sé muy bien cuál sería, hoy en día, esa imagen institucionalizada. Creo en
cualquier caso que, como bien se desarrolla en múltiples aspectos de la obra de
Butler, existe una relación inestable y dinámica entre las identidades que
ocupan ya ciertas formas de legitimidad social, y los exteriores constitutivos
de cualquier forma de reconocimiento dada. Las políticas queer con potencial
crítico y transformador constituyen un fenómeno de frontera, un cuestionamiento
de las formas de inclusión/exclusión que operan en las fronteras de la
legitimidad y la inteligibilidad en cualquier momento dado. El problema no será
nunca, desde ese punto de vista, sustituir o superar esas formas de experiencia
del género, trans o cualquier otra, que encuentran un cierto acomodo en un
entorno que sigue siendo, no lo olvidemos, mayoritariamente hostil. El problema
radica en detectar y combatir, eso sí, cualquier forma de legitimación que se
construya sobre la exclusión de otras vivencias del género igualmente válidas.
Juan Pablo Cuevas: Cuando
habla de la revisión que hace Butler de la lectura del Timeo, hay una crítica
importante a las feministas radicales que sostienen la diferencia del cuerpo
femenino y su especificidad. Usted que está acostumbrado a las críticas de
radicales feministas por su postura frente a temas como la prostitución o la
gestación subrogada, sabrá que muchos colectivos de feministas radicales,
(radfem, TERF…) dirigen sus críticas a los transexuales por considerar que, al
no nacer con un cuerpo femenino, habría que hacer ciertas diferenciaciones y
excluirlas del sujeto mujer. ¿Cree que esta postura tiene algo que ver con lo
que analiza Butler? ¿Merecen ser tenidas en cuenta estas consideraciones a lo
hora de construir el sujeto mujer? Y, por último, ¿cree que sería necesario incluir
a las mujeres trans dentro del sujeto mujeres en la política feminista?
Pablo Pérez Navarro: La
necesidad de incluir experiencias del género diversas como parte del sujeto de
la lucha feminista constituye uno de los puntos de partida de la teoría de la
performatividad de género. La exclusión transfóbica en el seno del feminismo
radical, sin ir más lejos, forma parte de la memoria histórica que impulsa el
nacimiento de las teorías queer. Pero no es, sin duda, la única. La
proliferación de voces feministas negras, chicanas, y el cuestionamiento
profundo de las diferencias de clase dentro del movimiento feminista forma
parte, también, del cuestionamiento y apertura crítica del sujeto de las
políticas feministas que impulsan autoras como Butler desde "El género en
disputa".
En cualquier
caso, más que de plantearse si incluir o no a cualquier sujeto dentro del
sujeto mujeres del feminismo, creo que se hace necesario más bien, o a la par,
reconocer que se hacen políticas feministas desde una diversidad irreductible
de experiencias del género y de la sexualidad. No se trataría tan sólo, por
tanto, de cuestionar los límites y exclusiones constitutivas del sujeto mujeres
de las políticas feministas, sino de cuestionar además los límites y
exclusiones constitutivas que se derivan de considerar que las mujeres agotan
al sujeto de las políticas feministas.
Juan. P. Cuevas: Usted
sostiene que se puede interferir en los procesos de formación de las
identidades a partir de diferentes políticas. Actualmente somos testigos de
cambios en las legislaciones de muchos países para dejar de considerar la
transexualidad como una enfermedad o permitir el cambio de nombre sin necesidad
de cambios quirúrgicos. ¿Cómo cree que afectarían estos cambios a las personas
transexuales, a colectivos discriminados como gays y lesbianas y a la sociedad
en su conjunto?
Pablo P. Navarro: Efectivamente,
cada vez son más los países que adoptan un marco de regulación estatal basado
en un principio de libre autodeterminación del género. Es interesante señalar
que el control estatal del nombre constituye una parte fundamental del
entramado regulatorio que Dean Spade denomina “violencia administrativa”, esto
eso, la multitud de formas en que el estado y sus instituciones limitan y
condicionan las posibilidades vitales de las personas trans. El nombre legal y
la marca legal del sexo son dos formas a veces redundantes en que el estado
asume como propia la tarea de reproducir el binarismo de género a escala
macro-social. Sin duda, cualquier proyecto político radical en torno al género
y la sexualidad debe pasar por cuestionar esta potestad estatal.vidanormal.jpg
En
ese sentido, considero que tanto el horizonte de la autodeterminación del
género legal como masculino o femenino, por la vía de la despatologización,
como otras formas de flexibilización del marco binario a través del
reconocimiento de una tercera opción, como sucede en Alemania y en otros
países, comparten pese a todo el presupuesto de que el estado debe establecer y
organizar los límites de la inteligibilidad social del género. La demanda por
la desaparición de las marcas de género de los documentos oficiales representa
en mi opinión, entre otras medidas encaminadas a abolir la vida jurídica de la
normatividad de género, un elemento irrenunciable para una política trans y
queer comprometida con proyectos de autodeterminación radical en el campo del
género y la sexualidad. Tanto las políticas trans como las feministas y las
transmaribibolleras en general podrían encontrarían múltiples estímulos a su
imaginación política a partir de ese proyecto en particular.
Juan Pablo Cuevas: Usted
fue miembro de la Asamblea Transmaricabollo del 15M, escribe frecuentemente en
blogs de acción política LGBTQI y ha trabajado durante muchos años cerca del
activismo, por lo que conoce el colectivo desde dentro. Me gustaría preguntarle
si considera usted que existe cierta discriminación dentro del movimiento
LGBTQI hacia las personas transexuales y si podría decirme algunas causas de
este si considera que lo hay.
Pablo Pérez Navarro: Como
marica generalmente leída como CIS, muchas formas cotidianas y normalizadas de
transfobia me pasan probablemente desapercibidas. Dicho esto, considero que los
espacios en los que he participado han sido, por lo general, puntos de
encuentro entre activismos de muy diferente signo, identitariamente promiscuos,
ricos en lo que al intercambio entre formas de posicionarse frente al género y
la sexualidad, entre otras variables, se refiere. Sin ser utopías bucólicas, ni
mucho menos, me resulta obvio que en ellos predominan los procesos de
aprendizaje mutuo sobre el crisol de violencias transfóbicas, racistas,
serofóbicas, putofóbicas, clasistas, asexfóbicas, bollofóbicas and co. contra
el que nos organizamos.
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