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El
hecho de que en la práctica en la Manifestación Oficial de
Madrid haya estado presente por la puerta grande Israel con su Pinkwashing nos
pone frente a dilemas que deberían plantearse de otra forma dentro del seno de
la comunidad LGTBQ o en lo que queda de ella en el estado español, y también
fuera de ella. Se ha simplificado mucho desde todos los frentes, llegando a la vista gorda y el brochazo grueso. Desde el
internacionalismo se ha tendido a mencionar solo a las organizaciones por los
derechos LGTB (sin tener en cuenta los muchos matices que abarcan estas siglas, ya de por si bastante descafeinadas todas juntas)
para atacar políticas imperialistas sin interesarse realmente por cuáles son
sus campañas, objetivos y dificultades dentro de sus objetivos y sin luchar en
sus entornos locales (los que se organizan aquí ahora y contracorriente institucional) por esos mismos derechos ni por activa ni por pasiva. Por
otro lado, coincido con mucha gente inmigrante en que la población LGTB en
España y, sobre todo en grandes barrios como Chueca o el Gaixample está
(estamos) llena de prejuicios homonacionalistas y que tendemos a juzgar a otras
culturas con parámetros occidentales y marcadamente eurocéntricos. Pero se simplifica desde
ambos campos. Desde un movimiento gay cada vez más consumista, legalista y
burgués y desde un izquierdismo, que salvo notables excepciones, tiende a un
fundamentalismo o simplismo que puede llevarles a las anteojeras de, por ejemplo, no
distinguir los matices entre marchar con Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Albert Rivera o Cristina Cifuentes,
pero esa ya es otra historia o a hacer de la lucha LGTB algo superfluo, de mínimos, anecdótico, de tímidas reformas o poco
político. A utilizarlo al fin y al cabo como arma de guerra tal y como ellos critican
que lo utilizan otros países. Mi fascinación, exclusivamente cinematográfica,
por algunas películas de nacionalidad israelí o realizadas por israelís de
izquierdas que abordan tema gay (como
las de Eytan Fox, Gal Uchovsky, Eran Kirilis o Amos Gitai) o de grupos ya en el otro lado del
conflicto como la banda de pop-rock
libanés "Mashrou Leila" (claramente opositor a cualquier conexión con
cercana o lejana con Israel). No nos cabe
duda de que la presencia en el World Pride madrileño del cantante Israelí Ivri
Lider (por otro lado desertor del ejército) es un acto de "Pinkwashing" (lavado
de cara rosa o “lavarosa”) para atenuar el daño internacional a la imagen de su
país por las guerras, ocupaciones y crímenes de guerra y el apoyo del
Imperialismo internacional.
La
izquierda europea, después de su vergonzosa empatía de género con alguien como
Trump, para caricaturizar la “mala uva” internacional de Hilton u Obama, ahora
(en ciertos “círculos”) guarda silencio sobre el efecto devastador de la
tropelía de nombrar Jerusalén como capital de Israel, como guarda silencio
devastador sobre algunas las chapuzas de Maduro en Venezuela por haber apoyado
el bolivarismo con el fetichismo cegato y de resabios cristianos de siempre. Así los conflictos siempre son lejos y se
olvidan las miles de batallas que se libran hoy en el estado español y que
también en países colonizadores existen multitud de capas pobres y de
excluidos, como el negocio de las prisiones en EEUU que denuncia Angela Davis
en “La libertad es una batalla constante”
(Capitan Swing). Proud Lebanon ha surgido en un entorno legalmente restrictivo
gay los derechos LGTB, además amenazado por las guerras civiles y por la
invasión sionista. Surgió con una bandera cosida a mano colgada de un balcón y con reuniones semiclandestinas. Hoy ofrece distintos servicios desde cierta precariedad.Del Líbano han surgido voces nuevas desde la que vemos un
tipo de costumbres que creemos nuestras que son distintas o entendidas de forma
creada por sus propios países. Así como debe ser el feminismo marroquí y no las
“Femen” de Francia las que liberen los símbolos ancestrales y los gays chechenos los que
alcen su voz, aunque realmente nosotros podamos prestarles ayuda mediática.
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