La nueva medicalización de la sexualidad
Por Cristian Alberti
Tomar PrEP (Profilaxis Pre Exposición) es una de las
nuevas alternativas que la industria farmacéutica y el poder médico están
ofreciendo como estrategia para evitar la infección por VIH. A esta propaganda
que desde estos poderes se le está brindando a los antirretrovirales (tenofovir y emtricitabina), se pliegan ciertos sectores de la comunidad LGBTQI
que, a priori, parecieran no problematizar que es el consumo de los mismos
antirretrovirales que se toman cuando una ya tiene el virus y quiere adherir a
un tratamiento.
Los estudios y
estadísticas publicadas hasta el momento indican que la efectividad de la
Profilaxis Pre Exposición es de un 90%. Vale aclarar que éstos recién se
comenzaron a realizar en 2010 y que, si bien lo publicado hasta el momento es
muy escaso, no por ello nos debe hacer reproducir un discurso que tiene a la
Organización Mundial de la Salud como otra de sus principales portavoces.
Resulta indispensable aclarar también que el objetivo de la OMS en lo referido
a VIH/SIDA, para el 2020, es la tan conocida campaña 90-90-90: llegar a un 90%
de personas infectadas que conozcan su diagnóstico, que el 90% de quienes
conocen su diagnóstico adhieran a un tratamiento antirretroviral y que de
quienes adhieran al tratamiento, el 90% se encuentre en estado de
indetectabilidad. Frente a este escenario, podríamos preguntarnos ¿quién va a
hacerse cargo de los costos económicos de estas políticas en países que
históricamente vulneran el acceso a derechos elementales como la salud, a masas
poblacionales cada vez más amplias? ¿Cuándo fue que dejamos atrás, si se
dejaron atrás, o si alguna vez se las tuvo en cuenta, las luchas iniciadas por
lxs primerxs infectadxs en relación a garantizar primero la medicación para
todas las personas que quieren acceder a la misma? ¿Cómo van a obligarnos a
tomar medicamentos si el mismo protocolo que impulsan muchos Ministerios de
Salud de diferentes países sostiene que cada persona tiene el derecho a decidir
si comenzar un tratamiento o no?
En cuanto a la PrEP,
resulta importante no perder de vista que es la administración, en el cuerpo
que el poder biomédico denomina “sano”, de un conjunto de antirretrovirales
mensuales, con los correspondientes exámenes de control que se hace cualquier
persona leída como “enferma de VIH” (aunque no sea una enfermedad stricto
sensu) por éste mismo poder. Y aunque, como anteriormente señalábamos,
los estudios y estadísticas son muy pobres hasta el momento, eso no
imposibilitó que organizaciones como Fundación Huésped Argentina hayan
comenzado una campaña propagandística de la PrEP, reproduciendo el discurso de
la OMS y destinando la misma a hombres que tienen sexo con hombres (HSH) y
mujeres trans, retornando con ello a la supuesta población de riesgo que
creíamos haber dejado atrás después de tantos años batallando contra la idea de
la peste rosa y el cáncer gay, a la vez que demuestra la vigilancia realizada a
través de mecanismos epidemiológicos de ciertas prácticas sexuales. Otra vez
surgen con esto varios interrogantes: ¿Quiénes se van a hacer cargo de los
gastos económicos de estos medicamentos cuando las políticas del actual gobierno
de Argentina generan un faltante de antirretrovirales en los hospitales públicos
y la suspensión de diferentes esquemas a personas que adhieren a un
tratamiento? ¿Si continuamos hablando de VIH/SIDA desde una perspectiva
epidemiológica, qué hacemos con los factores socioculturales? ¿Vamos a pasar
por alto estas estrategias de gubernamentalidad que tienen como objetivo el
control de la sexualidad? ¿Qué pasó con los saberes producidos por ACT-UP y
otros movimientos activistas del SIDA de los años 80 cuando interpelaban a las
farmacéuticas para que se abrieran las píldoras que se comenzaban a probar en la
población infectada, cuando hoy en día aceptamos las propuestas de las
farmacéuticas sin problematizarlas previamente?
Mientras quienes
defienden el ejercicio del “farmacopoder” (Preciado, 2008) se encargan de
embellecer las políticas de medicalización de los cuerpos vía PrEP, en
diferentes partes del mundo como Autralia, Nueva York y Toronto, algunas
personas resultan ser positivas a las pruebas de VIH estando bajo el
tratamiento de Profilaxis Pre Exposición. “Otro caso denunciado en Amsterdam
todavía está siendo investigado” según informa The Gaily Grind (www.thegailygrind.com/2017/05/23/despite-daily-hiv-prevention-regimen-third-prep-user-tests-positive-hiv/).
Estos claramente
son los primeros casos que salen a la luz, pero no por ello podemos dejar de
verlos como una muestra de que desde el 2010, que empezaron a realizarse los
estudios, lo que se está llevando adelante son experimentaciones y ensayos
clínicos sobre los cuales no estamos cuestionando su funcionamiento ni su
implementación y es hora de que comencemos a hacerlo. ¿Qué esperamos para
empezar a intervenir en la producción del conocimiento científico que usan
tanto las farmacéuticas como la clínica para fundamentar su accionar y sus
discursos medicalizantes? ¿Seguiremos mucho tiempo más aceptando estos
discursos como los únicos sin generar técnicas de resistencias y de
subjetivación disidente?
Quienes nos
reconocemos como activistas seropositivas, entiendo que necesitemos visibilizar
el avance inminente que el farmacopoder está llevando adelante en la era
neoliberal en pos de la medicalización de todos los cuerpos. Pero creo
primordial comprender que, como personas viviendo con el virus, todavía tenemos
muchos objetivos a los cuales arribar. Uno de ellos es la necesidad de producir
una ética seropositiva que nos permita visibilizar que nuestras vidas son
vivibles y que un cuerpo seropositivo es habitable; ya que de seguir ocupándonos
más de la discusión sobre PrEP estamos prestando más tiempo y atención a la
construcción de un mensaje que apunta salvaguarda a personas seronegativas,
mientras que nos olvidamos que dentro de la población infectada todavía hay
compañeras que asocian el virus con una muerte inminente. Una muerte si no
biológica, sí social y sexoafectiva. En varios países como Argentina la
faltante de terapias antirretrovirales es un hecho, lo que vulnera el derecho
de personas infectadas que quieren adherir a un tratamiento. Al mismo tiempo los
discursos que tornan las vidas seropositivas como cuerpos desapropiados de
cualquier potencia alegre siguen siendo, en muchos lugares, los que predominan
e imperan. Esto produce, como todo acto performativo, un sentido y un
significado y no es otro que la promoción y sanción de una forma de vida
definida por la tristeza, la culpa, el miedo y la angustia.
Creo entonces que
nos queda, entre tanto, problematizar las redes de estrategias ya llevadas
adelante y poner en marcha la construcción de otras nuevas que nos permitan potenciar
alegremente nuestras vidas post diagnóstico VIH positivo. Producir y crear
redes de pares en las que el antídoto al poderoso veneno inoculado por la
sociedad capitalista, de la mano con su cultura binaria y heterosexista, sea la
información y los saberes producidos por nosotras mismas, desde nuestras
experiencias y no por la industria farmacéutica; porque sabemos que esa cultura
nos necesita deprimidas, entristecidas y con nuestra desesperación se sostiene
su hegemonía. Poner en marcha vínculos afectivos que rechacen de lleno el
colaboracionismo con el actual estado de las cosas. Generado por un sistema que
produce marginalidad y pobreza en amplios sectores de la población y encuentra
en la tristeza su principal forma de gobierno.
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