Virgen de la Reproducción Asistida
Por José García
No entiendo yo por qué la mayoría de mis amigas
piensa que la Virgen Inmaculada es el más machista entre los machistas mitos
cristianos. Se nota que se han dado un atracón de feminismo y de teoría queer.
Así se las ve de despistadas, old fashioned
y mal informadas. Hay que entenderlo, claro, no son periodistas cualificadas
como yo que tengo como gran referente intelectual a María Patiño. Por eso sé
que el mito bíblico en realidad tiene un valor premonitorio, y al presentarnos
la concepción como un hecho en el que
nada tiene que ver el coito heterosexual, nos estaba anunciando la posibilidad
futura de acogerse a las técnicas de reproducción asistida, de las que mucho
saben estas amigas bolleras mías que tanto me critican y me llaman ciberpetarda
de tres al cuarto. Y todo porque siempre sé dar en la tecla.
No me digan que nadie lo había pensado antes. ¿Qué es
el espíritu santo, sino una aguja esclarecida por el foco de un quirófano que
se apresura a inseminar artificialmente el óvulo de estas amigas mías y otras
descreídas? El portal de Belén no era más que la metáfora de una probeta para
la fecundación in vitro. Lo que yo os cuente.
De todos modos, la mitología precristiana ya tenía
otros referentes de mujeres descarriadas que se las arreglaban para engendrar
sin que ningún sanjosé viniera a mediar en el intento. Acordaos, si no, de
Lilith, la primera mujer de Adán, que abandonó el edén y a su maromo para
transfigurarse en un demonio con pintas de camionero que lograba embarazarse
con el semen que derramaban los hombres involuntariamente durante sus
poluciones nocturnas. Ja, qué me dirían ahora las pedantonas de mis amigas.
Pero ellas, nada. Como mucho, dicen que la primera
mujer con ganas de ser madre sin tener marido de nuestra tradición fue una tal
Tía Tula, por lo visto, una conocida de un tal Unamuno, al cual yo no tengo el
gusto de conocer, pero que no debe de ser muy importante, porque no dicen nada de
él ni el Deluxe ni en los resúmenes
del Gran Hermano VIP.
En fin. Aquí lo tienen: el misterio de la santísima
trinidad revelado de un plumazo. Ya saben ustedes quién era y qué significaba
el espíritu santo. Pero voy a seguir investigando esto. Porque dicen Deleuze y
Guattari, que son unos señores que leo yo a ratitos en la sala de espera de mi
psicoanlista por si se tercia la situación de ponerse culto con algunas de estas
amigas mías intelectuales de pacotilla, que el que inventó la triada sacra hizo
sus escaramuzas al contarlo en la Biblia, cargándose el triángulo edípico
papá-mamá-yo por la parte que menos debía, y sustituyendo a la madre por el
espíritu santo, que hizo trío con el hijo y el padre, que debe ser algo así
como el donante anónimo que después se arrepintió y le reclamó la custodia del niño a una de
estas amigas bollos de las que os estoy hablando. Bueno, creo que me estoy
haciendo un pequeño lío. Y es la hora de adquirir cierto nivel. La hora de
sentarse a devorar las entrevistas en profundidad de Bertín Osborne.
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