jueves, 15 de febrero de 2018

RELATO TEATRALIZADO: "BAJO LA RUEDA" (DOS CHICOS EN UN SIDATORIO CUBANO)





BAJO LA RUEDA

Pieza basada en el relato de Juan Carlos Roque Moreno

Escrito en el taller literario del sanatorio de 'Villa de los Cocos'.

Dos personajes
Hermán
Abel

(La acción transcurre en el interior de la habitación hospitalaria de un sidatorio cubano. Una estancia pálida, aseada, con dos camas- cada una situada en un extremo del cuarto-y un gran armario en el centro. Junto a las camas, dos sillas. Una puertecita junto al lecho de Herman da a un pequeño lavabo. Herman está sentado en la cama leyendo, se sobresalta y deja el libro cuando se abre la puerta. Entra tímidamente, pero con aprendido aplomo ,Abel, un chico algo mayor que Herman, aunque de mejor aspecto. Lleva una gorra a lo 'Che Guevara', una camisa a cuadros, unas botas altas y unos pantalones militares. Herman lo observa sentado, mientras Abel deja su macuto sobre la cama y esboza un saludo con la cabeza)

HERMAN (A Abel mientras este empieza a deshacer su macuto): Llevo en este cuarto tres años más que tú. Me respetas y te respeto. No me toques los casetes ni me deshagas la cama. Ah! Y no me llames por la espalda que me erizo… Última noticia y la más mala: ¡Soy maricón! ¿Oíste, querido?... (Abel se sienta en la silla. Herman lo mira algo preocupado y arrepentido de su verborrea. Abel se relaja en la silla y mira a Herman)

ABEL: Me llamo Abel, tengo una niña y no me gusta meterme con nadie. (Pausa) Tampoco soy maricón, solo estoy enfermo ( A Abel le tiembla el brazo y se echa la cabeza en las manos. Herman saca una pastilla de debajo del colchón, llena rápidamente un vaso de agua en el baño y se lo acerca a Abel que lo sorbe de un trago. Abel solloza, se tumba en la cama y se va quedando dormido mientras mira hacia la pared. Herman lo mira con desconcierto y luego, mientras se desvanece la luz vuelve su cama)

(Entra la luz del día. Cada uno de los dos esta sentado en la silla junto a su cama. Vestidos de enfermos, dialogan como en una reciente amistad. Están jugando a un juego de adivinanzas literario)

HERMAN: Ok. Sigamos jugando.
ABEL: Es que no caigo, de veras
HERMAN: ¡Comemierda! Eres un inculto. Era Tagore, el poeta. Ok. Como quieras, dejamos del todo la poesía. Pero ahora jugamos a otros libros. Yo digo el título y tú el autor.
(Fiesta)
ABEL: Ernest Hemingway.
HERMAN: ¿La montaña mágica?
ABEL: Thomas Mann
HERMAN: Bajo la rueda
ABEL (con cara de sorpresa) ¿Bajo la rueda?
HERMAN: Tú siempre pierdes. Eres un inculto. Aquí dentro hay que estar para parar a los demás, igual que ahí fuera. Somos el resumen de una sociedad que delante del mundo es igual, pero más amplia, como si la enfermedad no fuera la misma para todos. Yo te hablé de la música. Te conté lo del teatro, los aplausos, los camerinos y mi carrera en los escenarios. Hasta te hablé de aquel tío mío tan especial que me abrió los ojos al mundo y compró una cantina junto a la costa. Ahora te toca a ti contarme lo tuyo.
ABEL: Mira, Chen, yo leo bastante y no soy ningún bruto. Pero de ahí a contarle mi vida a otros, pues, que quieres que te diga…
HERMAN: Tienes que hacerlo. Es como si contándome tu vida le dieras un poco más de tiempo a la mía.
ABEL: Está bien. Soy de Cienfuegos y desde muy chiquito me gustó lo militar. (Señala a la boina encima de la cama) La boina es por lo del Che, ya sabes. Cuando pasaban un programa sobre él, con la musiquita esa que ponen (Suena levemente una tonadilla militar-heroica)…hasta me empalmaba y todo. Así que cuando termine el pre- inicié una carrera militar y a los dos años ya estaba afuera. En Cienfuegos dejé ya una niña. Al año de estar en la misión conocí a Mariam. Era radista. Negra como la noche y no hablaba español, pero tenía la misma forma de Acela, mi mujer, la misma manera de decirlo todo con la mirada. Solo con sus ojos. Cuando llegué a Cuba me hicieron los análisis y sin darme cuenta me encontré aquí dentro: sin familia, sin niña. Coño, lo que más me me jode de todo es la niña.  Quisiera verla crecer, criarla, Herman, tú no te has puesto a pensar que nunca sabremos cómo pudimos haber sido de viejos. Yo necesito mucho más tiempo ¿De qué me sirve tenerlo todo aquí? ¿De qué nos sirve?

HERMAN: Ay, no, no,  por tu madre, charlas políticas aquí dentro, no. No te has dado cuenta que detrás de este muro no existe el tiempo, que "ni siquiera somos seres humanos”: somos una nueva especie. Cometimos el delito de contagiarnos y ahora por edicto de no sé quién carajo somos hasta “clasificables”  (Pausa) CONFIABLE, es la palabrita. ¿O por qué crees tú que salimos más tiempo de paseo y hasta solos? Estos son los privilegios ¡Abel! Cuidado. Ser 'Confiable' aquí adentro es como ser pinche o burgués. ¡Pertenecemos a la élite! Tú sabes que si no eres confiable, eres mierda, y si eres confiable “mierda también”. Mira a Manolito (pausa) Cada vez que sale se tiempla a dos o tres internos y hasta se empastilla y todo.  (Pausa) Y aquí dentro es un santo ¡Charlas! Esto es una jaula de oro con mucha comida, pero JAULA. Tú no entiendes que allá afuera hay el doble de los que estamos acá. Que son miles los que siguen regando el SIDA por ahí y no van a siquiera a los hospitales para que no los cojan. (Pausa)¿Cuál es el objetivo? Estoy ya no es solo lo de los gays… Esto lo coge cualquiera. Y sin embargo nos quedamos solos, sin familia, sin amigos…Y tú me vienes con charlas. No me jodas coño. Lo que hay que hacer es seguir soñando. Soñando aunque sea 'Bajo la rueda'.

(Pausa. Abel asiente desconcertado y luego se recuesta en la cama. Herman abre el armario y rebusca en uno de los cajones, del que saca unos sobres y luego empuña unos papeles. Abel permanece tumbado en la cama y tapado con las mantas)

HERMAN: Anoche estuve leyendo tus papeles. (Pausa) No iba a dejar que se los llevaran. Por eso escondí un montón de cartas escritas a tu familia pero no enviadas. ¿Sabías que Acela te las iba a devolver intactas como hizo con todas las otras? ¡Y entre tantos papeles, UN POEMA! De tu puño y letra. ¿Era tuyo? (Enfático) ¡Haciéndote el Che y hasta poesía escribes! Herman lee dirigiéndose al público:

(Cuando Herman lee los poemas de Abel suenan truenos a lo lejos, la luz blanca es sustituida por luces de colores intermitentes, sin demasiado histrionismo)

SOBRE LA CIUDAD DILUVIAN SENTENCIAS DE MUERTE
Y AFUERA LA GENTE A EMPEZADO A MORIR COMO LAS GACELAS
TRISTES, TIBIAS.
YA NO LLUEVE IGUAL EN TODA LA COSTA
LAS LÁGRIMAS Y LA SANGRE CAEN DONDE CAÍA SOLO ORO
Y EL ORO ES SOLO PARA LOS DIOSES QUE YA TIENEN SUS ESTATUAS DE BRONCE

HERMAN: (mirando a Abel): Cuando la fiebre subió a los cuatro días me asusté.
ABEL: (Desde la cama tembloroso pero con voz ronca y clara): Diles que es un catarro o que estoy pintando.

(Herman sigue recitando al público)

QUE DECIR SINO QUE TE SUEÑO
PRESIENTO TU RESPIRACIÓN ¿HABRÁS MUERTO?
NO, LAS ESTRELLAS NO DICEN NADA DIFERENTE.

ABEL (desde la cama): Me siento mal, Chen. Me duele la cabeza. ¿Qué vaina me está pasando? No, no vayas, no vayas Chen. Si se lo dices me llevan para el IPK y si caigo ahí me muero

HAY UN DESIERTO QUE SE EXTIENDE MÁS ALLÁ DE ESTAS FRONTERAS
DONDE LA VIDA ES COMÚN, COMÚNMENTE FELIZ
Y ALLÍ FALTA EL AGUA DONDE ABUNDAN LOS PECES
Y AQUÍ FALTAS TÚ Y YA NADA ABUNDA

(Llaman a la puerta de la habitación con golpes cada vez más enérgicos) ¿Abel?

HERMAN: Pintando, dice que no sale hasta que no termine
(Siguen llamando) ¿Abel?
HERMAN: Pintando. No, no, dice que no sale hasta que no termine.
¿Abel?
HERMAN: Pintando, no, no, de veras, dice que no sale hasta que no termine. (La luz desciende poco a poco. Hermán recita al público cuando no habla con Abel)

HAY MURCIÉLAGOS POR TODOS LOS LADOS
CREO QUE LA GENTE HA COMENZADO A COLGARSE DE LOS PIES


DESDE LAS MANECILLAS
DE LOS ANTIGUOS RELOJES
NO SÉ QUE SUCEDE. AL CAMINAR ENCUENTRO MUERTOS POR TODAS LAS ESQUINAS.

HERMAN: (Se dirige a Abel y al público de forma alternativa o simultánea): Era la fiebre del caballo. Me lo dijo por teléfono la secretaria del Director…Yo también la tengo, por haberte cuidado. (Se acerca a la cama de Abel y más adelante avanza hacia el público a través de la penumbra) Oscuridad y silencio. Tengo que salir de él. Uno se cansa de seguir el juego, De ser una pieza más. Cada noche se me hacía más y más difícil dormir. Noches largas como días negros. Siempre terminaba tomándome una de mis pastillas clandestinas, las de debajo del colchón, las tomaba para alejar el pensamiento de que la muerte se parece al sueño (Pausa) Hoy no, hoy estoy seguro de lo que voy a hacer.


(Se dirige a Abel con voz alta, en la penumbra y con una luz que cae sobre su figura) Nunca te lo dije pero yo no era un gran actor- apenas comenzaba en el ISA cuando me trajeron para el sanatorio. (Pausa) Tampoco era un Gran Maricón. El arete, la pintura y la cadena eran pura escenografía para hacerme el chocante y que no te metieras en mi vida. (Al público) ¡Dios mío, ni eso era! Ni siquiera me llamó Herman, sino Hermenegildo. Así me lo puso mi vieja y yo me lo cambié a los 17 ¡Y ya tengo veintiséis! Y no tengo a nadie que me abrace, yo también necesito a alguien que me dé un beso en la frente. (Enfático) ¿Por qué me fallaste ahora Abel? “Justo cuando tengo que salir a saludar al público”

(Adaptación Eduardo Nabal)

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